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sábado, 12 de julio de 2008

Evangelio Misionero del Día: 13 de julio de 2008

Por CAMINO MISIONERO


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo13, 1-23

Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a Él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces Él les habló extensamente por medio de parábolas.
Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron. otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!»
Los discípulos se acercaron y le dijeron: «¿Por qué les hablas por medio de parábolas?»
Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:

"Por más que oigan, no comprenderán,
por más que vean, no conocerán.
Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido,
tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos,
para que sus ojos no vean,
y sus oídos no oigan,
y su corazón no comprenda,
y no se conviertan,
y yo no los sane".

Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: éste es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Éste produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno».


Reflexión

Queridos hermanos, en este domingo la liturgia nos regala una de las enseñanzas más hermosas de Jesús, por lo exquisito de su relato y la firmeza en su discurso, para describir la realidad que vivimos todos los días en nuestra relación con su Palabra.
A esta parábola no hace falta agregarle ni un punto, ni una coma, por que es tan brillante la exposición que realiza Jesús, que tratar de sumarle algo, caeríamos en el riesgo de desvirtuar el mensaje o arruinar una obra de arte. Es por ello que en este domingo sólo quisiera animarlos a que tomemos un tiempo prundencial para dedicarle a la lectura del Evangelio. Tratemos de hacer resonar en nuestro interior, la potencia de las imágenes que nos propone y las confrontemos con nuestra actualidad, para realizar un análisis, en este momento de nuestro caminar, donde estamos parados y como estamos llevando nuestra relación con Dios.
Sólo a modo de ejemplo me gustaría contarles que cada vez que escucho esta parábola, me es inevitable la asociación con un movimiento en el que solía perseverar, donde se realizaban periódicamente unos retiros para jóvenes, denominados comúnmente de lanzamiento. Unos meses antes de la fecha de realización, el grupo encargado de llevar adelante el retiro, junto a un sacerdote, preparaban las charlas y las actividades que se tenían previsto hacer. Mucho tiempo y dedicación por parte de cada uno, donde también los organizadores tenían la oportunidad de renovarse espiritualmente y comprometerse en la evangelización. Los días antes se creaba una cierta expectativa por saber quienes eran los jóvenes que nos tocarían en suerte, se trataba de intensificar la oración y ultimar todos los detalles técnicos, para que todo salga como decía el manual que manejábamos. Siempre había inconvenientes. O a ultima hora se enfermaba alguien del equipo de dirigentes, o no le daban permiso en el trabajo, o no se conseguía algo, etc. En fin, los nervios, sumados a la expectativa y la ansiedad propia de los chicos que subían al retiro, conspiraba todo para que la cosa fuera desastrosa. Pero llegado al lugar del retiro, era Dios quien tomaba las riendas y a pesar nuestro, y con las herramientas que Él disponía, todo comenzaba a tomar un rumbo muy distinto del que se planeaba al principio. Y aquí, es lo que al día de hoy me maravillo todavía, de tan sólo recordar, el Señor, se presentaba a cada uno de los que estábamos ahí de distintas formas, pero a todos por igual. No hacía diferencias, a todos los colmaba generosamente, y se podía apreciar en los rostros de los chicos, como sus almas eran traspasadas por el Amor, que sólo el Resucitado puede ofrecer. Y así, pasados los días y entrada la motivación, también la euforia, el retiro llegaba a su fin con una ceremonia donde se invitaba a compartir la experiencia que tuvieron delante de sus amigos y familiares. En ese momento, casi todas las palabras son de agradecimiento, pero también de un anhelo suscitado por el Espíritu, querer cambiar el mundo y querer ser fieles a Dios... Y cada uno a sus casas. De los 30 que fueron al retiro, a la semana siguiente vuelven 20. Al mes, podíamos sumar unos diez. Al año siguiente, solo 2 0 3 seguían perseverando e intentando madurar en la Fe.
Bueno, hasta acá el recuerdo, pero la pregunta es la misma que la del Evangelio de hoy: ¿Que pasó? ¿No recibieron todos de igual manera la Palabra de Dios y la dedicación de los evangelizadores? Si, por supuesto que si. Pero no todos preparan su interior debidamente para hacer prender esa semillita, que está llamada a ser un gran árbol. Explicaciones, atenuantes y nuevos interrogantes, hay muchos. Pero para contestar acertadamente esas cuestiones, debemos mirarnos con una sinceridad brutal, para descubrirnos tal como somos.
Como cristianos y misioneros de la Iglesia de Jesús, pasamos por distintas etapas con nuestros terrenos, por que a veces no escuchamos y no entendemos su Palabra, algunas veces caemos en una superficialidad exasperante de ritos y leyes, que nos alejan del Corazón de Jesús, en otras ocasiones nuestras preocupaciones personales o afectivas, ya sean en nuestra particularidad o de la vida eclesial misma, nos llevan a ahogarnos y desanimarnos apresuradamente en el camino del Maestro, y por fin, Gracias a Dios, también esa Palabra, es escuchada en momentos por nosotros, asimilada y encarnada en nuestras vidas, santificando nuestras almas y llevando felicidad a nuestros hermanos. Así es nuestra realidad, queridos amigos, pasamos por muchos matices en la búsqueda del Reino, pues entonces, no nos desalentemos cuando sentimos que estamos pasando por un mal momento, o que estamos desviando el camino, sino, en primer lugar seamos almas agradecidas por que el Padre, ya nos ha regalado su Amor anticipadamente, y nosotros busquemos prepararnos integralmente para poder recibirlo, disfrutarlo y transmitirlo. Amen.

Imagen para contemplar

Jesús nos aparta un momento del resto y nos explica sus Enseñanzas.
¿Porque lo hace con nosotros? ¿Que espera de nosotros? ¿Nos identificamos con su parabola? ¿Que tipo de tierra somos?

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