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viernes, 20 de marzo de 2009

IV Domingo de Cuaresma - Ciclo B: Celebración Penitencial, Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración (Jn 3,14-21)

Por DABAR

Celebración penitencial comunitaria de Cuaresma

Canto de entrada
Juntos como hermanos, Vengo ante ti, mi Señor.

Saludo del sacerdote
En el nombre del Padre...; la gracia y el perdón de n/Sr. Jesucristo estén con todos vosotros. Hemos cantado que nuestra vida es como un largo caminar por el desierto bajo el sol, y en este caminar muchas veces sentimos sed, sed de algo nuevo, sed de perdón y de reconciliación. Esta celebración es como un oasis, en ella nos encontramos con el agua viva del perdón de Dios y los hermanos.
Bebamos todos de ella, dejémonos lavar por dentro, dejemos que la luz de Cristo nos ilumine.

Oremos
Padre, muchas veces hemos experimentado la dureza de la vida, muchas veces hemos sido nosotros los que hemos hecho la vida dura a los demás, hoy, ante Ti, ponemos todo lo que somos, nuestros deseos e ilusiones, nuestros éxitos y nuestros fracasos, nuestros pecados y nuestras virtudes, todo Señor, para que Tú lo purifiques y lo bendigas. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios: (5, 9-14)
Hermanos: Portaos como gente hecha a la luz, donde florece toda bondad, honradez y sinceridad, examinando a ver lo que agrada al Señor. En vez de asociaros a las acciones improductivas de las tinieblas, denunciadlas, porque lo que ésos hacen a escondidas da vergüenza decirlo. Pero todo eso, cuando la luz lo denuncia, queda al descubierto, y todo lo que está al descubierto recibe el influjo de la luz. Palabra de Dios

Canto
El Señor es mi luz y mi salvación. El Señor es la defensa de mi vida. Si el Señor es mi luz, ¿a quién temeré? ¿Quién me hará temblar? Una cosa pido al Señor; habitar por siempre en su casa, gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo Santo.

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo: (5,13-16)
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se pone sosa, ¿con qué se salará? Ya no sirve más que para tirarla a la calle y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en lo alto de un monte; ni se enciende un candil para meterlo debajo del perol, sino para ponerlo en el candelero que alumbre a todos los de casa. Alumbre también vuestra luz a los hombres; que vean el bien que hacéis y glorifiquen a vuestro Padre del cielo.”

Homilía y examen de conciencia

El Señor nos llama hoy a ser sal de la tierra y luz para el mundo. Sal que da sabor y realza los alimentos, sal que también conserva los alimentos. Luz para iluminar, luz que da confianza enmedio del temor, luz que guía, luz que rompe las tinieblas y la oscuridad. Por eso hoy vamos a examinar nuestra conciencia, nuestras actitudes a la luz de esta invitación que nos hace el Señor. Como la sal, nosotros los cristianos estamos llamados en medio del mundo, a dar sabor a la convivencia, realzar los valores verdaderamente humanos de nuestras relaciones, sabiendo poner nuestra presencia allí donde nadie quiere ir, junto al lecho del enfermo o del anciano, acompañando al niño o al adolescente en el descubrir de la vida y de la fe. Poniendo alegría allí donde hay tristeza, dando nuestra compañía allí donde hay soledad, cediendo de nuestros intereses en favor de los demás.
Por eso nos preguntamos: ¿Me tomo en serio mi vida de cristiano? ¿Acepto la misión que Jesús me ha encomendado? ¿Soy capaz de ser agente de paz en mis relaciones? ¿Busco el bien de los demás o más bien busco sólo mi comodidad? ¿Soy capaz de ceder de mis intereses por favorecer a los otros? ¿Me preocupo por alegrar la vida a los demás o ando siempre quejándome y exigiendo? ¿Ando siempre obsesionado con mi imagen, o soy capaz de aceptarme como soy? ¿Acepto también a los demás como son?
El Señor nos invita también a ser luz para el mundo. Luz para guiar a otros a salir de la oscuridad de sus vidas. Luz para iluminar con la verdad de Dios las mentiras de una sociedad que levanta ídolos. Luz para dar alegría y esperanza en medio del temor y la tristeza. ¿Doy testimonio de mi fe? ¿Manifiesto con mi vida a los demás que sólo hay un Dios verdadero? ¿Soy capaz de hacer oración a menudo? ¿Participo asiduamente en los sacramentos? ¿Coopero con las necesidades de la Iglesia? ¿Manifiesto a los demás que soy cristiano o me da vergüenza reconocerme como tal? ¿Soy capaz de hablar de Dios y Jesucristo a los demás? ¿Mis críticas a la Iglesia van acompañadas de cariño y respeto por lo que representa? ¿Me preocupo por aumentar mi formación cristiana? ¿Leo libros sobre religión? ¿Leo la Biblia? ¿Me apunto a los catecumenados que me ofrece la parroquia? ¿Mi caridad es constante o me conformo con dar una limosna de vez en cuando?

Signo evangélico
(Estarán preparados el Cirio Pascual y las velas)
Ahora, cada uno se levanta, se acerca al Cirio Pascual, enciende su vela, y se vuelve a su sitio. Mientras tanto cantamos: “Sí me levantaré, volveré junto a mi Padre”

Confesión general
Recordando hermanos, la bondad de Dios, nuestro Padre, confesemos nuestros pecados, para alcanzar su misericordia y perdón:
(Todos) Confieso ante Dios y ante vosotros hermanos, que he puesto obstáculos al plan de Dios, a la construcción del prójimo, y a mi propia realización, con mis actos negativos y mis omisiones. Por lo cual, necesito ser perdonado y reconstruido por Dios. En consecuencia, ruego a todos los creyentes que han alcanzado ya la plenitud de la vida, y a vosotros mis hermanos que pidáis por mi al Padre, por medio de Jesucristo nuestro Señor. Amén. (silencio)

Confesiones individuales
(Pueden hacerlas en este momento quienes así lo deseen)

Padrenuestro
Y ahora, con las mismas palabras que Cristo nos enseñó, pidamos a Dios Padre que perdone nuestros pecados y nos libre de todo mal. Padrenuestro…

Oración final
Todos: Gracias Señor, gracias por darnos una nueva oportunidad, gracias por este perdón que nos renueva. Gracias por ser nuestro Padre. Ayúdanos a dar nuevas oportunidades a los demás, ayúdanos a perdonar a los que nos ofendan, ayúdanos a tratar siempre a los demás como hermanos. Te lo pedimos con alegría y humildad, Padre. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.




DIOS HABLA

II CRONICAS 36, 14 16. 19 23
En aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres abominables de los gentiles, y mancharon la casa del Señor, que él se había construido en Jerusalén. El Señor, Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio. Los caldeos incendiaron la casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de la espada los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos del rey y de sus hijos hasta la llegada del reino de los persas; para que se cumpliera lo que dijo Dios por boca del profeta Jeremías: «Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los setenta años». En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la Palabra del Señor, por boca de Jeremías, movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino: «Así habla Ciro, rey de Persia: “el Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él, y suba!”»

EFESIOS 2, 4 10
Hermanos: Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo por pura gracia estáis salvados , nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Pues somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos.

JUAN 3, 14 21
En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».



EXEGESIS

PRIMERA LECTURA
La liturgia propone hoy las últimas frases de los libros de las Crónicas, que en el canon hebreo ocupan el último lugar del corpus bíblico. En ellos hallamos acontecimientos de la historia de Israel y de Judá evocados ya en los libros de los Reyes. Las Crónicas son más tardías y su perspectiva es más amplia que la del deuteronomista y con un enfoque diverso. Más amplia en cuanto al espectro temporal que abarca y más amplia en cuanto han descubierto un Dios universal, no tan “nacionalista” como el anterior al exilio; el enfoque es diverso: se idealiza al rey David: no volverá a haber otro como él; la comunidad judía se congrega ahora en torno al templo de Jerusalén; políticamente no es independiente como entonces, sino provincia del imperio persa que en temas religiosos se muestra liberal. Estos libros ofrecen una interpretación “cultual” de la historia con sabor levítico o sacerdotal.

El texto de hoy se articula en torno a tres motivos: la denuncia de las infidelidades del pueblo; el recuerdo de la caída de Jerusalén y la consabida deportación a Babilonia, consecuencias de esas infidelidades; el anuncio del regreso a Jerusalén y la reconstrucción del templo merced al edicto de Ciro.

Toda la relectura de la historia que el cronista hace tiene como fin último resaltar la centralidad del Templo en la nueva época que se inicia con el acceso de los persas al poder en el oriente medio. Llama la atención el recuerdo de la palabra del Señor trasmitida por Jeremías (25,11). Pese a su destacado papel en los últimos momentos del reino de Judá, este profeta había sido ignorado en el libro de los Reyes. Tras su muerte (¿en Egipto? ¿en Babilonia?), la influencia del profeta de Anatot crece. Los años del exilio propiciaron una meditación de los oráculos proféticos y una revisión de la historia. De este modo se llegó a una nueva imagen de Dios.

Tan novedosa es esa imagen que el portavoz de los designios divinos es el propio Ciro, un rey extranjero, que propiciará el cumplimiento de los vaticinios de Jeremías: paradojas de la vida o el clavo ardiente al que hay que agarrase para poder sobrevivir. Al cronista, como a buena parte de los historiadores, le preocupa el presente y el futuro; por ello vuelve su vista al pasado.

¿Quién es hoy el rey extranjero al que nuestra Iglesia debe volver su mirada para volver a la tierra?

JEREMÍAS LERA BARRIENTOS
jeremias@dabar.net



SEGUNDA LECTURA

El autor de Efesios explica, en esta primera parte del capítulo segundo, un tema fundamental en la teología paulina: el cambio operado en el ser humano al pasar de la infidelidad a la fe.
Evidentemente este cambio es debido a la acción de Cristo, aunque aquí no se explicita demasiado el modo cómo el Señor ha llevado a cabo ese cambio. He aquí los aspectos que aquí se destacan:
1) La iniciativa es totalmente de Dios. Es algo gratuito, no merecido. Por puro amor y misericordia (v.4).
2) El cambio ocurrido es semejante al de quien pasa de la muerte a la vida. Así de hondo, íntimo, total, globalizante (v. 5) es una nueva creación (v.10).
3) El cambio se produce por la comunión con el Señor Jesús. Obsérvense los términos “convivificar” (v.5), “conresucitar” y “con-sentar” (v. 6), un poco bárbaros, pero muy significativos. Al estar él vivo, resucitado y glorificado, el creyente, en virtud de la unión solidaria establecida con él, corre la misma suerte.
4) La transformación mencionada no es un mero perdón, sino un participación en el destino de Jesucristo, participación en su vida. Lo que es mucho más.
5) Todo esto ya ha ocurrido. No es preciso esperar su comienzo en un futuro. Porque habiéndose dado en la Cabeza, no puede no darse en los miembros unidos con él (aunque todavía no hayan llegado al fina) (vv. 5-6).
6)Puro don de Dios. Naturalmente ya dicho al hablar de la gratuidad, pero se insiste en ello, dada la importancia del punto (vv. 7-9).
7) La fe es el medio para todo ello: el abrirse a Cristo, el fiarse de él totalmente, el tomarle como único punto de referencia.
8) Nadie puede presumir ante Dios, es decir, presentarle una factura para cobrar esa transformación, conseguir esa vida divina por medio de buenas obras, totalmente desproporcionadas para el fin que se pretende.
9) Y finalmente: con obras. No por miedo, mandamientos u obligación, pese a la formulación de 9b) sino porque es la única forma de vivir la fe, dada la actual condición humana.

FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net



EVANGELIO
Observaciones previas. Nicodemo: Miembro del Sanedrín, órgano supremo de gobierno judío. Serpiente: símbolo de salud en Núm. 21,8-9 y Sab.16,7.10. Mirando a la serpiente de bronce izada en un estandarte, los mordidos de serpientes se curaban por la fe. Imagen de Jesús exaltado en la cruz. Hijo del Hombre: expresión usada por Jesús, en lugar de la de Mesías, para referirse a sí mismo; denota el Yo de Jesús rebosante de autoridad divina. Vida eterna: la vida propia de Dios. Mundo: tiene el sentido personal universal con el que este término ha sido empleado en el prólogo. Hijo único: singular, precioso, singularmente valioso. En el v.18 debe corregirse la traducción de la siguiente manera: El que cree en él no está condenado (en lugar de no será condenado).

Texto. Todo él arranca de la afirmación inicial: el Hijo del Hombre tiene que ser izado en la cruz para poder tener la vida propia de Dios. Grave y misterioso tener que. El misterio de la iniquidad obliga al Hijo del Hombre a la cruz. Mirando al que está en esa cruz, la vida de Dios puede ser vida para el hombre y del hombre. Un sorprendido Nicodemo ha preguntado a Jesús cómo es posible que alguien ya viejo vuelva a nacer. La respuesta es bien clara: creyendo en el Hijo del Hombre que está en la cruz.
Y esto es sólo posible por el empeño de Dios, por la voluntad salvadora de Dios, por el amor de Dios. Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. Más fuerte que el misterio de la iniquidad es el misterio del Dios que ama a todos sin distinción de nación. No hay un destino fatal inevitable.
El destino de salvación o de condenación es forja personal, resultado de creer en el Hijo del Hombre izado en la cruz.

Puntos de reflexión. Hoy la reflexión tiene que partir de la contemplación del Hijo del Hombre en la cruz. En esta cruz está la fuente de la vida, la fuente de la vida de Dios; la fuente de la vida de Dios para todos.
Misterio de amor de Dios a todos y a cada uno; amor inmenso, sin fondo, insondable. Misterio maravilloso.
Por ello mismo, renunciar a ese amor es sumergirse en el frío de una tiniebla inmensa, sin fondo, insondable.

ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net



NOTAS PARA LA HOMILIA

Para reubicarnos en el marco de la Cuaresma

Hace unos Domingos ya, Marcos nos ofrecía lo que podríamos llamar las referencias fundamentales de este tiempo:
-desde el desierto de la vida, la llamada a la conversión, es decir, la invitación a poner toda nuestra existencia de cara a Dios,
-pero también presentaba lo que Dios constantemente está otorgándonos, su plenitud de vida; nuestra propia transformación cuando como criaturas nos animamos a transparentar su más personal sueño: el sueño de la transfiguración de todo y todos. Es decir, nos presentaba una transformación necesitada de nuestra libertad, de nuestra adhesión al proyecto salvador de Dios. Por eso veíamos que dicha transfiguración supondrá luchar la lucha de Jesús. La lucha por revertir todo lo inhumano, mentiroso, indigno, autosuficiente y egoísta de nuestro mundo, una lucha que elevada, ofrecida íntegramente al Padre, hará surgir lo más genuinamente humano, verdadero, digno y generoso en razón de los otros.
Ya después Juan, con otro estilo y recursos, vino a poner en escena lo implicado entre aquellas dos referencias: la de la luminosidad de Dios, la de la opacidad nuestra. Pero como para entendernos mejor... demos color a lo dicho. Imaginemos sobre un único telón de fondo -ese que en el escenario sostiene el movimiento de los actores- como la luz avanza sobre las sombras hasta dejar límpida toda la escena.
Sobre esta especie de cuadro en claroscuro, juego de la vida, juego de la búsqueda humana de Dios, pero también de la búsqueda que Dios hace de nosotros, el cuarto Evangelio nos presenta a lo largo de los restantes Domingos de Cuaresma, a unos actores -el mismo Jesús, Nicodemo, los griegos que preguntan por el Señor- que mucho dicen acerca de esta apasionante aventura del encuentro entre la criatura y su Creador. Una aventura que desde la experiencia que Jesús tiene de Dios, nos exigirá un constante y profundo replanteamiento de lo religioso tal cual a veces se vive. Un llamado de atención a muchos de nuestros convencionalismos en dicha materia... el del templo cuando se transforma en cueva de ladrones, el de la certeza como punto de llegada a Dios, etc., etc.

La búsqueda de Dios desde la duda

(Dicho esto), lo que tenemos en este IV Domingo de Cuaresma, en un episodio del que sólo proclamamos una parte, de ahí la dificultad para entenderlo en su totalidad, no es otra cosa que la realidad de la duda como posibilidad de acceso a Dios. Por eso será necesario recordar quién motiva el discurso de Jesús.
Se trata de Nicodemo, un fariseo de ley, miembro del Consejo Supremo judío, un notable en materia religiosa y judicial. Pero el hombre parece insatisfecho, perdido en medio de la noche de las incertezas. ¿Podrá Jesús echar luz sobre su vida? ¿Podrá este Maestro disipar las tinieblas para las que la ley fosilizada de la religiosidad judía ya no tiene respuestas?
Una cuestión difícil, una cuestión vital que no gusta -porque de sobra está decir que todos somos en algún momento Nicodemo-. Una cuestión incluso, que religiosamente no sabemos llevar del todo. ¿Por qué? Quizás porque nos hemos construido un mundo, una vida y por qué no, una religiosidad donde lo prioritario es la seguridad. De este modo, no admitimos la duda, la pregunta, el límite en nuestras búsquedas, las que sean, también la de Dios. Con lo cual, en el afán de tanta cosa en mano, en el puño, terminamos inhabilitándonos para la desinstalación que puede suponer lo gratuito, lo que nos llega, sea bueno o malo. En otros términos, no haciéndonos aptos para las sorpresas de la vida, y por ende y sobre todo, para lo insondable de Dios.

El Amor de Dios, la única certeza

Y frente a esto, una respuesta que quiere romper con todo lo que tan afanosamente buscamos, la seguridad, el control, la posesión, incluso de Dios: esa respuesta es la de la cruz. En boca de Jesús, Juan genera un diálogo teológico que de alguna manera viene a ser una anti-respuesta para estos espíritus nuestros que, tan maltrechos por el dolor y la inseguridad, especialmente en los tiempos que corren, buscan lo que buscan...
Por eso, ante esa anti-respuesta a la lógica humana, lo que queda es un ejercicio de contemplación -no de comprensión- y desde él, abrirnos, nacer a una dinámica vital nueva. Esa dinámica es la del Amor de Dios, un Amor que se da sin condiciones, sin límites, un Amor que admite el no-amor y aún a este lo hace amable, por eso es un Amor que salva; lo único que puede echar luz verdadera sobre nuestra opacidad. Pero claro, de cara a tamaña locura, la de un Amor determinado solamente a salvar, no a controlar, a donarse sin límites ni condiciones, aún a aquellos que lo traicionen, tan sólo nos queda la pregunta acerca de ¿qué hacer frente a la imposibilidad de amar como Dios?

Sí es posible acoger la iniciativa de Dios

Ante Nicodemo, el hombre, nosotros, Dios, en Jesús, ofrece una salida paradójica, tremenda sin duda, pero posible de ser acogida. No nos arroja en la anti-ley, tampoco en la arbitrariedad, sino en una posibilidad mejor. La posibilidad de una religiosidad no de obligatoriedad, sino de donación extrema en el ejercicio de la libertad. Que Dios haya amado como amó al mundo, que lo siga amando, hasta la entrega de su Hijo por él, viene a poner la salida de nuestra opacidad, no del lado de nuestras seguridades, sino absolutamente del lado de su Amor.
Por eso, cuando esa salida, la de la salvación, se vincula -por no querer aceptar lo vulnerable y débil de nuestra condición- sólo a la sed de seguridades, de certezas, a ese vivir la fe como lo inamovible, lo más probable es que no lleguemos a vislumbrar la luz, que neciamente nos quedemos escondidos entre los telones laterales de la escena de nuestras vidas.
En un sentido, Dios necesita de nuestros límites, los quiere. Nos desea así, contingentes, pues por ahí es por donde puede colarse en nosotros como se cuela el rayo de luz por la hendidura de la puerta para terminar iluminando el interior.
Amar como Dios ¡imposible! Pero no lo es acoger su iniciativa. Algo para lo cual la duda razonable que se abre a la opinión y oposición del otro porque hemos caído en la cuenta de nuestras incertezas, o incluso se abre a sensibilidades y planteamientos vitales que no son los nuestros, es la gran posibilidad de nuestro tiempo a la hora de replantear una búsqueda más gozosa y fructífera de Dios. Y esto a todo nivel, dentro y fuera de nuestras comunidades, en el mundo, en nosotros mismos...
¿A dónde nos han llevado las certezas de nuestro mundo autocomplaciente? ¿A dónde las certezas que aún desde la misma Iglesia tantas veces han asfixiado la paradoja del Amor de Dios? En “La duda”, un film donde más allá de los tópicos que tanto gustan a la taquilla morbosa de, la protagonista, una Meryl Streep tan genial como siempre, en su obsesión por lo seguro, por la no duda, lo cual no quiere decir necesariamente por la verdad, al olvidarse de lo paradójico del Amor que viene de Dios para que veamos la única verdad que cuenta, una verdad que a veces no es aséptica, termina hundiéndose en la mayor de las incertezas... quizás como posibilidad para comenzar de nuevo.
Un film sí... ¿pero no serán estos tiempos, tiempos para comenzar de nuevo, acogiendo sin dramatismos, lúcidamente, nuestros propios hundimientos...? ¿No sería esto fuerza revitalizadora para el hombre, para el mundo, para la Iglesia? ¿No se le daría así a Dios nuevamente la ocasión de salvarnos?

SERGIO LOPEZ



PARA LA ORACION

Dios, Padre nuestro, que por tu Palabra hecha carne reconci¬liaste a todos los hombres contigo; concede a tu pueblo que se pre¬pare con fe viva y entrega generosa, a celebrar lleno de gozo las próximas fiestas pascuales.
---------------------------
Al presentarte, Señor, en la celebración eucarística dominical, estos dones que tú mismo nos has dado, te rogamos que aumentes en nosotros la fe, la esperanza y el amor.
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En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación re¬conocer que Tú nos has enviado en Jesucristo la luz que orienta nuestra vida, nos llena de esperanza en medio de las dificultades, da sentido a nuestro dolor y nos hace confiar en que tras la muerte está la resurrección.
Tú no nos has creado para la muerte sino para la vida, por eso te gusta que te veamos como el Dios de los vivos. As¡ queremos proclamarlo ahora nosotros, cantando, junto con todos los vivien¬tes, este himno en tu honor: Santo, Santo. Santo...
---------------------
Señor, Padre nuestro, luz que alumbras a todo hombre, ilumi¬na nuestras vidas para que sean, en todo, una expresión de amor a Ti y a los hombres.




LA MISA DE HOY

MONICIÓN DE ENTRADA
Queridos hermanos, por muy fuerte que sea la tentación de caer en la inercia de la rutina, en ningún momento podemos olvidar que nos reunimos aquí para celebrar la muerte del Señor Jesús en clave de cena, la Cena Pascual que celebró con sus amigos la víspera de su pasión.
Aquí nos ha reunido, por tanto, no el cumplimiento de una ley sino la alegría de sabernos amados por Dios hasta el máximo. Y venimos no para devolverle nada a Dios sino para empaparnos de ese amor, dejarnos llevar por El y reorientar nuestra vida hacién¬dola en todo conforme a su voluntad.

SALUDO
El amor de Dios nuestro Padre, rico en misericordia, que nos hace vivir con Cristo resucitado esté con vosotros.

ACTO PENITENCIAL
El temor ante Dios no tiene ningún sentido, pues El nos ha per¬donado de antemano, para que nunca dudemos de su amor y su misericordia. Acudimos a El, arrepentidos pero no atemorizados, y ponemos nuestros pecados en sus manos para que El los trans¬forme en gracia.
-Tú, que ves el corazón de los hombres y no te fijas en las apa¬riencias. Señor, ten piedad.
-Tú, que has venido para ser la luz que ilumina la vida de todos los hombres. Cristo, ten piedad.
-Tú, que nos das fuerza para superar las dificultades que nos en¬contramos a la hora de trabajar por el Reino. Señor, ten piedad.

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
Las infidelidades del pueblo judío llegan a su punto culminan¬te; la deportación a Babilonia es tomada por un castigo de Dios; pero su última palabra es mover el corazón de Ciro a devolver la libertad a su pueblo y dar a éste una nueva ocasión para vivir la Alianza.

SALMO RESPONSORIAL (Sal. 136)

Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.
Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras.
Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.
Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar; nuestros opresores, a divertirlos: «Cantadnos un cantar de Sión».
Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.
¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha.
Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.
Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías.
Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.

MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Pablo nos recuerda que somos hijos de Dios porque Dios nos ha hecho semejantes a su Hijo. Las buenas obras del cristiano no son el medio de conseguir la salvación sino la consecuencia de haber sido salvados en Cristo.

MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
Dios nos ama a todos y cada uno, de manera personal e incon¬dicional, es decir: sin restricción y para siempre. Jamás falla ni puede fallar; el hombre, cansado a veces de su caminar, es incapaz de ver esto; por eso necesitamos volver de vez en cuando los ojos a la cruz: allí podemos aprender a amar como El nos ama.

ORACIÓN DE LOS FIELES
En este tiempo de cuaresma, hagamos más firme nuestra con¬fianza en Dios nuestro Padre y roguémosle por nuestras necesida¬des a quien siempre nos escucha, diciendo: Señor, escúchanos
-Para que la Iglesia anuncie a todos los hombres que estamos sal¬vados por pura gracia de Dios. Oremos.
-Para que quienes nos confesamos cristianos sepamos abando¬narnos en manos de Dios. Oremos.
-Para que las fatigas de la vida no cieguen nuestros ojos al amor de Dios. Oremos.
-Para que terminen las guerras, cesen las injusticias, se acabe el hambre y quede superada toda opresión y esclavitud. Oremos.
-Para que nuestra comunidad (parroquial), reunida fraternalmente, esté siempre dispuesta a socorrer las necesidades de los pobres. Oremos.
Oración: Escucha, Padre, a quienes confiadamente nos dirigi¬mos a ti, mira nuestra pequeñez y haznos sentir tu protección. Por JNS.



CANTOS PARA LA CELEBRACION

Entrada: Que alegría cuando me dijeron; Vienen con alegría; El Señor es mi luz.
Acto Penitencial: de Manzano.
Salmo: Lds. (A veces, un buen recitador deL salmo podría hacer efectivo ese momento litúrgico).
Ofrendas: Victoria, Tú reinarás; Te presentamos el vino y el pan de Espinosa.
Santo: de Palazón.
Cordero de Dios: (2 CLN N 3).
Comunión: Oh Señor yo no soy digno; El Señor nos ha reunido junto a El; Cómo le cantaré al Señor.
Final: Música de órgano.


Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net

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