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domingo, 19 de octubre de 2008

Evangelio Misionero del Día: Lunes 20 de Octubre de 2008


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 13-21

Uno de la multitud dijo a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia»,
Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?» Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas».
Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: "¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha" Después pensó: "Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida",
Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir, ¿y para quién será lo que has amontonado?"
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios».

Compartiendo la Palabra
Por J. ALDAZABAL

1. (Año I) Romanos 4,20-25

a) Sigue el ejemplo de Abrahán, que a Pablo le parece muy válido para reafirmar su doctrina de la salvación por la fe y no por las obras.

La fe del gran patriarca no fue precisamente fácil. Tuvo un gran mérito, porque las dos promesas de Dios -la paternidad a su edad y la posesión de la tierra- se hacían esperar mucho. Como decía Pablo el sábado pasado, Abrahán "creyó contra toda esperanza", contra toda apariencia. Y es esa fe la que se alaba en él, la que se "le computa como justicia", o sea, como agradable a Dios. Igual nos pasa a nosotros cuando creemos "en el que resucitó de entre los muertos, nuestro Señor Jesús".

Cuando Pablo habla de "justicia" y "justificación", no se refiere a lo que ahora podríamos llamar "buscar excusas" o ser objeto de una decisión judicial: "justicia" equivale a santidad, gracia, ser agradable a Dios.

b) Con razón es llamado Abrahán "padre de los creyentes" y le miramos como modelo de hombre de fe los cristianos, los judíos y los musulmanes.

Abrahán nos enseña a ponernos en manos de Dios, a apoyarnos, no en nuestros propios méritos y fuerzas, sino en ese Cristo Jesús que ha muerto y ha resucitado para nuestra salvación. Como la Virgen María, que es para el NT el modelo de creyente que para el AT era Abrahán, y a la que Isabel alabó por su fe: "dichosa tú, porque has creído".

Se trata de que nos descentralicemos de nosotros mismos y que orientemos la vida según el plan de Dios, fiándonos de él. Hoy, en vez de un salmo, como meditación después de la primera lectura, rezamos el Benedictus evangélico, que, en continuidad con Abrahán, nos hace ser más conscientes de lo mucho que hace Dios y de lo poco que somos capaces de hacer nosotros por nuestra cuenta: "el Señor Dios ha visitado a su pueblo... realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando el juramento que juró a nuestro padre Abrahán para concedernos que le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días". Es él mismo el que nos "concede" vivir la jornada "con santidad y justicia": no son obras nuestras que le ponemos delante, como exigiendo el jornal al que tenemos derecho.

1. (Año II) Efesios 2,1-10

a) Toda esta semana y parte de la siguiente continuamos con nuestra lectura de la carta a los Efesios.

Pablo ya ha descrito cuál es el admirable misterio que Dios nos ha revelado en Jesús. Hoy nos presenta el contraste:

- antes estábamos muertos, "siguiendo la corriente del mundo presente, las tendencias sensuales: destinados a la reprobación",

- pero ahora Dios, "por el gran amor con que nos amó", "nos ha hecho vivir con Cristo, nos ha resucitado con Cristo, nos ha sentado en el cielo con él"; Pablo tiene que inventar neologismos que puedan expresar nuestra íntima comunión con Cristo: "convivir, conresucitar, contentarse".

b) Esta convicción nos tendría que llenar de alegría. Dios nos ha amado antes de que lo mereciéramos -"no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios"- y nos ha llenado de su vida.

Hemos muerto y resucitado con Cristo en nuestro Bautismo, vivimos con él, ya estamos con él sentados en el cielo junto a Dios. Y todo eso tiene como consecuencia que nuestra vida debe ser coherente con este misterio: "nos ha creado en Cristo Jesús para que nos dediquemos a las buenas obras".

Dios ha intervenido en la vida de cada uno de nosotros. Nunca se lo agradeceremos bastante. Pero es bueno que recordemos el peligro de nuestra frágil fe. El mundo de hoy sigue estando, como en tiempos de Pablo, "bajo el jefe que domina en la zona inferior". El mal sigue existiendo y nos obliga a una lucha permanente, de manera que ya no recaigamos en una vida "según las tendencias sensuales, obedeciendo los impulsos del instinto y de la imaginación". Ya cada uno somos débiles, pero encima el mundo nos tienta en todas direcciones.

Nosotros seguimos a Cristo. Le hemos admitido decididamente en nuestra vida, tratando de actuar según su mentalidad. Pero sigamos pidiendo a Dios su fuerza, para que podamos perseverar en ese camino. Para que no estemos unidos a Cristo sólo teológicamente, por el Bautismo, sino de hecho, también en nuestro estilo de vida.

2. Lucas 12,13-21

a) Alguien le pide a Jesús que intervenga en una cuestión de herencias. Jesús contesta que no ha venido a eso: él siempre rehusa hacer de árbitro en asuntos de política o de economía. Lo que le interesa es evangelizar y llamar la atención sobre los valores más profundos, como en este caso, en que la pregunta le sirve para dar su lección: "guardaos de toda clase de codicia".

La codicia o la avaricia, el afán inmoderado de dinero, o los peligros de la riqueza, es uno de los aspectos que Lucas más veces trata en su evangelio (y en el libro de los Hechos). Tal vez, cuando él los escribía, en la comunidad habían entrado personas en buena posición social, creando algunos inconvenientes, y por eso Lucas resalta el contraste con la pobreza radical, evangélica, que Jesús practicó y enseñó a los suyos.

La parábola es sencilla pero muy expresiva. Uno se imagina al buen terrateniente gordo y satisfecho con su cosecha, haciendo planes para el futuro. Jesús le llama "necio". Su estupidez consiste en que ha almacenado cosas no importantes, que le pueden ser quitadas hoy mismo, e Irán a parar a otros. Mientras que él se quedará en la presencia de Dios con las manos vacías. ¿De qué le habrá valido sacrificarse y trabajar tanto?

b) Una de las idolatrías que sigue siendo actual, en la sociedad y también en la Iglesia, es la del dinero.

No hace falta, para aplicarnos la lección, que seamos ricos y que la cosecha de este año no nos quepa en los graneros. La codicia puede ser de dinero, y también de fama, poder, placer, ideologías, afán organizativo, éxitos... Pero siempre es idolatría, porque ponemos nuestra confianza en algo frágil y caduco, y no en los valores duraderos, y eso nos bloquea para otras cosas más importantes. No nos deja ser libres, ni ser solidarios con los demás, ni estar abiertos ante Dios.

Ya nos dijo Jesús que es imposible servir a dos señores, al dinero y a Dios. Y que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los cielos: está cargado con demasiado equipaje como para tener agilidad de movimientos.

Aquel joven que se acercó a Jesús se marchó triste, sin seguir su llamada: era rico. Al contrario, ¡cuántas veces subraya Lucas que algunos llamados por Jesús, "dejándolo todo, le siguieron"!

La ruina del buen hombre nos puede pasar a nosotros: "así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios". Su pecado no era ser rico, ni preocuparse de su futuro. Sino olvidar a Dios y cerrarse a los demás. Ser ricos ante Dios significa dar importancia a aquellas cosas que sí nos llevaremos con nosotros en la muerte: las buenas obras. En concreto, el haber sabido compartir con otros nuestros bienes sí que es una riqueza que vale la pena ante Dios. El examen final será: "me diste de comer". Y el no hacerlo -como fue el caso del rico Epulón- es, para el evangelio, la mayor necedad. No se nos invita a la pereza. El mismo Jesús nos dijo la parábola de los talentos que hay que hacer fructificar.

Se trata de que no nos dejemos apegar a las riquezas. Hay cosas más importantes que el dinero, en la vida humana y cristiana.

Aunque ya estemos bien orientados en la vida de fe y centrados en los valores de Dios, podemos preguntarnos si de alguna manera no se nos pega también la idolatría del dinero que reina en el mundo, y si no tendríamos que relativizar algo nuestras preocupaciones materiales. Cuando en un país como ahora en Europa- se cambia de moneda oficial, hay que ir deshaciéndose de las monedas que ya no valdrán nada y adquirir las buenas. No vaya a ser que nos tengan que llamar "necios" porque no hemos dado importancia a lo que en verdad la tiene.

"Abrahán creyó que Dios es capaz de hacer lo que promete" (1ª lectura I)

"Dios nos ha creado en Cristo Jesús para que nos dediquemos a las buenas obras" (1ª lectura II)

"Guardaos de toda clase de codicia" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 192-195

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