1.Cuando está a punto de terminar el año natural comienza el año litúrgico con el Adviento cristiano. Los creyentes en Jesús nos vestimos de primavera cuando estamos a punto de entrar en el invierno. Adviento, tiempo de esperanza y de vigilancia. Esperamos al Amado que vino y está a punto de llegar y le cantamos: "¡Marana tha!", que es la fórmula aramaica de profesión de fe, nacida en la primitiva comunidad aramea y corriente en todas las Iglesias cristianas, como se deduce de que la use San Pablo, cuando escribe en lengua griega a los Corintios (1Cor 16,22), y equivale a la traducción griega del Apocalipsis 22,20: "¡Ven, Señor Jesus!"
2. Toda la liturgia de Adviento está sintetizada en el Prefacio de hoy que nos anuncia: "la venida del Señor en la humildad de nuestra carne, y la promesa de que vendrá de nuevo en la majestad de su gloria". La expectativa ante el retorno del Señor polariza nuestra atención y nutre nuestra oración: "A tí, Señor, levanto mi alma. En tí confío. No quede yo defraudado. Que no triunfen mis enemigos sobre mí" Salmo 24,1 de la antífona de entrada.
3. Si aguardamos a Cristo, nuestra espera no debe ser pasiva, sino dinámica para "salir a su encuentro, con nuestras buenas obras", con la lucha constante contra el pecado, la oración, los sacramentos, la caridad y todo el séquito de las virtudes, es decir haciendo actuar nuestra fe por la caridad (Gl 5,6). Produciendo los frutos del Espíritu: "caridad, gozo, paz, paciencia, benignidaad, bondad, longanimidad, mansedumbre, modestia, continencia, castidad" (Ib 23).
4. Escribe Juan Pablo II en su Carta Apostólica Ante el Tercer milenio, que "Para conocer la verdadera identidad de Cristo, es necesario que los cristianos vuelvan con renovado interés a la Sagrada Escritura, en la liturgia, tan llena del lenguaje de Dios; en la lectura espiritual".
5. En este nuevo año litúrgico leeremos del evangelio de Marcos, y dejamos el de Mateo. Nos va a ocurrir, al pasar de Mateo a Marcos, como si saliéramos de un templo para contemplar la naturaleza viviente, a dejarnos orear por el puro aire. Marcos era uno de los setenta y dos discípulos de Jesús, discípulo leal de San Pedro, quien, a ruegos de los cristianos de Roma, redactó las catequesis de San Pedro, que lo llama su hijo, porque él lo bautizó. Es un fino observador y se fija en detalles que nos hacen ver y hasta tocar las personas, y detalla los gestos y los objetos. En sus relatos, se muestra atentísimo, de una manera esspeecial, a la expresión de los sentimientos de Jesús. Como secretario de Pedro nos prestó un servicio impagable a él y a la comunidad. Primero había acompañado a San Pablo en uno de sus viajes, pero añoró a su madre, María, en cuya casa se reunía la iglesia naciente y allí se escondió Pedro, cuando el ángel lo sacó de la cárcel y toda la Iglesia rogaba por él, y regresó a Jerusalén. Y aunque Pablo ya no quiso saber nada de él, él, que le guarda gran cariño, le visitará en la cárcel Mamertina donde está encadenado. Al dejarlo Pablo, lo tomó Pedro como su familiar y secretario y le hizo un excelente papel. Marcos me recuerda al Padre Pedro de Ribadeneira, que era un muchacho muy travieso cuando entró en la Compañía de Jesús y, cuando los superiores se quejaban de sus travesuras, San Ignacio profetizó: Tened paciencia que Perico dará peras.Y en efecto, fue el primer biógrafo de San Ignacio.
6. Hoy nos transmite en su evangelio el imperativo de Jesús: "Velad". Cuatro veces repite en diez líneas, el mismo mandato: "Velad". Si la repite tanto, es porque es fundamental. Velar de noche; la noche de la peregrinación de la fe en este mundo, exige mucha paciencia, perseverancia infatigable, sobriedad, austeridad y constancia. La noche de la fe. La oscuridad de la fe. San Pedro, en su segunda Carta, en que nos descubre la Transfiguración del Señor, nos habla de la fe a la Palabra, como una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que el lucero nazca en nuestros corazones, cuando ya no necesitaremos lámpara, porque veremos clarísimamentre la luz. Caaamineemos ya como hijos de la luz, porque el día se echa encima.
7. San Pablo nos dice: "Que Nuestro Señor Jesucristo nos mantendrá firmes hasta el final para que no tengan de qué acusarnos en el tribunal de Jesucristo Nuestro Señor" 1 Corintios 1,3. Así pues, la esperanza cristiana es una fidelidad en la fe y un combate que tiene a Cristo como actuante principal.
El Señor manda velar, no sólo a los Apóstoles, sino a todos: "Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos" Marcos 13, 33. Ya nos lo ha dicho en la parábola de las vírgenes necias (Mt 25,1). Y, cuando él como modelo, velaba y oraba con angustia en Getsemaní, lo dijo a los apóstoles que no habían obedecido su mandato: "Velad y orad, para no caer en la tentación" (Mt 26,41). Si cayeron fue porque no velaron y oraron y cuando nosotros caemos es por lo mismo, porque no vigilamos y oramos, o porque no oramos bastante. Desfallecemos y enfermamos de muerte porque nos alimentamos poco. Hay personas que tienen un gran sentido del pecado. Es tan aguda su sensibilidad espiritual, que no lo pueden resistir; es como una herida abierta y sangrante, o una espina secreta en el corazón. Necesitan ir al médico de urgencias de inmediato. Por el contrario, las hay que se lo beben como agua y lo toleran impasibles.
8. En mis viajes a América siempre he enfermado. Dicen que son las amebas, o la venganza de Moctezuma. Yo les pregunté: y ¿a vosotros no os atacan? Dicen sí, pero somos resistentes. Las toleran, y conviven con ellas. Algo así ocurre con la mayoría de personas: toleran el pecado días, meses, años y años... El tiempo de Adviento es tiempo de hacer un exhaustivo examen de conciencia para descubrir con la luz del Espíritu Santo las culebras que nos destrozan el alma.
9. Isaías, que es un gran poeta, nos ha dejado esta patética oración, una joya de la literatura bíblica Isaías 63, 16. El profeta se adelanta a Jesús a llamar a Dios, Padre y Redentor. Parece que así oraba ya entonces Israel. Es un grito angustiado y confiado, proferido por los israelitas cuando ven todavía lejos el día de la intervención salvífica de Dios. ¿Por qué nos sigues dejando en el pecado? ¿Por qué no borras en nosotros sus huellas? ¿Por qué no nos creas un corazón nuevo?. No hay pelagianismo en ese esperar de Dios la liberación del pecado, pues "Es Dios quien obra en nosotros el querer y el obrar" (Flp 2,13). Tú eres quien nos ha de arrancar de raiz este cáncer que llevamos dentro, este hombre podrido que somos. Tú eres el autor del hombre nuevo, "creado a imagen de Dios, en justicia y santidad" (Ef 4,24).
10. Reconozcamos la realidad del pecado, que rompe nuestra relación con Dios y con los hermanos. Reconozcamos con Isaías que "nuestra justicia es un paño sucio y manchado". "Hemos caído a tierra como hojas secas sin savia y sin vida. El viento nos ha arrebatado en todas direcciones. Nuestra salvación sólo está en Dios". Por eso: "¡Ojalá rasgaras el cielo y bajaras, derritiendo los montes" de nuestra soberbia, insensatez, autosuficiencia, "con tu presencia"! Mira, Señor, cómo nos debatimos en medio de una sociedad decadente y caduca y paganizada. "Hago el mal que no quiero y no hago el bien que deseo. ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor" (Rm 7,19.24). Cuando "bajaste" al Sinaí "derretiste los montes con tu presencia" y tu fuego. ¡Derrite ahora nuestra dura cerviz!. "Nos has ocultado tu rostro". Ven a salvarnos, Pastor de Israel. Muéstranos ya tu Rostro. "Nos has dejado en poder de nuestras culpas". Adelanta el día de nuestra liberación. "Porque tú eres nuestro Padre". "Nosotros somos la arcilla y tú nuestro alfarero. Somos todos obras de tu mano". Rómpenos y recréanos. "Mira que somos tu pueblo".
11. "Renovemos el tema de la penitencia y reconciliación. La Iglesia no puede atravesar el umbral del nuevo milenio sin animar a sus hijos a purificarse en el arrepentimiento de errores, infidelidades, incoherencias y lentitudes. Reconocer los fracasos de ayer es un acto de lealtad y de valentía que nos ayuda a reforzar nuestra fe, haciéndonos capaces y dispuestos para afrontar las tentaciones y las dificultades de hoy" (TMA, 32-33).
12. "Ven a visitar tu viña, que tú plantaste. Que brille tu rostro y nos salve. Danos vida, para que invoquemos tu nombre" Salmo 79. El sentido literal del salmo está originado como reacción del salmista ante la desgracia prolongada de las tribus del Norte, Efraín, Benjamín y Manasés, hechas cautivas y deportadas por los asirios. Considera a Israel como una viña plantada por el Señor y traplantada de Egipto a Canáan la tierra que mana leche y miel. De haberse quedado en Egipto no laa habría caalificado como viña, pues no allí no se cultivan, en cambio sí son abundantes en Palestina. En sentido típico, se le aplica a la Iglesia, nuevo Israel de Dios, y en sentido espiritual, cada persona puede hacerlo suyo en el tiempo de la tribulación y abandono, de la oscuridad y de los nubarrones y de los aguaceros.
13. Velemos, porque vendrá y nos sorprenderá su venida como el ladrón en la noche (Mt 24,23). Vendrá el Señor que se fue de viaje, y "no sabemos si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer". Nos engañamos a nosotros mismos pensando que no puede acaecernos una muerte repentina. Pensamos que vamos a tener tiempo para prepararnos. ¿Pensaban eso las víctimas de los terremotos de Turquía y los de otros países, los que sucumbieron en los tornados, en las lluvias torrenciales y en las guerras, o en atropellos y en violaciones? "Velemos porque el espíritu está pronto, pero la carne es flaca" (Mt 24,42). "Mirad que Judas no duerme, y se apresura a entregarme a los judíos". El demonio está siempre esperando la ocasión en que estemos más confiados y debilitados. En nuestras horas bajas. Nos lo advierte San Pedro en su 1ª carta: "Sed sobrios y velad, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar" (5, 8). El hábito es una fuerza arrolladora que no puede ser vencida sino a fuerza de oración y ayuno de las ocasiones y de la ociosidad. "Vendrá a juzgarnos y a revelarnos el misterio de su actuar poderoso y de su paciencia y quietud, el misterio de sus palabras y de sus silencios. Quiero decir que esa vigilancia no es angustiosa. Aunque esperemos su retorno judicial, ahora hemos de velar porque es Dios el que está viniendo. Dios, que ya está aquí. En el seno caliente y amoroso de una Madre, Virgen fecunda, vive ya Dios en un Niño, como un capullo de canela a punto de abrirse, al que veremos en los brazos de su Madre, como una rosa de amor en la Noche Buena. Que María nos despierte. "María Santísima, que estará presente de un modo transversal a lo largo de todo el nuevo Milenio, debe ser contemplada en el misterio de su maternidad divina" (TMA, 43).
14. La Madre del Salvador, el único Salvador, pues no hay que esperar a ningún otro Salvador del mundo, nos invita a recibirlo y a quererlo. Virgen, bendita entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre, ven a librar al pueblo que tropieza y quiere levantarse. Prepáranos tú limpiando nuestro corazón para recibir la eucaristía, a punto de ser inmolada en el altar, con la que nos alimentas para darnos las fuerzas que necesitamos. Lávanos como la madre lava a sus niños, para recibirla santamente y descubrir por ella el valor de los bienes eternos y poner en ellos nuestro corazón. Sin la Madre, sin María, somos como un pájaro que quiere volar sin alas.
2. Toda la liturgia de Adviento está sintetizada en el Prefacio de hoy que nos anuncia: "la venida del Señor en la humildad de nuestra carne, y la promesa de que vendrá de nuevo en la majestad de su gloria". La expectativa ante el retorno del Señor polariza nuestra atención y nutre nuestra oración: "A tí, Señor, levanto mi alma. En tí confío. No quede yo defraudado. Que no triunfen mis enemigos sobre mí" Salmo 24,1 de la antífona de entrada.
3. Si aguardamos a Cristo, nuestra espera no debe ser pasiva, sino dinámica para "salir a su encuentro, con nuestras buenas obras", con la lucha constante contra el pecado, la oración, los sacramentos, la caridad y todo el séquito de las virtudes, es decir haciendo actuar nuestra fe por la caridad (Gl 5,6). Produciendo los frutos del Espíritu: "caridad, gozo, paz, paciencia, benignidaad, bondad, longanimidad, mansedumbre, modestia, continencia, castidad" (Ib 23).
4. Escribe Juan Pablo II en su Carta Apostólica Ante el Tercer milenio, que "Para conocer la verdadera identidad de Cristo, es necesario que los cristianos vuelvan con renovado interés a la Sagrada Escritura, en la liturgia, tan llena del lenguaje de Dios; en la lectura espiritual".
5. En este nuevo año litúrgico leeremos del evangelio de Marcos, y dejamos el de Mateo. Nos va a ocurrir, al pasar de Mateo a Marcos, como si saliéramos de un templo para contemplar la naturaleza viviente, a dejarnos orear por el puro aire. Marcos era uno de los setenta y dos discípulos de Jesús, discípulo leal de San Pedro, quien, a ruegos de los cristianos de Roma, redactó las catequesis de San Pedro, que lo llama su hijo, porque él lo bautizó. Es un fino observador y se fija en detalles que nos hacen ver y hasta tocar las personas, y detalla los gestos y los objetos. En sus relatos, se muestra atentísimo, de una manera esspeecial, a la expresión de los sentimientos de Jesús. Como secretario de Pedro nos prestó un servicio impagable a él y a la comunidad. Primero había acompañado a San Pablo en uno de sus viajes, pero añoró a su madre, María, en cuya casa se reunía la iglesia naciente y allí se escondió Pedro, cuando el ángel lo sacó de la cárcel y toda la Iglesia rogaba por él, y regresó a Jerusalén. Y aunque Pablo ya no quiso saber nada de él, él, que le guarda gran cariño, le visitará en la cárcel Mamertina donde está encadenado. Al dejarlo Pablo, lo tomó Pedro como su familiar y secretario y le hizo un excelente papel. Marcos me recuerda al Padre Pedro de Ribadeneira, que era un muchacho muy travieso cuando entró en la Compañía de Jesús y, cuando los superiores se quejaban de sus travesuras, San Ignacio profetizó: Tened paciencia que Perico dará peras.Y en efecto, fue el primer biógrafo de San Ignacio.
6. Hoy nos transmite en su evangelio el imperativo de Jesús: "Velad". Cuatro veces repite en diez líneas, el mismo mandato: "Velad". Si la repite tanto, es porque es fundamental. Velar de noche; la noche de la peregrinación de la fe en este mundo, exige mucha paciencia, perseverancia infatigable, sobriedad, austeridad y constancia. La noche de la fe. La oscuridad de la fe. San Pedro, en su segunda Carta, en que nos descubre la Transfiguración del Señor, nos habla de la fe a la Palabra, como una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que el lucero nazca en nuestros corazones, cuando ya no necesitaremos lámpara, porque veremos clarísimamentre la luz. Caaamineemos ya como hijos de la luz, porque el día se echa encima.
7. San Pablo nos dice: "Que Nuestro Señor Jesucristo nos mantendrá firmes hasta el final para que no tengan de qué acusarnos en el tribunal de Jesucristo Nuestro Señor" 1 Corintios 1,3. Así pues, la esperanza cristiana es una fidelidad en la fe y un combate que tiene a Cristo como actuante principal.
El Señor manda velar, no sólo a los Apóstoles, sino a todos: "Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos" Marcos 13, 33. Ya nos lo ha dicho en la parábola de las vírgenes necias (Mt 25,1). Y, cuando él como modelo, velaba y oraba con angustia en Getsemaní, lo dijo a los apóstoles que no habían obedecido su mandato: "Velad y orad, para no caer en la tentación" (Mt 26,41). Si cayeron fue porque no velaron y oraron y cuando nosotros caemos es por lo mismo, porque no vigilamos y oramos, o porque no oramos bastante. Desfallecemos y enfermamos de muerte porque nos alimentamos poco. Hay personas que tienen un gran sentido del pecado. Es tan aguda su sensibilidad espiritual, que no lo pueden resistir; es como una herida abierta y sangrante, o una espina secreta en el corazón. Necesitan ir al médico de urgencias de inmediato. Por el contrario, las hay que se lo beben como agua y lo toleran impasibles.
8. En mis viajes a América siempre he enfermado. Dicen que son las amebas, o la venganza de Moctezuma. Yo les pregunté: y ¿a vosotros no os atacan? Dicen sí, pero somos resistentes. Las toleran, y conviven con ellas. Algo así ocurre con la mayoría de personas: toleran el pecado días, meses, años y años... El tiempo de Adviento es tiempo de hacer un exhaustivo examen de conciencia para descubrir con la luz del Espíritu Santo las culebras que nos destrozan el alma.
9. Isaías, que es un gran poeta, nos ha dejado esta patética oración, una joya de la literatura bíblica Isaías 63, 16. El profeta se adelanta a Jesús a llamar a Dios, Padre y Redentor. Parece que así oraba ya entonces Israel. Es un grito angustiado y confiado, proferido por los israelitas cuando ven todavía lejos el día de la intervención salvífica de Dios. ¿Por qué nos sigues dejando en el pecado? ¿Por qué no borras en nosotros sus huellas? ¿Por qué no nos creas un corazón nuevo?. No hay pelagianismo en ese esperar de Dios la liberación del pecado, pues "Es Dios quien obra en nosotros el querer y el obrar" (Flp 2,13). Tú eres quien nos ha de arrancar de raiz este cáncer que llevamos dentro, este hombre podrido que somos. Tú eres el autor del hombre nuevo, "creado a imagen de Dios, en justicia y santidad" (Ef 4,24).
10. Reconozcamos la realidad del pecado, que rompe nuestra relación con Dios y con los hermanos. Reconozcamos con Isaías que "nuestra justicia es un paño sucio y manchado". "Hemos caído a tierra como hojas secas sin savia y sin vida. El viento nos ha arrebatado en todas direcciones. Nuestra salvación sólo está en Dios". Por eso: "¡Ojalá rasgaras el cielo y bajaras, derritiendo los montes" de nuestra soberbia, insensatez, autosuficiencia, "con tu presencia"! Mira, Señor, cómo nos debatimos en medio de una sociedad decadente y caduca y paganizada. "Hago el mal que no quiero y no hago el bien que deseo. ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor" (Rm 7,19.24). Cuando "bajaste" al Sinaí "derretiste los montes con tu presencia" y tu fuego. ¡Derrite ahora nuestra dura cerviz!. "Nos has ocultado tu rostro". Ven a salvarnos, Pastor de Israel. Muéstranos ya tu Rostro. "Nos has dejado en poder de nuestras culpas". Adelanta el día de nuestra liberación. "Porque tú eres nuestro Padre". "Nosotros somos la arcilla y tú nuestro alfarero. Somos todos obras de tu mano". Rómpenos y recréanos. "Mira que somos tu pueblo".
11. "Renovemos el tema de la penitencia y reconciliación. La Iglesia no puede atravesar el umbral del nuevo milenio sin animar a sus hijos a purificarse en el arrepentimiento de errores, infidelidades, incoherencias y lentitudes. Reconocer los fracasos de ayer es un acto de lealtad y de valentía que nos ayuda a reforzar nuestra fe, haciéndonos capaces y dispuestos para afrontar las tentaciones y las dificultades de hoy" (TMA, 32-33).
12. "Ven a visitar tu viña, que tú plantaste. Que brille tu rostro y nos salve. Danos vida, para que invoquemos tu nombre" Salmo 79. El sentido literal del salmo está originado como reacción del salmista ante la desgracia prolongada de las tribus del Norte, Efraín, Benjamín y Manasés, hechas cautivas y deportadas por los asirios. Considera a Israel como una viña plantada por el Señor y traplantada de Egipto a Canáan la tierra que mana leche y miel. De haberse quedado en Egipto no laa habría caalificado como viña, pues no allí no se cultivan, en cambio sí son abundantes en Palestina. En sentido típico, se le aplica a la Iglesia, nuevo Israel de Dios, y en sentido espiritual, cada persona puede hacerlo suyo en el tiempo de la tribulación y abandono, de la oscuridad y de los nubarrones y de los aguaceros.
13. Velemos, porque vendrá y nos sorprenderá su venida como el ladrón en la noche (Mt 24,23). Vendrá el Señor que se fue de viaje, y "no sabemos si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer". Nos engañamos a nosotros mismos pensando que no puede acaecernos una muerte repentina. Pensamos que vamos a tener tiempo para prepararnos. ¿Pensaban eso las víctimas de los terremotos de Turquía y los de otros países, los que sucumbieron en los tornados, en las lluvias torrenciales y en las guerras, o en atropellos y en violaciones? "Velemos porque el espíritu está pronto, pero la carne es flaca" (Mt 24,42). "Mirad que Judas no duerme, y se apresura a entregarme a los judíos". El demonio está siempre esperando la ocasión en que estemos más confiados y debilitados. En nuestras horas bajas. Nos lo advierte San Pedro en su 1ª carta: "Sed sobrios y velad, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar" (5, 8). El hábito es una fuerza arrolladora que no puede ser vencida sino a fuerza de oración y ayuno de las ocasiones y de la ociosidad. "Vendrá a juzgarnos y a revelarnos el misterio de su actuar poderoso y de su paciencia y quietud, el misterio de sus palabras y de sus silencios. Quiero decir que esa vigilancia no es angustiosa. Aunque esperemos su retorno judicial, ahora hemos de velar porque es Dios el que está viniendo. Dios, que ya está aquí. En el seno caliente y amoroso de una Madre, Virgen fecunda, vive ya Dios en un Niño, como un capullo de canela a punto de abrirse, al que veremos en los brazos de su Madre, como una rosa de amor en la Noche Buena. Que María nos despierte. "María Santísima, que estará presente de un modo transversal a lo largo de todo el nuevo Milenio, debe ser contemplada en el misterio de su maternidad divina" (TMA, 43).
14. La Madre del Salvador, el único Salvador, pues no hay que esperar a ningún otro Salvador del mundo, nos invita a recibirlo y a quererlo. Virgen, bendita entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre, ven a librar al pueblo que tropieza y quiere levantarse. Prepáranos tú limpiando nuestro corazón para recibir la eucaristía, a punto de ser inmolada en el altar, con la que nos alimentas para darnos las fuerzas que necesitamos. Lávanos como la madre lava a sus niños, para recibirla santamente y descubrir por ella el valor de los bienes eternos y poner en ellos nuestro corazón. Sin la Madre, sin María, somos como un pájaro que quiere volar sin alas.
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