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miércoles, 23 de noviembre de 2011

I Domingo de Adviento (Mc 13,33-37) - Ciclo B: Yo sé que estoy jugando con fuego


Por P. Félix JiménezTutor, escolapio

Érase un bodeguero de Broadway al que, en una de mis visitas, le anuncié la buena noticia de Jesucristo. Me escuchaba con educación pero con escaso interés. Y le dije:
¿Sabe que la salvación es un don de Dios que nadie se gana aunque trabaje 14 horas diarias? ¿Sabe que Jesucristo murió para pagar el precio de todos sus pecados?
¿Por qué no viene a celebrar con nosotros, en nuestra iglesia, el amor de Dios y el regalo de su perdón?
El bodeguero de Guayubín, en su bodega de Broadway, me miró a los ojos y me dijo: "Todavía no. Yo sé que estoy jugando con fuego aquí, pero me lo paso muy bien. Me gusta el Brugal e ir de rumba con los amigos y tengo un par de novias aquí y otra en mi país. Sonó el beeper y me dijo: escuche "la llamada de la carne". La verdad es que no voy a esperar a tener ochenta años para cambiar pero de momento esta vida loca me va y es para mí".
Cuántos bodegueros como éste circulan por la vida.
¿Saben cuál es el pecado más grande de nuestra comunidad?
El mayor pecado no es el Brugal o las Coronitas, ni el sexo, ni las drogas, …
El mayor pecado de los cristianos es "dejar para más tarde" el encuentro sincero con el Señor, porque, hoy por hoy, la vida loca es para mí.
Sí, hermanos, vivimos como si esta telenovela que es nuestra vida no fuera a tener final.
Imagínese que mañana tiene una cita con su médico y al final de la visita le dice: tiene cáncer y le quedan unos meses de vida.
Seguro que esa noticia le abrirá los ojos al ayer, al hoy y al mañana. Y seguro que nada ni nadie en su vida será como antes. Y seguro que comprará un Easy Pass para cruzar el puente a la otra orilla.
La Palabra de Dios en este primer domingo de Adviento es nuestra cita con el médico Jesucristo. Esta cita no es sólo personal, es también comunitaria y su receta vale para todos nosotros.
Todos nosotros somos hombres y mujeres que estamos en la lista de espera. Adviento es tiempo de espera y de purificación, de vigilancia y de alerta.
"Estén alerta, no sea que se endurezcan sus corazones en los vicios, borracheras y preocupaciones de la vida. No sea que ese día caiga de repente sobre ustedes"…
¡Qué difícil vivir la tensión de la espera!
¡Qué difícil la espera de una visita segura pero sin fecha!
¡Qué difícil la escucha de la Palabra de Jesús: estén alerta!
Adviento es tiempo de vivir comunitariamente las tres citas que tenemos con el Señor Jesús.
Adviento es tiempo de recuerdo y de memoria.
Jesús vino. En este hoy hacemos memoria de aquella primera visita, aquella primera cita de Dios con los hombres. ¡Que está lejos, cierto!. ¡Que nosotros no fuimos testigos, cierto! Pero aquí venimos a hacer memoria de aquel día en que todo cambió y aunque aparentemente todo sigue igual: guerra, cárceles, drogas, injusticias… Nosotros sabemos que lo malo ha sido vencido y sabemos que cada uno de nosotros somos distintos y nos definimos como hijos de Dios. Recordamos que Jesús vino y recuerdo que yo soy, gracias a su visita, un hombre nuevo, un hombre libre, un hombre perdonado, un hombre amado y un hombre con futuro.
Adviento es tiempo de misterio.
Jesús viene en el misterio. Es la cita diaria con el Señor. Jesús es mucho más que un recuerdo de hace dos mil años. Jesús es presencia viva hoy.
Hoy viene a mi encuentro en el misterio de la comunidad del Pilar aquí reunida, en el empujón de la Palabra de Dios compartida, en el misterio grande del pan y del vino, en el amor de los hermanos. Hoy, Jesús está aquí con nosotros, en esta fiesta, en esta asamblea eucarística.
Jesús viene hoy y me invita a estar alerta, a no embrutecerme y me invita a tomar control de las cosas que puedo controlar: mi familia, mi trabajo, mis hijos, mis relaciones, mi dinero, mis vicios… El resto se lo dejo a Dios.
Adviento es tiempo de majestad y de ensayo.
Jesús vendrá en majestad.
Esta es la tercera cita con el Señor.
Este es el anuncio de la Palabra de Dios y del adviento. Vendrá, hay un final, vendrá a juzgar a vivos y a muertos. Vendrá en majestad.
Vino en la debilidad de la carne.
Viene en la oscuridad del misterio.
Vendrá en majestad, vestido de gloria y de poder.
La mejor manera de ensayar este encuentro es prepararlo, es dejar que Dios entre en el caos de nuestra vida y vivir la esperanza de la salvación.
¿Cuántos bodegueros hay entre nosotros?
¿Cuántos dejan para mañana la cita con el Señor?
¿Cuántos dicen: comamos, bebamos…porque quién sabe si vendrá o no vendrá el Señor?
Muchos prefieren jugar con fuego.
Nosotros, los aquí reunidos, queremos celebrar al Señor que vino, queremos acoger al Señor que viene hoy y queremos celebrar su venida en gloria porque la preparamos, la esperamos y la deseamos.
Ayer es historia.
Mañana es misterio.
Hoy es un regalo.
Por eso a veces le llamamos un presente.
El Adviento es tiempo de espera. No la espera de la dulce Navidad ni la amarga espera del final. Es la espera de la felicidad prometida por Dios y del acontecimiento de Cristo, nuestro Salvador.
Evento revestido de un ropaje de película de terror. Pero el terror y la muerte están siempre al acecho en nuestra vida. Ya estamos acostumbrados.
"Creía que este amor duraría siempre y me equivocaba. De ahora en adelante, los astros están de más: apágalos todos: cubre la luna y deshaz el sol; seca el océano y barre los bosques; ya que, de ahora en adelante, nada podrá ya serme favorable", escribe el poeta.
Cuando la tragedia nos golpea a través de la muerte o la desgracia, cuando un amor nos deja, entonces es cuando tenemos que afrontar nuestra crisis, nuestro final, nuestra muerte, interior.
El evangelio es siempre buena noticia. Pero hay que perseverar y seguir creyendo que el amor de Dios es más fuerte que la muerte y que no tenemos nada que temer cuando el Señor venga en su gloria. Nos sentará a la mesa de los amigos y nos saludará con palabras que no pasarán.

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