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jueves, 21 de abril de 2011

PREPARADOS Y DISPUESTOS PARA SERVIR LA MESA DE LA COMUNIDAD


JULIO PÉREZ PINILLOS, jppinillo@yahoo.es
RIVAS VACÍAMADRID (MADRID).

ECLESALIA El Jueves Santo es fecha indicada para conmemorar y celebrar en muchos círculos de opción cristiana el regalo de la Eucaristía, centro y culmen de la Comunidad… Me pregunto: ¿Por qué a muchas comunidades serias y buscadoras se les priva de ese Don-Regado necesario para “caminar sin desfallecer en el camino?

Varias son las argumentaciones histórico-pastorales y, sobre todo, canónicas que fuerzan a ese “desfallecimiento” a muchos cristianos buscadores de la Iglesia inspirada en el Evangelio de Jesús. Cada argumento tiene su estudio y su espacio propios. Yo quiero referirme en esta ocasión al celibato impuesto por ley medieval a los Servidores de la Mesa de la Comunidad. Resumo el fondo argumental que presento en el libro “Curas Casados. Historias de fe y ternura” (Albacete. Marzo 2011) donde reflejo mi aporte honesto –creo- madurado a lo largo de 35 años de búsqueda y de ejercicio de cura, célibe o casado, en distintos Grupos y Comunidades parroquiales y no parroquiales con este telón de fondo: Servir a la comunidad. Ello me permite resaltar:

1. Es este un momento oportuno para ratificar, junto a otras voces de mayor peso jerárquico, lo que el MOCEOP , “movimiento pro celibato opcional”, viene publicando e intentando practicar desde hace treinta y dos años:

- El Celibato Opcional de los curas, o sea la coexistencia de presbíteros, casados y célibes, es una riqueza tanto para la correcta interpretación del Nuevo Testamento que recoge claramente esta práctica ministerial, como para la vida cristiana de las comunidades eclesiales cada día más “corresponsables” al par que más carentes de curas que les acompañen desde dentro y, también, para los propios curas que, según el Evangelio y la Tradición, deben procurar vivir su espiritualidad-sicología y la vocación presbiteral conforme a los dones y carismas que el Espíritu tiene a bien comunicar.

- En este sentido es correcto concluir que “tanto” -ni más ni menos- es el cura casado como el célibe, ya se refiera esta comparación al concepto “santo-pecador” -regalo de Dios que solo se nos permite “ponderar” por el grado de amor, perdón y compromiso que practican, en este caso, los presbíteros- o se refiera al concepto “servidor de la comunidad”, ya que está demostrado que tan dispuestos y servidores de las comunidades –y tan débiles, visto desde la otra cara- son los curas célibes como los casados, dando por admitido que según el tipo de comunidad cristiana (más itinerante o más establecida, rural o urbana, mayoritariamente joven o anciana, con predominio de lo catequético y sacramental o de lo profético, “más vertical o más horizontal” etc.) le resultará más “adecuado” un presbítero célibe o casado. Por lo tanto: el mayor o menor grado de “servicialidad” del cura –casado o célibe- dependerá en parte del tipo de comunidad y de tareas mayoritarias para las que estamos “visualizando” al presbítero.

- Lo que la gente pide al cura, célibe o casado, es otra cosa más honda: que, por un lado, sepa a Evangelio y se le note la pasión por la Persona y aporte de Jesús… Por otro que esté metido en la cultura y problemática del pueblo con el que está comprometido. Y, en tercer lugar, que se entregue a la comunidad que le llama: tanto en las necesidades del barrio -los emigrantes, los derechos sociales olvidados, los marginados, etc- como al acompañamiento lúcido y esperanzador de las personas y grupos que son o acuden a la comunidad, procurando al mismo tiempo unas Celebraciones significativas de la Palabra y del Sacramento.

2. Ya existen experiencias significativas de curas casados ejerciendo el ministerio presbiteral en comunidades. No partimos de cero. Solo citar aquí, de pasada, las comunidades eclesiales –algunas parroquiales- que pude contactar en distintos países de Europa y de América gracias a mi responsabilidad de presidente de la Federación Internacional de Curas Casados: las de Brasil. Ecuador, Perú, Estados Unidos, Paraguay, Francia, Bélgica e Italia, para subrayar el hecho y el significado de algunas experiencias de Colectivos presbiterales de España: Las de

- Los curas obreros –reconocidos por el Concilio vaticano II- de los que un 15% son casados. ¿Qué resaltar de esta forma ministerial? Que se ejerce como servicio gratis para bien del erario público y de la economía de la comunidad, ya que el sustento del presbítero proviene de su profesión laica. Además se ejerce desde el corazón del mundo obrero, viviendo y trabajando “como uno de tantos” (vivienda, estilo de vida, salario etc…) y participando en sus organizaciones y reivindicaciones lo que acentúa el carácter profético de su ejercicio presbiteral.

- Los curas casados al servicio presbiteral de Comunidades de Base: Aquí conviene subrayar que la comunidad tiene un papel muy importante a la hora de llamar, acompañar y decidir sobre el aporte del cura, lo que refuerza el papel de la comunidad y, además, las celebraciones suenan más cercanas, más “entre iguales” que se ponen a la escucha del Señor en torno a la vida y a la Mesa.

- Los curas casados llamados y aceptados en comunidades parroquiales: Esto significa que te llama la comunidad parroquial, la tarea es gratis y reflexionas-propones-decides con el conjunto del Consejo Parroquial… con todo lo que esto conlleva de “corresponsabilidad”. Varias preguntas clave: ¿En base a qué tipo de experiencias puede llamarte una parroquia? ¿Cuál considera que puede ser tu servicio y aportación? ¿Por qué te llaman aún a sabiendas de que eres casado?: En el fondo de esta llamada hay muchos años de presencia silenciosa y esperanzada compartiendo desde dentro la vida habitual y las reivindicaciones tanto de los compañeros de fábrica como de los vecinos del barrio-parroquia o de los sectores marginales. Es el “estar con”, “al servicio”, “como uno de tantos”, “en diálogo paciente y respetuoso tanto a la comunidad como a sus “pastores”. Subyace en ellas un lema evangélico clave: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, no dará fruto”. Los procesos históricos suelen ir acompañados de paciencias históricas, aunque lúcidas y constantes. A nosotros nos ha tocado “acumular experiencia que muestre que un ministerio presbiteral no célibe es posible y rico para la comunidad”.

3. Muchos Cardenales y Obispos vienen dando apoyos a estos pasos renovadores desde hace años. Reflejaré solo los de aquellos a los que pude visitar con ocasión de mi responsabilidad internacional, en Brasil, Londres, Viena, y España:

- El cardenal Lorscheider, (Fortaleza. Brasil) nos hizo saber a los participantes en el Primer Congreso latinoamericano de curas casados de Brasil –Curitiva. Enero de 1989-: “Uds., “padres” casados, no solo no son fugitivos o desertores, sino pioneros de un movimiento que necesita la Iglesia”.

- Tres años más tarde el cardenal Dom. Luciano –entonces presidente de la Conferencia Episcopal Brasileña- nos dijo con motivo de una visita “ad hoc” de una delegación de los curas casados de Brasil: “¿A qué este desperdicio?… Gastamos cantidad de dinero para formar a los sacerdotes y luego los abandonamos porque no nos sirven (¿Porqué?). Me recuerda a esos coches nuevos y perfectamente equipados, relucientes en el “parque de la Factoría” pero que no deben ponerse en funcionamiento ni siquiera ante una emergencia… ¿Por decisión de quién?”

- El entonces Cardenal de Londres -Basil Hume- a quien visitamos en el año 1994 los miembros del Comité Ejecutivo de la FISCC, después de dos horas de escucha, bolígrafo en mano, nos dijo aquella frase memorable: “Esto no debe seguir así…, hablaré con Roma”.

- El hoy Cardenal titular de Viena -Christof. Schörborn- a quien los miembros del Comité Ejecutivo de la Federación visitamos en 1995 –más fugazmente, es verdad, que a Basil Hume- nos dijo en tono prudente: “lo del celibato de los sacerdotes es un tema importante… que seguramente tendrá que cambiar… Ya veremos”.

- Con D. Pedro Casaldáliga compartimos mi esposa y yo durante cinco días casa, mesa y largas conversaciones sobre el ministerio presbiteral; fuimos a pedirle un mensaje para nuestro Cuarto Congreso Internacional –Brasilia/1996-. Al momento de despedirnos, en el abrazo de paz de la Eucaristía nos dijo: “Os ha tocado defender el celibato opcional, como a mí defender a los pobres de Brasil… Hacedlo con esperanza y perseverancia… acompañando a las comunidades y haciéndoos creíbles”.

- D. Alberto Iniesta era nuestro obispo en Vallecas y amigo con quien conversábamos con frecuencia. Emilia, -hoy mi esposa- y yo le planteamos nuestra intención de casarnos y procurar defender el ministerio presbiteral no célibe en medio de las comunidades que lo entendieran. Nos escuchó y nos dijo: “…Va a ser un camino muy difícil… pero el Evangelio no me autoriza a deciros que lo que intentáis no sea evangélico… Si os creéis llamados a intentarlo procurad no romperos como pareja porque va a ser largo… y caminad junto con las comunidades. Que en adelante nos veamos para hablar de cómo vivimos el Evangelio vosotros y yo…”.

4. Es necesario un cambio sobre este tema en diálogo respetuoso con las Comunidades eclesiales y con sus “pastores” o “guías”. Al margen de que es un clamor general y de que las estadísticas entre los cristianos muestran un apoyo a este cambio cifrado en el 75% en Estados Unidos, un 73% en Europa y un 70 en España, este cambio debe procurarse por bien de:

- La Biblia y de la teología: no parece creíble evangélicamente que se haya querido interpretar el mensaje original del Nuevo Testamento y de la Tradición sobre los presbíteros en la comunidad en el sentido restrictivo y exclusivista que nos quieren imponer algunas corrientes conservadoras. Es obvio que el respeto al pluralismo bíblico y teológico nos obliga –y con cierta urgencia- a otras interpretaciones y prácticas en un tema bíblico y teológico tan vital para la comunidad eclesial. Muchos obispos, teólogos y comunidades así lo están pidiendo.

- La sana espiritualidad y afectividad de los curas saldrían ganando al evitárseles imposiciones que nada tienen que ver con el espíritu del Evangelio, ni con lo que hoy nos muestran la sicología y la libertad profundas. Igualmente saldrían ganado las comunidades eclesiales que percibirían un enfoque plural y más tierno de la sexualidad y del rol de la mujer -¿también presbítero/a?-, tanto en lo referido a la sicología como a la ministerialidad presbiteral que dibuja el Nuevo Testamento.

- El servicio pastoral a la Iglesia y a las comunidades cristianas que no tienen por qué ser castigadas a caminar sin la fuerza de la Palabra-Eucaristía y sin el acompañamiento de aquellas personas a las que ellas llaman, razonablemente, como presbíteros. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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