Hace más de 2000 años comenzó el desafío más grande de los tiempos, Cristo nace en un pesebre, en lo más humilde, junto a María su madre y José, el hombre que dijo que Si a Dios. Hace más de 2000 años parte la Misión, única, verdadera, esa que hoy en día seguimos. La Misión es el anuncio, pero no cualquier anuncio. Es el anuncio de ese Cristo hombre y Dios, hijo de Maria virgen, hijo de Dios. Ese Cristo que vivió, sufrió, rió y murió solo por un motivo… nuestra salvación. Nos damos cuenta entonces de la enorme responsabilidad que conlleva ser misionero. Nuestra Iglesia es Iglesia gracias a los misioneros. Conocemos a Cristo gracias a los misioneros. Somos misioneros gracias a los antiguos misioneros.
Por todo lo anterior recaen sobre nosotros 3 enormes responsabilidades imposibles de separar. La primera es ser y hacer Iglesia. Somos los únicos responsables de esto. Somos Iglesia, somos lo que Cristo comenzó, lo que San Pedro edificó y lo que hoy queremos cultivar con Fe y amor. Debemos ser claros ejemplos de lo que significa ser Católico. Debemos ser los pilares desde donde se edifica la Fe de nuestro mundo. Ser Iglesia.
Como segunda responsabilidad nos toca una labor primordial para que Cristo pueda actuar. Tenemos que darlo a conocer. ¿Cuánta gente en el mundo nunca ha escuchado el nombre de Jesús?, ¿Cuánta gente nunca ha visto una cruz?, o si la han visto, ¿Cuántos de ellos no saben que significa aquella cruz? Bueno, ¿qué estamos esperando? Nosotros tuvimos la suerte de conocer a Cristo, de tener padres, parientes, amigos, etc. que quisieron enseñarnos la vida de Jesús. Imaginémonos como seria nuestra vida si no supiéramos de Él… vacía.
Démosle la alegría a tanta gente de poder conocer a este loco de amor que murió por nuestra redención. La felicidad de conocer a este hombre tan cercano a nosotros, a este Dios que no deja de llamarnos personalmente con todos nuestros errores, penas, alegrías y dones. Si somos misioneros, no podemos descansar hasta que todo el mundo conozca a Cristo.
Pero dar a conocer a Cristo, a pesar de ser lo primero, no lo es todo. Tenemos una tercera gran labor, que encierra a las otras dos, que requiere entregar la vida. Tenemos que ser capaces de lograr que todo hombre se enamore de Cristo; no basta con que lo conozca de nombre, es necesario que conozca su vida y se enloquezca de amor por Él… tanto así, que este dispuesto a dar su vida por la misión. Es decir, debemos formar misioneros. Pero tengamos claro que ser misionero no es solo ir a las distintas “misiones” que se realizan en vacaciones. Ese es un detalle. Ser misionero es querer vivir a imagen y semejanza de Cristo, ¡toda la vida! Es verlo todo con Sus ojos. Es amar a María con la misma fuerza con la que Cristo la amó. Es amar al prójimo hasta morir por cada uno de ellos.
Un misionero tiene que buscar ser de manera tal que al verlo caminar podamos ver a Cristo caminando dentro de el. Al verlo llorar, reír, dormir y hablar, podamos ver a Cristo llorando, riendo, durmiendo y hablando en el.
Un misionero es como la imagen de Cristo reflejada en un espejo opaco, roto, con picaduras y manchas… todo lo propio de un Ser humano. Nuestro deber de formar misioneros se sustenta gracias a que mientras más espejos reflejen esta extremadamente imperfecta imagen de Cristo, más perfecta será la imagen final,… la Misión.
Ahora, estas 3 responsabilidades de un misionero tienen como base una tarea fundamental, ya que, para ser misionero DEBEMOS ser discípulos. Por esto, nuestra tarea es adentrar más y más en la Fe, en la vida, muerte y resurrección de Cristo. Mientras más lo conozcamos, más podremos anunciarlo.
Conocer a Cristo es el regalo más grande e importante de la vida, y como cualquier otro regalo, debemos más aún anunciarlo y gritarlo para que todos sepan lo que tenemos. –> Ser Misionero
Es imposible mostrar algo que no tenemos o que no conocemos bien, así que adentremos en nuestra Fe para poder ser un espejo con cada vez menos rayas y picaduras. –> Ser Discípulo
Por todo lo anterior recaen sobre nosotros 3 enormes responsabilidades imposibles de separar. La primera es ser y hacer Iglesia. Somos los únicos responsables de esto. Somos Iglesia, somos lo que Cristo comenzó, lo que San Pedro edificó y lo que hoy queremos cultivar con Fe y amor. Debemos ser claros ejemplos de lo que significa ser Católico. Debemos ser los pilares desde donde se edifica la Fe de nuestro mundo. Ser Iglesia.
Como segunda responsabilidad nos toca una labor primordial para que Cristo pueda actuar. Tenemos que darlo a conocer. ¿Cuánta gente en el mundo nunca ha escuchado el nombre de Jesús?, ¿Cuánta gente nunca ha visto una cruz?, o si la han visto, ¿Cuántos de ellos no saben que significa aquella cruz? Bueno, ¿qué estamos esperando? Nosotros tuvimos la suerte de conocer a Cristo, de tener padres, parientes, amigos, etc. que quisieron enseñarnos la vida de Jesús. Imaginémonos como seria nuestra vida si no supiéramos de Él… vacía.
Démosle la alegría a tanta gente de poder conocer a este loco de amor que murió por nuestra redención. La felicidad de conocer a este hombre tan cercano a nosotros, a este Dios que no deja de llamarnos personalmente con todos nuestros errores, penas, alegrías y dones. Si somos misioneros, no podemos descansar hasta que todo el mundo conozca a Cristo.
Pero dar a conocer a Cristo, a pesar de ser lo primero, no lo es todo. Tenemos una tercera gran labor, que encierra a las otras dos, que requiere entregar la vida. Tenemos que ser capaces de lograr que todo hombre se enamore de Cristo; no basta con que lo conozca de nombre, es necesario que conozca su vida y se enloquezca de amor por Él… tanto así, que este dispuesto a dar su vida por la misión. Es decir, debemos formar misioneros. Pero tengamos claro que ser misionero no es solo ir a las distintas “misiones” que se realizan en vacaciones. Ese es un detalle. Ser misionero es querer vivir a imagen y semejanza de Cristo, ¡toda la vida! Es verlo todo con Sus ojos. Es amar a María con la misma fuerza con la que Cristo la amó. Es amar al prójimo hasta morir por cada uno de ellos.
Un misionero tiene que buscar ser de manera tal que al verlo caminar podamos ver a Cristo caminando dentro de el. Al verlo llorar, reír, dormir y hablar, podamos ver a Cristo llorando, riendo, durmiendo y hablando en el.
Un misionero es como la imagen de Cristo reflejada en un espejo opaco, roto, con picaduras y manchas… todo lo propio de un Ser humano. Nuestro deber de formar misioneros se sustenta gracias a que mientras más espejos reflejen esta extremadamente imperfecta imagen de Cristo, más perfecta será la imagen final,… la Misión.
Ahora, estas 3 responsabilidades de un misionero tienen como base una tarea fundamental, ya que, para ser misionero DEBEMOS ser discípulos. Por esto, nuestra tarea es adentrar más y más en la Fe, en la vida, muerte y resurrección de Cristo. Mientras más lo conozcamos, más podremos anunciarlo.
Conocer a Cristo es el regalo más grande e importante de la vida, y como cualquier otro regalo, debemos más aún anunciarlo y gritarlo para que todos sepan lo que tenemos. –> Ser Misionero
Es imposible mostrar algo que no tenemos o que no conocemos bien, así que adentremos en nuestra Fe para poder ser un espejo con cada vez menos rayas y picaduras. –> Ser Discípulo
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