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jueves, 13 de noviembre de 2008

XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: El Reino, la mejor inversión (Mt 25,14-30)

Por Fernando Torres Pérez
Publicado por Ciudad Redonda

En los tiempos que vivimos hay mucha gente tirándose de los pelos porque han perdido los ahorros de toda su vida. Pusieron su dinero en el mercado de valores y éste no ha hecho más que caer en lo que llevamos de año. O invirtieron en negocios o industrias que, con la crisis en la que estamos, no sólo no dan beneficios sino que están en bancarrota total. Pero seguro que hay algunos que se están frotando las manos porque, en medio de la tormenta, están sacando provecho. Dice el refrán que “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Algo así es lo que está sucediendo. Claro que ni siquiera estos están seguros. Porque lo mismo la siguiente ola les da de lleno y se hunden con todo el equipo. Conclusión: lo de poner las esperanzas en el dinero no es nada seguro.
Una persona inteligente tiene que saber exactamente que hace con lo que tiene, con sus dotes, sus cualidades, etc. Hay que estar muy seguro de dónde las invierte para sacar el mayor rendimiento posible. Y que ese beneficio no se lo pueda llevar ni los impuestos ni la crisis económica ni nada parecido que pueda suceder. Es cuestión de imaginación e inteligencia.

La riqueza no es la respuesta

Los que creemos en Jesús y escuchamos su palabra tenemos una pista de lo que podemos hacer para que nuestras inversiones estén seguras y que sus beneficios nos duren para siempre. Para empezar somos conscientes de que el dinero y las cosas que se puedan comprar con él no son inversiones seguras. No traen la verdadera felicidad. Claro que es necesario comer todos los días. Pero ahí no se encuentra lo más fundamental para vida. Hay que buscar por otro lado.
La parábola del Evangelio de hoy no nos dice dónde tenemos que buscar o qué debemos hacer (si así fuese, Jesús nos animaría materialmente a hacer negocios para ganar más dinero). La parábola nos llama la atención sobre un punto: en una situación difícil debemos ser inteligentes para buscar la mejor salida de las posibles. Si el criado sabía que su amo era exigencia y que recogía donde no sembraba, se tenía que haber dado cuenta de que la solución no era meter el dinero recibido en un hoyo y esperar a que el amo volviese. Debía haberlo hecho trabajar.
Nosotros estamos en parecida situación. Se nos han entregado unos dones, unas cualidades, unas aptitudes. ¿Qué vamos a hacer con ellas? Ya hemos dicho que la idea de dedicarnos solamente a ganar dinero con el objetivo de ser muy ricos es inútil. “El día del Señor llegará como un ladrón en la noche”, como dice la segunda lectura. Y todo ese dinero no nos servirá para nada. El día del Señor puede referirse a la muerte pero también a la crisis económica que nos hace perder todas nuestras riquezas en un pis-pas.

Invertir en los valores del Reino

Con el Evangelio en la mano tenemos una respuesta a nuestro problema: ¿no será mejor invertir en fraternidad, en cariño y amor a los que viven con nosotros, en respeto y en dignidad para todos? ¿No nos garantiza esa inversión el futuro aquí en este mundo y en lo que venga después mucho más que una cuenta corriente con mucho dinero?
Algunos, cortos de vista, pensarán que se quedan con la cuenta corriente. Otros, con mayor perspectiva, se darán cuenta de que hay que trabajar a largo plazo y que la amistad da más satisfacciones que la chequera o la tarjeta de crédito. Digo yo que los creyentes nos deberíamos situar entre los segundos.
Respuesta final: tomemos la primera lectura, quitémosle la referencia exclusivamente femenina y reconozcamos que el que actúa como se dice en esa lectura es el que hace una inversión verdaderamente valiosa. Su vida es valiosa para él/ella y para los demás. Porque al final vale quien sirve, vale quien crea fraternidad, vale quien construye el reino del Padre.

fernandotorresperez@earthlink.net

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