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jueves, 2 de abril de 2009

¿qué sienten, qué sentimos, ante la semana santa, muchas personas creyentes de hoy? - Domingo de Ramos - Ciclo B (Marcos 14, 1-15, 47)

Publicado por Servicios Koinonia

Is 50,4-7:“No me tapé el rostro ante los ultrajes”
Sal 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Flp 2,6-11: Himno cristológico primitivo incorporado por Pablo a su carta
Mc 14,1-15,47: Pasión de N.S. Jesucristo según san Marcos.


Pedimos disculpas a quienes buscarán un comentario «normal» -que esperamos podrán encontrar fácilmente en la red-. Este año también, nosotros vamos a tratar de hacer un comentario diferente, pensando en aquellas personas que se sienten mal en medio de ese conjunto de conceptos bíblico-litúrgicos propios de la Semana Santa, que se repiten y enlazan indefinidamente, sin salir de ese ambiente en el que muchos de nosotros -que pensamos como personas normales, de la calle- sentimos que casi nos asfixiamos.

En efecto, muchos de nuestros comentarios bíblicos al uso pareciera que se mueven en «otro mundo», un mundo propio de referencias bíblicas intrasistémicas, que funcionan con una lógica particular diferente, y que están de antemano inmunizadas contra toda crítica, porque, en ese ambiente bíblico-litúrgico al que están destinados, en las homilías, todo debe ser recibido sin discusión, sin espíritu crítico, y «con fe». Los que tenemos una fe crítica, una fe que no quiere dejar de ser de personas de hoy, nos preguntamos: ¿es posible celebrar la semana santa de otra manera? ¿Así como buscamos «otra forma de creer», hay «otra forma de celebrar y acoger la semana santa»? ¿Otra semana santa es posible?

Veamos. Comencemos preguntándonos: ¿qué sienten, qué sentimos, ante la semana santa, muchas personas creyentes de hoy?

Muchos creyentes adultos (trabajadores, profesionales de las más variadas ramas, y también intelectuales, o simples personas cultas) se sienten mal cuando, en semana santa, por la especial significación de tales días, o por acompañar a la familia -y con el recuerdo de una infancia y juventud tal vez religiosa-, entran en una iglesia, captan el ambiente, y escuchan la predicación. Se sienten de pronto sumergidos de nuevo en aquel mundo de conceptos, símbolos, referencias bíblicas... que elaboran un mensaje sobre la base de una creencia central que fuera del templo uno nunca se la encuentra en ningún otro dominio de la vida: la «redención». Estamos en semana santa, y lo que celebramos -así perciben en el templo- es el gran misterio de todos los tiempos, lo más importante que ha ocurrido desde que el mundo es mundo: la redención... El «hombre» fue creado por Dios (sólo en segundo término la mujer, según la Biblia), pero ésta, la mujer, convenció al varón para que comieran juntos una fruta prohibida por Dios. Aquello fue la debacle del plan de Dios, que se vino abajo, se interrumpió, y hubo de ser sustituido por un nuevo plan, el plan de la redención, para redimir al ser humano que está en desgracia de Dios desde aquel «pecado original», por la infinita ofensa que le infligió a Dios.

Esa redención consistió en la «venida de Dios al mundo», encarnándose en Jesús, para asumir así nuestra representación y «pagar» por nosotros a Dios una reparación por semejante ofensa infinita. Y es por eso por lo que Jesús sufrió indecibles tormentos en su Pasión y Muerte, para «repararla», redimiendo y rescatando de esa forma a la Humanidad, consiguiéndole el perdón de Dios. Ésa es la interpretación, la «teología» sobre la que se construyen y giran la mayor parte de las interpretaciones que se hacen durante la semana santa. Y éste es el ambiente ante el que muchos creyentes de hoy se sienten francamente mal. Sienten que se asfixian. Se ven trasladados a otro mundo, y como a otro tiempo, tal vez a la Edad Media, o una edad mitológica, que nada tiene que ver ni con el mundo real de hoy día. ¿Hay alguna otra forma de entender la Semana Santa, que no sea viéndose obligados a transitar por el mundo manido de esa teología en la que muchos ya no creemos?

¿«No creemos», hemos dicho? Ante todo hay que decir -para alivio de muchos- que efectivamente, se puede no creer en tal teología. Porque tal teología no es ningún «dogma de fe» (aunque se tratara, tampoco ello la haría creíble). Se trata de una elaboración interpretativa del misterio de Cristo, debida a la genialidad medieval de san Anselmo de Canterbury, que desde su visión del derecho romano, construyó, «imaginó» una forma de explicarse a sí mismo, en aquel contexto cultural, el sentido de la muerte de Jesús. Estaba condicionado por muchas creencias propias de la Edad Media, e hizo lo que pudo, y lo hizo bastante bien: elaboró una fantástica interpretación que cautivó las mentes de sus coetáneos y e iba a perdurar hasta el siglo XX. Habría que felicitar a san Anselmo, sin duda: fue un pensador que marcó el pensamiento religioso occidental cristiano para varios siglos.

El Concilio Vaticano II es el primer momento eclesial que supone el abandono o al menos la superación de la interpretación de la significación de Jesús más allá de la redención. Por supuesto que en los documentos conciliares aparece la materialidad del concepto, numerosas veces incluso, pero la estructura del pensamiento y de la espiritualidad conciliar ya no se apoyan en la «redención». El significado de Jesús para la Iglesia posconciliar -no digamos para la Iglesia con espiritualidad de la liberación- deja de pasar por la redención, por la «sustitución penal satisfactoria» del pecado original, con los terribles sufrimientos expiatorios de Jesús... Desaparecen estas referencias, y cuando alguna vez se escuchan, suenan extrañas, incomprensibles, o suscitan incluso un contenido rechazo. Es el caso de la película de Mel Gibson, que fue rechazada por tantos espectadores creyentes, no por otra cosa que por la imagen del «Dios cruel y vengador» que vehiculaba inconscientemente, imagen que, evidentemente, hoy no sólo no es creíble sino que invita vehementemente al rechazo. Ese Dios, y esa teología hoy son ya impresentables.

¿Y cómo celebrar la semana santa cuando se es un cristiano que ya no comulga con esas creencias? Uno se siente profundamente cristiano, admirador de Jesús, discípulo suyo, seguidor de su Causa, luchador por la misma Utopía... pero se siente mal en ese otro ambiente asfixiante de las representaciones de la pasión al nuevo y viejo estilo de Mel Gibson, de los viacrucis, los pasos de semana santa, de ciertas cofradías, de las meditaciones las siete palabras y las horas santas que retoman las mismas categorías teológicas de la «redención» del san Anselmo del siglo XI... estando como estamos en un siglo XXI...

Debajo de la semana santa que celebramos no dejan de estar, allá, lejos, bien al fondo de sus raíces ancestrales, las fiestas que los indígenas originarios ya celebraban sobre la base cierta del equinoccio astronómico. Se trata de una fiesta que ha evolucionado muy creativamente al ser heredada de un pueblo a otro, de una a otra cultura, y de una religión a otra. Una fiesta que fue heredada y recreada también por los nómadas israelitas como la fiesta del cordero pascual, y después transformada por los israelitas sedentarios como la fiesta de los panes ácimos, en recuerdo y como re-actualización de la Pascua, piedra angular de la identidad israelita... (Cfr MAERTENS, Fiesta en honor de Yavé). Fiesta que los cristianos luego cristianizaron como la fiesta de la Resurrección de Cristo, y que sólo más tarde, con el devenir de los siglos, en la oscura Edad Media, quedó absolutamente dominada bajo la interpretación jurídica de la redención, por obra del genial san Anselmo de Canterbury..

¿Por qué quedarse, pues, prendidos de una interpretación medieval, cautivos de una teología y una interpretación que no es nuestra, que ya no nos dice nada, y que podríamos abandonar porque ya cumplió su papel? ¿Por qué no sentirse parte de esta procesión tan humana y tan festiva de interpretaciones y hermenéuticas, de mitos y «grandes relatos», y aportar nosotros también a esta trabajada historia nuestra propia parte, lo que nos corresponde hoy, con creatividad? No podemos dejar de pensar que «Otra semana santa es posible»...

No vamos a desarrollar aquí, ahora, una nueva interpretación de estas fiestas. Bástenos por hoy cumplir esta pretensión doble: aliviar a los que tal vez se sentían culpables por no sintonizar con un lenguaje religioso periclitado, por una parte, y, por otra, de invitar a todos a la creatividad, libre, consciente, responsable y gozosa.

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Aunque los señalaremos concretamente en los próximos días, recordamos que los temas de la Pasión de Jesús están recogidos ampliamente en la serie «Un tal Jesús», principalmente en los episodios 106 a 126. Los audios y los guiones de estos episodios pueden recogerse libremente de http://www.untaljesus.net

Como bibliografía para recuperar lo mejor de la visión clásica de la teología respecto a la pasión y muerte de Jesús, recomendamos el excelente libro de BOFF Pasión de Cristo, Pasión del mundo (Sal Terrae en España, Indoamerican Press en Colombia, Vozes en Brasil...). Del mismo autor, el artículo 217 en la RELaT (http://servicioskoinonia.org/relat): Cómo anunciar hoy la Cruz de nuestro señor Jesucristo. Para el estudio de la sucesión de interpretaciones de las fiestas a lo largo de la historia de Israel, se puede recurrir al ya citado Fiesta en honor de Yavé, de Thierry MAERTENS (disponible en la biblioteca de Koinonía: servicioskoinonia.org/biblioteca). También: Problemas en torno a la idea de expiación/satisfacción, de Robert J. DALY, en «Selecciones de Teología» 47/188(2008)310-324 (disponible en el portal de la revista).



Para la revisión de vida

Comienza la «semana mayor» de todo el año. La semana santa se ha convertido en muchos lugares en una mini-vacación. Sugerencia: plantearme bien la semana santa. Si tengo posibilidad, dedicar esta «vacación» a atender lo que en la agitada vida diaria me veo imposibilitado de cuidar suficientemente: mi profundidad, mi oración, mi paz interior, el respaldo de coherencia interna que quiero dar a mi compromiso externo…
¿Por qué no probar y experimentar que «Otra semana santa es posible»? ¿Puedo organizarme un «programa de semana santa» para mí mismo, a base de una dosis de descanso y pacificación interior, otra dosis de estudio crítico y renovación de mi actitud religiosa, otro componente de oración -principalmente en nuevas formas no experimentadas hasta ahora-, y tal vez alguna celebración comunitaria con un grupo que sea afín a esta línea de pensamiento? (Para un programa de semana santa comunitario, véase el apartado siguiente).

Para la reunión de grupo

- La semana santa es un buen momento para dar un repaso de estudio a las hipótesis teológicas más conocidas sobre la muerte de Jesús y su valor salvífico. Un buen material para preparar una exposición inicial en la reunión de grupo, o un libro para tenerlo todos y estudiarlo y comentarlo es “Pasión de Cristo, Pasión del Mundo”, de Leonardo BOFF, con ediciones en varias editoriales y países ya citados…
- Otro buen material (o material complementario) para ese propósito pueden ser algunos de los capítulos de la serie «Un tal Jesús», principalmente del 106 al 126. Como ya es sabido, los audios y los guiones pueden ser recogidos de www.untaljesus.net
- La semana santa es la «semana mayor» y el triduo sacro es el la concentración de la celebración pascual, y la vigilia pascual es el momento culminante. Será bueno preguntar a algunas personas mayores que recuerden cómo eran las celebraciones de la Semana Santa antes de la reforma de Pío XII en 1950, con sus notorias diferencias respecto al modo todavía vigentes. Y cabe preguntar: ¿por qué la vigilia pascual no ha entrado todavía en la conciencia del pueblo cristiano como lo que es: el centro de todo el año litúrgico?
- Aunque no estamos acostumbrados a hacerlo, también puede ser una buena actividad de grupo escuchar la Pasión según san Mateo, de Johan Sebastian Bach, presentada y comentada previamente por un buen conocedor de la misma, incluyendo ahí sus aspectos teológicos peculiares, de Bach como músico, y del texto o libreto de su obra.
- Finalmente, sería excelente tomar en comunidad la iniciativa de celebrar esa «otra semana santa que es posible»: quizá en un lugar apartado del de la vid diaria, o en el mismo lugar; con una dosificada combinación de tiempo personal, oración comunitaria, formación en un tema importante, celebraciones creativas, convivencia comunitaria, contacto con la naturaleza...

Para la oración de los fieles

- Para que la Iglesia, siguiendo el ejemplo de Jesús, lleve su obediencia al Padre y su servicio a las personas hasta las últimas consecuencias. Roguemos al Señor...
- Para que los gobernantes sirvan a los intereses de los pueblos y no a sus propias aspiraciones. Roguemos...
- Para que los pobres y los oprimidos sean los primeros en obtener el respeto a sus derechos y la justicia para sus vidas. Roguemos...
- Para que mostremos nuestra devoción a Cristo crucificado siendo solidarios con los crucificados de nuestro tiempo. Roguemos...
- Para que sepamos descubrir y transmitir la fuerza del amor de Dios en medio de las dificultades, los sufrimientos, y la muerte. Roguemos...
- Para que todos los difuntos compartan la resurrección de Cristo, igual que han compartido ya con él la muerte. Roguemos...

Oración comunitaria

Oh Dios, Padre y Madre Universal, de todos los pueblos y de todos los hombres y mujeres, en quienes has depositado, por medio de sus culturas y religiones, la sed de encontrarse consigo mismos y contigo, Fuente Originaria. Te pedimos que en la renovación anual de estas fiestas que se avecinan, tan tradicionales y ancestrales, nos sintamos en comunión con todos los hombres y mujeres que te buscan a Ti y buscan también el sentido de su vida, entre mitos, ritos, símbolos y grandes relatos. Nosotros lo buscamos y lo celebramos desde la memoria de Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro, cordialmente unidos a todos los pueblos y religiones que también te buscan y contemplan. Gracias. Amén. Axé. Aleluya.
O bien:
Dios, Padre nuestro, otórganos el don de saber encontrar en el hoy de nuestra historia el sentido profundo de nuestra misión en la vida, para que nos comprometamos en esta sociedad en la que nos ha tocado vivir y construyamos tu Reino. Por Jesús, tu hijo, hermano nuestro.
O bien:
Dios Padre y Madre, que en la vida, la lucha y la muerte de Jesús has realizado un punto alto de tu revelación en la historia, según nos asegura nuestra fe; te rogamos nos otorgues el don de saber redescubrir con ojos humildes todo lo que tú has continuado revelando en estos 2000 años de historia, dentro y fuera del cristianismo, para que la Palabra que pronunciaste en Jesús pueda ser compartida con las que has pronunciado en todos los pueblos y religiones. Nosotros te lo pedimos evocando la memoria de Jesús, hijo tuyo, hermano nuestro.

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