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miércoles, 28 de julio de 2010

Comentario bíblico y Pautas para la homilía: XVIII Domingo del Tiempo Ordinario (Lucas 12. 13-21) - Ciclo C


"Mirad: guardaos de toda clase de codicia.
Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes"
Publicado por Dominicos.org

Introducción

El Diccionario de los diccionarios –si esto no es vanidad que venga Dios y lo vea–, define vanidad desde diferentes aspectos: cualidad de vano; arrogancia, presunción, envanecimiento; caducidad de las cosas de este mundo; o, entre otras, vana representación, ilusión o ficción de la fantasía. Lo vano es, asimismo, falto de realidad, sustancia o entidad, hueco, vacío y falto de solidez; inútil, infructuoso o sin efecto; insubsistente, poco durable o estable; que no tiene fundamento, razón o prueba; e incluso, arrogante, presuntuoso, envanecido.

Posiblemente, vanidad es una palabra que muchos de nosotros hemos dejado de usar, o que, al menos, no empleamos habitualmente. Y sin embargo, se nos muestra con fuerza en las lecturas que la Liturgia nos propone para este 18º Domingo del Tiempo Ordinario. Este concepto es el que modela completamente el texto del Eclesiastés y, como veremos a continuación, también se teje en el del Evangelio según san Lucas que escucharemos en la Eucaristía de este día.


Comentario bíblico

La solidaridad como exigencia del Reino de Dios

Iª Lecturas: Eclesiastés (1,1.2.23): La sabiduría de la vida

I.1. ¿Quién no conoce la célebre reflexión del libro del Eclesiastés, el sabio llamado Qohélet, de ese superlativo expresado en “vanidad de vanidades”? Esa es la primera lectura de hoy. Es toda una filosofía la que está a la base de este juicio; un escepticismo ante tantos afanes y tantas angustias. ¿Qué actitud tomar? ¿Pasar de todo? Posturas como las de Qohélet las ha habido siempre y no son negativas radicalmente, sino que expresan, a veces, una actitud “sabia” en la que se intuye que debemos tomarnos la vida de otra manera: sin envidias, afanes, comparaciones con las riquezas de los otros.

I.2. Pero eso parece una actitud burguesa del que nada le falta. La de aquellos que no tienen para comer ni vestir no sería exactamente así. Hay una razón más profunda por la que debemos no afanarnos por tantas cosas, una razón más radical y humana. No se trata simplemente de llevar una vida más cómoda y menos tensa. Por eso al juicio de Qohélet le falta una dimensión, la que Jesús nos ofrece en la parábola evangélica.



IIª Lectura: Colosenses (3,1-11): Personas nuevas por el bautismo

La segunda lectura apunta de nuevo a las claves bautismales de la vida cristiana, a lo que significa haber resucitado con Cristo por el bautismo, y a lo que nos obliga vivir en cristiano. El bautismo es un compromiso de vida o muerte. ¿Qué significa que nuestra vida está escondida en Cristo? Pues que es El quien nos inspira, quien nos va liberando de todo aquello que en la tierra nos enfrenta los unos a los otros. El bautismo nos hace personas nuevas, porque nos situamos ante los horizontes de lo que Jesús vivió.



Evangelio. Lucas (12,13-21): Acumular riquezas: ¡el anti-evangelio!

III.1. El relato del evangelio de Lucas es como la respuesta a los planteamientos de Qohélet. Efectivamente, Lucas es un evangelista que ha marcado la diferencia en el Nuevo Testamento como juicio de la riqueza y sus peligros para la verdadera vida cristiana. Lucas es defensor de los pobres, aunque no de la pobreza. Jesús, el profeta, no ha venido para ser juez de causas familiares, o empresariales, o sociales, ya que esas leyes de herencia, de impuestos, de salarios justos, se establecen a niveles distintos. Y no quiere ello decir que en las exigencias del Reino de Dios se excluya la justicia, especialmente para los pobres y oprimidos.

III.2. La parábola del rico que acumula la gran cosecha y engrandece sus graneros, en vez de distribuirlo entre los que no tienen para comer, es toda una lección de cómo Jesús ve las cosas de esta vida, aunque él persiga objetivos más grandes. El que acumula riquezas, pues, no entiende nada de lo que Jesús propone al mundo. Los que siguen a Jesús, pues, tienen que sacar, según Lucas, las conclusiones de este seguimiento. Si no se desprenden de las riquezas, si se preocupan de amasarlas constantemente, además de cometer injusticia con los que no tienen, se encontrarán, al final, con las manos vacías ante Dios, porque todo su corazón estará puesto en tener un tesoro en la tierra. No tendrán tiempo para vivir, para ser sabios… para entregarse a los demás como se entregan a las producción de riquezas. Este criterio de sabiduría va más allá de lo que propone el mismo Qohélet.

III.3. Con referencia a la actitud de Qohélet, Jesús nos dice que quien se afana por las cosas de este mundo y no por lo que Dios quiere, al final, ¿cómo podrá llenar su vida? ¿cómo se presentará ante Dios? La acumulación de riquezas, pues, es una injusticia y la injusticia es contraria al Reino de Dios. Por lo tanto, este evangelio es una llamada clara a la solidaridad con los pobres y despreciados del mundo; una llamada a compartir con los que no tienen.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura



Pautas para la homilía

“Vanidad de vanidades, todo es vanidad”

Como hemos comenzado diciendo, vano es, por tanto, algo hueco, vacío, sin sentido, caduco, inútil, que no tiene fundamento, y por si algo más negativo se pudiera decir de ello, se muestra arrogante y presuntuoso –¿por qué nos empeñamos los seres humanos en presumir de nada?–. Por lo mismo, vanidad es falto de realidad, poco duradero o estable, caducidad de las cosas de este mundo; y de nuevo, arrogancia, presunción, envanecimiento.

Es de este último aspecto del que nos previene Qohelet, de envanecernos por causa de lo que somos, hacemos o tenemos, porque, al fin, poco queda de nosotros cuando nos vamos. La sabiduría, la ciencia, las preocupaciones y trabajar de sol a sol sin más fin que el propio esfuerzo, se convierten en vanidad y por tanto, vacío, se acaba y no perdura. Entonces ¿para qué gloriarnos por ello?


“Para que adquiramos un corazón sensato”

Hasta aquí parece que el texto sapiencial nos advierte de que una vida vivida de este modo se puede convertir en puro vacío. Pero a la vez nos hace interrogarnos por cuál es el sentido que puede tener todo nuestro esfuerzo si al final obtenemos la misma recompensa que los demás o bien no podemos disfrutarlas pues nuestro tiempo no es infinito. Nadie nos asegura que el empeño, el buen hacer o la sabiduría que invirtamos durante ese tiempo sea garantía de un cierto éxito vital. Además, muchas veces nos preguntamos sobre la “utilidad” que puede tener el tratar de hacer las cosas bien mientras vemos que otros utilizando el engaño, la falsedad o métodos corruptos obtienen estupendos resultados mucho más satisfactorios. Esto nos lleva a cuestionarnos por la necesidad, o no, de seguir ciertos criterios morales.

Sabemos que nuestros días no son eternos, que somos una especie de “vela nocturna”, tal como dice el salmo. Por lo tanto, hay que intentar vivir el presente del mejor modo posible. No podemos permitirnos perder tiempo, así que entonces, parece que hemos de esforzarnos en sacarle máximo provecho, en obtener el mayor rendimiento y en conseguir todo el beneficio que seamos capaces.

¿Para qué tanto esfuerzo?

Qohelet nos pregunta pero ¿de qué vale el esfuerzo? La respuesta lo cierto es que se las trae. Pues por un lado parece que a lo largo de nuestros días es poco o muy poco lo que podemos hacer por nosotros mismos y encima nuestro destino es ser algo así como simplemente, polvo. Lo cual no suena excesivamente importante ni interesante, la verdad. Teniendo frente a nosotros ese horizonte, se hace necesario buscar otras motivaciones para seguir queriendo tirar hacia delante.

Sin embargo, en el salmo se hace una petición un tanto extraña, se pide “sabiduría para calcular nuestros años”. Ya que nuestro tiempo es poco, vale la pena por lo menos, dosificarlo lo mejor posible. Parece una propuesta inteligente la del salmista. Pero la dificultad es dar con las medidas que podemos utilizar para hablar acerca de estas cantidades. ¿Se referirá a que hemos de guiarnos por el beneficio obtenido con nuestro trabajo?, ¿a tener una o varias hipotecas?, ¿a dotar a nuestros hijos e hijas de comodidades y posibilidades de estudio?, ¿a disfrutar de dignidades que ofrece la vida eclesiástica?, ¿a que se nuestras parejas o amigos sepan hasta donde somos capaces de hacer por ellos?; o bien, a que seamos capaces de reconocernos en nuestras acciones solidarias ya que compartimos algo de tiempo y dinero con “otros” más desfavorecidos? Sin duda todas estas cosas son importantes y a ellas hemos de dedicarle tiempo y muchos de nuestros desvelos. Pero sigue sonando a poco. No creemos que con ellas nuestras vidas se conviertan sin más en satisfactorias. Así que nosotros y nosotras, que estamos acostumbrados a los deseos y a los sueños queremos, simplemente, mucho más.

La inversión energética

Como vemos, no es posible contentarnos con tener éxitos, dinero o recompensas sociales, quizá es necesario rellenarlas de otras cosas o incluso cambiar el orden para poder analizarlas de otro modo. Es decir, a muchos y muchas de nosotras se nos ha hablado repetidas veces mediante un lenguaje que utilizaba expresiones como ir a más, buscar lo mejor, examinarlo todo, soñar o abrir posibilidades. Son expresiones que nos han permitido entender la realidad de otro modo. No sé si mejor o peor, pero sí de algún modo diferente.

Oímos que hubo un galileo que enseñaba a “renovar energías” y lo hacía no desde la acumulación sino siendo consciente de lo mucho o de lo poco con lo que contaba en ese preciso instante. De este modo obtenía por lo menos el doble, disfrutaba del presente y al mismo tiempo renovaba las esperanzas de los que se atrevían a escucharle. Les invitaba a no amasar riquezas para sí y para el futuro. Lo completamente útil, lleno y valioso para el Nazareno era afrontar la propia vida desde la misericordia y la bondad de Dios. Eso es lo que hace una vida verdaderamente renovable. Eso es lo que hace prosperar nuestra vida y lo que nos proporcionará auténtica alegría y júbilo. Desde esta clave podremos comprender el resto de nuestros esfuerzos.


Dña. Montserrat Escribano
CPJA-El Levantazo-Valencia

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