41Además, quien os dé a beber un vaso de agua por razón de que sois del Mesías, no quedará sin recompensa, os lo aseguro.
42Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar.
43Si tu mano te pone en peligro, córtatela; más te vale entrar manco en la vida que no ir con las dos manos al quemadero, al fuego inextinguible. 45y si tu pie te pone en peligro, córtatelo; más te vale entrar cojo en la vida que no con los dos pies ser arrojado al quemadero. 47y si tu ojo te pone en peligro, sácatelo; más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que no ser arrojado con los dos ojos al quemadero, 48donde su gusano no muere y el fuego no se apaga. 49Es decir, cada cual ha de salarse con un fuego.
50¡Que buena es la sal! Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué podréis salarla? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros.
vv. 40 O sea, que quien no esté contra nosotros está a favor nuestro».
Jesús reprueba el intento de impedir esa actividad. Quien libera afirmando su conexión con él tiene una adhesión estable a su persona y es un aliado. De hecho, posee una autoridad como la que Jesús mismo se proponía comunicar a los Doce para expulsar a los demonios (3,14-15).
v. 41 «Además, quien os dé a beber un vaso de agua por razón de que sois del Mesías, no quedará sin recompensa, os lo aseguro».
Si los Doce, en la misión, reflejan la figura de Jesús Mesías, llevarán también ellos la presencia de Jesús y del Padre, que será la recompensa del que los acoge (cf. 9,37).
Estas dos perícopas son complementarias: La del «chiquillo» (9, 33b-37) muestra lo que significa «estar con Jesús» (3,14), es decir, identificarse con él, renunciando a la ambición de preeminencia y adoptando su actitud de servicio; el grupo de seguidores no israelitas lo cumple, pero los Doce no. La segunda perícopa, la del que expulsa demonios (9,38-41), ejemplifica la misión liberadora (3,14-15) que realiza el grupo no israelita, mientras los Doce fracasan en ella: al seguir apegados a las categorías del judaísmo, no «están con Jesús» y no tienen alternativa que proponer.
El intento del grupo de los Doce de impedir la misión de los que no se atienen a sus categorías refleja, sin duda, conflictos pertenecientes a la época de Marcos. Se hace patente la polémica de este evangelista contra los círculos cristianos judaizantes.
v. 42 «Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mi, mas le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar».
Aviso de Jesús: peor que morir es hacer daño a los pequeños (opuesto a «más grande», 9,34), a los que no tienen ambición de honor o preeminencia y adoptan una actitud de servicio (9,35), condición del verdadero seguimiento. Se trata, como antes, de los seguidores no israelitas (uno de estos pequeños 9,37: «uno de estos chiquillos»). El escándalo existe cuando hay en la comunidad quienes pretenden ser más grandes, ser servidos en lugar de servir (10,45), poniéndose por encima de otros como superiores a ellos. Esta ambición pondría en peligro la adhesión de «los pequeños» a Jesús.
Sigue la polémica de Mc contra los que pretenden deformar el mensaje de Jesús introduciendo modos de actuar frecuentes en el judaísmo.
vv. 43-48 «Si tu mano te pone en peligro, córtatela; más te vale entrar manco en la vida que no ir con las dos manos al quemadero, al fuego inextinguible. Y si tu pie te pone en peligro, córtatelo; mas te vale entrar cojo en la vida que no con los dos pies ser arrojado al quemadero. Y si tu ojo te pone en peligro, sácatelo; más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que no ser arrojado con los dos ojos al quemadero, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga».
Hay que hacer opciones, por dolorosas que sean, pues son opciones entre el éxito y el fracaso de la existencia: toda actividad (simbolizada por la mano), conducta (el pie) o aspiración (el ojo), que busca prestigio y superioridad, está viciada y hay que suprimirla, pues pone en peligro la fidelidad al mensaje y bloquea el desarrollo personal.
Las imágenes que usa Jesús son fuertes: hay que extirpar todo lo que en uno mismo se oponga al mensaje y cause daño a los que quieren ser fieles a él. Sólo esta decisión lleva a la vida, la opción contraria lleva a la muerte. «La vida» (43.45) está en paralelo con «el reino de Dios» (47); se trata, por tanto, de asegurar la plenitud de vida tanto en el mundo presente como en el futuro.
La expresión «el gusano que no muere y el fuego que no se apaga» está tomada de un texto profético (Is 66,24) que se refiere a cadáveres que se queman, no a vivos que sufren; la yuxtaposición de gusanos y fuego, que serían incompatibles, relativiza las imágenes. No se describe con ellas un tormento eterno, sino una destrucción total.
v. 49 «Es decir, cada cual ha de salarse con un fuego».
La sal, que impedía la corrupción de los alimentos, sirve como imagen de la fidelidad al mensaje. Para mantener esa fidelidad el seguidor de Jesús necesita autodisciplina, expresada con la imagen compleja de un fuego, elemento doloroso, pero que sala y conserva, opuesto al fuego que destruye (48).
Optar por Cristo es optar por nosotros mismos, es optar por la comunidad, es optar por la justicia y la libertad en orden a la paz, dinámica constantemente cuestionadora que pasa no pocas veces por el conflicto, del que finalmente debe surgir la presencia del reino de Dios en el mundo.
En el pasaje evangélico de san Marcos se nos advierte hoy que en el seguimiento de Cristo hemos de encontrar una opción vital por ser sal del mundo. De esta exigencia surge la necesidad de no escandalizar a aquéllos que vienen comenzando el camino de su seguimiento. Ello implica que hemos de ser coherentes en conciencia entre nuestro ser y quehacer como cristianos; inclusive, ser capaces de sacar de nuestras vidas cotidianas aquellas actitudes o costumbres que no conducen a llevar a otros la salvación que viene de Dios y se traduce en misericordia, justicia y caridad. Muchas veces queremos seguir a Cristo no sólo con su cruz, sino con más de una maleta, impedimento que no permite que caminemos en libertad. Hoy su invitación para nosotros continúa siendo un llamado a la fidelidad en el mandamiento del amor, a cuya luz deberíamos discernir diariamente cómo estamos viviendo si somos cristianos. Porque «si la sal pierde su sabor, con nada podrá ser sazonada».
42Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar.
43Si tu mano te pone en peligro, córtatela; más te vale entrar manco en la vida que no ir con las dos manos al quemadero, al fuego inextinguible. 45y si tu pie te pone en peligro, córtatelo; más te vale entrar cojo en la vida que no con los dos pies ser arrojado al quemadero. 47y si tu ojo te pone en peligro, sácatelo; más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que no ser arrojado con los dos ojos al quemadero, 48donde su gusano no muere y el fuego no se apaga. 49Es decir, cada cual ha de salarse con un fuego.
50¡Que buena es la sal! Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué podréis salarla? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros.
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vv. 40 O sea, que quien no esté contra nosotros está a favor nuestro».
Jesús reprueba el intento de impedir esa actividad. Quien libera afirmando su conexión con él tiene una adhesión estable a su persona y es un aliado. De hecho, posee una autoridad como la que Jesús mismo se proponía comunicar a los Doce para expulsar a los demonios (3,14-15).
v. 41 «Además, quien os dé a beber un vaso de agua por razón de que sois del Mesías, no quedará sin recompensa, os lo aseguro».
Si los Doce, en la misión, reflejan la figura de Jesús Mesías, llevarán también ellos la presencia de Jesús y del Padre, que será la recompensa del que los acoge (cf. 9,37).
Estas dos perícopas son complementarias: La del «chiquillo» (9, 33b-37) muestra lo que significa «estar con Jesús» (3,14), es decir, identificarse con él, renunciando a la ambición de preeminencia y adoptando su actitud de servicio; el grupo de seguidores no israelitas lo cumple, pero los Doce no. La segunda perícopa, la del que expulsa demonios (9,38-41), ejemplifica la misión liberadora (3,14-15) que realiza el grupo no israelita, mientras los Doce fracasan en ella: al seguir apegados a las categorías del judaísmo, no «están con Jesús» y no tienen alternativa que proponer.
El intento del grupo de los Doce de impedir la misión de los que no se atienen a sus categorías refleja, sin duda, conflictos pertenecientes a la época de Marcos. Se hace patente la polémica de este evangelista contra los círculos cristianos judaizantes.
v. 42 «Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mi, mas le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar».
Aviso de Jesús: peor que morir es hacer daño a los pequeños (opuesto a «más grande», 9,34), a los que no tienen ambición de honor o preeminencia y adoptan una actitud de servicio (9,35), condición del verdadero seguimiento. Se trata, como antes, de los seguidores no israelitas (uno de estos pequeños 9,37: «uno de estos chiquillos»). El escándalo existe cuando hay en la comunidad quienes pretenden ser más grandes, ser servidos en lugar de servir (10,45), poniéndose por encima de otros como superiores a ellos. Esta ambición pondría en peligro la adhesión de «los pequeños» a Jesús.
Sigue la polémica de Mc contra los que pretenden deformar el mensaje de Jesús introduciendo modos de actuar frecuentes en el judaísmo.
vv. 43-48 «Si tu mano te pone en peligro, córtatela; más te vale entrar manco en la vida que no ir con las dos manos al quemadero, al fuego inextinguible. Y si tu pie te pone en peligro, córtatelo; mas te vale entrar cojo en la vida que no con los dos pies ser arrojado al quemadero. Y si tu ojo te pone en peligro, sácatelo; más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que no ser arrojado con los dos ojos al quemadero, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga».
Hay que hacer opciones, por dolorosas que sean, pues son opciones entre el éxito y el fracaso de la existencia: toda actividad (simbolizada por la mano), conducta (el pie) o aspiración (el ojo), que busca prestigio y superioridad, está viciada y hay que suprimirla, pues pone en peligro la fidelidad al mensaje y bloquea el desarrollo personal.
Las imágenes que usa Jesús son fuertes: hay que extirpar todo lo que en uno mismo se oponga al mensaje y cause daño a los que quieren ser fieles a él. Sólo esta decisión lleva a la vida, la opción contraria lleva a la muerte. «La vida» (43.45) está en paralelo con «el reino de Dios» (47); se trata, por tanto, de asegurar la plenitud de vida tanto en el mundo presente como en el futuro.
La expresión «el gusano que no muere y el fuego que no se apaga» está tomada de un texto profético (Is 66,24) que se refiere a cadáveres que se queman, no a vivos que sufren; la yuxtaposición de gusanos y fuego, que serían incompatibles, relativiza las imágenes. No se describe con ellas un tormento eterno, sino una destrucción total.
v. 49 «Es decir, cada cual ha de salarse con un fuego».
La sal, que impedía la corrupción de los alimentos, sirve como imagen de la fidelidad al mensaje. Para mantener esa fidelidad el seguidor de Jesús necesita autodisciplina, expresada con la imagen compleja de un fuego, elemento doloroso, pero que sala y conserva, opuesto al fuego que destruye (48).
II
Optar por Cristo es optar por nosotros mismos, es optar por la comunidad, es optar por la justicia y la libertad en orden a la paz, dinámica constantemente cuestionadora que pasa no pocas veces por el conflicto, del que finalmente debe surgir la presencia del reino de Dios en el mundo.
En el pasaje evangélico de san Marcos se nos advierte hoy que en el seguimiento de Cristo hemos de encontrar una opción vital por ser sal del mundo. De esta exigencia surge la necesidad de no escandalizar a aquéllos que vienen comenzando el camino de su seguimiento. Ello implica que hemos de ser coherentes en conciencia entre nuestro ser y quehacer como cristianos; inclusive, ser capaces de sacar de nuestras vidas cotidianas aquellas actitudes o costumbres que no conducen a llevar a otros la salvación que viene de Dios y se traduce en misericordia, justicia y caridad. Muchas veces queremos seguir a Cristo no sólo con su cruz, sino con más de una maleta, impedimento que no permite que caminemos en libertad. Hoy su invitación para nosotros continúa siendo un llamado a la fidelidad en el mandamiento del amor, a cuya luz deberíamos discernir diariamente cómo estamos viviendo si somos cristianos. Porque «si la sal pierde su sabor, con nada podrá ser sazonada».
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