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viernes, 15 de abril de 2011

Homilías y Reflexiones para el Domingo de Ramos (Mt 26,14-27,66) - Ciclo A


Publicado por Iglesia que Camina

LA SEMANA DE DIOS Y DEL HOMBRE

Comenzamos hoy con la gran Semana de Dios y con la gran Semana del hombre. Dios y el hombre son los dos grandes personajes de estos días. Se trata de los últimos días de la vida de Jesús, que comienza por su entrada triunfal en Jerusalén y terminará con su gran triunfo pascual. Pero antes, habrá que pasar por la Mesa de la Ultima Cena, la Pasión y la Muerte de Cruz.

Si leemos los textos de los relatos de la Pasión nos daremos cuenta de que el personaje central es Jesús, pero opacado por esos otros personajes que se llaman los hombres. Dios en manos de los hombres. Cada vez que Dios cae en manos de los hombres lo pasa mal. Dios lo pasó mal esta semana. Lo juzgamos, que suele ser nuestro estilo de relación con Él. El hombre juez de Dios, el que pregunta e interroga a Dios y el que condena a Dios. Como no resulta fácil entender los caminos de Dios, el hombre prefiere eliminar a Dios de su camino. Dios siempre resulta un estorbo, no porque compita con los hombres, sino porque manifiesta caminos de vida distintos que nosotros no estamos dispuestos a aceptar.

La Semana Santa es preciso leerla entre líneas. Si nos quedamos en la periferia corremos el peligro de no entender nada. La Semana Santa corona la Obra de Jesús y la Obra de Dios. Jesús ratifica con su vida con lo que dijo y habló durante los tres años de predicación. Dios pone de manifiesto cuánto es capaz de amar al hombre. Por eso hay dos palabras que definen la gran Semana: fidelidad hasta la muerte y amor hasta la muerte.

Fidelidad al proyecto de Dios, aunque cueste la vida, y amor de Dios hasta dar la vida por él. Esas son las dos coordenadas que subyacen en la Semana Santa. Si queremos saber hasta dónde tenemos que ser fieles a nosotros mismos, a nuestro bautismo, a nuestra fe, solo nos queda una respuesta: fidelidad hasta renunciar a nuestra propia vida. Si queremos saber cómo es el verdadero amor, el amor de verdad y no ese amor sentimentalista que es más un deseo que otra cosa, la respuesta la tenemos aquí: Amar es dar la vida por el amado. Todo ello nos tiene que llevar a una conclusión: la Semana Santa revela lo que el hombre es para Dios. Tan importante como el mismo Dios que se entrega y muere por Él.



RECORDAR, HACER MEMORIA

Nuestro primer quehacer durante estos días es recordar, hacer memoria, de las últimas horas de vida de Jesús, es decir, de su Pasión y Muerte. Pero un recuerdo que no es quedarnos en el pasado, en lo que pasó, sino una memoria que actualiza, hace presente el pasado.

Jesús no sufrió su Pasión y muerte hace dos mil años. La sigue actualizando cada día en el corazón de cada uno y en el Sacramento de la Eucaristía. “Anunciamos tu Muerte y proclamamos tu Resurrección...” Jesús murió una vez por todas, pero el actuar de Dios es un actuar continuo, un seguir actuando cada día. Por eso cada día Jesús muere por nosotros, sacramento él mismo instituyó: “Haced esto en memoria mía.”

Hacemos memoria del pasado como algo que sigue aconteciendo también hoy. Un Jesús que sigue muriendo y ofreciéndose hoy al Padre por todos nosotros. Para ello está bien el leer durante estos días los cuatro relatos de la Pasión. No en pasado, en ayer, sino en hoy. Podemos cambiarle los nombres para que evitemos quedarnos en el pasado y ponerle los nombres propios de hoy, el tuyo, el mío, el de cualquiera. Podemos también cambiar el nombre de los Jefes y de las calles y ponerle el nombre de las nuestras.

Dejemos de ver esas falsificaciones de las películas y cada uno vivamos hoy aquella realidad mucho más real que la que nos ofrecen las películas.
No hagamos solo memoria con la cabeza. La mejor memoria la hacemos con el corazón. La Pasión o se vive con el corazón, “teniendo los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús”, o de lo contrario todo queda en simples ideas. Jesús vivió desde dentro todo proceso de la Pasión. Por eso la Pasión de Jesús fue mucho más dura en su corazón que en su cuerpo.





CÓMO VIVIR LA SEMANA SANTA

Unos la aprovecharán para irse de turismo.
Otros la vivirán como una semana cualquiera.
¿Y tú cómo quieres vivirla?

Silencio: procura hacer momentos de silencio para interiorizar lo que recordamos.
Silencio: para que puedas interiorizar lo que los ojos ven desde afuera.
Silencio: para meterte en lo que celebramos.

Meditación: no dejes que todo quede en tu cabeza o en tus ojos.
Meditación: contempla con el corazón lo que celebramos.
Meditación: asimila en tu corazón lo que los ojos ven.

Busca espacios de silencio y meditación, ya sea en la Iglesia ya sea en tu casa, ya sea en el monte o la playa.

¿Sentirte culpable? Pues sí. Todos somos culpables de la muerte de Jesús.
Pero que no sea esa culpabilidad que te angustia, sino la culpabilidad del hijo que se reconoce en el amor.
Es la semana de amar y sentirse amados.

Los que podemos regalar es un poquito de ese amor que nos sobra en el corazón.
Los que podemos regalar es un poquito de nuestro amor a los que no son amados.

Los que sentimos que nadie nos ama, estos días hemos de sentirnos inundados del amor de Dios que entrega a su Hijo por nosotros.





DIOS NO FABRICA CRUCES

Dios no es el autor de sufrimiento alguno.
No culpemos a Dios de lo que nos acontece.
Preguntemos más bien de donde procede.

Dios no quiso la Cruz para su Hijo Jesús.
Jesús tampoco la quiso ni la buscó.
La cruz fue consecuencia de la actitud de los hombres.
La mayoría de las cruces provienen de nosotros mismos.

La pobreza no la manda Dios.
Dios quiere que todos tengan lo suficiente para vivir.
Las enfermedades no las manda Dios.
Los médicos dirán cuál es la causa de cada una.
Dios nos quiere sanos a todos.

La injusticia no viene de Dios.
Dios quiere que todos seamos justos con los demás.

Dios no hace cruces. Jesús no fabricó la suya.
Utilizó alguna que había por allí y olía al último crucificado.
No culpemos a Dios de nuestras cruces.

No culpemos a Dios que todo nos salga mal.
Busquemos las causas reales.
Tampoco Dios evita las cruces.
No la evitó ni a su propio Hijo que se lo pidió.

Dios respeta la libertad de los hombres, incluso para el mal.
Dios respeta las leyes de la naturaleza, pero nos regala los médicos.
Las cruces sólo las fabrican los hombres.
Las cruces las fabricamos tú y yo.





VIGILIA PASCUAL

La Pasión y Muerte no terminan en la Cruz ni en el Sepulcro.
Terminan en la RESURRECCIÓN.
Esperemos la Resurrección con la VIGILIA PASCUAL
Encendamos la luz de nuestra Fe en el Cirio Pascual.

Trae una vela bonita que puedas tener encendida durante el año.
Seamos testigos de que
la muerte queda vencida con el la RESURRECCIÓN.

La Gran Semana no puede quedar en las lágrimas al pie de la Cruz
sino que tiene que terminas con
La LUZ PASCUAL
La VIDA PASCUAL
El ALELUYA PASCUAL.

Todos estamos citados a este gran acontecimiento en el que todos podamos cantar de nuevo el ALELUYA. No faltes. Tú eres necesario en este coro pascual.

¡FELICES FIESTAS DE PASCUA!

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