Los marginados, espoleados por aquella noticia tan sorprendente, van derechos al objetivo: quieren comprobar con sus propios ojos que su sueño se ha hecho realidad: «Cuando los dejaron los ángeles para irse al cielo, los pastores empezaron a decirse unos a otros: «Ea, vamos derechos a Belén a ver eso que ha pasado y que nos ha comunicado el Señor. Fueron a toda prisa y encontraron a María y a José, y al niño recostado en el pesebre» (2,15-16).
Dan con una pequeña comunidad familiar, descrita como toda comunidad bien constituida, con tres personajes. Se trata de un grupo humano real (nombres propios), con funciones bien diferenciadas: María, la madre, personificando el amor fiel y desinteresado; José, el padre / la tradición patria, quien ha puesto su linaje al servicio de la causa de la humanidad; el niño (todavía sin nombre), recostado en un pesebre, impotente (Dios no debe ser tan Omnipotente como decimos), tan marginado como los mismos pastores (habla con hechos el mismo lenguaje). Es el inicio de un cambio de valores que hará historia.
DIVISION DE OPINIONES ANTE UNA NOTICIA
PROPALADA POR MARGINADOS
«Al verlo, revelaron el contenido de lo que les habían dicho acerca de aquel niño. Todos los que lo oyeron quedaron sorprendidos de lo que les habían dicho los pastores» (2,17-18). No queda claro quiénes son esos «todos» a quienes los pastores comunicaron el contenido del oráculo celeste. Por analogía con 1,65-66, podría sugerirse que los pastores divulgaron la noticia por el vecindario. De hecho, nadie en Israel se esperaba semejante noticia, y menos todavía de labios de gente tan despreciada. Por eso no les dieron crédito.
La primera reacción, la de los oyentes, fue tan sólo de sorpresa. «María, por su parte, conservaba el recuerdo de todo esto, meditándolo en su interior» (2,19). La reacción de María, figura del Israel fiel, es distinta. Aun cuando no lo comprenda, «conserva el recuerdo», es decir, lo ha grabado en su memoria. El hecho de conservar la memoria de estos hechos «en su corazón» (lit.: cf. 1,66) y de «ponderarlos» posibilitará un día su comprensión. «Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído; tal y como les habían dicho» (2,20). La tercera reacción, la de los marginados y asociales, es pareja a la de los ángeles («glorificando/gloria» y «alabando a Dios»). Han podido comprobar personalmente la veracidad del anuncio del ángel: les ha nacido un salvador que los va a sacar de su marginación, el Mesías de Israel y Señor de todas las naciones. Sólo ellos estaban capacitados para comprender aquel lenguaje tan crudo.
"Al cumplirse los ocho días, cuando tocaba circuncidar al niño, le pusieron de nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción" (2,21). En paralelo con Juan, pero no sin un contraste significativo, circuncidan al niño, integrándolo en la alianza que Dios hizo a Abrahán (cf. 1,59), y le ponen el nombre de Jesús, es decir, "Dios salva", según el ángel se lo había ordenado (1,31), atendiendo a su calidad de "salvador".
Dan con una pequeña comunidad familiar, descrita como toda comunidad bien constituida, con tres personajes. Se trata de un grupo humano real (nombres propios), con funciones bien diferenciadas: María, la madre, personificando el amor fiel y desinteresado; José, el padre / la tradición patria, quien ha puesto su linaje al servicio de la causa de la humanidad; el niño (todavía sin nombre), recostado en un pesebre, impotente (Dios no debe ser tan Omnipotente como decimos), tan marginado como los mismos pastores (habla con hechos el mismo lenguaje). Es el inicio de un cambio de valores que hará historia.
DIVISION DE OPINIONES ANTE UNA NOTICIA
PROPALADA POR MARGINADOS
«Al verlo, revelaron el contenido de lo que les habían dicho acerca de aquel niño. Todos los que lo oyeron quedaron sorprendidos de lo que les habían dicho los pastores» (2,17-18). No queda claro quiénes son esos «todos» a quienes los pastores comunicaron el contenido del oráculo celeste. Por analogía con 1,65-66, podría sugerirse que los pastores divulgaron la noticia por el vecindario. De hecho, nadie en Israel se esperaba semejante noticia, y menos todavía de labios de gente tan despreciada. Por eso no les dieron crédito.
La primera reacción, la de los oyentes, fue tan sólo de sorpresa. «María, por su parte, conservaba el recuerdo de todo esto, meditándolo en su interior» (2,19). La reacción de María, figura del Israel fiel, es distinta. Aun cuando no lo comprenda, «conserva el recuerdo», es decir, lo ha grabado en su memoria. El hecho de conservar la memoria de estos hechos «en su corazón» (lit.: cf. 1,66) y de «ponderarlos» posibilitará un día su comprensión. «Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído; tal y como les habían dicho» (2,20). La tercera reacción, la de los marginados y asociales, es pareja a la de los ángeles («glorificando/gloria» y «alabando a Dios»). Han podido comprobar personalmente la veracidad del anuncio del ángel: les ha nacido un salvador que los va a sacar de su marginación, el Mesías de Israel y Señor de todas las naciones. Sólo ellos estaban capacitados para comprender aquel lenguaje tan crudo.
"Al cumplirse los ocho días, cuando tocaba circuncidar al niño, le pusieron de nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción" (2,21). En paralelo con Juan, pero no sin un contraste significativo, circuncidan al niño, integrándolo en la alianza que Dios hizo a Abrahán (cf. 1,59), y le ponen el nombre de Jesús, es decir, "Dios salva", según el ángel se lo había ordenado (1,31), atendiendo a su calidad de "salvador".
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