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viernes, 8 de abril de 2011

Comentario Bíblico y Pautas para la Homilía: V Domingo de Cuaresma (Jn 11, 1-45) - Ciclo A


Publicado por Dominicos.org

“Yo soy la resurrección y la vida”

Estamos concluyendo la cuaresma. Cuando la iniciamos, el miércoles de ceniza, se nos invitó a la conversión, al cambio: “Conviértete y cree en el evangelio”. Conversión que se identifica con morir a determinados aspectos de nuestra existencia, para comenzar a vivir de una forma nueva donde aparezcan los signos de algo diferente, fruto del espíritu que habita en nosotros. Finalizamos ese tiempo de muerte para “ir resucitando” a un tiempo nuevo, caracterizado por una vida que viene con la resurrección de Jesucristo.

Como todo camino que se acerca a su final, es momento de dirigir la mirada hacia atrás, para contemplar el trecho recorrido, los aciertos y desaciertos con los que se ha ido tejiendo la andadura; por eso es tiempo, también, de ir rematando adecuadamente nuestra conversión. Ya se vislumbra en el horizonte la luz de la Pascua que ha sido el motivo que ha demandado de nosotros todo este esfuerzo de conversión.

Desde esa mirada hacia atrás y hacia delante parece que la liturgia de este domingo está construida con temas complementarios y contrapuestos: muerte-vida, carne-espíritu, adhesión a Jesús-rechazo de Jesús. En todo queda claro el deseo de Dios de hacer de nosotros un pueblo nuevo que, dejando atrás todo lo perecedero –todo lo que lleva el sello de la muerte, los sepulcros- se vaya rehaciendo con el sello de la vida que viene del Espíritu. La vida, unida siempre a la resurrección, en contraposición a la muerte, tiene una presencia destacada en las lecturas de este domingo. Todo ello nos adelanta la realidad de lo que será el culmen de la Semana Santa: la resurrección de Jesús.

Fray Salustiano Mateos Gómara
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)


Comentario Bíblico

Primera lectura: (Ezequiel 37,12-14).

Marco: Ez 37 recoge la visión cruda de los huesos secos que vuelven a la vida. La representación es original y singular. Pero el contenido global trata de responder a las graves preguntas que se hacían los exilados: ¿dónde está la palabra de Dios? ¿Por qué guarda silencio Dios? ¿Qué futuro espera al pueblo exilado? ¿Dónde están las promesas de Dios a los patriarcas? El conjunto responde a estos interrogantes.

Reflexión

¡Dios responde a los interrogantes más profundos de los hombres! El interrogante fundamental que recoge todos los otros es ¿cuál es el sentido de la vida y cuál es su destino futuro? Dios responde a través del profeta que Él mismo toma la iniciativa de sacarlos del exilio y llevarles de nuevo a la tierra prometida. Porque se comprometió solemnemente y cumple su palabra. La vuelta del exilio se convertirá, de esta manera, en la imagen de una liberación mucho más amplia que tendrá lugar en el momento final de la actuación de Dios en favor de los hombres, es decir, en el momento que hemos convenido en llamar "escatológico" (el "tiempo" oportuno en que Dios realiza plenamente su plan). El exilio y la liberación del mismo se interpretó como un motivo de esperanza para el futuro de Israel. ¡La vuelta a la vida y a la esperanza es obra del Espíritu Creador! En este caso, Ezequiel conecta y remite a la acción creadora del Espíritu. Y el Espíritu vuelve a aparecer en un momento crucial de la historia de Israel y también como "Espíritu Creador". La liberación es obra del poder de Dios. Por eso se abre el futuro a una nueva esperanza. ¡Entra en juego la inquebrantable fidelidad de Dios! Esta fidelidad inquebrantable de Dios garantiza la esperanza de los hombres que se realizará en su momento y en el modo, que Dios ha previsto, en la plenitud de los tiempos. Este anuncio de Ezequiel se realizará en la resurrección de Jesús.

Segunda lectura: (Romanos 8,8-11).

Marco: Pablo, procediendo a ilustrar el modo de la justificación por la fe, es decir, los efectos que produce en nosotros sigue este proceso: (1º) la paz con Dios (5,1-11); (2º) la vida (5,12-21); (3º) la esperanza y la vida (6, 1-11); (4º) el creyente es substraído al poder de la ley (7,1-25); (5º) el hombre puede ser justificado por la fe y entonces, en virtud del Espíritu de la vida el hombre está capacitado para abrirse a la vida en cuanto hijo y heredero de Dios, llamado a recibir en el futuro una gloria inefable, en la que participará juntamente con él todo lo creado (8,1-30).

Reflexión

Respuesta coherente al don del Espíritu. En esta nueva situación del hombre creada por el Espíritu, sus actitudes han de ser coherentes con ella. Se ha producido una nueva vida, y con ella las consecuencias de la nueva vida que se manifiestan en el comportamiento cotidiano. El creyente que es movido por el Espíritu realiza las obras del Espíritu. Es luz, porque el Espíritu es luz, en medio de su mundo. Tiene otras motivaciones más hondas que conducen su vida. ¡El Espíritu, firme seguridad de nuestra esperanza! Pero la vida en el Espíritu no sólo se manifiesta en un nuevo modo de comportamiento, sino que también le abre a una gran esperanza. El mismo Espíritu que resucitó a Jesús, a quien se adhiere por la fe, realizará en el hombre una obra semejante: la resurrección. El hombre fue creado para la vida y Dios se la garantiza por la resurrección. Este fragmento conecta tanto con Ezequiel como con el evangelio en este planteamiento central para el hombre que fue creado para la vida y la felicidad y está llamado a la vida y a la felicidad. Y la seguridad de su consecución se adelanta en las "arras" del Espíritu, que habita en el creyente, es un anticipo que garantiza la donación total y para siempre de la vida. Los hombres de hoy, como los de ayer, necesitan el testimonio vivo y convincente de los discípulos y seguidores de Jesús que afirman la seguridad de nuestra esperanza. El hombre necesita una respuesta al enigma de la muerte que le aplasta.

Evangelio: (Juan 11,1-45).

Marco: La afirmación central es que Jesús es la "resurrección y la vida". A partir de un "signo" (la resurrección de Lázaro), Juan nos transmite una espléndida reflexión-revelación de Jesús mismo como fuente de la vida y vencedor de la muerte. Este acontecimiento está estrechamente relacionado con lo que Juan afirma en 5,24-30 (léase detenidamente).

Reflexión

¡El camino-proceso de la muerte a la vida, aunque todavía en el ámbito del signo y del anuncio!

1º) El primer atentado contra la vida del hombre es la enfermedad, un fenómeno desconcertante y atenazante que asalta al hombre menazadoramente. Nos movemos en un ámbito profundamente realista y humano. ¿Que hará Jesús con su amigo que sufre el asalto de una enfermedad que puede conducirlo a la muerte? Este dato hay que entenderlo en aquel contexto histórico y social en el que la medicina se desenvolvía en niveles muy rudimentarios. Realismo humano además porque las dos hermanas sin su hermano quedarán en una situación grave de desamparo. Siempre el punto de partida es el mismo: la realidad humana ante el proyecto de Dios que era de vida y para la vida. Sólo desde la aceptación de la experiencia humana podremos valorar la grandeza del don de la vida que procede de Dios a través de Jesús.

2º) ¡El poder y la gloria de Dios se revela en la debilidad y en la muerte! La obra de dar la vida se presenta en dos estratos o niveles: (1º) quien oye y cree la palabra de Cristo posee ya la vida eterna; es lo mismo que pasar de la muerte a la vida. Ya estamos en el momento en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios y vendrán a la vida (5,24-25); (2º) llega el tiempo en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de ellas (5,28-29). También aquí está presente el bautismo. El Dios de la vida se enfrenta al poder de la muerte. Está en juego el honor y el prestigio de Dios y el destino y la felicidad del hombre.

3º) Los hebreos definen con frecuencia la muerte como una dormición o un sueño en espera del encuentro definitivo con el Dios de la vida fiel a sus promesas. En este proceso hacia la vida, el maestro va a requerir una vez más la confianza total del hombre. Son momentos tensos que el relator quiere presentar dramáticamente ante su lector para que entre él mismo en el juego, para comprometerlo en el desenlace de la acción. De este modo lo que Jesús haga afectará a Lázaro y le afectará a él también. A Juan le gustan la presentaciones dramáticas. Diríamos que era un hábil dramaturgo con la añadidura de que el drama que el maneja es el de la vida, destino y felicidad del hombre a través de Jesús. No es una pura pieza literaria. Es un mensaje definitivo y una repuesta con sentido.

4º) Para que creáis. ¿Para que crean qué? Que el Hijo del hombre tiene poder para dar la vida al que quiere. La característica de este episodio es afirmar que el don de la vida es aquí presentado expresamente como victoria sobre la muerte.

5º) Marta tiene plena confianza en Jesús amigo suyo y de sus hermanos; pero sobre todo, amigo de Dios. Sabe que su relación con Dios es única, singular e irrepetible. Al menos en la presentación que Juan hace de Marta. Envuelta en la desolación, brilla en su corazón la lámpara que Jesús más estimaba: la confianza en la bondad y la fidelidad amorosa de Dios Padre, dador y restaurador de la vida.

6º) Tu hermano resucitará... Sé que resucitará en la resurrección del último día. Con su confesión inicial, Marta muestra que pertenece al círculo de los fariseos que creen en una resurrección universal al final de los tiempos (en contra de los saduceos que no profesaban esta fe). Marta sabe que llegará al final de los tiempos la resurrección universal como acto previo al juicio al que seguirá la vida eterna.

7º) ¡La Vida es una victoria real sobre la muerte! Yo soy la resurrección y la vida. ¿Crees esto?. Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo. El secreto de este acontecimiento es que Jesús revela que la resurrección se anticipará, como en primicia, al tiempo presente proyectada al futuro. Todo el conjunto centra la atención del lector en la declaración solemne de Jesús, que supone la oferta más grandiosa para la humanidad entera porque responde al interrogante más amenazador que atenaza a los hombres: ¿después de esta vida qué? El centro de interés de todo el conjunto es subrayar fuertemente que Jesús es "la resurrección y la vida". Jesús es la resurrección y la vida como oferta para todos los hombres. Y todo esto se fundamenta en un hecho, en un acontecimiento: Cristo ha vencido a la muerte; simbólicamente, a nivel de "signo", resucitando a Lázaro. Este acontecimiento es un "signo" de su propia Resurrección, que será la respuesta definitiva, porque es una resurrección para siempre y fuente de esperanza viva para todos los creyentes.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)


Pautas para la Homilía

“Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro…”

El pasaje evangélico que hoy nos ocupa, es un relato muy bien diseñado y un dibujo muy claro de la humanidad de Jesús. Está construido en forma de diálogo familiar con Marta, la hermana de Lázaro, donde, con pequeñas pinceladas, va quedando patente la tristeza y el desconcierto ante la muerte, pero, al mismo tiempo, reflejando un ambiente de confianza y amistad que sirve para dejar patente otros aspectos humanos de Jesús, especialmente sus sentimientos: Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro… Jesús sollozó… Sollozando de nuevo…

“Yo soy la resurrección y la vida…”

De forma gradual nos va acercando al hecho central de la resurrección de Lázaro, donde se explicita que Jesús, no solo es la vida, sino que es dador de vida. El tema de Jesús dador de vida, es recurrente en el evangelista Juan. Completa así la simbología de los tres domingos anteriores: el agua, la luz; hoy, la vida. Dar vida es la finalidad de su presencia en el mundo. Así lo manifiesta Jesús en el evangelio de Juan: “He venido para que tengan vida y vida abundante” (Jn.10,10). De esa forma queda claro que, con Jesús, la muerte no tiene ninguna fuerza, ya que Él ha venido a derrotarla. Es lo que ha ido quedando claro en su caminar por Palestina donde la muerte ha sido derribada de muchas maneras: las curaciones de todo tipo, el rescate de un pecador público como Zaqueo, el perdón a la mujer adúltera, la acogida a cuantos son marginados y despreciados en la sociedad… en todos ellos Jesús va dando respuesta a la necesidad de vida de la gente. En esa respuesta, la muerte ya está siendo derrotada.

“Si hubieras estado aquí…”

Como en otras ocasiones, para llegar a esa certeza, -Jesús dador de vida y destructor de la muerte-, ha sido necesario ir desbrozando el camino a través del diálogo con Marta. Tras ese diálogo surge con naturalidad la confesión en su condición mesiánica, quedando clara su misión sanadora-salvadora. El camino de la fe es camino de confianza, donde el hombre expresa sus convicciones en ese diálogo-oración con el autor de la vida. Ahí quedan expuestos los claroscuros que conforman nuestra existencia: nuestros deseos más hondos, también nuestras necesidades. Y es en ese diálogo donde cabe todo lo que conforma la vida de las personas. Es ahí donde surge la confianza hecha expresión en la fe que manifiesta Marta en la conversación con Jesús. La añoranza del “si hubieras estado aquí”, se complementa con la seguridad del “sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá”.

“Os infundiré mi espíritu y viviréis…”

Si algo queda claro en la historia de Israel es que Dios es siempre fuente de vida. Es lo que nos ha recordado Ezequiel en la primera lectura. El profeta ve al pueblo en situación de muerte, simbolizada en esta expresión: un montón de huesos. Parece que todo se ha terminado, ya no hay esperanza. Y ahí aparece la voz vivificadora de Dios “Yo abriré vuestras tumbas y os sacaré de ellas… Os infundiré mi espíritu y viviréis”. Dios no es Dios de muertos sino de vivos. Él es el único que puede hacer volver a la vida todo aquello que ha ido muriendo por desidia o maldad del hombre.

Es lo que hace Jesús: devolver la vida a Lázaro. ¿Para qué? Para ayudar a los hombres a creer. Así lo manifiesta en su oración al Padre: “yo sé que tú me escuchas siempre; lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado… Al ver lo que había hecho Jesús, muchos creyeron en Él”. Los milagros-signos de Jesús nos trasladan siempre a otra realidad más amplia y más profunda: su condición de Mesías, Hijo de Dios, a cuyo conocimiento y gloria dirige él todo su obrar entre los hombres.

“Pero el espíritu vive por la justicia”

Miremos nuestra propia realidad. El agua del bautismo puso en cada uno de nosotros la semilla de una vida que no se circunscribe a esta realidad terrena; es una vida más rica que la simple vida biológica. Y ese Espíritu que recibimos nos fue dado como fuerza, energía, para vivir de una forma determinada: la de los seguidores de Jesús, de modo que nuestra existencia, como la suya, sea para gloria de ese Padre que está en los cielos. Una gloria que no se expresa solo en simples palabras, sino en hechos, signos, que extienden la semilla de vida. “Si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia”, nos ha recordado Pablo en la carta a los romanos. Somos seguidores, discípulos de Jesús, el dador y defensor de la vida. Participamos de su misión. Se nos ha dado un espíritu que ha de vivir por la justicia. Frente a un mundo que promueve la muerte a través del individualismo, con sus múltiples ramificaciones, y que se solapa en actitudes más o menos justificadas, nos corresponde marcar las diferencias de diversas maneras. El grito de Jesús, a cada uno, es a salir fuera, a alejarnos de esa muerte que va arrollando todo a su alrededor sembrando división, indiferencia, egoísmo. Y es esa muerte, cuya presencia podemos detectar en muchos aspectos de nuestra sociedad actual, la que está demandando nuestra reacción en la misma línea de Jesús. Ante la muerte Jesús se sintió concernido y comprometido, rechazando su fuerza y poniendo en su lugar signos claros de vida. Esa presencia de la muerte puede y debe encontrar en nosotros, no solo denuncia, sino antídoto que impida que se incruste en nosotros para convertirnos en sus servidores. Como Jesús, hemos de dar vida y alentar los signos de su presencia. La vida que Jesús trae, tiene que extenderse en actitudes claras por parte de quienes nos congregamos cada domingo para confesar que Él está en medio de nosotros alentando nuestro caminar entre los hombres. No estamos aquí sólo para luchar contra la muerte; estamos, más bien, para expresar que su vida es nuestra vida, su compromiso es nuestro compromiso; por eso, su lucha por la vida sigue siendo, también hoy, nuestra lucha. En esa actitud tiene sentido todo lo que celebramos y que se nutre en la recepción del pan y la palabra, signos claros de una vida compartida y a compartir.

Fray Salustiano Mateos Gómara
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

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