38Juan le dijo:
-Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y hemos intentado impedírselo, porque no nos seguía.
39Pero Jesús le replicó:
-No se lo impidáis, pues nadie que actúa con fuerza como si fuera yo mismo puede al momento renegar de mí.
-Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y hemos intentado impedírselo, porque no nos seguía.
39Pero Jesús le replicó:
-No se lo impidáis, pues nadie que actúa con fuerza como si fuera yo mismo puede al momento renegar de mí.
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I
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v. 38 Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y hemos intentado impedírselo, porque no nos seguía».
Juan, el autoritario (3,17: «el Trueno»), habla en nombre del grupo, que comparte su actitud (hemos intentado). Los Doce no toleran que ejer¬zan la misión quienes no aceptan las categorías del judaísmo (no nos seguía). Juan excluye todo seguimiento de Jesús que no incluya la identi¬ficación con la ideología de los Doce.
Como «el chiquillo», también el individuo anónimo representa a los seguidores no israelitas, pero ahora en la actividad, que, fundada sobre el verdadero seguimiento, es liberadora como la de Jesús (cf. 3,22s) y eli¬mina los fanatismos (demonios) que impiden la convivencia humana; los discípulos, en cambio, por su falta de seguimiento, han fracasado (9,18.28).
vv. 39-40 Pero Jesús le replicó: «No se lo impidáis, pues nadie que actúa con fuerza como si fuera yo mismo puede al momento renegar de mí. O sea, que quien no esté contra nosotros está a favor nuestro».
Jesús reprueba el intento de impedir esa actividad. Quien libera afir¬mando su conexión con él tiene una adhesión estable a su persona y es un aliado. De hecho, posee una autoridad como la que Jesús mismo se proponía comunicar a los Doce para expulsar a los demonios (3,14-15).
II
La tentación de ser autosuficientes va hasta creernos completamente dueños de nuestros proyectos, al punto que no miramos más allá el sinnúmero de eventualidades que pueden ocurrir y colocar en riesgo aquello que tanto anhelamos. Somos muy dados a soñar sin los pies en el presente. Santiago nos hace caer en la cuenta de que no somos dueños, como a veces pensamos, de los innumerables fenómenos y factores que entran en juego en la creación de nuestro devenir. El cristiano cuenta cada día con Dios, que camina a su lado y le ayuda a enfrentar los acontecimientos que se ciernen sobre él con una decidida fuerza para salir victorioso de ellos.
En el evangelio asistimos a la polémica que se arma entre los discípulos porque hubo alguien que expulsaba demonios sin ser del grupo de los Doce. Ellos acuden a reclamar la exclusividad de tales acciones de parte de Jesús. Él, sin embargo, deja bien establecido que: «quien no está contra nosotros, está a nuestro favor», afirmando de esa manera que el don de Dios hacia la humanidad no es exclusivo de un grupo, de un pueblo o de una comunidad determinada; es universal.
¡Cuántas veces los cristianos nos creemos y actuamos como los únicos herederos del favor divino y de la salvación!
Juan, el autoritario (3,17: «el Trueno»), habla en nombre del grupo, que comparte su actitud (hemos intentado). Los Doce no toleran que ejer¬zan la misión quienes no aceptan las categorías del judaísmo (no nos seguía). Juan excluye todo seguimiento de Jesús que no incluya la identi¬ficación con la ideología de los Doce.
Como «el chiquillo», también el individuo anónimo representa a los seguidores no israelitas, pero ahora en la actividad, que, fundada sobre el verdadero seguimiento, es liberadora como la de Jesús (cf. 3,22s) y eli¬mina los fanatismos (demonios) que impiden la convivencia humana; los discípulos, en cambio, por su falta de seguimiento, han fracasado (9,18.28).
vv. 39-40 Pero Jesús le replicó: «No se lo impidáis, pues nadie que actúa con fuerza como si fuera yo mismo puede al momento renegar de mí. O sea, que quien no esté contra nosotros está a favor nuestro».
Jesús reprueba el intento de impedir esa actividad. Quien libera afir¬mando su conexión con él tiene una adhesión estable a su persona y es un aliado. De hecho, posee una autoridad como la que Jesús mismo se proponía comunicar a los Doce para expulsar a los demonios (3,14-15).
II
La tentación de ser autosuficientes va hasta creernos completamente dueños de nuestros proyectos, al punto que no miramos más allá el sinnúmero de eventualidades que pueden ocurrir y colocar en riesgo aquello que tanto anhelamos. Somos muy dados a soñar sin los pies en el presente. Santiago nos hace caer en la cuenta de que no somos dueños, como a veces pensamos, de los innumerables fenómenos y factores que entran en juego en la creación de nuestro devenir. El cristiano cuenta cada día con Dios, que camina a su lado y le ayuda a enfrentar los acontecimientos que se ciernen sobre él con una decidida fuerza para salir victorioso de ellos.
En el evangelio asistimos a la polémica que se arma entre los discípulos porque hubo alguien que expulsaba demonios sin ser del grupo de los Doce. Ellos acuden a reclamar la exclusividad de tales acciones de parte de Jesús. Él, sin embargo, deja bien establecido que: «quien no está contra nosotros, está a nuestro favor», afirmando de esa manera que el don de Dios hacia la humanidad no es exclusivo de un grupo, de un pueblo o de una comunidad determinada; es universal.
¡Cuántas veces los cristianos nos creemos y actuamos como los únicos herederos del favor divino y de la salvación!
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