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sábado, 30 de octubre de 2010

ORACIONES para la EUCARISTÍA: CONVERSIÓN (DOMINGO 31 TO)


Publicdo por Fe Adulta

ANÁFORA

Elevamos a Ti, Padre Dios, nuestro corazón y nuestra oración
para darte las gracias por todo lo que has hecho por nosotros,
por habernos dado a la luz y mantenernos en la vida, en Ti.
Gracias, Señor, por todos los seres humanos, tus hijos,
los que nos acompañan en esta aventura e integran nuestra gran familia.
Gracias por todo este maravilloso universo, revelación de tu grandeza,
que apenas somos capaces de descubrir y admirar.
Entendemos, Dios y Señor, que siendo como eres tan grande e importante,
se vuelven ridículas nuestras pobres pero pretenciosas solemnidades.
Creemos que nuestra mejor ofrenda no es pretender servirte y agasajarte
sino servir a los hermanos, y como Tú, darnos sin esperar retorno.
Gracias, Padre bueno y amante, porque nos mueves a ser generosos
y a tener una conciencia limpia, una vida honesta y coherente.
Por todo ello, nos sale del alma bendecir tu nombre y cantar en tu honor.

Santo, santo…

Dios y Padre nuestro, te damos las gracias por tu hijo Jesús,
que nos ha enseñado que no eres un Dios a quien haya que temer
sino un Padre a quien hay que querer y serle fiel.
A la luz de su vida, la vida de los seres humanos ha cambiado de sentido.
Porque no quiso ser servido sino servir, se hizo siervo de la humanidad
y derivó todo el amor que te tenía en servicio a los hermanos
y en el cuidado de los más necesitados.
El nos ha revelado que sólo se convierte y llega a su plenitud personal
el que ayuda a sus prójimos y contribuye al bienestar de los demás.
Que no es mayor a tus ojos quien domina sino quien sirve.
Jesús comprometió su vida con su mensaje de liberación
y aceptó una muerte de esclavos como un último servicio.
Nos ofreció su vida con la sencillez de quien parte y reparte un pan
y brindó por nosotros con el vino, signo de la sangre que iba a derramar.

El mismo Jesús, la noche en que iban a entregarlo, cogió un pan,
te dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros;
haced lo mismo en memoria mía».

Después de cenar, hizo igual con la copa, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis, haced lo mismo en memoria mía».

Hemos recordado, Padre santo, la vida y muerte de Jesús, tu hijo.
Te agradecemos una vez más su paso por nuestra historia
y su revolucionaria palabra que nos marca un insospechado camino.
Nos ha dado ejemplo, ha sido consecuente siempre con su mensaje.
Queremos imitarle, Señor, pero necesitamos tu Espíritu, tu fuerza,
para convertirnos de raíz, desde dentro, en nuestro yo mas íntimo,
y reorientar nuestra vida hasta ponerla al servicio de los demás.
Porque nuestra inclinación natural es la de aspirar a poder, a ser más,
sin querer caer en la cuenta de en qué medida oprimimos a otros.
Convéncenos, Padre, de que no es ningún honor ser servidos,
y que la verdadera satisfacción está en sentirse útiles a los demás.
No queremos que permanezcan en el olvido y nuestra indiferencia
quienes sufren y mueren cada día de hambre y sed en este mundo,
tan global y cercano para unos y tan distante y perdido para otros.
Ten piedad, Señor, de quienes aun proclamándose tus siervos,
enturbian la claridad de tu mensaje con vanidades y ansias de poder.
Y bendice a cuantos dedican en silencio su vida al bien de los demás.
Uniéndonos en espíritu a todas las personas sencillas y buenas,
recordando también a María, la que se llamó esclava del Señor,
y apoyándonos en Jesús, tu hijo, nuestro hermano y valedor,
te bendecimos ahora, Padre nuestro,
como queremos honrarte por toda la eternidad.
AMÉN.

Rafael Calvo Beca

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PRINCIPIO

Conviértenos, Padre, tú que nos llamas a tu mesa,
cambia nuestro corazón,
haz que se parezca cada vez más al corazón de Jesús, tu hijo, Nuestro Señor.


OFRENDA

Esta ofrenda, nuestro pan y nuestro vino,
quiere representar a nuestra vida entera,
ofrecida, como la de Jesús para ayudar a nuestros hermanos.
Por el mismo Jesús, tu hijo, Nuestro Señor.


DESPEDIDA

Gracias, Padre, por tu Palabra y tu Pan.
Gracias por la eucaristía, que nos anima y nos da fuerza.
Gracias sobre todo por tu mejor regalo, por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.


José Enrique Galarreta


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TE CREÍA UN CAPRICHO MÁS


Te creía un Dios cualquiera
de esos que salen al mercado,
crean impacto,
conquistan a la gente
y, en poco tiempo, quedan olvidados.

Te creía un payaso cansado
que se contenta con alegrar
a niños y simples,
y que ofrece oasis de fiesta
porque la vida de cada día
sigue siendo triste e injusta.

Te creía antiguo y bonachón,
señor de paredes y de cuadros
que mira pero no habla;
pastor que sigue manejando la honda
en tiempos de las armas atómicas..

Te creía poca cosa...
No daba importancia a tu palabra
ni a tu compañía.
Eras la visita de cumplido
para después del compromiso.
Eras el postre de una buena comida,
el complemento sentimental
de la razón y de la ciencia...

¡Te creía un capricho más!

Pero eres un Dios de vida e ilusiones.
No es inofensivo acercarse a ti.
No es una cortesía inocente dejarte entrar,
abrirte la puerta,
enseñarte la casa
y darte asiento en el salón.

¡Huésped inquieto y peligroso,
tierno y guasón,
inteligente y eficaz!
Zaqueo firmó un cheque en blanco.

Yo te creo, Dios.
Te creo capaz de dar la vuelta a la cabeza,
al corazón y a la vida,
a todas las vidas de todas las personas.
Capaz de reformar todos los planes
y desviar todas las rutas;
de abrir nuevos caminos;
de ofrecer horizontes inéditos.

Yo te creo capaz
de fijarte en quien está en la higuera;
de invitarte a comer por sorpresa;
de hospedarte en casa de un pecador;
de repetir, hoy, la historia.

No te hagas rogar.
Mírame como Tú sabes,
e invítate a comer en mi casa.

Florentino Ulibarri

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