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lunes, 2 de agosto de 2010

Evangelio Misionero del Dia: 03 de Agosto de 2010 - SEMANA XVIII DURANTE EL AÑO - Ciclo C


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 14, 22-36

Después de la multiplicación de los panes, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo.
La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. «Es un fantasma», dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.
Pero Jesús les dijo: «Tranquilícense, soy Yo; no teman».
Entonces Pedro le respondió: «Señor, si eres Tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua».
«Ven», le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame». En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante Él, diciendo: «Verdaderamente, Tú eres el Hijo de Dios».
Al llegar a la otra orilla, fueron a Genesaret. Cuando la gente del lugar lo reconoció, difundió la noticia por los alrededores, y le llevaban a todos los enfermos, rogándole que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y todos los que lo tocaron quedaron sanados.

Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL

Caminando en medio del mar:
¿Qué tan profunda es mi fe?
“Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”

El relato de la multiplicación de los panes que leímos ayer es el preludio de un nuevo cuadro que el evangelista nos propone en su galería de experiencias de fe. ¿Será que después de un gesto tan claro como el de la multiplicación de los panes, los discípulos ya están en condiciones de expresar su fe en Jesús como Mesías?

Recordemos: el primer cuadro había sido la “falta de fe” de sus propios coterráneos de Nazareth (ver 13,53-58); el segundo aparece en labios del rey Herodes Antipas quien reacciona ante la fama de Jesús (14,1-2). Ahora le va a tocar el turno a los mismos discípulos de Jesús: ellos, quienes han sido testigos de la obra mesiánica que Jesús realizó como pastor de su pueblo, también ellos tienen que tomar una posición frente al Maestro.

Jesús manda a sus discípulos a través del lago de Galilea para que vayan delante hasta la otra orilla. Sube a orar a la montaña, mientras que los discípulos en medio del lago enfrentan una tempestad durante toda la noche. Ya cerca del amanecer, Jesús se aproxima de ellos caminando sobre el mar. Los discípulos se perturban. Entonces Jesús revela su identidad, frente lo cual Pedro desafiando el poder del nombre de Jesús pide poder caminar sobre el agua. Pero anduvo pocos pasos cuando comenzó a hundirse. Grita y es salvado por Jesús. Es reprendido y, luego, todos en la orilla se postran ante para adorarlo como el “Hijo de Dios”, es decir, como uno que vive en una relación de carácter privilegiada con Dios.

Detengámonos en algunas particularidades del pasaje:

1. El marco de todo el texto es la oración. Veamos:

(a) Al comienzo Jesús ora en la montaña y desde su oración acompaña pacientemente la travesía que están haciendo sus discípulos en el lago (14,23); Jesús está con nosotros en nuestras “travesías” de la vida, él nos sostiene siempre (con su oración desde la montaña) particularmente cuando en la vida enfrentamos adversidades.
(b) Las dos intervenciones de Pedro, en la que grita “¡Señor!” (14,28.30), tienen fuerza oracional.
(c) La reacción final de la comunidad, apoyada en un gesto de postración ante Jesús (=adoración) y expresada en una claro reconocimiento de la filiación divina de Jesús, es el culmen de todo este camino oracional que sirve de eje al texto y de paradigma a nuestro camino de oración. La fe se expresa en la oración.

2. El relato apunta a una confesión de fe: los discípulos terminan postrados adorando al Hijo de Dios. Esta reacción es la primera confesión de fe comunitaria (14,33) y responde a lo que se esperaba que sucediera después de la multiplicación de los panes, como si fuera su “amén”.

3. El itinerario de Pedro es un modelo de dicho camino de la fe. En el centro del relato está el episodio del diálogo Pedro y Jesús. En el texto se capta el siguiente proceso:
(a) Comienza con un juego de palabras: Jesús dice “Soy Yo”, Pedro dice “si Eres Tú” (14,27-28).
(b) El “Soy Yo” en boca de Jesús es un eco de la revelación de Yahvé a Moisés (ver Ex 3,14-15), el mismo Dios que abrió camino en lugares imposibles (el desierto); Pedro desafía a Jesús para que compruebe que es lo que dice ser.
(c) Jesús atiende la petición de Pedro y hace que Pedro vaya donde Jesús caminando sobre las aguas (14,29).
(d) Cuando Pedro siente miedo comienza a hundirse y grita “¡Señor, sálvame!”; Jesús por su parte le tiende la mano al mismo tiempo que le dice le declara su poca fe.
(e) Una vez en la barca junto con todos se postra y confiesa la fe (14,33).

En medio del peligro y con un gran sentimiento de impotencia Pedro clama al Señor con una de las oraciones más breves y más bellas del Evangelio: “¡Señor, sálvame!”.

La fe desnuda de Pedro deja asomar su realidad interior: cree y ama a su Jesús, pero de repente duda de él. Jesús le reconoce su fe pero la califica de “poca”. El Maestro parece querer pedirle que haga suya la oración de confianza del orante del Salmo 62,2-3: “En Dios sólo el descanso de mi alma, de él viene mi salvación; sólo él mi roca, mi salvación, mi ciudadela, no he de vacilar”.

Retengamos el momento cumbre en que Jesús se hace salvador y pastor misericordioso de Pedro: le tiende la mano y lo agarra (con fuerza para sacarlo; 14,31). El gesto es al mismo tiempo un signo de la vida y la salvación que Jesús le ofrece al discípulo. También está indicando que la fe no se alcanza si no es con la ayuda del Señor (ver 16,17).

Estamos hoy ante una bella catequesis sobre la confianza en el Señor en medio de las dificultades y las pruebas: Pedro ha pedido un imposible, pero ahora él y todos, hemos de saber que aún eso, lo imposible, se puede lograr si confiamos en la Palabra del Señor. Por otra parte hoy, una vez más, proclamamos con fuerza el valor de la vida. Tomando a Pedro de la mano y sacándolo del caos de las aguas Jesús con su solo gesto nos repite: “¡Cuánto vale un hombre!” (Mt 12,12).


Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:

1. ¿Cuál es el camino por el que un discípulo llega a la adoración de su Señor? ¿Qué relación tiene con un camino de fe?

2. ¿Qué relación descubro entre el itinerario de fe de Pedro y mi propio itinerario?

3. ¿Qué me dice la imagen de un Jesús que está con el brazo extendido y agarrando a su discípulo? ¿Cómo la veo hoy en mi vida, en mi comunidad, en mi pueblo?

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