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martes, 30 de diciembre de 2008

Comentario Bíblico y Pautas Homiléticas: Solemnidad de Santa María, Madre de Dios

¡Salve, Madre Santa!, Virgen Madre del Rey que gobierna cielo y tierra por todos los siglos
Publicado por Dominicos.org

Introducción

Estrenar un año nos invita a soñar… ¿qué sorpresas… qué alegrías… qué encuentros o desencuentros nos traerá? Hoy, todos nos saludamos deseándonos un FELIZ AÑO NUEVO. Frase tan usada, tan desgastada que la decimos mecánicamente, sin pensar demasiado lo que estamos diciendo. Por otro lado, al desear un año feliz, ¿qué entendemos, cada uno, por felicidad? ¿Qué felicidad estamos deseando? ¡Qué distintos contenidos y matices tendrá este deseo!

El Libro de los Números nos cuenta hoy la felicitación que Dios regala a Moisés y a Aarón para todos los hijos del pueblo de Israel: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz”. Los deseos del Señor están llenos de contenido.

A nuestro mundo, roto por tantas guerras, hoy con el Señor, le deseamos la paz.

La experiencia de la cercanía de Dios, la queremos para nuestras familias, amigos, y todas las personas a las que amamos. La ternura y la protección de Dios la deseamos a todos los que sufren enfermedades y pobrezas. Voluntad para buscar caminos de justicia y de paz para todos los pueblos la deseamos a todos los gobernantes de la tierra. Y a la Iglesia entera le expresamos nuestro deseo de que abra sus brazos de madre y ofrezca a todos sus hijos e hijas caminos de Evangelio.

Con Jesús, nuestro hermano, el Hijo de Dios y de María os decimos:

¡FELIZ AÑO 2009!



Comentario bíblico

La solemnidad de Santa María Madre de Dios es la primera fiesta mariana que podemos constatar en la Iglesia occidental. Probablemente, la fiesta remplazaba la costumbre pagana de las «strenae» (estrenas, dádivas), bien distinta del sentido de las celebraciones cristianas. El «Natale Sanctae Mariae» comenzó a celebrarse en Roma hacia el siglo VI, probablemente junto con la dedicación de una de las primeras iglesias marianas de Roma, esto es, Santa María Antigua, en el Foro Romano. La última reforma del calendario trasladó al 1 de enero la fiesta de la maternidad divina que desde 1931 se celebraba el 11 de octubre en memoria del Concilio de Efeso (431), donde se proclama a María “Theotokos”, la que dio a luz al Salvador, el Hijo de Dios.

Celebramos también la Jornada mundial de la Paz, ya que al comenzar el año siempre se celebra esta jornada de la paz, cuyo mensaje no puede ser ignorado por los cristianos que deben trabajar denodadamente por la paz amenaza en el mundo.


* Iª Lectura: Números (6,22-27): Es Señor nos conceda la paz

I.1. Esta fórmula de bendición que Moisés, en el texto, dicta a Aarón debe ser considerada como lo que es, una fórmula litúrgica. Esa es la razón por la que la dicta Yahvé a Moisés y éste a Aarón, para darle toda la relevancia y solemnidad necesarias. Sabemos que en ella podemos rastrear expresiones de otros textos bíblicos, de salmos especialmente (cf 121,7-8; 4,7; 31,17; 122,6). Tres veces se repite el nombre de Dios, de Yahvé. Y se pide la bendición que guarde al pueblo, que ilumine con su rostro. Hay toda una teología bíblica del “rostro de Dios” que ha influido mucho en la espiritualidad y en la verdadera actitud cristiana del seguimiento. Buscar el rostro de Dios, el que Moisés no podía mirar, se convierte así en la fórmula teológica de un Dios salvador y misericordioso, protector de Israel y dador de la paz. La paz que era lo que el pueblo podía desear más que otra cosa, sigue siendo el don maravilloso para el mundo.

I.2. Pero el texto que se ha escogido del libro de los Números, está orientado, hoy especialmente, hacia la bendición que se pide a Dios. Esa bendición es la paz. En las lenguas semitas, con la raíz shlm --de donde deriva shalom-paz-- se indica una dimensión elemental de la vida humana, sin la cual ésta pierde gran parte de su sentido, si no todo. Con la palabra paz se indica "lo completo, íntegro, cabal, sano, terminado, acabado, colmado". La paz, así entendida, designa todo aquello que hace posible una vida sana armónica y ayuda al pleno desarrollo humano. En los textos, sin embargo, no aparece siempre con este significado tan denso. De ahí viene la palabra griega eirênê. Desde luego, desde el punto de vista bíblico, la paz, e incluso la “pax” como término latino, no es solamente el orden establecido. Es un don mesiánico, implica necesariamente ausencia de guerra. Pero es, sobre todo, un estado de justicia y fraternidad. En el Nuevo Testamento el término eirênê aparece acompañado también de otros sustantivos con los que se coordina y complementa. De la mano de eirênê van amor y alegría (Gal 5,22); gloria y honor (Rom 2,20); vida (Rom 8,6); honradez y paz (Rom 14,17); alegría (Rom 15,13); amor (2 Col 13,11; Ef 6,23); misericordia (Gal 6,16); favor/gracia y misericordia (1Tim 1,2; 2Tim 1,2; 2Pe 1,2; Jn 3); rectitud, fe y amor (2Tim 2,22). Eirênê se muestra de este modo como el ámbito propio para el desarrollo de una vida en plenitud, donde no puede admitirse ni la violencia político-social, ni la violencia económica del mundo (de la globalización inhumana). Efectivamente, sigue siendo un “don mesiánico”, fundamentado sobre la justicia y la fraternidad. Es un don que viene de lo alto, con todo lo que esto significa.


* IIª Lectura: Gálatas (4,4-7): La plenitud de los tiempos trae la libertad

II.1. La carta a los Gálatas es paradigma de la opción apostólica de Pablo por la salvación de Jesucristo, en contra de la ley. Y este texto de hoy es un “axioma” teológico de su teología y de su predicación. El salvador, el liberador, “ha nacido de mujer”, es un hombre como nosotros en el sentido más determinante. Se ha dicho que esta es la “navidad” de Pablo. No deja de ser curiosa, por escueta. Pero la verdad es que nos encontramos ante un texto paradigmático por su afirmación teológica. Nada de esto tiene desperdicio. Todo está medido y tasado en el planteamiento que viene haciendo el apóstol sobre los que han de pertenecer al pueblo de Dios y de las promesas; es decir, todos los hombres que habiendo nacido fuera de Israel serán llamados a beneficiarse de las promesas hechas de Abrahán. Por eso se habla de la “plenitud de los tiempos” (tò plêrôma tou jronou), entonces un hombre (porque es nacido de mujer), nacido en Israel (bajo la Ley), va abrir las puertas de la gracia y la salvación a toda la humanidad.

II.2. No podríamos hablar de un texto mariológico en el sentido estricto del término. De hecho, Pablo es más bien cristológico. Pero no hay verdadera cristología sin la historia real de Jesús de Nazaret (al que no conoció Pablo), un judío, como él. Un judío que habría de enfrentarse, en nombre de Dios, a la manipulación de le ley para hacer posible que el verdadero proyecto de Dios se realizara plenamente. Para “rescatar a los que estaban bajo la ley”: he aquí el objetivo de la encarnación y el sentido de la navidad para Pablo. Es algo que se respira en toda la carta. Y muy especialmente en este texto donde inmediatamente antes describe el tiempo anterior a Cristo como un estar sometidos a un “pedagogo” (la ley), porque no quedaba más remedio. Pero Dios, como Padre, tiene prevista otra cosa bien diferente para sus hijos.


* Evangelio: Lucas (2,15-21): Y encontraron al Salvador del pueblo.

III.1. Hoy se nos propone la continuación del relato del nacimiento de Jesús que se leyó la noche de Navidad, que se compone de tres partes (1ª vv.1-6; 2ª vv. 7-14; 3ª vv. 15-21). Nos permitimos señalar que esta tercera parte del relato de Lucas tiene un cierto sentido por sí mismo, en cuanto muestra la respuesta humana al momento anterior que es todo él mítico, revelador, divino, angelical y extraordinario. Los pastores ¿qué harán?, ¿buscarán al Salvador?, ¿dónde?, ¿es suficiente el signo que se les ha dado? ¡Desde luego que si!, lo buscarán y lo encontrarán. Pero lo buscarán y lo encontrarán con el instinto de los sencillos, de los que nos buscan grandezas; diríamos que lo encontrarán, más bien, por instinto profético. El narrador no deja lugar a dudas porque quiere precisamente mostrar la respuesta humana al anuncio celeste. Los pastores se dicen entre ellos algo muy importante: «lo que nos ha revelado el Señor”. Y se van derechos a Belén. ¿A Belén? ¿Era esa acaso la ciudad de David? Sí, lo fue, pero ya no lo era de hecho, porque Jerusalén había ganado la partida. Pero como por medio está el anuncio del Señor, recuperan el sentido genuino de las cosas. Y van a Belén, de donde procedía David, para “ver” al Mesías verdadero. Es verdad, todo es demasiado ajustado al proyecto teológico de Lucas que quiere poner de manifiesto el designio salvador de Dios.

III.2. Ahora, los pastores, al llegar, encontraron el “signo” aunque algo distinto: encontraron a sus padres, de quienes no había hablado la voz celeste. Podría pensarse o podrían pensar que encontrarían un niño abandonado, pero no; están sus padres con él. Y ya no se mencionan los “pañales”, sino el niño acostado en un pesebre. Lo más curioso de todo esto es que los pastores son los que vienen a interpretar el hecho a todos los que lo escuchan. Son como los intérpretes del mensaje que han recibido del cielo. No podemos menos de considerar que la escena es muy formal desde el punto de vista narrativo. ¿Por qué? Porque Lucas quiere que sean precisamente estos pastores, de fama canallesca en aquellos ambientes religiosos, los que anuncien la alegría del cielo a todo el pueblo. Eso es lo que se dijo en el v. 10 y el encargo que se les encomienda: tienen que aceptar el “signo” e interpretarlo para todos el pueblo. ¿Serán capaces? Si no hubieran sido los pastores, probablemente la alegría le habría sido birlada al pueblo sencillo. Pero los pastores, en este caso, son garantía de la inculturación del mensaje divino en el pueblo sencillo.

III.3. ¡Hasta María se asombra de esta noticia!, como si ella no supiera nada después de lo que le había “anunciado” (que no confidenciado) Gabriel. No obstante, Lucas quiere ser solidario hasta el final. María también es del pueblo sencillo que, de unos extraños pastores, sabe recibir noticias de parte de Dios. Y las guarda en su corazón. Dios tiene sus propios caminos y de ahora en adelante veremos a María “acogiendo” todo lo que se dice de su hijo (como en el caso de Simeón y Ana) y lo que le dice su mismo hijo al dedicarse a las cosas que tiene que hacer y anunciar, desde el momento de la escena de Jerusalén en el templo. Dios está escondido en este “niño” y los pastores lo reconocen y alaban a Dios. ¡Quién lo iba a decir!.

III.4. El relato termina con el v. 21 donde lo más importante y decisivo es poner el nombre del niño, la circuncisión pasa a segundo plano. Un nombre que no es cualquier cosa, aunque no sea original ya que el nombre “Jesús” es bien conocido. Pero como en la Biblia los nombres significan mucho, entonces el que se le ponga el nombre que se le había anunciado y no el que María elige, quiere decir que acepta más, si cabe, que este niño, este su hijo, ha de ser el Salvador del pueblo que anhela la salvación y que los poderosos le han negado. Es verdad que no se dice explícitamente que María le puso ese nombre, aunque así aparece en la Anunciación. Sabemos que el nombre se lo ponen sus padres (aunque el esposo de María también queda en segundo término en el relato, como la circuncisión). Incluso podíamos inferir que es todo el pueblo el que se encarga de aceptar este nombre revelado que significa: Dios es mi salvador o Yavé salva. Es una “comunidad” la que reconoce en el nombre todo lo que Dios le regala. Por tanto, en su nombre está escrito su futuro: ser el Salvador de los hombres. Por eso María guardaba todas estas cosas en su corazón.

Fray Miguel de Burgos,op



Pautas para la homilía

* Hijos y herederos

La bendición de Dios resume todos los bienes que Dios concede a la humanidad. Al empezar el año queremos abrirnos a la bendición de Dios y queremos comprometernos en bendecir y ayudar a los hermanos.

El fruto de la salvación es la filiación divina. Fue necesario que el Hijo de Dios se hiciera hombre para hacernos a todos hijos de Dios por adopción. Jesús, nacido de una mujer es realmente hombre. Hoy, que proclamamos la maternidad divina de María, es una buena oportunidad para reflexionar sobre nuestra condición de hijos y de hermanos. Si recibimos la Palabra tenemos derecho de ser hijos y podemos dirigirnos y relacionarnos con Él con la confianza que nos enseñó Jesús: ¡“Abba”! Ya no somos esclavos. Todos recibimos el don gratuito de la filiación por medio de Jesús, Hijo de Dios y de María.



* Los pastores, primeros invitados y pregoneros

Vida y Palabra de Dios inseparablemente unidas. Según nos cuenta el Evangelio, aquel primer Belén levantó la esperanza de los pobres (representados en los pastores), la persecución de los poderosos (representados en Herodes), y el olvido y desinterés de los cultos (representados en los sacerdotes y letrados). Jesús nace fuera de la ciudad, donde nadie le espera. Nace en la pobreza y para los pobres.

La noticia del nacimiento se dirige primero a aquellos que nunca se les había tenido en cuenta para anunciarles buenas noticias. Los excluidos se convierten en el gran signo de Dios. Dichosos los pobres, los marginados, los que no cuentan, porque Dios ha escogido y compartido su situación.

La primera bienvenida la recibe de los pastores que se convierten en pregoneros de la Buena Noticia contando con sencillez y alegría lo que han visto. Como los pastores, los creyentes, debemos proclamar por el mundo lo que hemos visto y oído en la escucha de la Palabra. y debemos descubrir la encarnación permanente de Dios en otros belenes existenciales en nuestra sociedad. Jesús, desde su nacimiento, nos enseña y nos pide compartir la causa y la suerte de los pobres.



* María, Madre de Dios, medita en su corazón

María, la exaltada por Dios, la humilde agradecida que se atrevió a creer en lo imposible,

contempla y medita en su corazón la acción de Dios. Guarda en lo íntimo de su ser todo lo que escucha y observa en torno a Jesús.

María es Madre de Dios, es Madre nuestra y es maestra y modelo de los discípulos de Jesús que en un mundo poco habituado a la escucha, quieren acoger y transmitir la Palabra. María merece nuestra felicitación y agradecimiento. Admiramos el hecho de que Dios descienda al seno de una mujer y admiramos, también, el que una mujer lo haya acogido dentro de sí.

Hoy que en nuestra tierra hay tantas mujeres maltratadas, en este momento en el que tantas esposas y tantas madres sufren el desamor y la violencia, hoy, que ser mujer en algunos lugares del mundo es una discriminación, tú, María, eres la mujer grande de la historia.

¡Alégrate María, hija de nuestro mundo, eres el orgullo de nuestra raza!



* Se llamará Jesús – Salvador – Dios con nosotros

A los ocho días cumplen con Jesús un rito habitual entre los judíos como signo de la Alianza de Dios con Él. Se le impone el nombre de Jesús que indica su identidad y su misión: es Dios que salva.

Simeón, es un hombre de fe y esperanza que ha caminado sin ver el objeto de su esperanza. Ha esperado ver la luz que ilumine todas las naciones. Ahora ve. He aquí la gran experiencia de donde nace su canto de alabanza. Supo ver en el acontecimiento sencillo del Niño llevado por María y José, la presencia salvadora de Dios.

Nosotros, también, necesitamos contemplar los pequeños gestos de esperanza que existen en el mundo. No es nada fácil salir a buscar cuando no se echa nada de menos. No son buenos buscadores los satisfechos de esta tierra. Los buscadores del Dios de la esperanza saben leer los acontecimientos de cada día.

Descubramos en este año que empezamos, las simientes del Reino que empiezan a germinar en nuestra tierra.

Belén Eslava Vizcay
Dominica de la Enseñanza. Diplomada en Teología

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