Llegaron la madre y los hermanos de Jesús y, quedándose afuera, lo mandaron llamar. La multitud estaba sentada alrededor de Él, y le dijeron: «Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera».
Él les respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de Él, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi .hermana y mi madre».
El evangelio de hoy nos va a dar las claves que nos identificarán como familiares-seguidores de Jesús.
Lo primero que llama la atención después de una lectura atenta, es la insistencia y las veces que, en un trozo tan corto, aparecen las palabras hermanos, madre. Son cinco veces en cinco versículos. Es decir, en cada uno de los cinco versículos aparece la expresión. “Mi madre y mis hermanos”. Cada versículo nos señala un episodio dentro del texto. Vemos por partes:
“Llegan su Madre y sus hermanos” Ya el versículo 21 de este mismo capítulo nos había hecho notar la preocupación de los parientes de Jesús porque su actuar, según ellos, parecía de alguien que no estuviera en sus cabales. Ellos se quedaron fuera. El texto no nos dice que por la multitud no pudieran entrar, tal vez era más prudente quedarse fuera y más bien mandarlo llamar.
Cuando le hacen presente a Jesús que su madre y sus hermanos han llegado y lo buscan, Él, por toda respuesta lanza una pregunta: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Más de uno de los presentes se debió extrañar bastante. Aparentemente era una pregunta muy extraña. Era como no reconocer a sus familiares. En el texto no se nos describe su lenguaje “no verbal”. Seguramente con él habría dado a entender que no se trataba de desconocer a sus familiares sino de darles un significado aún mayor. Esto es lo que hace a continuación cuando mira a los que están sentados escuchándole. Seguramente se había dado una bella sintonía entre Jesús y ellos, lo cual lo llevó a afirmar que antes que los lazos de la sangre y de la carne estaban ellos, los que lo escuchaban, más aún, los que cumplían su voluntad. Con esta explicación Jesús no estaba desconociendo a sus familiares, al contrario, estaba afirmando que ellos no sólo eran su madre y sus hermanos por la carne y la sangre sino porque cumplían lo voluntad de Dios y que quien lo hiciere así también podría ser su familiar más inmediato.
La familiaridad con Jesús no sólo se da sino que se construye día a día con la escucha atenta y vital de su Palabra, una escucha capaz de hacer que esta Palabra se convierta en norma de nuestra vida y principio orientador de todas nuestras acciones.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón.
1. ¿Por qué es tan significativa en este contexto la expresión “Madre y hermanos”?
2. ¿Qué proceso he hecho para convertirme en familiar inmediato de Jesús?
3. Si como familia o comunidad quisiéramos catalogar como mucho, poco o nada nuestro grado de pertenencia a la familia de Jesús, ¿qué calificación apreciativa daríamos? ¿Por qué? ¿Qué debemos hacer?
Él les respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de Él, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi .hermana y mi madre».
El evangelio de hoy nos va a dar las claves que nos identificarán como familiares-seguidores de Jesús.
Lo primero que llama la atención después de una lectura atenta, es la insistencia y las veces que, en un trozo tan corto, aparecen las palabras hermanos, madre. Son cinco veces en cinco versículos. Es decir, en cada uno de los cinco versículos aparece la expresión. “Mi madre y mis hermanos”. Cada versículo nos señala un episodio dentro del texto. Vemos por partes:
“Llegan su Madre y sus hermanos” Ya el versículo 21 de este mismo capítulo nos había hecho notar la preocupación de los parientes de Jesús porque su actuar, según ellos, parecía de alguien que no estuviera en sus cabales. Ellos se quedaron fuera. El texto no nos dice que por la multitud no pudieran entrar, tal vez era más prudente quedarse fuera y más bien mandarlo llamar.
Cuando le hacen presente a Jesús que su madre y sus hermanos han llegado y lo buscan, Él, por toda respuesta lanza una pregunta: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Más de uno de los presentes se debió extrañar bastante. Aparentemente era una pregunta muy extraña. Era como no reconocer a sus familiares. En el texto no se nos describe su lenguaje “no verbal”. Seguramente con él habría dado a entender que no se trataba de desconocer a sus familiares sino de darles un significado aún mayor. Esto es lo que hace a continuación cuando mira a los que están sentados escuchándole. Seguramente se había dado una bella sintonía entre Jesús y ellos, lo cual lo llevó a afirmar que antes que los lazos de la sangre y de la carne estaban ellos, los que lo escuchaban, más aún, los que cumplían su voluntad. Con esta explicación Jesús no estaba desconociendo a sus familiares, al contrario, estaba afirmando que ellos no sólo eran su madre y sus hermanos por la carne y la sangre sino porque cumplían lo voluntad de Dios y que quien lo hiciere así también podría ser su familiar más inmediato.
La familiaridad con Jesús no sólo se da sino que se construye día a día con la escucha atenta y vital de su Palabra, una escucha capaz de hacer que esta Palabra se convierta en norma de nuestra vida y principio orientador de todas nuestras acciones.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón.
1. ¿Por qué es tan significativa en este contexto la expresión “Madre y hermanos”?
2. ¿Qué proceso he hecho para convertirme en familiar inmediato de Jesús?
3. Si como familia o comunidad quisiéramos catalogar como mucho, poco o nada nuestro grado de pertenencia a la familia de Jesús, ¿qué calificación apreciativa daríamos? ¿Por qué? ¿Qué debemos hacer?
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