Por P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Un compañero de trabajo le preguntó a su amigo que acababa de hacer el cursillo de cristiandad cómo le había ido. Y éste le contestó: "allí morí". Perplejo, el compañero le preguntó qué quería decir.
Fui al cursillo sin gran ilusión pero a lo largo del fin de semana fui descubriendo que mi vida se ocultaba detrás de una máscara. No había permitido a nadie, ni a mi mujer ni a mis hijos que me vieran tal como soy, me ocultaba detrás de la máscara y ni yo mismo me conocía. A medida que me la iba quitando, moría una y otra vez.
Estoy convencido de que tenía que pasar por esta experiencia de mi muerte para convertirme en la nueva persona que espero ser a partir de hoy.
El domingo pasado veíamos como Nicodemo, llevado por la curiosidad, fue a entrevistarse con Jesús. En la entrevista Jesús le dijo: "El Hijo del Hombre tiene que ser levantado en alto y el que crea tendrá vida eterna".
No sabemos si Nicodemo se quitó la máscara de hombre bueno y creyó en Jesús.
Hoy, Juan nos habla de unos griegos que querían ver a Jesús. Serían peregrinos o turistas que querían hacerse una foto o tener el autógrafo de Jesús para llevar a casa. Jesús era la figura del momento y había que estrecharle la mano. Felipe y Andrés, guardaespaldas de Jesús, se lo comunicaron.
No sabemos si hubo foto y autógrafo o no. Pero Juan nos ha dejado escrito este deseo que late en el corazón de muchos hombres y mujeres: "Señor, queremos ver a Jesús".
Aquí y ahora, en este hoy de nuestra vida, en esta asamblea eucarística, nosotros, ¿podemos decir que queremos ver a Jesús?
Yo no soy el guardaespaldas de Jesús que impide a la gente que se acerque a Jesús. Yo soy el portero que a todos invita a celebrar la fiesta del amor y del perdón. Yo les invito a escucharle y a purificar las razones para querer verle.
Ver a Jesús, sí, para que nos quite las máscaras, nos ayude a ver a los hermanos, a cambiar de vida, a aprender a morir, a reconocerle en los hermanos…
"En verdad les digo, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo, pero si muere, da mucho fruto".
Jesús anuncia su destino y el de sus seguidores. "Ha llegado la hora".
La hora de caer en tierra: morir y dar fruto: resucitar. La hora urgente de hacer la voluntad del Padre. Caer en tierra es algo transitorio pero los frutos son para todos y para siempre. "Jesús daba a entender así de qué modo iba a morir. La hora de Jesús, hora de miedo y angustia, es la hora de glorificar al Padre. Extraña manera de dar gloria a Dios. Extraña manera de ser glorificado por Dios. Las cosas de Dios no se parecen en nada a las nuestras.
El Oscar al mejor mensajero, y mejor mensaje es para Jesús, grano de trigo enterrado y fructificado para todos y para siempre.
Ustedes saben que el grano de trigo cae en tierra y muere sin esfuerzo pero nuestro morir al hombre viejo, quitarnos las máscaras, vencer el egoísmo y superar la barrera de buenos y malos exige gran lucha interior.
El hombre que había hecho el cursillo de cristiandad tuvo que pasar por la experiencia de la muerte para empezar a ser una persona nueva. Se empieza a morir cuando el poder de Dios nos toca el corazón pero hay que seguir muriendo día tras día.
Esta lucha interior y este aprender a morir hay que llevarlo a cabo con las armas del Espíritu, la carne no sirve para nada porque se resiste a morir.
Como los griegos del evangelio, nosotros también estamos a las puertas de la Pascua, de la Semana santa. Y nosotros decimos: queremos ver a Jesús.
Yo no les invito a ver el show de la Semana Santa, no les invito a mirar sino a creer, no les invito a asistir sino a celebrar, no les invito a morir sino a resucitar. Yo les invito a comer los frutos del grano caído en tierra y florecido para nuestra salvación.
Ha llegado la hora y es urgente.
Acompañemos a Jesús para aprender a servir que es morir; para aprender a dar frutos que es resucitar.
Fui al cursillo sin gran ilusión pero a lo largo del fin de semana fui descubriendo que mi vida se ocultaba detrás de una máscara. No había permitido a nadie, ni a mi mujer ni a mis hijos que me vieran tal como soy, me ocultaba detrás de la máscara y ni yo mismo me conocía. A medida que me la iba quitando, moría una y otra vez.
Estoy convencido de que tenía que pasar por esta experiencia de mi muerte para convertirme en la nueva persona que espero ser a partir de hoy.
El domingo pasado veíamos como Nicodemo, llevado por la curiosidad, fue a entrevistarse con Jesús. En la entrevista Jesús le dijo: "El Hijo del Hombre tiene que ser levantado en alto y el que crea tendrá vida eterna".
No sabemos si Nicodemo se quitó la máscara de hombre bueno y creyó en Jesús.
Hoy, Juan nos habla de unos griegos que querían ver a Jesús. Serían peregrinos o turistas que querían hacerse una foto o tener el autógrafo de Jesús para llevar a casa. Jesús era la figura del momento y había que estrecharle la mano. Felipe y Andrés, guardaespaldas de Jesús, se lo comunicaron.
No sabemos si hubo foto y autógrafo o no. Pero Juan nos ha dejado escrito este deseo que late en el corazón de muchos hombres y mujeres: "Señor, queremos ver a Jesús".
Aquí y ahora, en este hoy de nuestra vida, en esta asamblea eucarística, nosotros, ¿podemos decir que queremos ver a Jesús?
Yo no soy el guardaespaldas de Jesús que impide a la gente que se acerque a Jesús. Yo soy el portero que a todos invita a celebrar la fiesta del amor y del perdón. Yo les invito a escucharle y a purificar las razones para querer verle.
Ver a Jesús, sí, para que nos quite las máscaras, nos ayude a ver a los hermanos, a cambiar de vida, a aprender a morir, a reconocerle en los hermanos…
"En verdad les digo, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo, pero si muere, da mucho fruto".
Jesús anuncia su destino y el de sus seguidores. "Ha llegado la hora".
La hora de caer en tierra: morir y dar fruto: resucitar. La hora urgente de hacer la voluntad del Padre. Caer en tierra es algo transitorio pero los frutos son para todos y para siempre. "Jesús daba a entender así de qué modo iba a morir. La hora de Jesús, hora de miedo y angustia, es la hora de glorificar al Padre. Extraña manera de dar gloria a Dios. Extraña manera de ser glorificado por Dios. Las cosas de Dios no se parecen en nada a las nuestras.
El Oscar al mejor mensajero, y mejor mensaje es para Jesús, grano de trigo enterrado y fructificado para todos y para siempre.
Ustedes saben que el grano de trigo cae en tierra y muere sin esfuerzo pero nuestro morir al hombre viejo, quitarnos las máscaras, vencer el egoísmo y superar la barrera de buenos y malos exige gran lucha interior.
El hombre que había hecho el cursillo de cristiandad tuvo que pasar por la experiencia de la muerte para empezar a ser una persona nueva. Se empieza a morir cuando el poder de Dios nos toca el corazón pero hay que seguir muriendo día tras día.
Esta lucha interior y este aprender a morir hay que llevarlo a cabo con las armas del Espíritu, la carne no sirve para nada porque se resiste a morir.
Como los griegos del evangelio, nosotros también estamos a las puertas de la Pascua, de la Semana santa. Y nosotros decimos: queremos ver a Jesús.
Yo no les invito a ver el show de la Semana Santa, no les invito a mirar sino a creer, no les invito a asistir sino a celebrar, no les invito a morir sino a resucitar. Yo les invito a comer los frutos del grano caído en tierra y florecido para nuestra salvación.
Ha llegado la hora y es urgente.
Acompañemos a Jesús para aprender a servir que es morir; para aprender a dar frutos que es resucitar.
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