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miércoles, 3 de diciembre de 2008

II Domingo de Adviento - Ciclo B: Crecer en el amor al Salvador y en el amor a nuestros hermanos (Marcos 1, 1-8)


A. Celebramos el segundo domingo de Adviento en el año paulino. San Pablo debe ser nuestro predicador durante el Adviento; así lo dijimos el domingo pasado. Pero entre las lecturas de este domingo no encontramos ninguna que sea tomada de una de las cartas de san Pablo.

B. Hoy escuchamos una lectura de la segunda carta de san Pedro. Los exegetas no están seguros si esta carta es de puño y letra de san Pedro. Pedro era pescador y no un doctor de la Escritura como lo fue Pablo. Posiblemente Pedro necesitó la ayuda de un entendido en las Escrituras para redactar esta carta; para formular y poner en el papel lo que él quería decir a los cristianos, judíos y gentiles, del Asia Menor, lo que les quería anunciar sobre la venida del Señor.

1. A lo mejor sería bueno constatar que a Pedro y Pablo no se les pueden separar, a pesar que son tipos muy diferentes. A ambos los celebramos en una sola fiesta en el día de san Pedro y san Pablo.

Pablo como fariseo y doctor de la escritura ganaba lejos a Pedro en lo que se refiere al conocimiento del Antiguo Testamento, como lo son los escritos de los profetas y la ley de Moisés. También sabía mucho más de la sabiduría de los filósofos de entonces y sobre las religiones paganas; porque Pablo nació en Tarso de Asia Menor, donde recibió su primera formación en la Turquía de hoy; después hizo sus estudios en Jerusalén, viajó a Macedonia y Grecia, donde predicó en el Areópago, e incluso tenía intensiones a predicar el evangelio en España.

Pedro, en cambio, era un pescador del lago Genesaret que sabía un poco leer y escribir. Pero sí, el conocía a Jesús personalmente desde el bautismo en el Jordán por Juan Bautista. Por Jesús fue llamado como apóstol e instituido como el primero de los doce.

Pablo, en cambio, escuchó de Jesús recién después de su Ascensión al cielo. Empezó a perseguir a los seguidores del Nazareno y ante las puertas de Damasco fue alcanzado por la luz de Cristo glorificado. Después se retiró por tres años al desierto para elaborar este su encuentro con Cristo y su propia vocación.

Después partió a Jerusalén para presentarse a Pedro, para conocerlo y para demostrarle su lealtad y su fidelidad a la misma fe de Pedro. Con la seguridad de tener la misma fe, Pablo parte como torbellino por Asia Menor para predicar el evangelio no solamente a los judíos en la diáspora, sino también a los gentiles. Y este Pablo que ha sido un estricto fariseo y observador de la ley, ahora está convencido de que los gentiles pueden llegar a ser cristianos sin pasar antes por el judaísmo con la circuncisión y otras prescripciones, referente la comida. Se produjeron grandes tenciones entre los cristianos. A Pablo le importaba mucho el hecho de que Pedro le podía confirmar de estar totalmente en la doctrina de Jesucristo. Pablo escuchó a Pedro y aprendió de él y de los demás apóstoles. Pero Pedro escucho también a Pablo y lo reconoció como testigo de Cristo y apóstol de los gentiles. Y Cristo les regaló una confirmación cuando ambos juntos entregan su vida en la Roma pagana, la capital del imperio mundial.

2. La lectura de la segunda carta de san Pedro que nos ha tocado hoy es más sencilla en su forma y de fácil entender, no tan densa como acostumbra escribir Pablo.

a.) Pero el contenido podría haberlo escrito el apóstol de los gentiles. Pedro, igual como Pablo, exhorta a la espera del Señor. Debemos poner nuestra esperanza y confianza en Cristo que vuelve como nuestro Salvador y nos ha prometido un cielo nuevo y una tierra nueva donde habita la justicia. Y esta justicia no es obra nuestra, sino regalo de la gracia. Y hay otra frase que es totalmente en el sentido de la teología de Pablo: “No demora el Señor en cumplir su promesa, como algunos piensan; sino que usa de paciencia con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos se conviertan”. Todos, significa los judíos y los gentiles. Esto es también el mensaje de san Pablo. La salvación es una gracia. Todos pueden tener esperanza y todos, en actitud de Adviento, deben esperar la venida del Señor.

b. Lo que Pedro escribe al final de nuestra lectura es totalmente la enseñanza de san Pablo: “Por eso queridos hermanos, mientras esperan estos acontecimientos, procuren que él los halle en paz; sin mancha e irreprensibles. Pedro les recuerda la enseñanza del querido hermano Pablo en la frase que sigue a nuestra lectura.

C. Pongámonos a la altura de la enseñanza de los príncipes de los apóstoles y unamos nuestra espera de Adviento con la espera de la Madre del Señor para crecer en el amor al Salvador y en el amor a nuestros hermanos. HG. JF.

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