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sábado, 2 de agosto de 2008

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: "Dadles vosotros mismos de comer"


(Mt 14,13-21)

En los tres últimos domingos, el Evangelio nos presentaba diversas parábolas por medio de las cuales Jesús expuso el misterio del Reino. Este domingo no nos presenta una parábola, sino un episodio real de la vida de Jesús: la multiplicación de los panes. Es un hecho que tiene un profundo significado.

"Jesús se retiró en una barca a un lugar desierto". Pero cuando la gente lo supo vinieron a él, a pie, de las ciudades. Cuando se hizo tarde los discípulos le dicen: "El lugar es desierto. Despide a la gente para que vayan a los pueblos y se compren comida". Dos veces se insiste en que se encuentran "en el desierto" y en esa situación es imposible proveer alimento para toda esa gente. Entonces Jesús realiza el milagro de multiplicar cinco panes y dos peces y nutrir a la multitud. El hecho evoca fuertemente ese otro momento de la historia, que estaba siempre vivo en la memoria del pueblo, en que Dios, después del éxodo, "en el desierto", nutrió a su pueblo con el pan del cielo. En ese caso el pueblo se había quejado contra Moisés diciendo: "Nos has hecho salir a este desierto para matarnos de hambre". Y cuando a la mañana siguiente el pueblo ve sobre el suelo una sustancia granulosa blanca y pregunta: "¿Qué es esto?", Moisés responde: "Este es el pan que el Señor os da" (Ex 16,15). Es la historia del "maná en el desierto".

Aquí Jesús asume el lugar de Dios, y nutre a "cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños... y después que todos se saciaron, recogen doce canastos con los trozos que sobraron". Uno puede creer o no creer en los milagros. Pero lo que no se puede dudar es que el evangelista Mateo (y también los demás evangelistas, pues el hecho tiene paralelos en los cuatro Evangelios) quiso referir un milagro, es decir, uno de esos hechos que no tienen explicación natural y que sólo Dios puede realizar. El evangelista quiere afirmar que Jesús tiene este poder; que El es el Hijo de Dios, como confesamos en el Credo de la fe: "Dios de Dios... Dios verdadero del Dios verdadero". Para entender el Evangelio de hoy es necesario tener fe en esta verdad.

Jesús dice a los apóstoles: "Dadles vosotros de comer". Pero no, ellos no pueden. Por eso objetan: "No tenemos más que cinco panes y dos peces". Entonces Jesús dice: "Traedmelos acá". Mientras se realiza esta orden, se verifica lo que dice acerca de Dios mismo uno de los salmos: "Todos están mirando hacia ti, esperando que les des su alimento a su tiempo; se los das y ellos lo cogen, abres tu mano y se sacian de bienes" (Sal 105,27-28). Jesús toma en sus manos los panes y los peces, "se lo dio a los discípulos y los discípulos a la gente". Finalmente resulta cierto que los discípulos "dan de comer" a la gente; pero sólo después que Jesús ha abierto su mano y ha dado el alimento a su tiempo.

Jesús demuestra que él enseña con sus palabras y con sus hechos. El había predicado: "No andéis preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?... Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todas esas cosas se os darán por añadidura" (Mt 6,31-33). Los hombres y mujeres que lo seguían a él en el desierto, habían encontrado el tesoro del Reino, ¡no se iban a estar preocupando de comida y bebida! Eso les fue dado por añadidura, y en abundancia: se saciaron de bienes. Aunque sea necesario que Dios haga un milagro, su palabra no puede quedar sin efecto: "se os dará por añadidura".

Cuando Dios creó la tierra, la llenó de toda clase de bienes y en abundancia. Todos sabemos que la tierra produce bienes suficientes para saciar a todos los hombres que la habitan. Sin ir más lejos, nuestro país, Chile, que sin duda es "copia feliz del Edén", por su belleza y abundancia de recursos, es perfectamente capaz de nutrir su población. De todos lados se oye decir: "Es posible eliminar la pobreza". Y, sin embargo... La razón de que en Chile haya una parte importante de la población que sufre hambre y pobreza es que no se busca "primero el Reino de Dios". Hoy sigue resonando la orden de Cristo, dirigida a cada uno de nosotros: "Dadles vosotros mismos de comer". Y esto es posible al hombre gracias al progreso técnico; pero ¡es imposible sin Dios! Todos sostienen que es posible, todos los desean. Pero no lo logran. Es porque hay una fuerza superior que se opone y que el hombre solo no puede vencer: llámesela como se quiera; en la revelación bíblica se llama "pecado". De éste no nos libra la técnica, ni los buenos deseos, ni las leyes humanas, por perfectas que sean; de esta fuerza nos libra solo la gracia de Dios, obtenida por la muerte de Cristo en la cruz.

El Evangelio de hoy nos muestra que si los hombres buscan a Cristo y lo siguen, él mismo se ocupará de saciar el hambre de todos, nos enseña que si los hombres buscan primero el Reino de Dios y su justicia, todas las necesidades materiales serán saciadas por añadidura, aunque para eso sea necesario que Dios obre un milagro. En realidad el milagro máximo es la liberación del hombre de la esclavitud del pecado.

+ Felipe Bacarreza Rodríguez
Obispo Auxiliar de Los Angeles (Chile)

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