EVANGELIO
Mateo 5, 27-32
27Os han enseñado que se mandó: «No cometerás adulterio» (Éx 24,14). 28Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer casada excitando su deseo por ella, ya ha cometido adulterio con ella en su interior.
29Y si tu ojo derecho te pone en peligro, sácatelo y tíralo; más te conviene perder un miembro que ser echado entero en el fuego. 30Y si tu mano derecha te pone en peligro, córtatela y tírala; más te conviene perder un miembro que ir a parar entero al fuego.
31Se mandó también: «El que repudia a su mujer, que le dé acta de divorcio» (Dt 24,1). 32Pues yo os digo: todo el que repudia a su mujer, fuera del caso de unión ilegal, la empuja al adulterio, y el que se case con la repudiada comete adulterio.
v.v. 27-30: Os han enseñado que se mandó: «No cometerás adulterio» (Éx 24,14). 28Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer casada excitando su deseo por ella, ya ha cometido adulterio con ella en su interior. 29Y si tu ojo derecho te pone en peligro, sácatelo y tíralo; más te conviene perder un miembro que ser echado entero en el fuego. 30Y si tu mano derecha te pone en peligro, córtatela y tírala; más te conviene perder un miembro que ir a parar entero al fuego.
Con el sexto mandamiento, la Ley prohibía la acción externa, el adulterio. Jesús vuelve a insistir en la limpieza de corazón (en su interior, en su corazón). «Mujer» significa «mujer casada». El adulterio es una injusticia y lo mismo el deseo de cometerlo. «El ojo» simboliza el deseo; «la mano», la acción. Ceder al impulso de uno u otra lleva al hombre a la muerte. Hay que eliminar el mal deseo con la pureza del corazón (5,8); la mala acción con la ayuda al prójimo (5,7).
v.v. 31-32: Se mandó también: «El que repudia a su mujer, que le dé acta de divorcio» (Dt 24,1). 32Pues yo os digo: todo el que repudia a su mujer, fuera del caso de unión ilegal, la empuja al adulterio, y el que se case con la repudiada comete adulterio.
El repudio es una injusticia contra la mujer. No basta el documento legal para justificar la acción. La mujer sigue ligada al marido que abusivamente la despidió. «Fuera del caso de unión ilegal»: el griego porneia puede significar la inmoralidad en general, la prostitución, la frecuentación de prostitutas (1 Cor 6,18) y la unión entre parientes prohibida por la Ley (Lv 18,6-8; 1 Cor 5,1). En este pasaje hay que optar entre una traducción que atribuya culpa a la mujer (inmoralidad, prostitución) y la de «matrimonio ilegal». La primera (mujer culpable) haría el texto contradictorio. Hay que optar, por tanto, por la segunda. También el repudio procede del corazón no limpio (cf. 15,19).
Jesús no escatima tiempo para dejar bien claro cuál ha de ser la actitud del discípulo ante el tema del adulterio, que va muy de la mano con el doble mandamiento del amor
En tiempos de Jesús, y como herencia de una larga tradición no sólo israelita sino de todo el Medio Oriente, la mujer ocupaba un lugar muy menoscabado en la sociedad; tan mensocabado, que ella pasaba a ser una posesión más, junto con el buey, el asno y el patrimonio que tuviera el hombre. Su papel familiar se definía en función del sometimiento al marido y el cuidado de los hijos, y estaba muy lejos de llegar a ocupar lugares importantes en la sociedad. Era tal su posición desmedrada, que era derecho del marido divorciarse de ella sólo por medio de un acta, y cualquier argumento era válido para hacerlo.
Con Jesús, el adulterio viene a ser ya no una cuestión meramente formal, sino vivencial; y no será la mujer la destinataria exclusiva de semejante carga, sino que también el hombre participa activamente de ella. Jesús llama a sus discípulos a vivir en coherencia con el mandamiento del amor, el cual exige fidelidad y respeto por la persona del otro.
29Y si tu ojo derecho te pone en peligro, sácatelo y tíralo; más te conviene perder un miembro que ser echado entero en el fuego. 30Y si tu mano derecha te pone en peligro, córtatela y tírala; más te conviene perder un miembro que ir a parar entero al fuego.
31Se mandó también: «El que repudia a su mujer, que le dé acta de divorcio» (Dt 24,1). 32Pues yo os digo: todo el que repudia a su mujer, fuera del caso de unión ilegal, la empuja al adulterio, y el que se case con la repudiada comete adulterio.
COMENTARIOS
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v.v. 27-30: Os han enseñado que se mandó: «No cometerás adulterio» (Éx 24,14). 28Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer casada excitando su deseo por ella, ya ha cometido adulterio con ella en su interior. 29Y si tu ojo derecho te pone en peligro, sácatelo y tíralo; más te conviene perder un miembro que ser echado entero en el fuego. 30Y si tu mano derecha te pone en peligro, córtatela y tírala; más te conviene perder un miembro que ir a parar entero al fuego.
Con el sexto mandamiento, la Ley prohibía la acción externa, el adulterio. Jesús vuelve a insistir en la limpieza de corazón (en su interior, en su corazón). «Mujer» significa «mujer casada». El adulterio es una injusticia y lo mismo el deseo de cometerlo. «El ojo» simboliza el deseo; «la mano», la acción. Ceder al impulso de uno u otra lleva al hombre a la muerte. Hay que eliminar el mal deseo con la pureza del corazón (5,8); la mala acción con la ayuda al prójimo (5,7).
v.v. 31-32: Se mandó también: «El que repudia a su mujer, que le dé acta de divorcio» (Dt 24,1). 32Pues yo os digo: todo el que repudia a su mujer, fuera del caso de unión ilegal, la empuja al adulterio, y el que se case con la repudiada comete adulterio.
El repudio es una injusticia contra la mujer. No basta el documento legal para justificar la acción. La mujer sigue ligada al marido que abusivamente la despidió. «Fuera del caso de unión ilegal»: el griego porneia puede significar la inmoralidad en general, la prostitución, la frecuentación de prostitutas (1 Cor 6,18) y la unión entre parientes prohibida por la Ley (Lv 18,6-8; 1 Cor 5,1). En este pasaje hay que optar entre una traducción que atribuya culpa a la mujer (inmoralidad, prostitución) y la de «matrimonio ilegal». La primera (mujer culpable) haría el texto contradictorio. Hay que optar, por tanto, por la segunda. También el repudio procede del corazón no limpio (cf. 15,19).
II
Jesús no escatima tiempo para dejar bien claro cuál ha de ser la actitud del discípulo ante el tema del adulterio, que va muy de la mano con el doble mandamiento del amor
En tiempos de Jesús, y como herencia de una larga tradición no sólo israelita sino de todo el Medio Oriente, la mujer ocupaba un lugar muy menoscabado en la sociedad; tan mensocabado, que ella pasaba a ser una posesión más, junto con el buey, el asno y el patrimonio que tuviera el hombre. Su papel familiar se definía en función del sometimiento al marido y el cuidado de los hijos, y estaba muy lejos de llegar a ocupar lugares importantes en la sociedad. Era tal su posición desmedrada, que era derecho del marido divorciarse de ella sólo por medio de un acta, y cualquier argumento era válido para hacerlo.
Con Jesús, el adulterio viene a ser ya no una cuestión meramente formal, sino vivencial; y no será la mujer la destinataria exclusiva de semejante carga, sino que también el hombre participa activamente de ella. Jesús llama a sus discípulos a vivir en coherencia con el mandamiento del amor, el cual exige fidelidad y respeto por la persona del otro.
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