Publicado por Arquidiócesis de Medellin
EN RESUMEN

Salmo 84, 9 a – 14. Al regresar de nuevo la patria, el pueblo antes desterrado, cantaba al Señor agradeciendo que Él nunca los había abandonado. También nosotros proclamamos la cercanía y el amor de Dios, que acompaña a su hijos en toda circunstancia.
Romanos 9. 1 – 5. Pablo trata de vivir entregado a sus hermanos, compartiendo con ellos su misma fe y sus mismos problemas. Su amor hacia la comunidad lo lleva a dolerse cuando las cosas y las personas no andan bien. Un ejemplo para todos nosotros.
Mateo 14, 22 -33. Jesús viene a hacer presente al Dios de la Vida, que todo lo hace nuevo. Él nos ayuda a descubrirlo en todas las circunstancias, aun en aquellas más arduas. Él nos invita a no tener miedo, apoyados siempre en su presencia y en su poder.
REFLEXIÓN
Las reliquias del lago
El Santo Grial, supuestamente aquella copa usada por Jesús en la última cena y en la cual José de Arimatea hubiera recogido sangre del Maestro, tuvo en siglos pasados fervientes buscadores. Por ella se enfrentaron obispos y abades, bandidos y príncipes.
Todo ello a causa de un piadoso deseo: Conservar alguna reliquia del paso de Jesús por nuestra tierra. Sin embargo, nos queda una auténtica, notable, visible: El lago de Genesaret. Allí está, hace más de veinte siglos con sus aguas y sus juncos, sus abundantes peces y sus pescadores mañaneros, sus tempestades y sus bonanzas.
Alrededor de aquel llamado “Mar de Galilea” pasó Jesús la mayor parte de su vida pública. En sus orillas se alzaba Cafarnaún, centro comercial y político de la región y otras ciudades más pequeñas como Séforis, Tariquea, Betsaida, Magdala, poco mencionadas por los evangelistas.
Con 144 kilómetros cuadrados y 50 metros de profundidad máxima, el lago guarda además de sus abundantes peces, leyendas de espíritus y sombras, que sobre todo en las noches de borrasca, atemorizan a los pescadores.
Allí ocurrió aquella pesca milagrosa, por el poder de Cristo, de la cual da testimonio el Evangelio. Y también este episodio: Jesús andando sobre el agua, llega al encuentro de sus discípulos. Luchaban ellos de madrugada contra el oleaje y al ver que alguien se acerca sobre las olas, gritan de miedo creyendo ver un fantasma. Pero Jesús les dice: “Soy yo. No temáis”.
Pedro, confiado en el Maestro, talvez con cierto afán de protagonismo, pide una prueba: “Si eres tú, mándame ir andando sobre el agua”. Jesús le dice: “Ven”. Y el apóstol se lanza a la aventura. Pero duda enseguida, ante el acoso del viento, y empieza a hundirse. Por lo cual grita de nuevo. El Señor lo toma de la mano. “Hombre de poca fe”, le dice y lo sube a la barca.
Vemos pues que el nivel de flotación sobre el agua - y sobre nuestros problemas - depende de la confianza que tengamos en Dios. No es lo mismo enfrentar a solas nuestras dificultades que sentir al Señor a nuestro lado. Y esa oración, a veces en forma de grito como señalan los salmos, puede devolvernos la calma.
De otro lado, nos preguntamos si para muchos hombres y mujeres de hoy, Dios es un fantasma. Pudiera ser. Porque algunos lo identifican con un tirano que amarga las alegrías de esta tierra y amenaza con un trágico final.
Pero la culpa del problema es tal vez nuestra, de quienes le hacemos la publicidad al Señor. Quizás no hemos enseñado una religión ascendente que empiece descubriendo la bondad y la belleza del Creador en el mundo universo. Quizás hemos presentado una teología árida y represiva, antes que el encanto avasallador del Evangelio.
Cabría entonces en los discípulos de Cristo, una actitud humilde y renovada. Para no condenar ni separar. Sino más bien para convocar y acompañar. Entonces el Maestro tomará de la mano a muchos temerosos y angustiados, para encontrase cara a cara con ellos, reunidos en la nave de la esperanza.
CALIDOSCOPIO
Otros posibles temas para la homilía:
• Motivar a los fieles a reconocer a Jesucristo como verdadero Hijo de Dios. Aceptando en la práctica, que su poder actúa en sus seguidores y creyentes.
• Explicar a los fieles cómo pueden mantener una actitud de búsqueda, para descubrir a Dios en el silencio interior, en el susurro hondo del Espíritu en nuestro interior.
• Presentar de qué maneras Cristo que aparece en la travesía de la vida como alguien que calma las tempestades y sosiega el corazón.
• Exponer en relato de victoria de Jesús sobre la tempestad desde la visión judía del hecho, pero ayudando a comprender la acción de Cristo en nosotros ante las tormentas que nos zarandean en la vida.
• Reflexionar sobre la importancia de una fe madura e incondicional en la vida cristiana.
*ASTERISCO
Un hombre lleno de contrastes
Así nos muestra el Evangelio el temperamento de Simón Pedro con sus marcados contrastes. Profundamente humano, es decir, igual a nosotros. No se contenta con ser uno más entre los Doce. Tiene que ser él mismo. También ha sentido miedo como sus compañeros. Pero se atreve a pedir una prueba: “Señor, si eres tú”…Le expresa ruega a aquel desconocido que él quiere caminar sobre las aguas. Riesgo de enfrentarse a un fantasma. Riesgo mayor de hundirse, como sucedió luego.
Y ante la invitación del Maestro se lanza al lago y anda unos pasos sobre el agua. Tiene fe y tiene miedo .Aunque sabe nadar comienza a hundirse. Hasta que Jesús le extiende su mano y Pedro enlaza la suya temblorosa, con el Señor.
Estas manos unidas, señala un escritor son la firme garantía para cada creyente, para cada mortal acosado de miedo. Para el diario trabajo que a todos nos golpea.
San Mateo indica que Pedro gritó. Con un grito más fuerte que aquel viento que barría las olas: “Señor, sálvame”.
Cuando ya nos hundimos, lo único que podemos hacer es gritar, pero con la certeza de que el Señor quiere escucharnos.
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