¿Cuántas veces me has repetido y repetirás
estas entrañables palabras
nacidas de tu corazón de Padre?
"Hijo mío, hija mía,
estás preparado para vivir la vida,
pero sólo tu vida.
Tienes todo lo necesario para vivir
tu propia aventura personal,
para ser tú mismo
y realizar así tus sueños
y mi sueño sobre ti.
Pero escucha y recuerda:
Nosotros somos nosotros y tú eres tú.
Nosotros no podemos imponerte nuestra vida
ni impedirte vivir la tuya.
Y cuando elijas y empieces a vivir
quizá sepamos acompañarte,
quizá podamos ayudarte,
quizá quieras compartir...
Mas no olvides que eres tú
quien elige y decide tu forma de vivir.
Eso sí, nos reservamos el derecho
a protegernos siempre
de las consecuencias de tu elección.
Hijo mío, hija mía,
no olvides el decir a cualquiera
-cercano, lejano, sabio, amigo, enemigo, rico o pobre-
esta hermosa y dura verdad:
Yo soy yo, y tú eres tú.
Yo no estoy en la vida para llenar tus necesidades,
ni tú estás para llenar las mías.
Si nos encontramos en el camino,
y decidimos ayudarnos y compartir,
será muy grato y hermoso;
si no, no esperemos milagros.
Hijo mío, hija mía,
elige y haz tu camino con libertad,
con alegría,
con responsabilidad,
con sabiduría,
con paz.
Yo siempre estaré junto a ti".
Y yo, por enésima vez,
me vuelvo a olvidar
y me pierdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario