¿Que estaría haciendo hoy Ignacio de Loyola? ¿Cómo celebraría un fin de año y cómo recibiría el nuevo?
Seguramente se tomaría un buen rato para mirar el camino recorrido, trayendo a su memoria tiempos, personas y lugares. Se quedaría ponderando con mucho afecto cuánto ha hecho Nuestro Señor por él, cuánto le ha dado y cuánto aún desea dársele en cuanto puede (EE 234). Sería muy raro encontrarlo a Ignacio lamentándose por los males de este mundo, pues en su sabiduría entiende que todo es providencia. Tampoco se detendrá en culpas malsanas y reproches autocentrados. Muy probablemente Ignacio recorrería el tiempo transcurrido dando gracias, mirando los acontecimientos como ocasiones para “alabar, hacer reverencia, y servir” (EE 23), y devolviendo al creador todo lo vivido: “vos me lo disteis, a vos Señor, lo torno; todo es vuestro” (EE 234). Ignacio entrega lo que ha vivido, lo devuelve a quien se lo ha dado y no se queda con nada. Lo único que pide es su amor y su gracia, con eso le basta.
Después de un buen rato, agradecido y desprendido, entraría en la pasividad contemplativa de quien es visitado por el Resucitado en su oficio de consolar. El Señor de la historia entraría en su alma “como en propia casa a puerta abierta” (EE 335)… también para agradecer! Sí, Jesús valora y agradece hasta el vaso de agua que dimos al más pequeño de los suyos (Mt 10, 42). La memoria agradecida de Jesús viene a completar el recorrido del año, sazonando los mismos acontecimientos con esa sal que no pierde su sabor. Y si algo quedaba por desanudar o reconciliar, es transfigurado por la gratitud de Jesús.
Al año nuevo que viene hay que salir a recibirlo, hay que escuchar el mensaje que trae, su nueva
invitación para mi vida. Es en este tiempo, en este nuevo año, que somos llamados a entrar en la gloria del Padre (EE 95), somos llamados al trabajo por un Reino donde la gloria de Dios es la vida del hombre, diría Ireneo. Ignacio recibiría el año nuevo pidiendo “no ser sordo… más presto y diligente” en hacer que todo hombre y todos los hombres tengan Vida plena y abundante. Vinimos a este mundo para vivir esta plenitud y celebramos el regalo de otro año para construirla.
Agustín Rivarola, SJ
Publicado por AMDG
Seguramente se tomaría un buen rato para mirar el camino recorrido, trayendo a su memoria tiempos, personas y lugares. Se quedaría ponderando con mucho afecto cuánto ha hecho Nuestro Señor por él, cuánto le ha dado y cuánto aún desea dársele en cuanto puede (EE 234). Sería muy raro encontrarlo a Ignacio lamentándose por los males de este mundo, pues en su sabiduría entiende que todo es providencia. Tampoco se detendrá en culpas malsanas y reproches autocentrados. Muy probablemente Ignacio recorrería el tiempo transcurrido dando gracias, mirando los acontecimientos como ocasiones para “alabar, hacer reverencia, y servir” (EE 23), y devolviendo al creador todo lo vivido: “vos me lo disteis, a vos Señor, lo torno; todo es vuestro” (EE 234). Ignacio entrega lo que ha vivido, lo devuelve a quien se lo ha dado y no se queda con nada. Lo único que pide es su amor y su gracia, con eso le basta.
Después de un buen rato, agradecido y desprendido, entraría en la pasividad contemplativa de quien es visitado por el Resucitado en su oficio de consolar. El Señor de la historia entraría en su alma “como en propia casa a puerta abierta” (EE 335)… también para agradecer! Sí, Jesús valora y agradece hasta el vaso de agua que dimos al más pequeño de los suyos (Mt 10, 42). La memoria agradecida de Jesús viene a completar el recorrido del año, sazonando los mismos acontecimientos con esa sal que no pierde su sabor. Y si algo quedaba por desanudar o reconciliar, es transfigurado por la gratitud de Jesús.
Al año nuevo que viene hay que salir a recibirlo, hay que escuchar el mensaje que trae, su nueva
invitación para mi vida. Es en este tiempo, en este nuevo año, que somos llamados a entrar en la gloria del Padre (EE 95), somos llamados al trabajo por un Reino donde la gloria de Dios es la vida del hombre, diría Ireneo. Ignacio recibiría el año nuevo pidiendo “no ser sordo… más presto y diligente” en hacer que todo hombre y todos los hombres tengan Vida plena y abundante. Vinimos a este mundo para vivir esta plenitud y celebramos el regalo de otro año para construirla.
Agustín Rivarola, SJ
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