Entre las parábolas del evangelio, la más significativa es la del sembrador. Jesús no se limita a ver y escuchar. Tampoco es un simple maestro/mayeuta que ayuda a descubrir lo que de bueno existe en cada uno. No es tampoco un pastor que cuida rebaños que ya existen. El Jesús del evangelio es sembrador: derrama/regala semilla de humanidad en la tierra de Dios que son los hombres. Así le presenta la parábola de hoy, que comentaremos brevemente, siguiendo sus tres partes.
Texto Mateo 13,1-23
a) (Parábola) Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: "Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga."
b) Discusión sobre las parábolas Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: "¿Por qué les hablas en parábolas?" Él les contestó: "A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: "Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure." ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
a') Explicación para los discípulos. Vosotros oid lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno."))]
Introducción
Salió el sembrador a sembrar... (13, 3). El texto está construido en forma de tríptico, lo mismo que el original de Mc (4, 13-20): entre la parábola ya alegorizada (13, 3-9) y su explicación (13, 18-23) se ha incluido la teoría sobre la enseñanza en parábolas (13, 10-17).
Esta parábola forma el centro del mensaje que Mt ha tomado de Mc, definiendo, de algún modo, eso que pudiéramos llamar la esencia parabólica de la cristología. Entendida así, la parábola no es un simple modo de hablar, un tipo de recurso literario, sino la misma verdad de la cristología, interpretada como apertura del humano a la Palabra, en clave de apertura a Dios y de comunicación interhumana. Es como si hasta ahora no se hubiera expandido en plenitud la Palabra, como si estuviera escondida o reprimida entre los humanos. Ahora, por el Cristo, se expresa la Palabra.
Para entender el texto debemos situarnos de algún modo en el principio, allí donde Gen 2-3 ofrecía al ser humano la posibilidad de Acomer de todos los frutos de la tierra@. El mismo Dios había sembrado en el jardín todos los árboles; el humano debía cultivarlos, comiendo de sus frutos, aunque sin hacerse dueño del Aconocimiento del bien y del mal@, es decir, sin dominar a capricho o egoísmo en el jardín. Ahora se nos dice que la siembra de Dios por su Mesías es siembra de Palabra. Así lo iré indicando, elaborando una pequeña Acristología de la Palabra@, a partir de los extremos del tríptico (a y a=), para ocuparme al final de su intermedio (b):
a. Mesías sembrador... Las tierras (Parábola: 13, 3-9).
Testo. Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: "Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga."
En el contexto actual de Mt, el sembrador aparece como figura mesiánica. Su obra no puede entenderse en forma impositiva, sino que está condicionada por una serie de factores, que aquí se identifican por los diversos tipos de tierras. Eso significa que el mesías no puede actuar de forma dictatorial, sino que debe tener en cuenta las condiciones de otros posibles agentes, que interfieren en su obra, y también las condiciones de la tierra donde realiza su acción.
Eso significa que la obra mesiánica ha de entenderse en forma dramática y dialogal, donde influyen una serie de circunstancias que han de tenerse en cuenta. El ser humano vive y actúa dentro de un mundo muy condicionado. También está condicionada la obra mesiánica a la acogida de los humano, de tal forma que ella ha de entenderse de manera dialogal. Destaquemos uno a uno los elementos de ese drama de crecimiento:
1. Pájaros y camino (13, 4). El autor de la parábola supone que los pájaros están ahí, formando una amenaza par la siembra: sobrevuelan sobre el campo; pero sólo son peligrosos allí donde la tierra es dura y no absorbe la semilla, es decir, allí donde es como un camino.
2. Pedregal y sol (13, 5-6). El sol es necesario para que fructifique la semilla, como sabe toda la cultura agraria. Pero allí donde la tierra carece de profundidad y no acoge en hondura las raíces de la planta, por ser pedregosa, en vez de actuar como medio de alimentación y crecimiento, el sol se convierte en fuego que calcina y quema la planta recién nacida.
3. Campo de espinas (13,7). Además de los pájaro del aire y del sol ardiente, la siembra ha de crecer en un lugar de Acompetencia biológica@, donde actúan también otras plantas, que pueden ser más poderosas que la misma buena semilla del sembrador: frente a la planta buena hay otras plantas, que parecen más poderosas y pueden ahogarla.
4. Semilla buena en tierra buena (13, 8). Aquí se expresa el Amilagro@ de la siembra: buena semilla en buena tierra; a pesar de todos los enemigos que pueden actuar y actúan, desde fuera y desde dentro, el sembrador se arriesga, de tal manera que su obra tiene éxito.
Volvemos a plantear desde aquí la función del mesías sembrador, cuya obra aparece situada dentro de una serie de condicionamientos que él tiene que aceptar. Normalmente pensamos que el mesías puede y debe actuar desde fuera, rompiendo los esquemas y condiciones anteriores de la realidad y de la historia, como si la redención debiera ir en contra de la creación. Pues bien, aquí advertimos que la redención mesiánica se introduce en las claves de la misma creación, debiendo actuar desde dentro de ella.
Este es un mesías que actúa en medio de las condiciones adversas o quizá mejor conflictivas del mundo y de la historia, conforme a un tema que se puede interpretar desde los principios del realismo mundano y también desde la experiencia salvadora. Realismo mundano significa que el mesías de Dios no busca un mundo ideal para realizar su obra, sino que actúa en este mundo concreto y conflictivo, introduciéndose en la trama de una realidad compleja. Al mismo tiempo, podemos presentar a este mesías de forma salvadora, pues se arriesga a sembrar en toda tierra, ofreciendo la salvación de Dios a todos los humanos, conforme a la palabra la evocada del Bautista: ADios puede suscitar hijos de Abrahán de entre estas piedras@ (3, 9).
a'). Mesías hermeneuta. Los enemigos de la siembra (13, 18-23).
Texto. Vosotros oid lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno."
Entre parábola e interpretación (13, 10-17) ha quedado la teoría sobre el lenguaje del reino, de la que después nos ocupamos. Aquí evocamos, de un modo esquemático, los diversos momentos de la alegoría cristiana de la parábola, que Mt ha tomado ya de Mc. Forman, sin duda, un elemento de la catequesis eclesial, que presentamos aquí en forma cristológica, siguiendo los cuatro momentos antes indicados:
1. Mesías y Diablo (13, 19). La imagen anterior recibe ahora un nuevo matiz: del puro camino donde actúa a su placer el Diablo pasamos al pedregal, tierra de poca hondura, donde el humano vive y goza en la alegría superficial de pensar que ha recibido la Palabra y puede cultivarla; pro le falta hondura, no deja que la raíz busque hacia dentro y se afiance y así queda a merced de las Atribulaciones y persecuciones@ que se elevan a causa de la Palabra.
2. Mesías y Tribulación (13, 20-21). Los pájaros devoradores de semilla se han convertido ahora en el Perverso, que en terminología de Mt se identifica con el Diablo (cf. 5, 37.39). Este es un Diablo enemigo de la semilla del reino, que aquí se identifica ya con Palabra. El Mesías de Dios siembra Palabra, que el humano puede entender (acoger), de manera que ella fructifique; el Diablo, en cambio, aparece devorador de la verdad como pájaro adverso que quiere tener a los humanos sometidos a la oscuridad, sin acceso a la luz que alumbra y libera. Este es, sin duda, un Diablo interno, vinculado a la propia negativa del humano, que prefiere rechazar la Palabra de la comprensión, quedando a merced de su propia superficialidad.
3. Mesías y cuidado de la vida: el ansia de dinero (13, 22). Las espinas de la parábola aparecen ahora como expresión de los cuidados de la vida y el ansia de dinero, que perturba al humano, haciéndole esclavo de las preocupaciones de su entorno social, incapaz de dialogar en humanidad, a partir de la Palabra: así queda el humano, a merced de su propia conflictividad social y monetaria.
4. El mesías de la buena tierra (13,23). El Mesías de Dios, sembrador de la Palabra, no puede actuar, sino donde los humanos le reciben, es decir, allí donde encuentra una tierra preparada. Es mesías de diálogo, no de la imposición o dictadura externa.
La parábola (13, 3-9) ha venido a convertirse así en una alegoría mesiánica de la palabra. El evangelio nos sitúa en el lugar del paraíso, allí donde Dios mismo ofreció a los humanos todos los frutos de los árboles, para comer de ellos y saciarse, menos el fruto del conocimiento del bien y del mal (cf. Gen 2-3). Pues bien, aquel paraíso de árboles frutales se ha venido a convertir en un sembrado, donde colaboran el Mesías (sembrador) y los humanos que están simbolizados por las diversas situaciones de la tierra.
Quizá el aspecto más significativo de la explicación de la parábola sea la identificación del Diablo (del Perverso) como enemigo de la Palabra. Este no es un Diablo-Dragón, que actúa en formas míticas, amenazando por fuera al humano, sino un Diablo-Antipalabra, al que podemos identificar con la misma perversión de la humanidad, que no acepta el don de la Palabra, que se encierra en sí misma.
Avanzando en esa línea, tenemos que destacar la debilidad de la Palabra, expuesta a la persecución y al rechazo (en tema que ha destacado Jn 1, 1-18). Por eso habla Mt 13, 21 de la tribulación y persecución que brota de la misma Palabra, vinculada al Mesías de Dios, amenazada por el diablo. Así podemos presentar la gran paradoja mesiánica:
1. Valor y riesgo de la Palabra. Toda la explicación de la parábola se centra en el valor de la Palabra, que dialoga en humildad, introduciéndose en la tierra. Quien acepta la lógica de la palabra tiene que ahondar en el camino, profundizar en el terreno (más allá del puro pedregal), superar el riesgo de las espinas, en gesto de diálogo abierto al don del Cristo.
2. Persecución por la Palabra. El riesgo mayor de la Palabra es su propia indefensión: ella no se puede imponer por la fuerza, sino que deja al humano en manos del despliegue de su propia vida, pero a merced de las tribulaciones y persecuciones que vienen de fuera, a merced de sus propias preocupaciones interiores. La Palabra no persigue: ilumina y profundiza, ofrece plenitud a los humanos. Por el contrario, el Diablo, enemigo de la Palabra, eleva contra aquellos que la acogen y cultivan el riesgo de la persecución, su propia dictadura interior.
b. Intermedio )Por qué les hablas en parábolas? (13, 10-17).
Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: "¿Por qué les hablas en parábolas?" Él les contestó: "A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: "Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure." ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
Mt ha suavizado la dureza profética de Mc 4, 10-12 (con su condena de un tipo del judaísmo anti-mesiánico), introduciendo en este contexto su propia forma de entender la historia de la salvación, partiendo del don de Dios. Lo que por un lado es consecuencia de la acción humana, que acoge o rechaza la Palabra, viene a presentarse por otro como resultado de la acción de Dios. Así se oponen, también aquí en forma de encuadre quiástico estas dos posturas:
1. Vosotros: el conocimiento mesiánico (a y a=: 13,11b y 13, 16-17). Jesús habla a los creyentes mesiánicos a quienes el mismo Dios ha revelado los misterios del reino (13, 11a); por eso, ellos pueden ver y escuchar lo que quisieron y no pudieron ver y escuchar los profetas y justos de los tiempos antiguos (b: 13, 16-17), es decir, la realidad mesiánica. El mesías de Dios se identifica con la verdad de las parábolas
2. Aquellos, en cambio...: la ignorancia mesiánica (b: 13c-15). Son aquellos que, conforme a la palabra de Isaías 6, 9-10 Aviendo no ven y oyendo no oyen ni entienden...@. Se trata, por un lado, de un misterio superior, que proviene del designio de Dios (Ano se les ha dado@...) y por otro de una falta de conocimiento (ellos mismos se han endurecido).
A modo de conclusión podemos afirmar que la verdad del mesías sólo puede entenderse a nivel de palabra, es decir, de don de Dios y escucha humana. Los dos planos van unidos, de forma que resultan inseparables: el Cristo de la transformación parabólica de la humanidad aparece como don, viene totalmente de Dios; pero, al mismo tiempo, viene a introducirse y expresarse en un proceso de comprensión humana, en clave dialogal.
Texto Mateo 13,1-23
a) (Parábola) Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: "Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga."
b) Discusión sobre las parábolas Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: "¿Por qué les hablas en parábolas?" Él les contestó: "A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: "Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure." ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
a') Explicación para los discípulos. Vosotros oid lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno."))]
Introducción
Salió el sembrador a sembrar... (13, 3). El texto está construido en forma de tríptico, lo mismo que el original de Mc (4, 13-20): entre la parábola ya alegorizada (13, 3-9) y su explicación (13, 18-23) se ha incluido la teoría sobre la enseñanza en parábolas (13, 10-17).
Esta parábola forma el centro del mensaje que Mt ha tomado de Mc, definiendo, de algún modo, eso que pudiéramos llamar la esencia parabólica de la cristología. Entendida así, la parábola no es un simple modo de hablar, un tipo de recurso literario, sino la misma verdad de la cristología, interpretada como apertura del humano a la Palabra, en clave de apertura a Dios y de comunicación interhumana. Es como si hasta ahora no se hubiera expandido en plenitud la Palabra, como si estuviera escondida o reprimida entre los humanos. Ahora, por el Cristo, se expresa la Palabra.
Para entender el texto debemos situarnos de algún modo en el principio, allí donde Gen 2-3 ofrecía al ser humano la posibilidad de Acomer de todos los frutos de la tierra@. El mismo Dios había sembrado en el jardín todos los árboles; el humano debía cultivarlos, comiendo de sus frutos, aunque sin hacerse dueño del Aconocimiento del bien y del mal@, es decir, sin dominar a capricho o egoísmo en el jardín. Ahora se nos dice que la siembra de Dios por su Mesías es siembra de Palabra. Así lo iré indicando, elaborando una pequeña Acristología de la Palabra@, a partir de los extremos del tríptico (a y a=), para ocuparme al final de su intermedio (b):
a. Mesías sembrador... Las tierras (Parábola: 13, 3-9).
Testo. Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: "Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga."
En el contexto actual de Mt, el sembrador aparece como figura mesiánica. Su obra no puede entenderse en forma impositiva, sino que está condicionada por una serie de factores, que aquí se identifican por los diversos tipos de tierras. Eso significa que el mesías no puede actuar de forma dictatorial, sino que debe tener en cuenta las condiciones de otros posibles agentes, que interfieren en su obra, y también las condiciones de la tierra donde realiza su acción.
Eso significa que la obra mesiánica ha de entenderse en forma dramática y dialogal, donde influyen una serie de circunstancias que han de tenerse en cuenta. El ser humano vive y actúa dentro de un mundo muy condicionado. También está condicionada la obra mesiánica a la acogida de los humano, de tal forma que ella ha de entenderse de manera dialogal. Destaquemos uno a uno los elementos de ese drama de crecimiento:
1. Pájaros y camino (13, 4). El autor de la parábola supone que los pájaros están ahí, formando una amenaza par la siembra: sobrevuelan sobre el campo; pero sólo son peligrosos allí donde la tierra es dura y no absorbe la semilla, es decir, allí donde es como un camino.
2. Pedregal y sol (13, 5-6). El sol es necesario para que fructifique la semilla, como sabe toda la cultura agraria. Pero allí donde la tierra carece de profundidad y no acoge en hondura las raíces de la planta, por ser pedregosa, en vez de actuar como medio de alimentación y crecimiento, el sol se convierte en fuego que calcina y quema la planta recién nacida.
3. Campo de espinas (13,7). Además de los pájaro del aire y del sol ardiente, la siembra ha de crecer en un lugar de Acompetencia biológica@, donde actúan también otras plantas, que pueden ser más poderosas que la misma buena semilla del sembrador: frente a la planta buena hay otras plantas, que parecen más poderosas y pueden ahogarla.
4. Semilla buena en tierra buena (13, 8). Aquí se expresa el Amilagro@ de la siembra: buena semilla en buena tierra; a pesar de todos los enemigos que pueden actuar y actúan, desde fuera y desde dentro, el sembrador se arriesga, de tal manera que su obra tiene éxito.
Volvemos a plantear desde aquí la función del mesías sembrador, cuya obra aparece situada dentro de una serie de condicionamientos que él tiene que aceptar. Normalmente pensamos que el mesías puede y debe actuar desde fuera, rompiendo los esquemas y condiciones anteriores de la realidad y de la historia, como si la redención debiera ir en contra de la creación. Pues bien, aquí advertimos que la redención mesiánica se introduce en las claves de la misma creación, debiendo actuar desde dentro de ella.
Este es un mesías que actúa en medio de las condiciones adversas o quizá mejor conflictivas del mundo y de la historia, conforme a un tema que se puede interpretar desde los principios del realismo mundano y también desde la experiencia salvadora. Realismo mundano significa que el mesías de Dios no busca un mundo ideal para realizar su obra, sino que actúa en este mundo concreto y conflictivo, introduciéndose en la trama de una realidad compleja. Al mismo tiempo, podemos presentar a este mesías de forma salvadora, pues se arriesga a sembrar en toda tierra, ofreciendo la salvación de Dios a todos los humanos, conforme a la palabra la evocada del Bautista: ADios puede suscitar hijos de Abrahán de entre estas piedras@ (3, 9).
a'). Mesías hermeneuta. Los enemigos de la siembra (13, 18-23).
Texto. Vosotros oid lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno."
Entre parábola e interpretación (13, 10-17) ha quedado la teoría sobre el lenguaje del reino, de la que después nos ocupamos. Aquí evocamos, de un modo esquemático, los diversos momentos de la alegoría cristiana de la parábola, que Mt ha tomado ya de Mc. Forman, sin duda, un elemento de la catequesis eclesial, que presentamos aquí en forma cristológica, siguiendo los cuatro momentos antes indicados:
1. Mesías y Diablo (13, 19). La imagen anterior recibe ahora un nuevo matiz: del puro camino donde actúa a su placer el Diablo pasamos al pedregal, tierra de poca hondura, donde el humano vive y goza en la alegría superficial de pensar que ha recibido la Palabra y puede cultivarla; pro le falta hondura, no deja que la raíz busque hacia dentro y se afiance y así queda a merced de las Atribulaciones y persecuciones@ que se elevan a causa de la Palabra.
2. Mesías y Tribulación (13, 20-21). Los pájaros devoradores de semilla se han convertido ahora en el Perverso, que en terminología de Mt se identifica con el Diablo (cf. 5, 37.39). Este es un Diablo enemigo de la semilla del reino, que aquí se identifica ya con Palabra. El Mesías de Dios siembra Palabra, que el humano puede entender (acoger), de manera que ella fructifique; el Diablo, en cambio, aparece devorador de la verdad como pájaro adverso que quiere tener a los humanos sometidos a la oscuridad, sin acceso a la luz que alumbra y libera. Este es, sin duda, un Diablo interno, vinculado a la propia negativa del humano, que prefiere rechazar la Palabra de la comprensión, quedando a merced de su propia superficialidad.
3. Mesías y cuidado de la vida: el ansia de dinero (13, 22). Las espinas de la parábola aparecen ahora como expresión de los cuidados de la vida y el ansia de dinero, que perturba al humano, haciéndole esclavo de las preocupaciones de su entorno social, incapaz de dialogar en humanidad, a partir de la Palabra: así queda el humano, a merced de su propia conflictividad social y monetaria.
4. El mesías de la buena tierra (13,23). El Mesías de Dios, sembrador de la Palabra, no puede actuar, sino donde los humanos le reciben, es decir, allí donde encuentra una tierra preparada. Es mesías de diálogo, no de la imposición o dictadura externa.
La parábola (13, 3-9) ha venido a convertirse así en una alegoría mesiánica de la palabra. El evangelio nos sitúa en el lugar del paraíso, allí donde Dios mismo ofreció a los humanos todos los frutos de los árboles, para comer de ellos y saciarse, menos el fruto del conocimiento del bien y del mal (cf. Gen 2-3). Pues bien, aquel paraíso de árboles frutales se ha venido a convertir en un sembrado, donde colaboran el Mesías (sembrador) y los humanos que están simbolizados por las diversas situaciones de la tierra.
Quizá el aspecto más significativo de la explicación de la parábola sea la identificación del Diablo (del Perverso) como enemigo de la Palabra. Este no es un Diablo-Dragón, que actúa en formas míticas, amenazando por fuera al humano, sino un Diablo-Antipalabra, al que podemos identificar con la misma perversión de la humanidad, que no acepta el don de la Palabra, que se encierra en sí misma.
Avanzando en esa línea, tenemos que destacar la debilidad de la Palabra, expuesta a la persecución y al rechazo (en tema que ha destacado Jn 1, 1-18). Por eso habla Mt 13, 21 de la tribulación y persecución que brota de la misma Palabra, vinculada al Mesías de Dios, amenazada por el diablo. Así podemos presentar la gran paradoja mesiánica:
1. Valor y riesgo de la Palabra. Toda la explicación de la parábola se centra en el valor de la Palabra, que dialoga en humildad, introduciéndose en la tierra. Quien acepta la lógica de la palabra tiene que ahondar en el camino, profundizar en el terreno (más allá del puro pedregal), superar el riesgo de las espinas, en gesto de diálogo abierto al don del Cristo.
2. Persecución por la Palabra. El riesgo mayor de la Palabra es su propia indefensión: ella no se puede imponer por la fuerza, sino que deja al humano en manos del despliegue de su propia vida, pero a merced de las tribulaciones y persecuciones que vienen de fuera, a merced de sus propias preocupaciones interiores. La Palabra no persigue: ilumina y profundiza, ofrece plenitud a los humanos. Por el contrario, el Diablo, enemigo de la Palabra, eleva contra aquellos que la acogen y cultivan el riesgo de la persecución, su propia dictadura interior.
b. Intermedio )Por qué les hablas en parábolas? (13, 10-17).
Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: "¿Por qué les hablas en parábolas?" Él les contestó: "A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: "Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure." ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
Mt ha suavizado la dureza profética de Mc 4, 10-12 (con su condena de un tipo del judaísmo anti-mesiánico), introduciendo en este contexto su propia forma de entender la historia de la salvación, partiendo del don de Dios. Lo que por un lado es consecuencia de la acción humana, que acoge o rechaza la Palabra, viene a presentarse por otro como resultado de la acción de Dios. Así se oponen, también aquí en forma de encuadre quiástico estas dos posturas:
1. Vosotros: el conocimiento mesiánico (a y a=: 13,11b y 13, 16-17). Jesús habla a los creyentes mesiánicos a quienes el mismo Dios ha revelado los misterios del reino (13, 11a); por eso, ellos pueden ver y escuchar lo que quisieron y no pudieron ver y escuchar los profetas y justos de los tiempos antiguos (b: 13, 16-17), es decir, la realidad mesiánica. El mesías de Dios se identifica con la verdad de las parábolas
2. Aquellos, en cambio...: la ignorancia mesiánica (b: 13c-15). Son aquellos que, conforme a la palabra de Isaías 6, 9-10 Aviendo no ven y oyendo no oyen ni entienden...@. Se trata, por un lado, de un misterio superior, que proviene del designio de Dios (Ano se les ha dado@...) y por otro de una falta de conocimiento (ellos mismos se han endurecido).
A modo de conclusión podemos afirmar que la verdad del mesías sólo puede entenderse a nivel de palabra, es decir, de don de Dios y escucha humana. Los dos planos van unidos, de forma que resultan inseparables: el Cristo de la transformación parabólica de la humanidad aparece como don, viene totalmente de Dios; pero, al mismo tiempo, viene a introducirse y expresarse en un proceso de comprensión humana, en clave dialogal.
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