Hoy en día la Teología de la Liberación ha trascendido los límites confesionales de las Iglesias y se ha convertido en una fuerza político-social. Además del Presidente Lula en Brasil se identifican públicamente con ella el Presidente Rafael Correa del Ecuador, el Presidente de Paraguay y ex obispo Fernando Lugo, el Presidente Daniel Ortega de Nicaragua, el Presidente Hugo Chávez de Venezuela y el actual Presidente de la Asamblea de las Naciones Unidas, el sacerdote nicaraguense Miguel de Escoto.
Su fuerza mayor no reside en las cátedras de los teólogos sino en las innumerables comunidades eclesiásticas de base (sólo en Brasil existen cerca de cien mil), en los millares y millares de círculos en los que se lee la Biblia en el contexto de la opresión social y en las llamadas pastorales sociales, escribe Leonardo Boff, teólogo de la liberación brasileño y coautor de la Carta de la Tierra.
En razón de su causa universal ya a inicios de los años 70 la Teología de la Liberación era un movimiento internacional y convocaba verdaderos foros teológicos mundiales. Se estableció un consejo editorial integrado por más de cien teólogos latinoamericanos para compilar una sistematización teológica desde la perspectiva de la liberación en 53 tomos. Ya se habían publicado 13 tomos cuando el Vaticano intervino para hacer abortar el proyecto. El entonces cardenal Joseph Ratzinger fue riguroso. Cortó de raíz un trabajo promisor y benéfico para todas las iglesias periféricas y especialmente para los pobres. Pasará a la historia como el cardenal -y después Papa- enemigo de la inteligencia de los pobres.
Roma incurre en la profunda ilusión de creer que con sus documentos doctrinarios emitidos por burocracias frías y distantes de la vida concreta de los fieles conseguirá frenar la Teología de la Liberación. Ella nació oyendo el grito de los pobres y hoy la conmueve el grito de la Tierra. Mientras los pobres continúen lamentándose y la Tierra gimiendo bajo la virulencia productivista y consumista, habrá mil razones para sentir el llamado de una interpretación libertaria y revolucionaria de los evangelios. La Teología de la Liberación es la respuesta a una realidad injusta y salva a la Iglesia central de su alienación y de un cierto cinismo. (FIN/2009)
Su fuerza mayor no reside en las cátedras de los teólogos sino en las innumerables comunidades eclesiásticas de base (sólo en Brasil existen cerca de cien mil), en los millares y millares de círculos en los que se lee la Biblia en el contexto de la opresión social y en las llamadas pastorales sociales, escribe Leonardo Boff, teólogo de la liberación brasileño y coautor de la Carta de la Tierra.
En razón de su causa universal ya a inicios de los años 70 la Teología de la Liberación era un movimiento internacional y convocaba verdaderos foros teológicos mundiales. Se estableció un consejo editorial integrado por más de cien teólogos latinoamericanos para compilar una sistematización teológica desde la perspectiva de la liberación en 53 tomos. Ya se habían publicado 13 tomos cuando el Vaticano intervino para hacer abortar el proyecto. El entonces cardenal Joseph Ratzinger fue riguroso. Cortó de raíz un trabajo promisor y benéfico para todas las iglesias periféricas y especialmente para los pobres. Pasará a la historia como el cardenal -y después Papa- enemigo de la inteligencia de los pobres.
Roma incurre en la profunda ilusión de creer que con sus documentos doctrinarios emitidos por burocracias frías y distantes de la vida concreta de los fieles conseguirá frenar la Teología de la Liberación. Ella nació oyendo el grito de los pobres y hoy la conmueve el grito de la Tierra. Mientras los pobres continúen lamentándose y la Tierra gimiendo bajo la virulencia productivista y consumista, habrá mil razones para sentir el llamado de una interpretación libertaria y revolucionaria de los evangelios. La Teología de la Liberación es la respuesta a una realidad injusta y salva a la Iglesia central de su alienación y de un cierto cinismo. (FIN/2009)
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