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martes, 5 de agosto de 2008

Liturgia y Lecturas del Día: Miercoles 06 de Agosto de 2008

LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR (FIESTA)

MISA: “Gloria”, “Aleluya”, sin “Credo” / Oraciones y prefacio propios [688] / Leccionario V [130]: Dn 7, 9-10. 13-14 (o bien: 2P 1, 16-19); Sal 96, 1-2. 5-6. 9; Mt 17, 1-9.

LITURGIA DE LAS HORAS: Tomo IV / Para Laudes, los salmos se toman del “Domingo I” del Salterio [681]; para la Hora intermedia del “Miércoles II” del Salterio [880]/ Todo lo demás es propio [1254] / COMPLETAS: “Miércoles” [1221].

LECTURAS

Lectura de la profecía de Daniel 7, 9-10. 13-14

Daniel continuó el relato de sus visiones, diciendo:
«Yo estuve mirando
hasta que fueron colocados unos tronos
y un Anciano se sentó.
Su vestidura era blanca como la nieve
y los cabellos de su cabeza como la lana pura;
su trono, llamas de fuego,
con ruedas de fuego ardiente.
Un río de fuego brotaba
y corría delante de Él.
Miles de millares lo servían,
y centenares de miles estaban de pie en su presencia.
El tribunal se sentó
y fueron abiertos unos libros.
Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas,
y vi que venía sobre las nubes del cielo
como un Hijo de hombre;
Él avanzó hacia el Anciano
y lo hicieron acercar hasta Él.
Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino,
y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas.
Su dominio es un dominio eterno que no pasará,
y su reino no será destruido».

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL 96, 1-2. 5-6. 9


R. El Señor reina, altísimo por encima de toda la tierra.

¡El Señor reina! Alégrese la tierra,
regocíjense las islas incontables.
Nubes y Tinieblas lo rodean,
la Justicia y el Derecho son la base de su trono. R.

Las montañas se derriten como cera
delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra.
Los cielos proclaman su justicia
y todos los pueblos contemplan su gloria. R.

Porque Tú, Señor, eres el Altísimo:
estás por encima de toda la tierra,
mucho más alto que todos los dioses.
¡El Señor reina! ¡Alégrese la tierra! R.



Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pedro 1, 16-19

Queridos hermanos:
No les hicimos conocer el poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo basados en fábulas ingeniosamente inventadas, sino como testigos oculares de su grandeza.
En efecto, Él recibió de Dios Padre el honor y la gloria, cuando la Gloria llena de majestad le dirigió esta palabra: «Éste es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección». Nosotros oímos esta voz que venía del cielo, mientras estábamos con Él en la montaña santa.
Así hemos visto continuada la palabra de los profetas, y ustedes hacen bien en prestar atención a ella, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que despunte el día y aparezca el lucero de la mañana en sus corazones.

Palabra de Dios.


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 17, 1-9

Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: «Éste es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo».
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo».
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».

Palabra del Señor.

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