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viernes, 6 de agosto de 2010

¿Lo has dicho por nosotros o por todos?


XIX Domingo del Tiempo Ordinario (Lc 12, 32-48) - Ciclo C
Por Clemente Sobrado C. P.

Siempre es más fácil escuchar las campanas que suenan por otros que las que suenan por nosotros. A veces, en la vida ordinaria, se dan detalles en los que no nos detenemos pero que soy bien curiosos. ¿Nunca te ha sucedido? Alguien te está llamando y tú no oyes nada, hasta que alguien te dice: “¡oye, te están llamando!” Reacción: “¿A mí?” Como si cuando llamamos a alguien siempre llamamos a los otros. Nos resulta difícil darnos por aludidos.

La actitud de Pedro, en este texto de Lucas pudiera pasar desapercibida, y sin embargo me resulta sumamente curiosa y hasta cuestionadora: “Señor, ¿todo esto lo has dicho por nosotros o por todos?” ¿Lo has dicho por nosotros o por los demás? Siempre es más fácil escuchar las cosas que afectan a los demás que aquellas que nos afectan a nosotros personalmente.

Es más fácil escuchar la Palabra de Dios para los demás que no escucharla como dicha para nosotros mismos:
¡Qué bien le viene esto a mi marido!
¡Qué bien le viene esto a mi esposa!
¡Qué bien le viene esto a fulanito!
Diera la impresión de que la Palabra de Dios siempre le viene a medida al resto, menos a nosotros mismos.

Recuerdo haberlo escuchado siendo estudiante. Había en Bilbao un sacerdote muy célebre, porque era de los que no tenía pelos en la lengua. Y decía las verdades a pedradas. Un día parece que habla sobre los ricos y debió de ponerlos bien en su sitio.
Y había una Señora ya mayor, que según decían ni sabía lo que tenía de lo rica que era. Y se encontró con un sacerdote de nuestra comunidad y muy suelta de lengua le dice: “Padre…. ¿ya escuchó el otro día a Don Claudio? ¡Qué cosas dijo contra los ricos, Padre, y qué bien dichas! Los ricos para ella eran los otros, no para ella que se pudría en dinero.
Es posible que no en la misma medida pero que a muchos de nosotros nos suceda lo mismo. Escuchamos por otros y para otros. Y a nosotros ni nos salpica.

¿Que hay violencia en el mundo? Ah, pero de eso tienen la culpa los otros.
¿Qué hay hambre en el mundo y muchos se mueren porque no tienen qué comer? Ah, pero de eso tienen la culpa los otros. A mí que me registren.
¿Qué hay muchos ancianos abandonados? ¡Vaya hijos los de hoy!
¿Qué hay enfermos a quien nadie visita? ¡Es que la gente hoy solo piensa en ella misma! Claro, yo no soy gente.
¿Qué la gente hoy no colabora? Es que hay demasiado egoísmo. Pero yo no muevo en dedo.
¿Que la Iglesia anda mal? La culpa la tienen los curas.
¿Que muchos abandonan la Iglesia? Eso es culpa de los de arriba.

Todos los demás son los culpables. Nosotros los inocentes.
Lo difícil es escuchar la Palabra de Dios como dicha para mí.
Lo difícil es sentir el dolor de los demás como compromiso para mí.
Lo difícil es ver esas fotos de niños con hambre como enviadas para mí.

Señor, cuándo proclamamos tu Palabra ¿es para mí o es para los demás?
Señor, cuándo vemos los pecados de tu Iglesia, ¿soy yo culpable o los demás?

Dios habla a todos. Pero me está hablando a mí.
Dios habla a todos. Pero se dirige personalmente a mí.
¡Qué fácil me resulta como sacerdote interpretar la Palabra de Dios para los fieles que me escuchan!
¿Pero la interpreto primero como dicha para mí?
Jesús dijo un día que si no creían a sus palabras, creyesen al menos a sus obras.
La mejor predicación de la palabra será cuando los demás la puedan leer en mi vida.
El mejor anuncio de la solidaridad será cuando me vean solidario a mí.
El mejor anuncio de la comprensión será cuando me vean a mí comprensivo con todos.
Mi mejor homilía será aquella que los fieles puedan reconocer en mi vida.

Clemente Sobrado C. P.

www.iglesiaquecamina.com

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