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viernes, 2 de mayo de 2008

Evangelio del Día Comentado: Viernes 2 de mayo


EVANGELIO
Juan 16, 20-23

21Cuando la mujer va a dar a luz se siente triste, porque le ha llegado su hora; pero, cuando nace el niño, ya no se acuerda del apuro, por la alegría de que ha nacido un hombre para el mundo. 22Así, también vosotros ahora sentís tristeza, pero cuando aparezca entre vosotros os alegraréis, y vuestra alegría no os la quitará nadie. 23aEse día no tendréis que preguntarme nada.

COMENTARIOS

I

20 Pues sí, os aseguro que vosotros lloraréis y os lamentaréis; el mundo, en cambio, se alegrará. Vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría».
Jesús repite su frase textualmente, como para inculcarla bien a los suyos. Conserva la distinción entre “verme” y “aparecer” para indicar dos maneras de visión. El intervalo entre las dos visiones supone una ausencia de Jesús, pero han de convencerse los discípulos de que su desaparición es momentánea, de que pronto volverán a verlo.
Para describir el dolor de los discípulos y la violencia de la prueba usa Jesús los dos verbos clásicos para expresar el luto por un muerto (lloraréis y os lamentaréis). Marca así el contraste con “el mundo” y, con ello, el espectáculo que se ofrece a la vista de todos: el triunfo del mundo sobre él y los discípulos. Como en todo el pasaje, se refiere en primer lugar a su propia muerte, pero ésta será el paradigma de las pruebas que habrá de sufrir la comunidad.
Inmediatamente, sin embargo, anuncia el cambio de situación (vuestra tristeza se convertirá en alegría), gracias a su nueva presencia.

21-23a «Cuando la mujer va a dar a luz se siente triste, porque le ha llegado su hora; pero, cuando nace el niño, ya no se acuerda del apuro, por la alegría de que ha nacido un ser humano para el mundo. Así, también vosotros ahora sentís tristeza, pero cuando aparezca entre vosotros os alegraréis, y vuestra alegría no os la quitará nadie. Ese día no tendréis que preguntarme nada».
La mujer, determinada, es figura de la humanidad (cf. Is 26,17, donde la embarazada es imagen del pueblo, e Is 66,8, donde es la ciudad de Sión la que da a luz a sus hijos). En contexto de creación, tema que ha comenzado a partir del prólogo (1,1ss), la imagen evoca a Eva, la madre de los vivientes. Se alude así en este pasaje a un nuevo comienzo del género humano, al nacimiento de una nueva humanidad. Ésta nace como fruto de un desgarro, expresado en términos de muerte o dolor. De hecho, Jesús va a dar su vida para crear el hombre nuevo; pero también los sufrimientos de los suyos, perseguidos por el orden injusto, son dolores de parto de la humanidad nueva.
A continuación, aplica Jesús el tema de la tristeza-alegría a los acontecimientos de su muerte-resurrección (ahora sentís tristeza, etc.). Los pone así en paralelo con la imagen de la mujer que había usado antes: su muerte representa los dolores de parto; su resurrección, el nacimiento del Hombre. La condición de Jesús resucitado no deja, por tanto, de ser humana; es la plenitud de existencia que Dios ha destinado al hombre.
De este modo, la imagen del parto, que incluye dolor y alegría, se sitúa en una doble perspectiva: por una parte, la de la muerte-resurrección de Jesús; por otra, la de la tristeza-alegría de los discípulos en el futuro, pues la persecución e incluso la muerte serán prenda de alegría y vida.
El gozo de la comunidad estribará en la presencia de Jesús resucitado, signo de la vida invencible. Una vez que los discípulos hayan visto el triunfo de la vida sobre la muerte, la alegría será permanente. Cuando llegue aquel día, comprenderán. Entonces, la experiencia del Espíritu responderá a todas las preguntas.

II

Juan es amigo de los contrastes para obligar al lector a tomar posición. En su evangelio de hoy hace contrastar el tema de la tristeza y de la alegría. La muerte de Jesús sin la conciencia de la Resurrección deja en los discípulos un sentimiento de tristeza y soledad sólo comparable con la de Jesús en el huerto de Getsemaní. Esta tristeza también es memoria de la pasión que debieron sufrir las primeras comunidades cristianas por las persecuciones externas y por sus conflictos internos. ¿Qué persona, familia o comunidad no ha sentido el peso de la tristeza por las faltas de amor no confesadas; por las desatenciones e injusticias; por el aprovechamiento de algunos y los abusos de otros; por las tentaciones no vencidas; por los problemas no resueltos...? Pero Jesús nos alienta a no perder la esperanza; a estar convencidos de que, con esfuerzo y sacrificio, la vida siempre se impondrá sobre los que han hecho del mundo un mercado de la muerte para su propio provecho. Renovar diariamente nuestra fe en el Dios de la vida es el mejor antídoto que nos podemos inyectar para no dejarnos contaminar por los virus del pesimismo, del aislamiento, del odio reconcentrado, de la indiferencia... que enferman y matan lentamente al mundo de hoy. Es responsabilidad de los cristianos entregarle al mundo cada día la alegría liberadora de Jesús por sobre todos sus dramas.

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