Publicado por Fe Adulta
LA CRUZ
Jesús nos salva con su vida y su revelación.
No salva el dolor sino el amor-entrega.
LA CRUZ
Jesús nos salva con su vida y su revelación.
No salva el dolor sino el amor-entrega.
Monición de entrada
Hemos convertido la cruz en un signo decorativo que identifica el ámbito cristiano. Pero no debiéramos acostumbrarnos a ella. Debería recordarnos por encima de todo y a gritos que aún quedan muchos crucificados en este mundo que esperan angustiados a que les bajemos de su cruz. Hoy celebramos, austeramente, la pasión y muerte de Jesús, la hora de su entrega final. ¿Necesitamos algo más de su parte para decidirnos de una vez a interesarnos por los demás?
Silencio.
Oremos.
Dios y Señor nuestro: no encontramos palabras para agradecerte el ejemplo de vida que nos ha dado tu hijo Jesús hasta sus últimos instantes. Sabemos cómo hemos de mostrarte ese agradecimiento, que es tratando de imitarle y poniendo nuestra vida a disposición de quienes más nos necesiten. Queremos prometértelo ante la cruz de Cristo. Contamos con tu ayuda y esperamos que nunca nos falte. Es lo que te pedimos humildemente en nombre de tu hijo Jesús, nuestro guía fiel y nuestro hermano. Amén.
ORACIÓN UNIVERSAL
Oremos, hermanos y hermanas, por nosotros la iglesia: por el papa, los obispos y todo el pueblo cristiano.
Dios de bondad, deseamos que la fuerza de tu Espíritu nos llegue a cuantos integramos la iglesia, para que no seamos signo de poder y riqueza, sino que por el contrario estemos siempre del lado de los desheredados de este mundo y sirvamos eficazmente a la implantación de tu reino.
Que nunca nos falte tu ayuda,
te lo pedimos por tu hijo Jesús. Amén.
Oremos, hermanos, por todas las personas creyentes del mundo, no importa si se dirigen a Dios llamándole Yahvé, Dios, Alá o por cualquier otro nombre, para que sean fieles a sus creencias y éstas les hagan crecer como personas justas y responsables.
Dios único y de todos, que estás por encima de todas las religiones y nos amas a todos por igual, te prometemos profundizar en nuestra espiritualidad y vida interior, para que cada uno de nosotros llegue a la verdadera plenitud humana.
Que nunca nos falte tu ayuda,
te lo pedimos por tu hijo Jesús. Amén.
Oremos, hermanos, por quienes no creen en Dios, por quienes no han podido o no desean reconocer la existencia de la divinidad.
Dios Padre Creador del Universo, querríamos contribuir a que cada hombre y cada mujer, con independencia de su creencia, quiera y pueda construir su vida en el amor y la justicia hacia quienes les rodean y en el respeto hacia la naturaleza.
Que nunca nos falte tu ayuda,
te lo pedimos por tu hijo Jesús. Amén.
Oremos, hermanos, por los que gobiernan, por los políticos, por quienes detentan el poder fáctico, por los jueces, por quienes ejercen cualquier tipo de poder o responsabilidad sobre los demás.
Dios de la Libertad, nos proponemos hacer que el destino de todos los habitantes de la Tierra esté en manos de personas responsables y honestas, elegidas libremente, que pongan por encima de intereses políticos o económicos los intereses de sus pueblos y desarrollen políticas que busquen la paz, la cultura y la libertad.
Que nunca nos falte tu ayuda,
te lo pedimos por tu hijo Jesús. Amén.
Oremos, hermanos, por los empobrecidos, por los marginados, por los que están solos, por los que sufren, por todos los crucificados del mundo.
Dios misericordioso, deseamos fervientemente llevar el consuelo a los que lloran y sufren, acompañarles en su dolor, y ante todo solucionar sus problemas y hacerles verdaderamente felices.
Que nunca nos falte tu ayuda,
te lo pedimos por tu hijo Jesús. Amén.
Roguemos finalmente por todos nosotros, para que nuestros lazos en la fe se plasmen en cariño mutuo dentro de la comunidad y juntos luchemos codo con codo en la construcción de otro mundo mejor.
Madre y Padre nuestro, bendice a todos tus hijos, infúndenos alegría de vivir, sed de justicia, perseverancia en la oración, constancia en el compromiso y paciencia en el camino de la cruz.
Que nunca nos falte tu ayuda,
te lo pedimos por tu hijo Jesús. Amén.
Hemos convertido la cruz en un signo decorativo que identifica el ámbito cristiano. Pero no debiéramos acostumbrarnos a ella. Debería recordarnos por encima de todo y a gritos que aún quedan muchos crucificados en este mundo que esperan angustiados a que les bajemos de su cruz. Hoy celebramos, austeramente, la pasión y muerte de Jesús, la hora de su entrega final. ¿Necesitamos algo más de su parte para decidirnos de una vez a interesarnos por los demás?
Silencio.
Oremos.
Dios y Señor nuestro: no encontramos palabras para agradecerte el ejemplo de vida que nos ha dado tu hijo Jesús hasta sus últimos instantes. Sabemos cómo hemos de mostrarte ese agradecimiento, que es tratando de imitarle y poniendo nuestra vida a disposición de quienes más nos necesiten. Queremos prometértelo ante la cruz de Cristo. Contamos con tu ayuda y esperamos que nunca nos falte. Es lo que te pedimos humildemente en nombre de tu hijo Jesús, nuestro guía fiel y nuestro hermano. Amén.
ORACIÓN UNIVERSAL
Oremos, hermanos y hermanas, por nosotros la iglesia: por el papa, los obispos y todo el pueblo cristiano.
Dios de bondad, deseamos que la fuerza de tu Espíritu nos llegue a cuantos integramos la iglesia, para que no seamos signo de poder y riqueza, sino que por el contrario estemos siempre del lado de los desheredados de este mundo y sirvamos eficazmente a la implantación de tu reino.
Que nunca nos falte tu ayuda,
te lo pedimos por tu hijo Jesús. Amén.
Oremos, hermanos, por todas las personas creyentes del mundo, no importa si se dirigen a Dios llamándole Yahvé, Dios, Alá o por cualquier otro nombre, para que sean fieles a sus creencias y éstas les hagan crecer como personas justas y responsables.
Dios único y de todos, que estás por encima de todas las religiones y nos amas a todos por igual, te prometemos profundizar en nuestra espiritualidad y vida interior, para que cada uno de nosotros llegue a la verdadera plenitud humana.
Que nunca nos falte tu ayuda,
te lo pedimos por tu hijo Jesús. Amén.
Oremos, hermanos, por quienes no creen en Dios, por quienes no han podido o no desean reconocer la existencia de la divinidad.
Dios Padre Creador del Universo, querríamos contribuir a que cada hombre y cada mujer, con independencia de su creencia, quiera y pueda construir su vida en el amor y la justicia hacia quienes les rodean y en el respeto hacia la naturaleza.
Que nunca nos falte tu ayuda,
te lo pedimos por tu hijo Jesús. Amén.
Oremos, hermanos, por los que gobiernan, por los políticos, por quienes detentan el poder fáctico, por los jueces, por quienes ejercen cualquier tipo de poder o responsabilidad sobre los demás.
Dios de la Libertad, nos proponemos hacer que el destino de todos los habitantes de la Tierra esté en manos de personas responsables y honestas, elegidas libremente, que pongan por encima de intereses políticos o económicos los intereses de sus pueblos y desarrollen políticas que busquen la paz, la cultura y la libertad.
Que nunca nos falte tu ayuda,
te lo pedimos por tu hijo Jesús. Amén.
Oremos, hermanos, por los empobrecidos, por los marginados, por los que están solos, por los que sufren, por todos los crucificados del mundo.
Dios misericordioso, deseamos fervientemente llevar el consuelo a los que lloran y sufren, acompañarles en su dolor, y ante todo solucionar sus problemas y hacerles verdaderamente felices.
Que nunca nos falte tu ayuda,
te lo pedimos por tu hijo Jesús. Amén.
Roguemos finalmente por todos nosotros, para que nuestros lazos en la fe se plasmen en cariño mutuo dentro de la comunidad y juntos luchemos codo con codo en la construcción de otro mundo mejor.
Madre y Padre nuestro, bendice a todos tus hijos, infúndenos alegría de vivir, sed de justicia, perseverancia en la oración, constancia en el compromiso y paciencia en el camino de la cruz.
Que nunca nos falte tu ayuda,
te lo pedimos por tu hijo Jesús. Amén.
ORACIÓN ANTE EL CRUCIFICADO
Se trae en procesión un crucifijo
y se coloca en lugar preferente junto al altar.
Lectura a modo de monición
No es la cruz la que salva, sino aquello de lo que nos hemos de salvar. La pobre humanidad, para su gran desgracia, inventó la cruz para matar al enemigo e hizo de ella un cruel instrumento de tortura y muerte.
Un viernes de abril, crucificaron a Jesús, por querer destruir el Templo y amenazar el orden del Imperio. Jesús fue crucificado contra la voluntad de Dios, que solo puede querer que vivamos.
Sin embargo, los cristianos entendieron la cruz de Jesús en clave cultual de sacrificio y perdón. Y llegaron a decir que, en realidad, fue Dios el que crucificó a Jesús. Pero nadie explicó nunca por qué Dios exige expiación.
¿Quién puede creer hoy en un Dios que exige expiar culpas, a veces al propio culpable, a veces al inocente en lugar del culpable? Ese dios sería un monstruo terrible.
No es esa la religión de Jesús. A Jesús no le importó el pecado sino la gente que sufría y la gente que hacía sufrir. No le importó la culpa sino la gente herida, y la gente que hería. Todo el que hiere es porque está herido, y lo que necesita es sanación, no castigo.
Los cristianos veneraron a Jesús, primero en figura de cordero, de buen pastor, de pez y de ancla. Y al cabo de trescientos años, empezaron a venerarle en figura de cruz. Y la cruz –el maldito instrumento de tortura y de muerte, impuesto por los poderosos a los sediciosos y profetas– volvió a convertirse en signo de la Vida.
Pero aún persiste el equívoco y hay que despejarlo. El Dios de la expiación nunca existió, y la religión de la expiación ha de ser borrada. El dolor no es lo que salva, sino aquello de lo que hemos de ser salvados. Y la salvación no consiste en ser absueltos de una culpa ni en expiarla, sino en ser curados de todas las heridas.
Benditos sean todos los crucificados, y malditas sean todas las cruces, también la de Jesús. Es el Hermano Herido el que nos salva. Todas las hermanas y hermanos heridos por ser buenos nos salvan, a pesar de la cruz. Por supuesto, no sin la cruz. Pero ciertamente, no por la cruz.
Se da a besar el crucifijo.
Plegaria final (Gabriela Mistral)
En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada;
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es solo
la llave santa de tu santa puerta. Amén.
Acción de gracias
A Ti, Dios y Padre nuestro, levantamos nuestro espíritu
y entonamos en tu honor esta acción de gracias.
Eres amor y nos has amado antes de que existiéramos.
Por amor lo has creado todo y lo sostienes:
en Ti somos y en Ti vivimos, esa es nuestra fe.
Sentimos que eres más Padre y Madre que Señor.
Y nos pesa que te hayamos imaginado como juez justiciero
cuando únicamente quieres de nosotros que seamos felices
y cuidemos de los hermanos que sufren más penalidades.
Queremos prestarte nuestros brazos y en tu nombre
bajar de la cruz a los crucificados de hoy,
curar sus heridas, consolarlos
y compartir con ellos los bienes que disfrutamos.
Aunque no necesitas de nuestras alabanzas, Padre Dios,
te dedicamos este himno de bendición a tu mayor gloria…
Memorial de la Cena del Señor
Gracias, Padre santo, te damos gracias por tu hijo Jesús,
que con su trayectoria de vida que culmina en la cruz
y con su palabra, ha llenado de sentido nuestra existencia y nos ha iluminado el camino que nos lleva a Ti.
Gracias, Padre, porque hemos encontrado en tu hijo Jesús
la fuerza precisa para comprometernos en su seguimiento.
Al recordar sus enseñanzas y cómo las plasmó en su vida,
vemos que la cruz y el sacrificio personal no son la meta,
que lo que nos pide Dios es que seamos todos felices,
aunque también nos pide que seamos capaces de asumir las renuncias que sean precisas para conseguirlo.
Pero también sabemos, por Jesús, nuestro buen maestro,
que la mayor felicidad está en darse desinteresadamente,
que sólo alcanzaremos nuestra plenitud humana,
superando nuestros egoísmos
y vaciándonos en favor de la humanidad.
Invocación al Espíritu de Dios
Tenemos presente toda la vida de Jesús,
comprometida hasta la muerte,
y nos llena de alegría y esperanza creer que vive en Ti.
Queremos ser fieles al mensaje que nos legó tu hijo Jesús,
queremos imitarle, queremos copiar su estilo de vida,
su forma de amar y entregarse a los demás.
Envíanos tu Espíritu, Dios y Padre nuestro,
para que no nos angustien los sacrificios que nos exija
y nos alegre la felicidad que habremos sabido repartir.
Nos unimos ahora en espíritu
a cuantos ya pasaron por este mundo y permanecen en ti,
y con el aval de ser amigos de tu hijo Jesús y seguirle,
brindamos a tu mayor gloria,
igual que haremos toda la eternidad,
en Cristo, por Cristo, con Cristo.
AMÉN.
------------------------
AHORA QUIZÁ...
Ahora que he aprendido a vivir
sin acaparar,
sin fantasear,
sin quejarme,
sin apropiarme,
sin erudición,
sin claridades,
sin imágenes,
sin mochilas,
sin miedos,
sin pesos...
Ahora que no estoy enganchado a nada:
ni a emociones,
ni al trabajo,
ni al dinero,
ni a la casa,
ni a las ideas,
ni a la información,
ni al consumo,
ni al descanso,
ni a la familia,
ni a la iglesia...
Ahora que no deseo nada:
ni ganar,
ni adquirir,
ni poseer,
ni dominar,
ni captar,
ni tener,
ni lograr,
ni obtener,
ni alcanzar,
ni triunfar...
Ahora que mi equipaje es ligero
para las noches oscuras,
para los días largos,
para los lunes pesados,
para los martes monótonos,
para los miércoles de siempre,
para los jueves de confidencias,
para los viernes amargos,
para los sábados de soledades,
para las semanas santas,
para los Vía crucis de cada día...
Ahora,
quizá sea caminante,
peregrino,
romero
aventurero,
receptor,
sabedor,
creyente
y testigo
de tu Pascua
y resurrección.
Se trae en procesión un crucifijo
y se coloca en lugar preferente junto al altar.
Lectura a modo de monición
No es la cruz la que salva, sino aquello de lo que nos hemos de salvar. La pobre humanidad, para su gran desgracia, inventó la cruz para matar al enemigo e hizo de ella un cruel instrumento de tortura y muerte.
Un viernes de abril, crucificaron a Jesús, por querer destruir el Templo y amenazar el orden del Imperio. Jesús fue crucificado contra la voluntad de Dios, que solo puede querer que vivamos.
Sin embargo, los cristianos entendieron la cruz de Jesús en clave cultual de sacrificio y perdón. Y llegaron a decir que, en realidad, fue Dios el que crucificó a Jesús. Pero nadie explicó nunca por qué Dios exige expiación.
¿Quién puede creer hoy en un Dios que exige expiar culpas, a veces al propio culpable, a veces al inocente en lugar del culpable? Ese dios sería un monstruo terrible.
No es esa la religión de Jesús. A Jesús no le importó el pecado sino la gente que sufría y la gente que hacía sufrir. No le importó la culpa sino la gente herida, y la gente que hería. Todo el que hiere es porque está herido, y lo que necesita es sanación, no castigo.
Los cristianos veneraron a Jesús, primero en figura de cordero, de buen pastor, de pez y de ancla. Y al cabo de trescientos años, empezaron a venerarle en figura de cruz. Y la cruz –el maldito instrumento de tortura y de muerte, impuesto por los poderosos a los sediciosos y profetas– volvió a convertirse en signo de la Vida.
Pero aún persiste el equívoco y hay que despejarlo. El Dios de la expiación nunca existió, y la religión de la expiación ha de ser borrada. El dolor no es lo que salva, sino aquello de lo que hemos de ser salvados. Y la salvación no consiste en ser absueltos de una culpa ni en expiarla, sino en ser curados de todas las heridas.
Benditos sean todos los crucificados, y malditas sean todas las cruces, también la de Jesús. Es el Hermano Herido el que nos salva. Todas las hermanas y hermanos heridos por ser buenos nos salvan, a pesar de la cruz. Por supuesto, no sin la cruz. Pero ciertamente, no por la cruz.
Se da a besar el crucifijo.
Plegaria final (Gabriela Mistral)
En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada;
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es solo
la llave santa de tu santa puerta. Amén.
Acción de gracias
A Ti, Dios y Padre nuestro, levantamos nuestro espíritu
y entonamos en tu honor esta acción de gracias.
Eres amor y nos has amado antes de que existiéramos.
Por amor lo has creado todo y lo sostienes:
en Ti somos y en Ti vivimos, esa es nuestra fe.
Sentimos que eres más Padre y Madre que Señor.
Y nos pesa que te hayamos imaginado como juez justiciero
cuando únicamente quieres de nosotros que seamos felices
y cuidemos de los hermanos que sufren más penalidades.
Queremos prestarte nuestros brazos y en tu nombre
bajar de la cruz a los crucificados de hoy,
curar sus heridas, consolarlos
y compartir con ellos los bienes que disfrutamos.
Aunque no necesitas de nuestras alabanzas, Padre Dios,
te dedicamos este himno de bendición a tu mayor gloria…
Memorial de la Cena del Señor
Gracias, Padre santo, te damos gracias por tu hijo Jesús,
que con su trayectoria de vida que culmina en la cruz
y con su palabra, ha llenado de sentido nuestra existencia y nos ha iluminado el camino que nos lleva a Ti.
Gracias, Padre, porque hemos encontrado en tu hijo Jesús
la fuerza precisa para comprometernos en su seguimiento.
Al recordar sus enseñanzas y cómo las plasmó en su vida,
vemos que la cruz y el sacrificio personal no son la meta,
que lo que nos pide Dios es que seamos todos felices,
aunque también nos pide que seamos capaces de asumir las renuncias que sean precisas para conseguirlo.
Pero también sabemos, por Jesús, nuestro buen maestro,
que la mayor felicidad está en darse desinteresadamente,
que sólo alcanzaremos nuestra plenitud humana,
superando nuestros egoísmos
y vaciándonos en favor de la humanidad.
Invocación al Espíritu de Dios
Tenemos presente toda la vida de Jesús,
comprometida hasta la muerte,
y nos llena de alegría y esperanza creer que vive en Ti.
Queremos ser fieles al mensaje que nos legó tu hijo Jesús,
queremos imitarle, queremos copiar su estilo de vida,
su forma de amar y entregarse a los demás.
Envíanos tu Espíritu, Dios y Padre nuestro,
para que no nos angustien los sacrificios que nos exija
y nos alegre la felicidad que habremos sabido repartir.
Nos unimos ahora en espíritu
a cuantos ya pasaron por este mundo y permanecen en ti,
y con el aval de ser amigos de tu hijo Jesús y seguirle,
brindamos a tu mayor gloria,
igual que haremos toda la eternidad,
en Cristo, por Cristo, con Cristo.
AMÉN.
Rafael Calvo Beca
------------------------
AHORA QUIZÁ...
Ahora que he aprendido a vivir
sin acaparar,
sin fantasear,
sin quejarme,
sin apropiarme,
sin erudición,
sin claridades,
sin imágenes,
sin mochilas,
sin miedos,
sin pesos...
Ahora que no estoy enganchado a nada:
ni a emociones,
ni al trabajo,
ni al dinero,
ni a la casa,
ni a las ideas,
ni a la información,
ni al consumo,
ni al descanso,
ni a la familia,
ni a la iglesia...
Ahora que no deseo nada:
ni ganar,
ni adquirir,
ni poseer,
ni dominar,
ni captar,
ni tener,
ni lograr,
ni obtener,
ni alcanzar,
ni triunfar...
Ahora que mi equipaje es ligero
para las noches oscuras,
para los días largos,
para los lunes pesados,
para los martes monótonos,
para los miércoles de siempre,
para los jueves de confidencias,
para los viernes amargos,
para los sábados de soledades,
para las semanas santas,
para los Vía crucis de cada día...
Ahora,
quizá sea caminante,
peregrino,
romero
aventurero,
receptor,
sabedor,
creyente
y testigo
de tu Pascua
y resurrección.
Florentino Ulibarri
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