Jesús dijo a los judíos:
Si Yo diera testimonio de mí mismo,
mi testimonio no valdría.
Pero hay otro que da testimonio de mí,
y Yo sé que ese testimonio es verdadero.
Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan,
y él ha dado testimonio de la verdad.
No es que Yo dependa del testimonio de un hombre;
si digo esto es para la salvación de ustedes.
Juan era la lámpara que arde y resplandece,
y ustedes han querido gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que Yo tengo
es mayor que el de Juan:
son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo.
Estas obras que Yo realizo
atestiguan que mi Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí.
Ustedes nunca han escuchado su voz
ni han visto su rostro,
y su palabra no permanece en ustedes,
porque no creen
al que Él envió.
Ustedes examinan las Escrituras,
porque en ellas piensan encontrar Vida eterna:
ellas dan testimonio de mí,
y sin embargo, ustedes no quieren venir a mí
para tener Vida.
Mi gloria no viene de los hombres.
Además, Yo los conozco:
el amor de Dios no está en ustedes.
He venido en nombre de mi Padre
y ustedes no me reciben,
pero si otro viene en su propio nombre,
a ése sí lo van a recibir.
¿Cómo es posible que crean,
ustedes que se glorifican unos a otros
y no se preocupan
por la gloria que viene del único Dios?
No piensen que soy Yo el que los acusaré ante el Padre;
el que los acusará será Moisés,
en el que ustedes han puesto su esperanza.
Si creyeran en Moisés,
también creerían en mí,
porque él ha escrito acerca de mí.
Pero si no creen lo que él ha escrito,
¿cómo creerán lo que Yo les digo?
Querido amigo/a:
Estar “en medio” es comprometido. Te pueden dar de una parte y de otra. Siempre es más cómodo estar en un lado, tener una posición clara. Blanco o negro... Pero sin embargo hacen falta puentes, mediadores, intermediarios... entre los extremos o entre las orillas.
Moisés fue uno de ellos. Elegido por Dios para lo más grande: sacar de la esclavitud y caminar delante del pueblo hacia la libertad. Aceptado finalmente por los suyos para esa tarea. Pero en el camino, se vio en muchas encrucijadas. Hoy la primera lectura nos presenta una de ellas. Por un lado, el pueblo ha dejado de lado al Dios verdadero y se ha postrado ante un ídolo de metal. Y por otro lado, Dios le habla de romper ese proyecto y comenzar uno nuevo. En ese cruce de caminos, Moisés ejerce su oficio de puente. Y mientras otras veces riñe con fuerza a su pueblo, en esta ocasión le pide a Dios que tenga compasión de los suyos. Y su oración llega al corazón de Dios. Y lo consigue.
Jesús es el nuevo y definitivo Moisés. Él es el gran mediador, el gran puente. Hoy aparece cuestionando a los suyos con fuerza. Ya sabemos lo que hizo en el Templo, en nombre de Dios, cuando derribó las mesas y expulsó a los mercaderes. Otras veces, en cambio, aparecerá presentando a su gente ante el Padre. Y morirá pidiendo al Padre que perdone a los que le están quitando la vida...
Por el Bautismo, Dios nos ha confiado la misma misión que Moisés y nos ha configurado con Cristo sacerdote. También nosotros estamos llamados a ser puentes. A huir del “blanco o negro”, sino a reconocer la infinidad de matices de la vida y de las cosas de Dios. A pedir a Dios por las personas y a procurar que las personas se acerquen a Dios. Ser puentes, mediadores e intermediarios en toda realidad y en toda situación: familiar, social, mundial. ¿Cómo asumes y vives esa misión? Mucho ánimo para ello.
Tu hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez, claretiano
Si Yo diera testimonio de mí mismo,
mi testimonio no valdría.
Pero hay otro que da testimonio de mí,
y Yo sé que ese testimonio es verdadero.
Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan,
y él ha dado testimonio de la verdad.
No es que Yo dependa del testimonio de un hombre;
si digo esto es para la salvación de ustedes.
Juan era la lámpara que arde y resplandece,
y ustedes han querido gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que Yo tengo
es mayor que el de Juan:
son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo.
Estas obras que Yo realizo
atestiguan que mi Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí.
Ustedes nunca han escuchado su voz
ni han visto su rostro,
y su palabra no permanece en ustedes,
porque no creen
al que Él envió.
Ustedes examinan las Escrituras,
porque en ellas piensan encontrar Vida eterna:
ellas dan testimonio de mí,
y sin embargo, ustedes no quieren venir a mí
para tener Vida.
Mi gloria no viene de los hombres.
Además, Yo los conozco:
el amor de Dios no está en ustedes.
He venido en nombre de mi Padre
y ustedes no me reciben,
pero si otro viene en su propio nombre,
a ése sí lo van a recibir.
¿Cómo es posible que crean,
ustedes que se glorifican unos a otros
y no se preocupan
por la gloria que viene del único Dios?
No piensen que soy Yo el que los acusaré ante el Padre;
el que los acusará será Moisés,
en el que ustedes han puesto su esperanza.
Si creyeran en Moisés,
también creerían en mí,
porque él ha escrito acerca de mí.
Pero si no creen lo que él ha escrito,
¿cómo creerán lo que Yo les digo?
Querido amigo/a:
Estar “en medio” es comprometido. Te pueden dar de una parte y de otra. Siempre es más cómodo estar en un lado, tener una posición clara. Blanco o negro... Pero sin embargo hacen falta puentes, mediadores, intermediarios... entre los extremos o entre las orillas.
Moisés fue uno de ellos. Elegido por Dios para lo más grande: sacar de la esclavitud y caminar delante del pueblo hacia la libertad. Aceptado finalmente por los suyos para esa tarea. Pero en el camino, se vio en muchas encrucijadas. Hoy la primera lectura nos presenta una de ellas. Por un lado, el pueblo ha dejado de lado al Dios verdadero y se ha postrado ante un ídolo de metal. Y por otro lado, Dios le habla de romper ese proyecto y comenzar uno nuevo. En ese cruce de caminos, Moisés ejerce su oficio de puente. Y mientras otras veces riñe con fuerza a su pueblo, en esta ocasión le pide a Dios que tenga compasión de los suyos. Y su oración llega al corazón de Dios. Y lo consigue.
Jesús es el nuevo y definitivo Moisés. Él es el gran mediador, el gran puente. Hoy aparece cuestionando a los suyos con fuerza. Ya sabemos lo que hizo en el Templo, en nombre de Dios, cuando derribó las mesas y expulsó a los mercaderes. Otras veces, en cambio, aparecerá presentando a su gente ante el Padre. Y morirá pidiendo al Padre que perdone a los que le están quitando la vida...
Por el Bautismo, Dios nos ha confiado la misma misión que Moisés y nos ha configurado con Cristo sacerdote. También nosotros estamos llamados a ser puentes. A huir del “blanco o negro”, sino a reconocer la infinidad de matices de la vida y de las cosas de Dios. A pedir a Dios por las personas y a procurar que las personas se acerquen a Dios. Ser puentes, mediadores e intermediarios en toda realidad y en toda situación: familiar, social, mundial. ¿Cómo asumes y vives esa misión? Mucho ánimo para ello.
Tu hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez, claretiano
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