Por Jorge Humberto Peláez, S.J.
Éxodo 22, 20-26 / I Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 1, 5c-10
Mateo 23, 34-40
Éxodo 22, 20-26 / I Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 1, 5c-10
Mateo 23, 34-40
* Como lo hemos analizado en los domingos anteriores, los fariseos quieren silenciar a Jesús pues constituye una seria amenaza para su poder religioso y político. El domingo anterior vimos cómo le tendieron una trampa política al preguntarle: “¿Es lícito o no pagar tributo al emperador?”
* Como Jesús no cayó en ella y dio una hábil respuesta, preparan una celada respecto a la interpretación de la Escritura. Para ello envían a un experto en el tema, un doctor de la ley. Sus enemigos pretenden probar que Jesús no sabe interpretar las Escrituras y que, por tanto, no tiene autoridad ni merece reconocimiento.
* La pregunta parece simple, pero es muy complicada: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”
- Entre los judíos había respuestas diferentes. Más aún, los expertos habían formulado una lista interminable de mandamientos, que constaba de 248 preceptos positivos y de 365 prohibiciones.
- Semejante abundancia de normas hacía imposible su cumplimiento. Los eruditos discutían sobre una posible jerarquización de estas normas.
- Al hacer esta pregunta, querían obligar a que Jesús se lanzara a las arenas movedizas de este debate para desacreditarlo.
* ¿Cómo responde Jesús? Imitando la forma de argumentar de los maestros de la ley, escogió dos textos bíblicos:
- El primer texto está tomado del libro del Deuteronomio (6,5), donde se establece que el primer mandamiento es el amor a Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”
- El segundo texto pertenece al Levítico (19,18) donde se establece que “amarás a tu prójimo como a ti mismo”
- Jesús une estos dos textos de la Escritura, que en su origen estaban separados. Ambos mandamientos son semejantes y constituyen el fundamento de la ley y los profetas.
- Al unir estos dos textos, Jesús nos está diciendo que el amor es la clave de nuestra relación con Dios y con nuestro prójimo. Aunque ambas expresiones del amor son diferentes, están indisolublemente unidas.
* Los invito a profundizar en la expresión “amarás a tu prójimo como a ti mismo”:
- Al pronunciar las palabras “como a ti mismo”, Jesús pone delante de nosotros un espejo que no nos permite decir mentiras.
- Jesús no dice “amarás a tu prójimo si éste se porta bien o si es generoso contigo”. Nada de eso. Jesús establece un criterio muy especial, que no permite dobles interpretaciones: haz a los demás lo que tú quieres que ellos hagan contigo.
- ¿Quieres que los demás sean sinceros contigo? Muy fácil: sé sincero con ellos. ¿Quieres que los demás valoren y reconozcan tus iniciativas? Muy fácil: valora y reconoce lo que hacen los otros.
- La convivencia familiar y la vida en sociedad serían muy diferentes si se aplicara esta “regla de oro” del comportamiento.
* Cuando hablamos sobre el amor al prójimo, inmediatamente pensamos en las obras de caridad: educar a los niños sin recursos, ayudar a ubicar laborablemente a los desplazados, conseguir un puesto en un asilo para un anciano, etc. Es infinita la lista de las posibles acciones que expresan caridad.
* Si analizamos con atención estas obras, comprendemos que pueden ser expresión del amor – aunque no necesariamente -, pero no son el amor en cuanto tal:
- Antes de la beneficencia está la benevolencia; antes de hacer el bien, hay que querer bien. El amor inspira actitudes de respeto, de tolerancia, de perdón. Y estas actitudes deben nutrir nuestras relaciones con los demás.
- Por eso lo más importante es cultivar estas actitudes que van a colorear nuestras palabras y acciones.
- Si permitimos que el amor eche raíces en nuestro corazón, desaparecerán los motivos de prevención y hostilidad que contaminan las relaciones interpersonales.
- Todos soñamos con construir un mundo más humano y equitativo. Este mundo nuevo empieza a construirse desde nuestro interior y después llevará crear unas estructuras externas jurídicas, políticas y económicas.
* Es hora de terminar nuestra meditación dominical. Los fariseos habían complicado enormemente la religión al multiplicar sus mandamientos y prohibiciones. También los católicos podemos complicar innecesariamente nuestra relación con Dios. El evangelio de hoy nos invita a redescubrir lo esencial de nuestra fe en estos dos mandamientos inseparables: el amor a Dios y al prójimo. Recuperemos lo esencial.
* Como Jesús no cayó en ella y dio una hábil respuesta, preparan una celada respecto a la interpretación de la Escritura. Para ello envían a un experto en el tema, un doctor de la ley. Sus enemigos pretenden probar que Jesús no sabe interpretar las Escrituras y que, por tanto, no tiene autoridad ni merece reconocimiento.
* La pregunta parece simple, pero es muy complicada: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”
- Entre los judíos había respuestas diferentes. Más aún, los expertos habían formulado una lista interminable de mandamientos, que constaba de 248 preceptos positivos y de 365 prohibiciones.
- Semejante abundancia de normas hacía imposible su cumplimiento. Los eruditos discutían sobre una posible jerarquización de estas normas.
- Al hacer esta pregunta, querían obligar a que Jesús se lanzara a las arenas movedizas de este debate para desacreditarlo.
* ¿Cómo responde Jesús? Imitando la forma de argumentar de los maestros de la ley, escogió dos textos bíblicos:
- El primer texto está tomado del libro del Deuteronomio (6,5), donde se establece que el primer mandamiento es el amor a Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”
- El segundo texto pertenece al Levítico (19,18) donde se establece que “amarás a tu prójimo como a ti mismo”
- Jesús une estos dos textos de la Escritura, que en su origen estaban separados. Ambos mandamientos son semejantes y constituyen el fundamento de la ley y los profetas.
- Al unir estos dos textos, Jesús nos está diciendo que el amor es la clave de nuestra relación con Dios y con nuestro prójimo. Aunque ambas expresiones del amor son diferentes, están indisolublemente unidas.
* Los invito a profundizar en la expresión “amarás a tu prójimo como a ti mismo”:
- Al pronunciar las palabras “como a ti mismo”, Jesús pone delante de nosotros un espejo que no nos permite decir mentiras.
- Jesús no dice “amarás a tu prójimo si éste se porta bien o si es generoso contigo”. Nada de eso. Jesús establece un criterio muy especial, que no permite dobles interpretaciones: haz a los demás lo que tú quieres que ellos hagan contigo.
- ¿Quieres que los demás sean sinceros contigo? Muy fácil: sé sincero con ellos. ¿Quieres que los demás valoren y reconozcan tus iniciativas? Muy fácil: valora y reconoce lo que hacen los otros.
- La convivencia familiar y la vida en sociedad serían muy diferentes si se aplicara esta “regla de oro” del comportamiento.
* Cuando hablamos sobre el amor al prójimo, inmediatamente pensamos en las obras de caridad: educar a los niños sin recursos, ayudar a ubicar laborablemente a los desplazados, conseguir un puesto en un asilo para un anciano, etc. Es infinita la lista de las posibles acciones que expresan caridad.
* Si analizamos con atención estas obras, comprendemos que pueden ser expresión del amor – aunque no necesariamente -, pero no son el amor en cuanto tal:
- Antes de la beneficencia está la benevolencia; antes de hacer el bien, hay que querer bien. El amor inspira actitudes de respeto, de tolerancia, de perdón. Y estas actitudes deben nutrir nuestras relaciones con los demás.
- Por eso lo más importante es cultivar estas actitudes que van a colorear nuestras palabras y acciones.
- Si permitimos que el amor eche raíces en nuestro corazón, desaparecerán los motivos de prevención y hostilidad que contaminan las relaciones interpersonales.
- Todos soñamos con construir un mundo más humano y equitativo. Este mundo nuevo empieza a construirse desde nuestro interior y después llevará crear unas estructuras externas jurídicas, políticas y económicas.
* Es hora de terminar nuestra meditación dominical. Los fariseos habían complicado enormemente la religión al multiplicar sus mandamientos y prohibiciones. También los católicos podemos complicar innecesariamente nuestra relación con Dios. El evangelio de hoy nos invita a redescubrir lo esencial de nuestra fe en estos dos mandamientos inseparables: el amor a Dios y al prójimo. Recuperemos lo esencial.
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