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jueves, 16 de octubre de 2008

Comentario Bíblico y Pautas Homiléticas: El hombre viviente sólo se entrega a Dios

Mateo 22, 15-21
XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
Publicado por Dominicos.org


Introducción

La iglesia celebra en este domingo la “Jornada Mundial por la evangelización de los pueblos”. Quiere ser fiel al mandato de su Señor: “Id por todo el mundo y haced discípulos a todas las gentes… enseñándoles todo lo que yo os he enseñado”. Jesús nos mandó difundir su evangelio, justamente porque es evangelio, buena noticia. Las buenas noticias hay que difundirlas. Sobre todo, cuando esas buenas noticias tocan la entraña de la vida humana, y ayudan a vivir con sentido, con ilusión. Benedicto XVI, en este día del Domund, nos recuerda que el Evangelio de Cristo “es la comunicación que cambia la vida, da la esperanza, abre de par en par la puerta oscura del tiempo e ilumina el futuro de la humanidad y del universo”. Algo que todo hombre necesita.



Comentario bíblico

* Iª Lectura: Isaías (45,1.4-6): Dios no se desentiende de la historia humana

I.1. La lectura de Isaías debe ser interpretada con una visión religiosa de la historia universal. El Deuteroisaías, profeta del exilio (segunda parte del libro de Isaías, cc. 40-55), se ve envuelto en la aclamación y entusiasmo que los pueblos sometidos a Babilonia hacen de un guerrero famoso y fundador del imperio persa: Ciro el Grande (a. 540 a. C). Si los profetas anteriores se habían valido de Asiria como imperio para poner de manifiesto el castigo de Dios al pueblo de Israel por su infidelidad, ahora el pueblo judío, en el destierro, necesita un libertador ¿Qué hará Dios? En la teología veterotestamentaria no todo es posible asumirlo sin el matiz de una teología global. Ciro no puede venir de parte del Dios de Israel, pero así lo ve este profeta anónimo. Aunque no tanto por el "rey de reyes" persa, sino por la libertad que trae a Israel con su nueva política.

I.2. Piensa este profeta desconocido que Dios se vale de la historia humana, concreta y universal, para que sus planes vayan hacia adelante. Este es un momento de liberación, y por eso se usan expresiones agudas, de tonos altos, para hablar de un guerrero, que ni siquiera conoce a Yahvé. El poder que trae en sus manos es poder de liberación para los desterrados en Babilonia. Se dice, con razón, que el profeta no canta al imperialismo, sino a la libertad. Los imperialismos no pueden consagrarse y, de hecho, profetas posteriores (v. g. Ageo y Zacarías) pondrán en entredicho al imperio persa, porque Dios, el Dios de universo y de la salvación, no se encarna en el imperialismo, ya que éste solamente se sostiene con sangre e injusticia.

I.3. Pero es verdad que en la historia humana podemos ver la mano de Dios en la bondad o en los principios éticos y sociales de pueblos y de gobernantes que anteponen el bien a todos los otros valores. Es una cuestión discutida en el ámbito teológico, en lo que ha venido a llamarse la "teología de la historia". Los profetas eran muy sensibles a ello, a veces exageradamente sensibles, para lo positivo y para lo negativo. Pero no les falta una parte de razón; al menos para dar a entender que Dios no se desentiende totalmente de lo que hacemos los hombres. Si los dones que Él nos ha dado los aplicamos para la paz, la libertad y la justicia, estaremos en el camino de los "planes de Dios".


* II Lectura: Iª Tesalonicenses (1,1-5ª): La respuesta al evangelio

II.1. La IIª Lectura da inicio a la 1ª Tesalonicenses, que es la primera carta de Pablo y el primer escrito del Nuevo Testamento. El apóstol celebra la fe, la esperanza y el amor de aquella comunidad que él había fundado en la capital de Macedonia. Técnicamente es lo que se llama una "acción de gracias", que es la forma en la que Pablo da comienzo en sus cartas a las comunidades. Pero se resalta la elección por parte de Dios (eklogên) de esa comunidad. Y la respuesta de esa elección, por parte de la comunidad, ha sido aceptar el evangelio que se le predicó. No eligieron oro y plata, sino un mensaje que les acarrearía desventajas frente a la sociedad e incluso frente a la sinagoga, porque algunos de ellos se pasaron al evangelio de Pablo.

II.2. Se resalta, pues, la firme esperanza de esta comunidad que, en las dificultades que hubieron de sufrir los cristianos, no abandonaron su fe. La esperanza es una virtud escatológica y, en el contexto del otoño y del final que se acerca poco a poco del año litúrgico, nos va a introducir en esos temas de las cosas finales. Ellos hicieron una elección definitiva, inigualable por el evangelio que él les predicó y que les trajo la fuerza del Espíritu. Es una elección por la salvación que se les anunció, una salvación que no se tocaba con las manos, aunque sí se anunciaba próxima, como ha de ponerse de manifiesto en algunos pasajes de esta carta Iª a los Tesalonicenses.

* Evangelio: Mateo (22,15-22): La dignidad humana no se compra, es un don

III.1. El evangelio de Mateo, hoy, nos sitúa en el corazón de las polémicas que Jesús mantiene con los dirigentes en Jerusalén y que los evangelistas sitúan al final de su vida, precediendo a la pasión (cf. Mc 12,13-17; Lc 20,20-26). Esta vez querían comprometerlo a fondo con las autoridades romanas, que vigilaban ferozmente cualquier movimiento social o político para castigar cualquier rebeldía. Oponerse al César, incluso en nombre de Dios, era ir contra la «pax romana», uno de los mitos de la época. Los espías pretenden halagarlo (Mateo sigue a Marcos y nos habla de los fariseos y los herodianos; Lucas, más coherente, nos habla de espías para entregarlo al gobernador), pero en el punto de mira está el prefecto romano Poncio Pilato, que era un gobernante de una crueldad sin miramientos, vengativa y arbitraria. Los judíos lo odiaban porque había introducido en Jerusalén bustos e insignias del César, además de haber usado el dinero sagrado del templo para construir un acueducto que llevara el agua a Jerusalén (Josefo, De Bello 2,9,2; 2,9.4).

III.2. La hierocracia y aristocracia de la ciudad santa mandan sus espías para poder deshacerse de este profeta galileo que anuncia el Reino de Dios, pero que no coincide con el reino de Roma, ni con el concepto que tienen del mismo algunos partidarios de la revolución contra Roma, ni específicamente con el reino que ellos quieren manipular en nombre de Dios. Los rebeldes dejaban a las claras que la única soberanía que aceptaban bajo el suelo de Judea es la de Dios (Ex 20,4-5); en ello Jesús podría estar de acuerdo. Pero las trazas, entre uno y otros, son muy distintas. Es verdad que Jesús parecía estar en un callejón sin salida: frente a Poncio Pilato, frente a las autoridades, frente a los revolucionarios nacionalistas, frente a todos. No obstante, él la encontró; la encontró recurriendo a las dignidad humana que Dios ha puesto en el corazón de toda persona como imagen suya. Los espías, con su trampa, van a caer en su propia ignominia, porque llevan en sus manos el “denario” con la efigie de Tiberio… pero Jesús no lleva nada en su zamarra. Solamente tiene su palabra y la fuerza de la sabiduría del reinado de Dios.

III.3. Cuando es preguntado, intencionadamente pide la moneda del tributo con la efigie del César y responde: la moneda hay que dársela al emperador; ¿por qué? Porque es el dinero, y el dinero es lo más sucio de este mundo. Los que acuñan moneda tienen poder y por el dinero dominan a los hombres. Entonces, ¿hay que someterse a él? ¡Ni hablar! Por eso añade con una intencionalidad manifiesta: «y a Dios lo que es de Dios». El dinero no es de Dios, sino que de Dios somos nosotros mismos, y por lo mismo nosotros solamente debemos estar sometidos a Dios. Ya San Agustín, que afirmaba: “El César busca su imagen, dádsela. Dios busca la suya: devolvédsela. No pierda el César su moneda por vosotros; no pierda Dios la suya en vosotros” (Com. Ps 57,11). La trampa la resuelve Jesús, no solamente con inteligencia, sino con sabiduría, donde salta por los aires la legalidad con la que pretenden acusarlo en su caso. La respuesta de Jesús no es evasiva, sino profética; porque a trampas legales no valen más que respuestas proféticas. El tributo de hacienda es socialmente necesario; el corazón, no obstante, lleva la imagen de Dios donde el hombre recobra toda su dignidad, aunque pierda el “dinero” o la imagen del césar de turno que no valen nada.
III.4. Aquí Jesús responde con una afirmación liberadora que solamente pueden captar los que no están cegados por el poder, el dinero, el odio y la injusticia. Quizás la mejor ilustración a todo ello la tengamos en San Ireneo, en esa expresión, que es paradigma de muchas radicalidades humanas y divinas: «La gloria de Dios es el hombre viviente; la vida del hombre es la visión de Dios». Todo esto quiere decir que el evangelio de Jesucristo implica, en una simultaneidad inconfundible, que de la misma manera que nos descubre al Dios viviente, nos descubre a la vez, y no por otro camino, al hombre viviente. Podemos usar los bienes de este mundo con eficacia, pero lo que no podemos hacer es vender nuestra vida al mejor postor. Al "césar" de turno podemos darle el dinero, o los impuestos, pero nuestra libertad nadie nos la podrá arrebatar.

Fray Miguel de Burgos, O.P.


Pautas para la homilía

* “Yo soy el Señor y no hay otro”

Algunos analistas afirman que nuestra sociedad no es atea. Tiene y adora a muchos dioses: el dinero, el poder, el placer por el placer, el consumo, el bien personal olvidándose por completo del resto de la humanidad, ciertas personas… A esto dioses rinde pleitesía y gasta todas sus energías por tenerlos de su parte y venerarlos.

A través del profeta Isaías, Yahvé nos asegura que no hay más que un solo Dios: “Yo soy el Señor y no hay otro. Fuera de mí no hay dios”. La gran diferencia entre los ídolos, los dioses falsos, y el Dios verdadero, es que los primeros no llenan el corazón humano y, antes o después, defraudan a sus seguidores. ¡Cuántas desilusiones han provocado y siguen provocando los ídolos entre sus seguidores! En cambio, el único Dios, el Dios que nos ha revelado Jesucristo, llena el corazón humano y nunca defrauda. Cumple siempre sus promesas. Ofrece aquellos alimentos que sacian el corazón humano y que no están al alcance de los ídolos: amor pleno, esperanza fundada, sentido, abundancia de vida en el tramo terreno, y vida en plenitud en el segundo tramo de nuestra existencia: “Venid, benditos de mi Padre, a disfrutar del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo”.

* Al César el dinero, y a Dios el corazón

Jesús no lo tuvo fácil. Los evangelios nos relatan que siempre se encontró con algún grupo de personas que ni le aceptaron a él ni a sus enseñanzas. Hoy es un puñado de fariseos, junto con unos partidarios de Herodes, los que buscan descalificarle ante el pueblo y ante la autoridad civil, tendiéndole una trampa.

Le ponen en la encrucijada de tener que elegir entre el César y Dios. Conocemos la respuesta de Jesús: “Pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Al César, a la autoridad civil, tendremos que pagarle los impuestos, nuestro dinero -la moneda que le muestran-, para que con él busque el bien común. Dios no quiere nuestro dinero. Dios quiere nuestro corazón. Quiere reinar en nuestro corazón. Pero lo quiere porque sabe -¡cómo no lo va a saber si es él su hacedor- que el corazón humano está hecho para el amor, para el encuentro amoroso con Dios y el encuentro amoroso con nuestros hermanos, los hombres. Si le entregamos nuestro corazón, nos ofrece de antemano, entregarnos el suyo, nos ofrece amarnos como sólo Dios sabe hacerlo. “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.

Una de la labores de Jesús, que es el hijo de Dios, gran experto en corazones y en amores, es moldear nuestro corazón, cuando se lo regalamos. Ir puliéndole de todas esas aristas, de todas esas actitudes que no le dejan respirar bien, ir despojándole de todos esos sentimientos que le hacen daño, ir adornándole con los sentimientos de Cristo Jesús y que pueda decir con San Pablo: “ya no soy yo quien vive es Cristo quien vive en mí”, ya no soy yo quien ama es Cristo quien ama en mí, ya no soy yo quien…. es Cristo.

* A cada cual lo que le corresponde

Ante lo que necesitamos para colmar nuestro corazón, pidamos a los bienes de la tierra lo que ello nos pueden dar, y no lo que ellos no nos pueden dar. Pidamos a los hombres lo que ellos nos pueden dar, pero no lo que no está a su alcance. Pidamos a Cristo lo que Él solo nos puede dar y está dispuesto a regalárnoslo: un amor sin fallos, una fuerza para caminar con sentido e ilusión por esta vida, un futuro plenamente feliz para toda la humanidad, un mundo nuevo, una tierra y un cielo nuevos, donde las lágrimas, los duelos, los llantos serán aniquilados… algo que nuestro corazón está anhelando. En este día del Domund, donde el Papa, en su mensaje, nos invita a ser “como Pablo, misionero por vocación”, sigamos predicando la buena noticia de Jesús, ofreciendo a los hombres de todo el mundo lo que no está al alcance de nuestra manos humanas, y… que tanto necesitamos.

Fray Manuel Santos, OP

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