Publicado por Ciudad Redonda
Hace un par de semanas vi una viñeta en un periódico nacional en que se veía a un hombre susurrando maliciosamente a dos señoras: “¡PST!, ¡DIOS NO EXISTE, SON LOS PADRES!”. Hasta aquí la anécdota o el ejemplo de lo que últimamente se respira con frecuencia en nuestra sociedad: No hay nada que buscar; no hay buscadores; sólo hay gente engañada y gente que ya sabe la verdad: Dios no existe.
No es una manera amable de comentar las lecturas de hoy, pero como no creo que haya muchos niños leyendo esta página, sería una pena que volviéramos a celebrar la Epifanía quedándonos solamente en la hermosa costumbre de regalarnos unos a otros. Lo que hoy celebra la Iglesia va mucho más allá: es la fiesta de quien es capaz de experimentar la espesa oscuridad que cubre la tierra, y a la vez contempla cómo la luz de Dios amanece siempre (primera lectura de hoy: Is 60, 2).
¿Quién de nosotros no siente ese peso de tantas oscuridades? Una crisis económica galopante que engulle a los de siempre… un despilfarro indecente disfrazado de galas solidarias y comprometidas… una incoherencia de la propia vida queriendo ser mejores de lo que somos… dolor, abandonos, superficialidades, falta de fe… Sí, los cristianos también lo vemos y ojalá lo suframos. Pero conjuntamente, celebramos a Cristo, luz del mundo, pues como canta la liturgia tradicional: "Hoy desciende una gran luz a la tierra y se manifiesta a todas las naciones.” A todas las naciones, a todas las razas, a todas las familias, a todas las ideologías y credos, a toda la Humanidad. Todos estamos llamados a salir de esa espesura y buscar la luz. Yo soy del linaje de aquellos que de lo oscuro hacia lo claro aspiran, decía Goethe.
Eso sí: viniendo de Dios, no esperemos luces apabullantes. Será un luz clara como el día, pero humilde, pequeña… suficiente para romper la noche. Y aquí aparece la tradición bíblica de los Sabios de Oriente. Ni Magos ni Reyes. En aquella época los Magos eran hombres sabios, científicos (podríamos decir hoy en cierta manera), que intuyen y traducen una pequeña señal y se ponen en camino. Si estos hombres no fueran ya buscadores de Dios, no habrían visto la estrella, ni con fuegos artificiales. Pero ya la buscaban y por eso la vieron y empezaron a caminar.
A alguien que se toma la vida en serio con todas sus búsquedas (las que sean) no es fácil que le engañe el Herodes de turno. Como decía Cromacio de Aquileya en su Comentario al evangelio de san Mateo: "Todos vieron la estrella, pero no todos comprendieron su sentido. Del mismo modo, nuestro Señor y Salvador nació para todos, pero no todos lo acogieron" (4, 1-2).
No basta decir: avisadme cuando lo encontréis y también yo iré a adorarlo, como Herodes… No. Hay que ponerse en camino y solo entonces, “la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos”. Lo que sigue no es más que la consecuencia de toda búsqueda de Dios: llenarse de una inmensa alegría y caer de rodillas adorándole cuando Él te encuentra. Porque es Dios quien te encuentra. No olvides que la estrella que te guía la ha puesto Él. Estamos en camino. Adorémosle.
Vuestra hermana en la fe,
Rosa Ruiz Misionera Claretiana
(rosaruizrmi@yahoo.es)
Conrado Bueno Bueno, cmf.
No es una manera amable de comentar las lecturas de hoy, pero como no creo que haya muchos niños leyendo esta página, sería una pena que volviéramos a celebrar la Epifanía quedándonos solamente en la hermosa costumbre de regalarnos unos a otros. Lo que hoy celebra la Iglesia va mucho más allá: es la fiesta de quien es capaz de experimentar la espesa oscuridad que cubre la tierra, y a la vez contempla cómo la luz de Dios amanece siempre (primera lectura de hoy: Is 60, 2).
¿Quién de nosotros no siente ese peso de tantas oscuridades? Una crisis económica galopante que engulle a los de siempre… un despilfarro indecente disfrazado de galas solidarias y comprometidas… una incoherencia de la propia vida queriendo ser mejores de lo que somos… dolor, abandonos, superficialidades, falta de fe… Sí, los cristianos también lo vemos y ojalá lo suframos. Pero conjuntamente, celebramos a Cristo, luz del mundo, pues como canta la liturgia tradicional: "Hoy desciende una gran luz a la tierra y se manifiesta a todas las naciones.” A todas las naciones, a todas las razas, a todas las familias, a todas las ideologías y credos, a toda la Humanidad. Todos estamos llamados a salir de esa espesura y buscar la luz. Yo soy del linaje de aquellos que de lo oscuro hacia lo claro aspiran, decía Goethe.
Eso sí: viniendo de Dios, no esperemos luces apabullantes. Será un luz clara como el día, pero humilde, pequeña… suficiente para romper la noche. Y aquí aparece la tradición bíblica de los Sabios de Oriente. Ni Magos ni Reyes. En aquella época los Magos eran hombres sabios, científicos (podríamos decir hoy en cierta manera), que intuyen y traducen una pequeña señal y se ponen en camino. Si estos hombres no fueran ya buscadores de Dios, no habrían visto la estrella, ni con fuegos artificiales. Pero ya la buscaban y por eso la vieron y empezaron a caminar.
A alguien que se toma la vida en serio con todas sus búsquedas (las que sean) no es fácil que le engañe el Herodes de turno. Como decía Cromacio de Aquileya en su Comentario al evangelio de san Mateo: "Todos vieron la estrella, pero no todos comprendieron su sentido. Del mismo modo, nuestro Señor y Salvador nació para todos, pero no todos lo acogieron" (4, 1-2).
No basta decir: avisadme cuando lo encontréis y también yo iré a adorarlo, como Herodes… No. Hay que ponerse en camino y solo entonces, “la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos”. Lo que sigue no es más que la consecuencia de toda búsqueda de Dios: llenarse de una inmensa alegría y caer de rodillas adorándole cuando Él te encuentra. Porque es Dios quien te encuentra. No olvides que la estrella que te guía la ha puesto Él. Estamos en camino. Adorémosle.
Vuestra hermana en la fe,
Rosa Ruiz Misionera Claretiana
(rosaruizrmi@yahoo.es)
Conrado Bueno Bueno, cmf.
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