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viernes, 26 de agosto de 2011

Evangelio Misionero del Día: 27 de Agosto de 2011 - XXI Semana DEL T.O - CICLO A


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 25, 14-30

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:

El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió.
En seguida, el que había recibido cinco talentos fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos ganó otros dos; pero el que recibió uno solo hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.
Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presento otros cinco. «Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado». «Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor».
Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: «Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado». «Está bien, servidor bueno y fiel; y que respondiste fielmente en lo poco, te encargare de mucho mas: entra a participar del gozo de tu señor».
Llegó luego el que había recibido un solo talento. «Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!» Pero el señor le respondió: «Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero http://www.blogger.com/img/blank.gifal que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes».

Compartiendo la Palabra
Por Ciudad Redonda

Queridos amigos:

Hay riesgos que no se deben correr: la historia de las doncellas que se pierden el banquete y el baile de bodas lo ilustraba ayer mismo. Hay riesgos que se deben correr: el relato de hoy nos invita a esa aventura. No demos, pues, un bandazo; no nos pasemos al extremo contrario a la temeridad: al miedo, a la inseguridad enfermiza, al retraimiento ante cualquier cosa, aun de poca monta.

Hay muchas formas de dejarnos atenazar por los miedos. Ceden a ellos: el párroco que ahoga las iniciativas y no emprende nada para evitar el fracaso; el enamorado que no se declara por temor a que le den calabazas; la pareja que no quiere tener hijos por las complicaciones que pueden ocasionar y por las preocupaciones que sin duda van a ocasionar; el catequista o la profesora que se atrincheran en sus métodos sin explorar otros nuevos; el miembro de la comunidad que se resiste a aceptar cualquier cargo; y tantos otros. Lo triste del caso es que no hace falta que al empleado de la parábola le quiten desde fuera lo que tiene, es él quien se expolia. No cedamos, pues, al miedo, y no dejemos que este, como una mancha de aceite o un virus informático, se extienda a espacios que están limpios e inmunes.

Cuando no es el miedo, puede ser la pereza, la falta de diligencia, la que dé al traste con las cosas y con nuestro proyecto vital. Se escudará en algunas máximas: “todo esfuerzo inútil produce melancolía”; “las mejoras son en realidad espejismos y autoengaños”; “el método ideal para no sufrir desencanto es no hacerse ilusiones”...

Mirados estos y otros asuntos con ojos de fe, el miedo parece revelar también una falta de confianza en Aquel que nos ha dado una vocación y nos ha encomendado un encargo; y la falta de diligencia puede descubrir falta de dilección. La máxima podría ser casi esta: “confía en el Señor y corre buenos riesgos”.

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