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sábado, 14 de junio de 2008

XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A : PRIVILEGIADOS O COMPROMETIDOS

Publicado por Jesuitas de Loyola

T E X T O S

DEL LIBRO DEL ÉXODO (19;2-6)

Los israelitas partieron de Refidim, y al llegar al desierto de Sinaí acamparon en el desierto. Allí acampó Israel frente al monte. Moisés subió hacia Dios. Yahveh le llamó desde el monte, y le dijo: Así dirás a la casa de Jacob y esto anunciarás a los hijos de Israel: "Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa."

DE LA CARTA DE PABLO A LOS ROMANOS (5;6-11)

Cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; - en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir - mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos de la cólera! Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida! Y no solamente eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

DEL EVANGELIO DE MATEO (9;36 - 10;8)

Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y
abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.»
C10. Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis.»

EL TEXTO DEL LIBRO DEL ÉXODO
El pueblo de Israel ha escapado milagrosamente de Egipto. Se dirigen al sur y
acampan frente al Monte de Dios, Horeb. Es más o menos el mismo lugar en que Moisés tuvo la experiencia de Dios representada en la zarza ardiendo. Moisés "sube a Dios". Y el Señor le propone la esencia misma del Pueblo, la Alianza: escuchad mi voz, cumplid la Ley y seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos.
Es llamativo el primitivismo del texto. Tiene que ser un texto muy muy antiguo, conservado en el culto y recitado como un imborrable recuerdo de la más primitiva fe de Israel. Yahvé es un Dios tribal, es de Israel y para Israel. Los otros pueblos no cuentan, son enemigos de Israel y Dios peleará por Israel contra ellos. ¡Qué lejos estamos del Dios de Jesús!
Bastaría con este texto para convencernos de que Israel va entendiendo a Dios poco a poco, de que todo el Antiguo Testamento nos muestra la progresión de la fe.
Hemos dicho en varias ocasiones que la Biblia es "LA CRÓNICA DEL DESCUBRIMIENTO DE DIOS". Y también hemos insistido muchas veces en que el Antiguo Testamento debe ser leído desde Jesús, viendo si Jesús lo confirma, lo perfecciona o lo rechaza. Porque todas las palabras son interpretables, podemos sacar de cualquier texto de la Biblia los significados que nos interesan. Pero lo que nos interesa verdaderamente es LA PALABRA. Y Jesús es la Palabra, la que nos enseña a leer todas las otras palabras.
Pero hay en este texto otra palabra que sí culmina en Jesús:
SERÉIS PARA MÍ UN REINO DE SACERDOTES, UNA NACIÓN SANTA. El sacerdote se entendía como el intermediario entre Dios y los hombres. La santidad se entendía como consagración, cercanía a Dios. Eso sí que culmina en Jesús. El pueblo entero es sacerdote de su propia vida, el pueblo entero y cada uno ofrecemos a Dios la ofrenda de nuestra vida, el pueblo entero y cada uno somos Oyentes de la Palabra, el pueblo entero y cada uno somos santos, consagrados, cercanos a Dios, sin que haya espacio, lugar, tiempo o actividad que no sean sagrados, consagrados, cercanos a Dios, dirigidos a Dios. Un pueblo consagrado, ungido, esa es la humanidad soñada por Dios.... Pero en este texto, ese pueblo es sólo Israel. Tendrá que venir Jesús a romper esa frontera.

LA CARTA A LOS ROMANOS

Cristo murió por nosotros, los impíos. Y en eso vemos el amor de Dios. Justificados por su sangre, salvados de la cólera. Reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo. Peligrosas comparaciones. La cólera de Dios aplacada por la sangre de su Hijo. Reconciliados, como si antes fuéramos enemigos. Ni Pablo se libra de interpretar restrictivamente la Palabra. Ni Pablo parece haber entendido siempre bien las consecuencias de la revelación de ABBÁ.
Si nuestros pecados encienden la cólera de Dios, si hace falta una Víctima sacrificada para aplacar a Dios, si esa Víctima tiene que ser ni más ni menos que el Hijo.... No entendemos nada de toda LA BUENA NOTICIA, el Padre del Hijo Pródigo no sería imagen de Dios. Reconciliación, desafortunada palabra, lejana a LA PALABRA. La Palabra, la Palabra sobre todas las palabras es ABBÁ. Y cuando un niño pequeñito hace algo mal, no se enciende contra él la cólera de su padre, ni hace falta que haya expiación, ni tiene sentido alguno la reconciliación. Todo ese lenguaje jurídico está de sobra entre el niño y su Abbá. Estorba para entender el mensaje. El Éxodo era palabra, pero sólo camino hacia la Palabra. Ni siquiera Pablo es más que camino hacia la Palabra. Y todas nuestras comparaciones y conceptos para explicar nuestra relación con Dios están tomadas de nuestros modos de vivir, de nuestras instituciones, de nuestras filosofías. ¿Por qué no nos quedamos con LA PALABRA, y hablamos sólo del Pastor, del Médico, del Agua, de la Luz, de la Sal... de Abbá? Eso hizo Jesús: ¿Por qué queremos mejorarlo, entender de Dios más que lo que el Hijo nos ha dado a conocer?.

EL EVANGELIO DE MATEO
Los cuatro evangelistas coinciden en mostrar que ya desde el principio, Jesús, a quien empiezan a seguir muchos discípulos, se hace con un grupo más íntimo, elegidos personalmente por él. Serán "los Doce". El contexto de estos capítulos de Mateo es el siguiente: Jesús está recorriendo todo el país de Galilea. Es enorme el impacto de su predicación y de sus curaciones. Multitudes le siguen. Jesús "se ve obligado" a atenderles, no le dejan ni rezar a solas. Jesús siente enorme compasión por aquella buena gente mal cuidada por los doctores de la Ley, mal apreciada por los puros, los fariseos.... apartada de La Palabra. Entonces elige un grupo de discípulos para multiplicar el anuncio de la Buena Noticia. Ellos también curarán: la Buena Noticia es salud.

R E F L E X I Ó N

Elegidos, es la palabra clave de hoy. ¿Qué significa "elegidos"? ¿Privilegiados?. Fue históricamente uno de los errores más graves de Israel, y es hoy, a nivel personal y de Iglesia, una de las tentaciones más sutiles.
Israel entendió que era "el Pueblo elegido", y se sintió superior a otros pueblos, que no eran "elegidos". "Serás mi pueblo y yo seré tu Dios" se entendió de hecho como un privilegio exclusivo. Los demás no son el Pueblo de Dios, no son los elegidos. Naturalmente, esta elección de Dios no se hace por méritos nuestros, pero se hace: sin mérito alguno, pero yo he recibido un privilegio y otros no lo han recibido.
Nos consideramos "elegidos, privilegiados". Pensamos que hemos tenido mucha suerte con haber conocido a Jesucristo, con haber nacido en esta tierra y esta cultura, con haber recibido la fe de nuestros padres. Nos consideramos privilegiados por lo mucho que recibimos de Dios, porque tenemos su palabra, porque celebramos la Eucaristía. Todo esto es verdad, pero sólo la mitad de la verdad. La otra mitad de la verdad está en la parábola de los talentos: tenemos todo eso porque Dios espera de nosotros mucho. Dios ha invertido en nosotros un gran capital. Espera los intereses. Dios trabaja por los hombres por medio de otros hombres: Dios trabaja por el mundo dándome muchas cosas a mí. No son mías: no tengo ningún mérito en todo lo que tengo: me lo han dado. La gran pregunta es:
¿PARA QUÉ ME LO HAN DADO?
La respuesta falsa es que Dios me lo ha dado para mí. Es un error serio: invierte todo el plan de Dios, hace a Dios injusto. La respuesta correcta es: Dios lo ha dado a los hombres por medio de mí. Es para ellos. Por tanto, es verdad que Dios me ha elegido: me ha elegido para dar. Elegidos para trabajar, ésta es nuestra elección, nuestra suerte. Elegidos para la misión.
Nosotros conocemos a Jesús para anunciarlo, para que todos le conozcan. Lo mismo que los Doce: fueron elegidos como apóstoles, enviados, mensajeros de la Buena Noticia de Jesús.
Dios hace las cosas por los medios ordinarios. ¿Cómo se entera la gente de las noticias? Porque otros se lo cuentan. ¿Cómo se enterarán de la Buena Noticia?
porque nosotros se lo contaremos.

PRIVILEGIO 0 MISIÓN

La palabra "elección" no tiene sentido más que entendida como "misión". Esta misión no es sencilla ni cómoda. Es un trabajo sumamente honroso, un acto de abrumadora confianza, un destino vital satisfactorio, desde luego. Pero es absolutamente incómodo, comprometedor, de tal manera que a primera vista no es nada apetitoso; es más bien temible. Es un tema frecuente y sorprendente en el AT.: el elegido por Dios se resiste, pone dificultades, incluso, como Jonás, se escapa para eludir su misión.
Podemos preguntarnos sobre los Doce elegidos por Jesús. Su vida se convirtió en algo dudosamente envidiable. De la tranquilidad de un oficio y una familia, en que las únicas preocupaciones son la subsistencia material y el cumplimiento de unas normas morales, al compromiso de una vida entera por una causa casi utópica, que habrá de llevarles a muchos sufrimientos y, por lo que sabemos, a la muerte violenta en la mayoría de los casos. Sabiendo, además, (en la escena del "joven rico" aparece con claridad) que no se trata de la salvación eterna: esto está asegurado con cumplir los mandamientos: se trata de entusiasmarse, comprometerse con "El Reino", la locura de Jesús.
Podemos preguntarnos también si esta elección para la misión es para todos, para muchos, para pocos... Si todos los que formamos la Iglesia hemos sido llamados a "la misión", a comprometer la vida entera por el Reino. La respuesta no está en el terreno teórico, en la distinción de clases distintas en la Iglesia, en estados de perfección. La respuesta es que la invitación de Jesús está ahí, para todo el que se sienta interpelado por su llamada. La respuesta a esta llamada no se da porque alguien pertenezca a una clase o a una institución. Está en lo más íntimo de nuestra religiosidad, de nuestro seguimiento de Jesús. Resumiendo y simplificando, lo cual siempre es peligroso, podemos decir que la Iglesia está representada en los Doce elegidos, los que recibieron la llamada y aceptaron la Misión. Cierto que hay muchos más "apuntados" en el libro de la Iglesia. Son - ¿somos? - los que hemos conocido a Jesús, incluso hemos oído la llamada, pero le seguimos más bien de lejos, sirviendo un poco a dos señores, sin decidirnos del todo.
Si nosotros, la Iglesia, somos simplemente una multitud de "creyentes", que buscan en La Palabra SU propia salvación y entienden la palabra como ley, y la relación con Dios como relación con el Señor Juez más bien blando, y a Jesús como víctima por los pecados, gracias al cual El Juez está dispuesto a no ser severo, a comprender que hagamos la vida mediocre y perdonarnos al final... con un poco de suerte; si aceptamos de manera conformista que somos pecadores, es decir, hacemos nuestra vida al margen de la Palabra, buscamos la felicidad aquí, trampeamos con las Leyes, pasamos por la confesión para reconciliarnos de vez en cuando y en la hora de la muerte esperamos que habrá tiempo para una última reconciliación que a fin de cuentas salve los muebles del desastre y nos dé un rinconcito en el cielo..... Hacemos una lamentable reducción de la llamada al Reino. El mismo pecado de Israel: domesticar la Palabra en mi provecho, en provecho de una vida pagana que no
moleste demasiado al Juez.
Lo de Jesús es más, mucho más: es una invitación a cambiar el mundo, empezando por mí mismo, y a dirigir todas mis actividades a esa preciosa misión. En el fondo, es una cuestión de ambición: Jesús intenta despertar nuestra ambición, para que no nos conformemos ni con una vida agradable aquí, ni con un seguro de vida eterna. Jesús quiere cambiar el mundo e invita a los soñadores a comprometerse.
Es el mayor destino que un ser humano puede soñar. En último término, se trata de una invitación a convertirse en creador con Dios Creador. Llevar la creación a su plenitud; no es verdad que Dios descansó el séptimo día: sus hijos están por terminar. Y nosotros estamos invitados a colaborar con Dios para que sus hijos se enteren de que lo son y vivan como tales. La Elección y la Misión son ayudar a Dios a tener hijos. El más precioso de los destinos que se puedan soñar.

O R A C I Ó N

CONTEMPLAR:
Imaginar la escena. Sentarse junto a Jesús que contempla a la gente. ¡Cómo buscan ser felices! ¡Qué mal buscan! Buscan donde no hay, andan como un rebaño desperdigado, por malos pastos.... Sentir como Jesús, sentirse conmovido, desear darles una Buena Noticia, desear que conozcan a Jesús y a Abbá, para que se ilumine su vida, para que tenga sabor.

ESCUCHAR:
Jesús elige: va diciendo nombres: "Simón, Andrés, Santiago, Juan..." Y ¡ha dicho mi nombre!, ¡me ha llamado! ¡me encarga una misión!. ¡A mí!. Yo estaba en mis cosas, en mis trabajos, como Pedro y Andrés y los Zebedeos en sus barcas, y pasó Jesús y dijo mi nombre...
Y entonces resulta que mis cosas y mis trabajos, que antes servían para ganar
dinero, para divertirme .. ¡sirven para el Reino!. ¡Me han dado una gran Noticia! ¡Estoy en el Reino, todo lo que hago puede valer para el Reino!. Y estoy invitado.

PARA NUESTRA ORACIÓN VOCAL
Tú has venido a la orilla
no has buscado ni a sabios ni a ricos;
tan sólo quieres que yo te siga.
Tú sabes bien lo que tengo
en mi barca no hay oro ni espadas
tan solo redes y mi trabajo.
Tú necesitas mis manos
mi cansancio que a otros descanse,
amor que quiere seguir amando.
Señor, me has mirado a los ojos,
sonriendo, has dicho mi nombre.
En la arena he dejado mi barca,
junto a Ti buscaré otro mar.

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