Publicado por Entra y Veras
El tiempo de Adviento en el que nos preparamos para la Navidad, lleva consigo la ilusión de quien espera una renovación, un cambio en su vida. Que el Niño le transforme. Es tiempo para creyentes no para ilusos.
El tiempo de adviento nos transporta más allá de la ilusión. Decir esto no es ni mucho menos afirmar que el tiempo de adviento sea un periodo de brazos caídos y caras largas. Desde luego es un periodo de alegría, de ilusión, de nerviosismo, de preparativos. Ir más allá de la ilusión se refiere a que los cristianos, esperamos creyendo, confiando en el nacimiento de Jesús en Belén. Y eso no son ilusiones, ni predicciones de adivinos de medio pelo.
Nos estamos preparando para asistir al Misterio de la encarnación. Una fórmula secreta en la que se combinan la ternura, la compasión y la misericordia, dando lugar a un precipitado de amor en la persona de Jesús de Nazaret, el Niño Dios.
¿Cómo prepararnos? ¿Qué hacer para no ser o no parecer ilusos? No se trata de hacer una lista de recomendaciones, simplemente pensemos de qué forma nos preparamos nosotros para recibir una visita. Sí ya sé que esto puede parecer una forma demasiado ramplona de hablar del Adviento, pero para qué caer en discursos tan píos como alejados. Preparar una visita implica poner orden, para que nuestro invitado se sienta cómodo. El Adviento implica reflexión. Por otra parte, para los creyentes que nazca Jesús no es un hecho indiferente sino que implica una renovación interior, debe transformarnos algo. No vale dejar que nos lleve la corriente, conformarnos con celebrar otra vez la Navidad.
Pero sobre todo, el Adviento es un tiempo de esperanza. Es el momento de llenar nuestros pulmones de aire fresco, de aire nuevo. Es una llamada a no conformarnos con la realidad, a ver que lo que nos puede parecer imposible, Dios lo hace realidad. Esperar no es tarea de aburridos ni de ilusos. Es tarea propia de creyentes inconformistas. Hemos de confiar en que nuestros horizontes pueden ensancharse aún más, en que puede haber pan y alegría para todos. Por eso caminamos más allá de la ilusión, guiados por una certeza, orientados por el gps de la palabra dada, en la que descansa el corazón del creyente.
El Adviento es para vivirlo, no para dejarlo pasar. El adviento es para ilusionarse, para alegrarse, para confiar. No esperamos apariciones de fantasmas sino la venida a nuestros corazones de la mejor noticia que se ha dado a la humanidad. No es una ilusión es una realidad.
Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Chiclana de la Frontera, Cádiz, España.
El tiempo de adviento nos transporta más allá de la ilusión. Decir esto no es ni mucho menos afirmar que el tiempo de adviento sea un periodo de brazos caídos y caras largas. Desde luego es un periodo de alegría, de ilusión, de nerviosismo, de preparativos. Ir más allá de la ilusión se refiere a que los cristianos, esperamos creyendo, confiando en el nacimiento de Jesús en Belén. Y eso no son ilusiones, ni predicciones de adivinos de medio pelo.
Nos estamos preparando para asistir al Misterio de la encarnación. Una fórmula secreta en la que se combinan la ternura, la compasión y la misericordia, dando lugar a un precipitado de amor en la persona de Jesús de Nazaret, el Niño Dios.
¿Cómo prepararnos? ¿Qué hacer para no ser o no parecer ilusos? No se trata de hacer una lista de recomendaciones, simplemente pensemos de qué forma nos preparamos nosotros para recibir una visita. Sí ya sé que esto puede parecer una forma demasiado ramplona de hablar del Adviento, pero para qué caer en discursos tan píos como alejados. Preparar una visita implica poner orden, para que nuestro invitado se sienta cómodo. El Adviento implica reflexión. Por otra parte, para los creyentes que nazca Jesús no es un hecho indiferente sino que implica una renovación interior, debe transformarnos algo. No vale dejar que nos lleve la corriente, conformarnos con celebrar otra vez la Navidad.
Pero sobre todo, el Adviento es un tiempo de esperanza. Es el momento de llenar nuestros pulmones de aire fresco, de aire nuevo. Es una llamada a no conformarnos con la realidad, a ver que lo que nos puede parecer imposible, Dios lo hace realidad. Esperar no es tarea de aburridos ni de ilusos. Es tarea propia de creyentes inconformistas. Hemos de confiar en que nuestros horizontes pueden ensancharse aún más, en que puede haber pan y alegría para todos. Por eso caminamos más allá de la ilusión, guiados por una certeza, orientados por el gps de la palabra dada, en la que descansa el corazón del creyente.
El Adviento es para vivirlo, no para dejarlo pasar. El adviento es para ilusionarse, para alegrarse, para confiar. No esperamos apariciones de fantasmas sino la venida a nuestros corazones de la mejor noticia que se ha dado a la humanidad. No es una ilusión es una realidad.
Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Chiclana de la Frontera, Cádiz, España.
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