1.- Las palabras que Jesús pronuncia, según el Evangelio de Mateo de hoy se sitúan al final del Sermón de la Montaña. Jesús ha explicado todo lo que para muchos es su programa de actuación, su realidad programática, lo fundamental de su doctrina. Y termina con una advertencia dura sin duda. No habitual en la bondad permanente del Maestro. Avisa que no todos vamos a valer, que no todos le podremos acompañar en el Reino de los cielos. “No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo”. Y mas adelante: "Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados”. Sin duda recuerda las frases del juicio, de las frases del Señor en el examen de amor que nos hará en el atardecer de nuestra existencia: “Malditos de mi Padre” volverá a decir Jesús.
Conviene, pero sin truculencias, que pensemos en esto. La clave es el amor. Y es obvio que Jesús no nos aceptará como parte suya, aunque hubiéramos llegado muy alto en, por ejemplo, la vida de la Iglesia, si nos ha faltado el amor, si hemos acometido nuestros paso por la religión como medio para medrar y no para amar a Dios y al prójimo. ¿Esto es posible? ¿Qué Jesús nos hable así un día? Creo que antes deberíamos examinar nuestras conciencias y evaluar nuestra vida de cristianos. Los fariseos eran unos muy fieles cumplidores de las leyes religiosas pero habían metido a Dios en una jaula de oro y lo utilizaban como pretexto para tener poder e influencia. Es posible que, en esa hora, al final del Sermón del Monte, el Maestro de Nazaret pensara en el fariseísmo y en la posibilidad que ese egoísmo llegara un día a su Iglesia.
2.- La cuestión es que duele. Nos produce desconcierto que Jesús diga esas cosas tan fuertes. ¿Dónde ha quedado su ternura y su amabilidad? Mi idea es que Jesús de Nazaret conocía muy bien la condición humana y se esperaba la traición de muchos. Y no solamente porque era Dios y podía saberlo todo, sino por, precisamente, su conocimiento del difícil y cambiante corazón humano. No es malo, ni ocioso, que nos incomoden las palabras de Jesús de hoy, pues deben de servirnos como acicate para no caer en el egoísmo y en la falta de amor. Pero hemos de estar muy atentos, porque cambiar las tornas y convertirnos nosotros –cada uno de nosotros—en el centro de toda nuestra actividad religiosa es fácil y más que probable. De ahí la advertencia certera de Jesús.
Luego, obviamente, da un sesgo y dice que quien escucha sus palabras y las pone en práctica es como aquel que previsoramente construyó su casa sobre roca y no sobre arena. Aquí la comparación es de significado sencillo. Si no construimos solidamente –y basados en las palabras del Señor—el edificio de nuestra presencia en la Iglesia, cualquier avatar, cualquier duda, cualquier rebrote del egoísmo o de la codicia nos derribará y quedaremos fuera, donde están los “malditos de mi Padre”. Insisto en que se trata de una advertencia que la misericordia de Dios es infinita y que un corazón contrito y humillado Él no lo desprecia. Pero la dificultad de ponerse uno en el centro de todo es que nace la soberbia y eso es una ceguera total de del corazón, un alejamiento del amor.
3.- La primera lectura del Libro del Deuteronomio es paralela al Evangelio, como siempre sucede. Moisés esta dando las últimas recomendaciones de sus enseñanza. Y muestra dos caminos. Uno de bendición y otro de maldición. El de bendición llegará si sus discípulos –y nosotros—seguimos la Palabra de Dios, las enseñanzas que Dios vierte a través de varios instrumentos diferentes pero que contienen su mensaje. La maldición –palabra dura—nos llegará si no somos sinceros y ponemos delante nuestro interés. Son siempre dos caminos. Y siempre, asimismo, se necesita una decisión, que muchos no quisieran tomar, dejando pasar el tiempo sin mojarse para no arriesgar. No es así. Moisés también muestra el camino de felicidad para todos aquellos que acuden a Dios con amor y sinceridad.
4.- Finalmente, deciros que iniciamos hoy la lectura en varios domingos de la Carta de San Pablo a los Romanos, uno de los más grandes escritos del Apóstol de los Gentiles y que fue escrita a finales del año 57 en Corinto, otro de los grandes destinos de la evangelización de Pablo. Estamos celebrando el año de San Pablo, decretado por el Papa Benedicto, y que se extiende a lo largo de este 2008 y parte del 2009. Merece la pena profundizar en la enseñanza de Pablo y la lectura, personal o comunitaria, de sus cartas es un excelente ejercicio de formación cristiana y cristólogica. Hoy Pablo ha querido hablarnos de la fe como camino de conversión y salvación, siendo superior la fe a los ritos o los grandes pronunciamientos humanos. Por supuesto que san Pablo anteponía la importancia de la fe en Jesucristo al valor de la Ley del Antiguo Testamento y a las obras, aunque fueran buenas, surgidas de la misma, pero a nosotros
Conviene, pero sin truculencias, que pensemos en esto. La clave es el amor. Y es obvio que Jesús no nos aceptará como parte suya, aunque hubiéramos llegado muy alto en, por ejemplo, la vida de la Iglesia, si nos ha faltado el amor, si hemos acometido nuestros paso por la religión como medio para medrar y no para amar a Dios y al prójimo. ¿Esto es posible? ¿Qué Jesús nos hable así un día? Creo que antes deberíamos examinar nuestras conciencias y evaluar nuestra vida de cristianos. Los fariseos eran unos muy fieles cumplidores de las leyes religiosas pero habían metido a Dios en una jaula de oro y lo utilizaban como pretexto para tener poder e influencia. Es posible que, en esa hora, al final del Sermón del Monte, el Maestro de Nazaret pensara en el fariseísmo y en la posibilidad que ese egoísmo llegara un día a su Iglesia.
2.- La cuestión es que duele. Nos produce desconcierto que Jesús diga esas cosas tan fuertes. ¿Dónde ha quedado su ternura y su amabilidad? Mi idea es que Jesús de Nazaret conocía muy bien la condición humana y se esperaba la traición de muchos. Y no solamente porque era Dios y podía saberlo todo, sino por, precisamente, su conocimiento del difícil y cambiante corazón humano. No es malo, ni ocioso, que nos incomoden las palabras de Jesús de hoy, pues deben de servirnos como acicate para no caer en el egoísmo y en la falta de amor. Pero hemos de estar muy atentos, porque cambiar las tornas y convertirnos nosotros –cada uno de nosotros—en el centro de toda nuestra actividad religiosa es fácil y más que probable. De ahí la advertencia certera de Jesús.
Luego, obviamente, da un sesgo y dice que quien escucha sus palabras y las pone en práctica es como aquel que previsoramente construyó su casa sobre roca y no sobre arena. Aquí la comparación es de significado sencillo. Si no construimos solidamente –y basados en las palabras del Señor—el edificio de nuestra presencia en la Iglesia, cualquier avatar, cualquier duda, cualquier rebrote del egoísmo o de la codicia nos derribará y quedaremos fuera, donde están los “malditos de mi Padre”. Insisto en que se trata de una advertencia que la misericordia de Dios es infinita y que un corazón contrito y humillado Él no lo desprecia. Pero la dificultad de ponerse uno en el centro de todo es que nace la soberbia y eso es una ceguera total de del corazón, un alejamiento del amor.
3.- La primera lectura del Libro del Deuteronomio es paralela al Evangelio, como siempre sucede. Moisés esta dando las últimas recomendaciones de sus enseñanza. Y muestra dos caminos. Uno de bendición y otro de maldición. El de bendición llegará si sus discípulos –y nosotros—seguimos la Palabra de Dios, las enseñanzas que Dios vierte a través de varios instrumentos diferentes pero que contienen su mensaje. La maldición –palabra dura—nos llegará si no somos sinceros y ponemos delante nuestro interés. Son siempre dos caminos. Y siempre, asimismo, se necesita una decisión, que muchos no quisieran tomar, dejando pasar el tiempo sin mojarse para no arriesgar. No es así. Moisés también muestra el camino de felicidad para todos aquellos que acuden a Dios con amor y sinceridad.
4.- Finalmente, deciros que iniciamos hoy la lectura en varios domingos de la Carta de San Pablo a los Romanos, uno de los más grandes escritos del Apóstol de los Gentiles y que fue escrita a finales del año 57 en Corinto, otro de los grandes destinos de la evangelización de Pablo. Estamos celebrando el año de San Pablo, decretado por el Papa Benedicto, y que se extiende a lo largo de este 2008 y parte del 2009. Merece la pena profundizar en la enseñanza de Pablo y la lectura, personal o comunitaria, de sus cartas es un excelente ejercicio de formación cristiana y cristólogica. Hoy Pablo ha querido hablarnos de la fe como camino de conversión y salvación, siendo superior la fe a los ritos o los grandes pronunciamientos humanos. Por supuesto que san Pablo anteponía la importancia de la fe en Jesucristo al valor de la Ley del Antiguo Testamento y a las obras, aunque fueran buenas, surgidas de la misma, pero a nosotros
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