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lunes, 2 de agosto de 2010

El éxito de nuestra imagen o apariencia


Por Ron Rolheiser, omi
Publicado por Ciudad Redonda

¡Atención a tu imagen, ya que la imagen lo es todo! Esas o parecidas palabras eran el reclamo de un famoso anuncio comercial, hace unos años. Recuerdo que me quedé negativamente sorprendido por su mensaje, tan superficial y grosero; pero poca gente reaccionó en contra, quizás porque el reclamo encajaba tan perfectamente con nuestro tiempo.

Somos un pueblo obsesionado con la apariencia, con la imagen,con lucir bien, con ser bien parecido. Para nosotros hoy, por lo general, es más importante parecer bueno que efectivamente serlo, parecer sano que estar sano, decir cosas correctas y apropiadas que hacerlas y practicarlas, estar conectado con personas íntegras que ser personas íntegras, ser considerado como quien tiene carácter que efectivamente tener gran carácter.

Esto se evidencia en nuestra obsesión por la apariencia física, en la “hagiografía” (¿“chismografía”?) que otorgamos a nuestros personajes famosos, en la importancia que damos al estilo y a la moda, y en nuestros esfuerzos para que los demás nos perciban como conectados a causas rectas y nobles. ¡Realmente, la imagen lo es todo!

Vemos esto,por ejemplo, en la política: En la vida pública hoy la imagen gana a la sustancia y solidez. Invariablemente nos preocupamos menos de los contenidos y proyectos políticos de alguien que de su apariencia, y elegimos para cargos públicos a gente fijándonos más en el personaje que en su inteligencia, en su personalidad y en su gran carácter. En la política hoy es más importante tener la imagen correcta, poder mostrarse a sí mismo con el atractivo apropiado, que gozar de profunda riqueza humana y de gran carácter.

El mundo académico hace lo mismo: Por ejemplo, hay cada vez más universidades que dantítulos “honoris causa” a personajes famosos y a propugnadores de la justicia. No hay nada malo en ello, especialmente al reconocer y honrar a hombres y mujeres que han entregado su vida por la justicia; lo único, que dudo de que las universidades que otorgan esos títulos se preocupen mucho, en realidad, de los pobres, y que apoyen intelectualmente lo que las industrias del espectáculo y de los deportes (de donde proceden la mayoría de personajes famosos) están haciendo. Pero el rostro de un personaje célebre, un Nelson Mandela, una Angelina Jolie, una Meryl Streep, un Michael Jordan o un Rafael Nadal da realmente buen aspecto a la imagen pública de la universidad que otorga el título: ¡Miren, fíjense qué buenos, activos y hermosos somos!

Por desgracia, muchas de esas mismas universidades no son precisamente modelos de bondad y de justicia, cuando tratan a sus propios estudiantes y empleados, pero son muy cuidadosas de cómo se les percibe desde fuera. Dándole un grado de doctor a alguien que ha entregado su vida en la lucha por la justicia no revierte mucho en favor de los pobres, pero ciertamente hace algo positivo (de imagen) a favor de la institución que da el título honorífico para honrarle

Pero antes de juzgar con demasiada dureza, habríamos de admitir que lo que ocurre en el ámbito público está ocurriendo también en nuestra vida privada. Cada vez más, en nuestra vida, la apariencia y la imagen son algo de lo que más preocupados estamos. Para muchos de nosotros, el cómo lucimos y aparentamos es lo primero, es el todo y lo único. No tiene tanta importancia el ser buenos, como el parecer buenos. No deja de ser irónico que nos enojemos y nos indignemos tanto sobre la cantidad de dinero que gastan los gobiernos en sus presupuestos de defensa, mientras nosotros vivimos en una cierta feliz ignorancia sobre lo que cada uno de nosotros, personalmente, gasta en los presupuestos personales de “defensa personal”,en cosméticos y en la moda.

Es triste, pero estamos pagando un precio muy alto por eso. Nuestra preocupación por lucir y parecer bien nos está destrozando. Cada vez estamos más insatisfechos con nuestro cuerpo, incluso cuando goza de buena salud y nos sirve bien.

Una sana imagen de sí mismo hoy depende más del buen parecer que del estar realmente sano. La frecuencia de la anorexia, entre otras cosas, es un síntoma de esto, y con demasiada frecuencia nuestra dieta y ejercicio físico tienen que ver menos con la salud que con la apariencia o la imagen.

Concedámoslo, no todo esto es malo.Estar preocupado por la apariencia física es sano,como son sanos (la mayoría de las veces, al menos) la dieta y el ejercicio físico. Se supone que tenemos que tener buen aspecto, y de hecho nos sentimos mejor cuando podemos mostrarlo. Es sano sentirte bien con respecto a nuestro cuerpo y a nuestra salud. Una sana preocupación por nuestro aspecto e imagen no habría de menospreciarse en nombre de la profundidad o de la santidad. Efectivamente, una de las señales de depresión clínica es la falta de cuidado de la apariencia externa. Lo mismo diremos con respecto a cómo nos perciben desde fuera. Una buena reputación es algo que hay que guardar y defender. Es importante el buen aspecto. Pero la apariencia y la reputación nunca habrían de reemplazar al carácter, la profundidad y la integridad, igual que el reclamar una rica personalidad y un gran carácter nunca es una excusa para una apariencia desgarbada y desaliñada. Sin embargo, me parece que hoy hemos perdido el equilibrio justo y estamos un poco en peligro. Peligro, ¿de qué?

Cuando la imagen exterior lo es todo, gradualmente, sin darnos cuenta, el aspecto exterior comienza a tomar visos de carácter, la celebridad comienza a parecer como nobleza de alma y parecer bueno llega a ser más importante que ser bueno.

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