Publicado por Mi Vocación
De mis estancias en Irak hay cosas que quedaron gravadas para siempre en mi memoria. Eran los tiempos de la guerra Irak-Irán. Como casi todos los iraquíes jóvenes estaban movilizados, hubo cantidad de extranjeros que fueron a trabajar a este país. Entre ellos había muchos coreanos varones y también algunas mujeres. Muchos de ellos católicos, venían todos los domingos por la tarde en dos buses a la misa que se celebraba en inglés en nuestra capilla de Bagdad. Como en esta misa, nuestra capilla quedaba casi completamente llena de coreanos, mis hermanas iraquís, la llamaban la misa de los coreanos. Y es que la lectura del Evangelio y algunos cantos eran en coreano. El sacerdote que presidía la Eucaristía era un padre redentorista sumamente misionero y que se sabía adaptar a las costumbres de los fieles. Decía siempre que se debía acoger a todo extranjero y hacer lo posible para que no sintieran tanto la lejanía de su país y la de su familia.
Lo que me fascinaba era el día que había bautizos de adultos coreanos. Después de dos años de catequesis que impartían el padre redentorista y otro sacerdote carmelita se procedía al bautismo y primera comunión. Eran grupos de entre doce y hasta dieciocho. Todos ellos revestidos con túnicas blancas, que habían confeccionado las hermanas para esta ocasión. Acompañados por su comunidad, con cantos de su país, la capilla adornada y bien iluminada, era una gran fiesta. Al asistir en estas ceremonias me emocionaba y me decía para mis adentros: estos han encontrado la fe en Jesús no en su país sino en un país musulmán en la que los católicos son una minoría, lejos de su tierra y su cultura. El Señor se hizo encontradizo para ellos en tierra extranjera. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
Lo que me fascinaba era el día que había bautizos de adultos coreanos. Después de dos años de catequesis que impartían el padre redentorista y otro sacerdote carmelita se procedía al bautismo y primera comunión. Eran grupos de entre doce y hasta dieciocho. Todos ellos revestidos con túnicas blancas, que habían confeccionado las hermanas para esta ocasión. Acompañados por su comunidad, con cantos de su país, la capilla adornada y bien iluminada, era una gran fiesta. Al asistir en estas ceremonias me emocionaba y me decía para mis adentros: estos han encontrado la fe en Jesús no en su país sino en un país musulmán en la que los católicos son una minoría, lejos de su tierra y su cultura. El Señor se hizo encontradizo para ellos en tierra extranjera. Texto: Hna. María Nuria Gaza.





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