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miércoles, 2 de julio de 2008

¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?

Publicado por El Blog de X. Pikaza


Sigue la polémica sobre «quién es Jesús», una polémica encendida en España y en los países de lengua castellana por el libro de J. A. Pagola (Jesús. Aproximación histórica) y alimentada después por la nota «condenatoria» de la Comisión par la Doctrina de la fe de la Conferencia episcopal Española, del 18 de junio de 2008. En este contexto resulta bueno volver a los principios, es decir, a lo que la gente (cristianos y no cristianos) dicen sobre Jesús. Eso es lo que hace, una vez más, mi colaborador y amigo F. Javier Gelpi, comentando el Mensaje de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar de 11 de mayo de 2008 . Voy a seguir tratando del libro de Pagola, pero dejando a un lado las polémicas y las acusaciones de gentes que opinan y opinan y vuelven a opinar sin haber leído el libro… ni los evangelios, sino a partir de posturas viscerales a favor o en contra de la Conferencia Episcopal Española. ¿Por qué no volvemos de verdad a Jesús, con Pagola o sin Pagola, pero con el evangelio? A eso nos invita Gelpi. Gracias, una vez más, por tu aportación

Nos hemos acostumbrado y deformado a someter nuestra formación a la disciplina cíclica de los cursos académicos. Y en el ámbito de la catequesis religiosa también. Ahora es tiempo de vacaciones. Es tiempo de sol, de playa, de aire de montaña, de fiestas y romerías, de cálida luz. ¡La luz que simbolizó la renovación de la religiosidad cristiana del período gótico!. Y, cual pequeño chispazo, la liturgia dominical de este día, fiesta de S. Pedro y S. Pablo, nos interpela desde el Evangelio.

1. ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? (Mt 16, 13)

Los evangelistas nos dicen que unos le veían como la reencarnación del Bautista, de Elías, de Jeremías u otro de los profetas, según la propia afinidad o sensibilidad religiosa de cada cual. Para otros no era una reencarnación, sino simplemente una persona religiosa que trataba de emular a alguno de los profetas. Pero, en general, “se maravillaban de su doctrina, porque su palabra iba acompañada de autoridad” (Lc 4, 32), y se preguntaban “¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder impera a los espíritus impuros y salen?” (Lc 4, 36) “¿Quién es este, que manda a los vientos y al agua y le obedecen?” (Lc 8, 25). Incluso había doctores de la Ley que se dirigían a él llamándole “Maestro”, si bien algunas veces era para tentarle (Cf. Lc 10, 25). Pero Jesús, que leía en sus corazones, se quejaba diciendo: “¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que os digo?” (Lc 6, 46).

Pikaza da una interpretación magistral de esas actitudes: “Entienden a Jesús igual que Herodes y su corte: le siguen vinculando a Juan Bautista, Elías o un profeta. Es normal. Ellos no pueden llamarle Mesías, pues, en ese caso deberían seguirle, pero le ven como un profeta escatológico, alguien que se pone al servicio de la renovación penitencial de Israel, en la línea del cumplimiento mesiánico” (Artículo: “Trilogía de Pedro 1”, del 27/06/08). ¿Podemos definir esta actitud como “una creencia farisaica de conveniencia moral por si las moscas”? Sería como la del que afirma no creer en las “meigas”, pero “habelas, hailas”, así que no está de más echar mano de un “amuleto”. Jesús sería un amuleto espiritual de conveniencia para asegurarse la “vida futura”.

Frente a ese tipo de actitud y de creencia, los evangelistas ponen la confesión de Pedro: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29). Y Pikaza nos explica: “Ahora lo proclama Pedro, lo acepta como el Cristo, en palabra de fidelidad y compromiso de seguimiento; podemos afirmar que, en cierto aspecto, ha visto bien: ha sacado las consecuencias del camino anterior; ha entendido a Jesús como Mesías nacional” (Artículo citado).

2. Pero, ¿quién dicen los bautizados de hoy que es el Hijo del hombre?.

Yo no voy a exponer teorías que no tengo, retomo la pastoral de los obispos: “Laicos cristianos: sal y luz del mundo”, en el que se hacen unas afirmaciones terribles:

Existen muchos bautizados que, debido al descuido y olvido de su formación cristiana, desconocen totalmente a Dios.
Hay quienes se limitan a conocer las verdades de la fe, sin pasarlas de la cabeza al corazón y al comportamiento ético.
Hay quienes se limitan a vivir de una fe heredada, pero no personalizada.
Hay quienes se limitan a las enseñanzas recibidas de sus padres en el hogar familiar o en los primeros años de catequesis, y no se plantean de un modo responsable lo que significa creer y seguir a Jesucristo.
Algunos miembros de nuestras comunidades cristianas, bien dispuestos para asumir responsabilidades pastorales, manifiestan sin embargo en sus comportamientos una profunda ruptura entre la fe y la vida y no sienten la necesidad de formarse para cumplir con más fidelidad la misión confiada por el Señor.
El abandono de la formación cristiana por parte de muchos bautizados les ha conducido a tener una visión totalmente deformada del cristianismo y de la Iglesia.

Yo no sé cómo se ha llegado a estas conclusiones, pero quiero creer que hay un trabajo serio y responsable detrás y, en todo caso, parecen estar en consonancia con el objetivo pastoral de Benedicto XVI de “reevangelizar el viejo occidente” y me concuerda con esa filtración que hubo en los medios de comunicación, semanas atrás, de que España, según un estudio hecho por la Iglesia, es uno de los países del mundo en el que los cristianos leemos menos la Biblia.

La mencionada pastoral de los obispos trata de la educación religiosa en España. No es, pues, un trabajo de análisis. Es una carta pastoral dirigida a los laicos cristianos, con motivo de la pasada festividad del Espíritu Santo, recordándonos la responsabilidad de ser “conscientes de que el seguimiento de Jesucristo y el compromiso cristiano en la Iglesia y en el mundo exige una actitud de búsqueda constante, de renovación espiritual y de crecimiento en la formación”, formación que abarcando “los aspectos espirituales, celebrativos, doctrinales, pastorales y humanos”, pues “el bautizado es llamado constantemente por el Padre celestial a profundizar en su condición de hijo de Dios, a madurar en la fe y a dar frutos de sincera conversión”. Y, desde este objetivo y camino de la formación religiosa, señalan algunos de los problemas que ven en nosotros, los bautizados.

3. Conferencia episcopal Española

Los autores de la pastoral, los obispos de la Conferencia Episcopal del Apostolado Seglar, que merecen todo nuestro respeto y colaboración, y afirmamos esto del respeto y colaboración no para generar un tono “bucólico y lisonjero” (como se nos reprochó en la anterior aparición, en la que, con un sano sentido del humor, para mitigar las duras críticas que contra la misma se estaban lanzando, e invitar a su lectura con otro ánimo que el del “enfrentamiento”, le dimos un redactado algo distinto desde la perspectiva que habíamos manifestado en el debate tras el artículo de Roser, diciendo que no nos molestaba ni enfadaba que pintasen una situación muy negra, porque la realidad es la que es y todos, sin excepción, somos responsables de lo que tenemos en nuestra sociedad). Decimos que sin ánimo “bucólico ni lisonjero”, pues, no tenemos necesidad ni de lo uno ni de lo otro, ni tampoco de ser “pelotas”, ya que no nos tratamos con ninguno, sino desde el reconocimiento que nos merecen personas creyentes, hermanos en la fe, que se han hecho célibes para entregar su vida al seguimiento de Jesucristo y ser sus testigos, y que no dudamos de sus muchas horas de estudio y oración diaria, como base de acción pastoral. Pues bien, decimos que los obispos no eluden sus responsabilidades ni las de los demás presbíteros:

“Nos hemos centrado demasiado en nosotros mismos y hemos dado mucha importancia a la acción”. Esta afirmación la concretan más adelante en la propia pastoral, al afirmar que “se ha dado prioridad al hacer sobre el ser y se han formado personas que saben realizar actividades en el ámbito de la comunidad cristiana, pero que no tienen sólidamente afirmadas las convicciones y las motivaciones cristianas por las que deben realizar todas esas actividades” Y “en ocasiones, se ha formado a los miembros de nuestras comunidades para impartir catequesis, para la preparación de las celebraciones litúrgicas, para impulsar la actividad caritativa y social, pero no se ha formado para hacer cristianos adultos en la fe, enamorados de Jesucristo y de su Iglesia y convencidos de la dimensión secular de la vocación laical”.
Desde la Iglesia tal vez no hemos prestado la suficiente atención y dedicación a la formación de los adultos bautizados.
Reconocemos que la Iglesia se ha equivocado al limitarse a mantener unas prácticas religiosas, y creer que todos estaban suficientemente formados.
No hemos sabido o no hemos podido ser instrumentos para la conversión mediante las propuestas de la formación cristiana.
Reconocemos que ha existido una preocupación por la transmisión de contenidos doctrinales, que son necesarios, y haber dejado en un segundo plano los aspectos espirituales en la formación.
No hemos tenido suficientemente presente que el cristiano, ante todo, es un seguidor de Jesucristo.
pero, al tiempo, oyen la queja de Jesús: “¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que os digo?” (Lc 6,46) y, en consecuencia, nos piden algo más: la formación no puede limitarse a satisfacer una curiosidad intelectual, debe “integrar todas las facultades de la persona: mente, corazón, sentimientos y testimonio”. En otras palabras, el conocimiento correcto implica conformar nuestra vida a ese saber, porque la pregunta verdadera de Jesús es:

4. “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” (Jn 21,15)

Por tres veces le pregunta Jesús a Pedro y, tras cada una de las confesiones de Pedro, Jesús le dice “Apacienta mis ovejas”, y concluye con un imperativo: “Sígueme” (Cf. Jn 21, 15-19). Y Lucas señala como las últimas instrucciones de Jesús a sus discípulos: “Que se predicase en su nombre la penitencia para la remisión de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. Vosotros daréis testimonio de esto” (Lc 24, 47-48).

Y esto es lo que nos dicen nuestros obispos:

“Nos preocupa que muchos bautizados no vivan con gozo su filiación divina ni experimenten la cercanía, el amor, el perdón y la misericordia infinita del Padre, que Cristo nos ha revelado y manifestado”.
Nos preocupa que muchos bautizados “tampoco descubran la alegría de pertenecer a una comunidad cristiana ni sientan la necesidad de participar en sus celebraciones”.
Nos preocupa que muchos bautizados “no hayan descubierto y asumido con gozo la misión evangelizadora y misionera confiada por el Señor a sus discípulos”.

Pues, “si sólo se conoce a Jesucristo de oídas o de modo superficial, es imposible poder ser luz del mundo y testigos de su salvación”, de ahí que “la formación deba complementarse con la oración, la práctica de los sacramentos y la participación en la diaconía”.

En definitiva, es lo que decía San Agustín:

“Enseñadme, Señor, y haced que entienda si debe ser primero el invocaros que el alabaros, y antes el conoceros que el invocaros.
Mas, ¿quién os invocará sin conoceros? Porque así se expondría a invocar otra cosa muy diferente de Vos, el que sin conoceros os invocara y llamara. O decidme si es menester antes invocaros, para poder conoceros.
Mas ¿cómo os han de invocar, sin haber antes creído en Vos? Y ¿cómo han de creer, si no han tenido quien les predique y les dé conocimiento de Vos? Pero también es cierto que alabarán al Señor los que le buscan: porque los que le busquen, le hallarán; y luego que le hallen, le alabarán.
Pues concededme, Señor, que os busque yo invocándoos, y que os invoque creyendo en Vos, pues, ya me habéis sido anunciado y predicado. Mi fe, Señor, os invoca: la fe, digo, que Vos me habéis dado e inspirado por la humanidad de vuestro Santísimo Hijo, y por el ministerio de vuestros apóstoles y predicadores” (San Agustín: “Confesiones”, Libro I, Cap. I.1).

5. Apostilla final, con un ruego:

A los que habéis tenido la paciencia de leer esta modesta reflexión, si queréis hacer una aportación “positiva”, os ruego que volváis a la pastoral de los obispos “Laicos cristianos: sal y luz del mundo” y la leáis con calma desde la óptica de quien, habiendo concluido un curso, hace evaluación del mismo y comienza la reflexión y programación del nuevo. Para esta reflexión y programación, vale la mencionada pastoral como punto de partida, pero es preciso ir más allá, pues, si la descomponemos y, pacientemente vamos distribuyendo sus afirmaciones en los distintos apartados de una “matriz DAFO” (debilidades, amenazas, fortalezas, oportunidades), tendremos 19 debilidades (internas de la comunidad de los bautizados. Será preciso buscar cómo reconducirlas), 2 amenazas (externas, pero que condicionan a esa comunidad. Será preciso buscar cómo superarlas), 9 fortalezas (internas de esa comunidad de bautizados. Sobre estas potencialidades deberá formularse la actuación futura) y 2 oportunidades (que ofrece el conjunto de la sociedad en la que vive inserta la comunidad de bautizados. Es necesario aprovechar esta sinergia externa).

Con humildad os pido que os limitéis a exponer 1 debilidad, 1 amenaza, 1 fortaleza y 1 oportunidad, cada uno, que no sean copia de las ya expuestas en la mencionada pastoral. Es más, como hay 19 debilidades, nos gustaría poder equilibrar la balanza en los cuatro bloques, para tener un punto de partida equilibrado.

Con vuestras propuestas y las que ya contiene la pastoral, pediremos a alguien habitual de este foro que se atreva a redactar un documento, pues, no debemos cargarle el mochuelo a nuestro blogger, que bastante tiene ya con regalarnos un artículo diario y paciencia para aguantarnos en los debates. El documento final y sus conclusiones, podríamos presentárselo a nuestros hermanos los obispos como un documento colectivo que les pueda ayudar a programar el nuevo curso. A partir de ahí, ya no será responsabilidad nuestra, pero sí tendréis el agradecimiento de un pequeño grupo que lo tomará en serio de cara a esa aludida programación de actividades de formación religiosa en su ámbito parroquial. ¿Es posible este esfuerzo colectivo? Es un modo de expresarnos como comunidad solidaria y responsable.

¡Gracias, de antemano, y que Dios os bendiga!

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