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martes, 24 de febrero de 2009

DESCUBRIR LA CUARESMA


Publicado por Parroquia San Vicente

1- La Cuaresma tiene mala Prensa

La Cuaresma tiene mala prensa. Parece que sea un tiempo de tristeza, de depresión, de privaciones impuestas. Como si después de la fiesta en libertad del Carnaval, la penitencia cuaresmal quisiera compensarlo.

Lo sorprendente es que no sólo suele verse así por quienes están alejados de la comunidad cristiana, sino que también con frecuencia desde dentro de ella tendemos a considerarla así. No la vemos como un tiempo de ilusión esperanzada como el Adviento, por ejemplo. Sino como un paréntesis sin horizonte. Aunque admitamos que es importante para la vida del cristiano, nos cuesta entender el sentido hondo de esta importancia.

Por eso, la apuesta, es descubrir la Cuaresma.

Lo fundamental para vivir, para celebrar, también para ayudar a celebrar estas semanas cuaresmales, es borrar y superar esta deficiente compresión. Y descubrir que es todo lo contrario. Que no es un tiempo cerrado en sí mismo sino abierto a la Pascua, que no es un paréntesis sino un camino. Que si se nos pide un esfuerzo es para abrirnos más radicalmente a la gran alegría de lo que expresa la Pascua: el amor sin límites, salvador y renovador, de Dios. Es verdad que es un tiempo de penitencia, no significa propiamente imponerse castigos sino convertirse, es decir, abrirse a la gran verdad, al gran amor, a la gran esperanza que es Dios, el Padre que nos ha revelado y comunicado Jesús, quiere vivir en nosotros por su Espíritu.

Por eso, no es de extrañar que el prefacio primero de Cuaresma nos hable de lo que la define: el anhelo de la celebración de la Pascua. Algo que nos causa alegría y nos pide conversión de corazón. Que nos pide abrirnos más, mucho más, al amor de Dios y al servicio de los hermanos. Y cuya meta es avanzar en la comunión filial con Dios, un camino que se basa y se expresa en la celebración de los sacramentos que dan vida nueva.



Concedes a tus hijos anhelar, año tras año, la celebración de la Pascua, con alegría y conversión de corazón. Para que, dedicados con mayor entrega a la oración y al servicio de los hermanos, lleguemos a ser con mayor plenitud hijos tuyos con la celebración de los sacramentos que nos dan nueva vida. (Según el prefacio I de Cuaresma)



2.- La historia de la Cuaresma


Inicialmente los cristianos sólo tenían una fiesta: el domingo. Pero no porque aquel día fuera fiesta civil (que no lo era, era un día como cualquier otro en la sociedad), sino porque ellos se reunían para celebrar la Eucaristía. Era la conmemoración -el memorial- semanal de la Pascua del Señor. No como un simple recuerdo sino como algo actual que daba sentido y fuerza a su fe.

Luego, pronto, las diversas comunidades cristianas coincidieron en el deseo de celebrar un día al año, con especial solemnidad, la Pascua. Más o menos, en los días de la muerte y resurrección de Jesús. Y, también, con la Pascua judía; y como esta sigue el calendario lunar, por ello sube o baja según los años.

La gran celebración anual de la Pascua suscitó una preparación (inicialmente lo que ahora denominamos Viernes y Sábado Santo). Luego fue una semana, pronto tres semanas, después cuarenta días. Siempre con esta significación central: tiempo de preparación para la Pascua y para todo el tiempo pascual (si la preparación, el tiempo cuaresmal, dura cuarenta días, la celebración, el tiempo pascual, se alarga a cincuenta días: incluso en la duración se ve qué es más importante).

¿Por qué se concretó en cuarenta días, hasta motivar su nombre (del latín cuadragésima, cuarentena, viene la palabra Cuaresma)? Cuarenta es un número simbólico en la Biblia (en aquellos tiempos eran muy aficionados a la simbología de los números: tres, siete, cuarenta...). Está muy presente en los libros del Antiguo Testamento (por ejemplo, cuarenta días duró el diluvio, cuarenta años anduvo el pueblo judío por el desierto en el éxodo). Pero, sobre todo, influyó la narración evangélica sobre los cuarenta días que Jesús vivió en el desierto, en oración, ayuno y lucha contra las tentaciones, antes de iniciar su anuncio de la Buena Noticia.

En la Edad Media, este sentido de preparación exigente pero también gozosa, se redujo en buena parte al aspecto penitencial: ayuno, privaciones, etc. Quizá es la causa de la mala imagen de la Cuaresma. Ello ocasionó también que se adelantara su inicio del primer domingo de Cuaresma al miércoles anterior, el actual Miércoles de Ceniza, para que fueran realmente cuarenta días de ayuno (ya que según la tradición cristiana, los domingos no se debe ayunar).

Dos aspectos más conviene tener en cuenta. Uno que la Cuaresma coincidía en los primeros siglos con el tiempo de más intensa preparación de los adultos que se bautizarían en la Vigilia Pascual (los catecúmenos ). El otro es que también eran las semanas en que los entonces denominados "pecadores públicos" -los que por algunos graves pecados habían sido excluidos de la comunión- se preparaban para su reconciliación en la celebración comunitaria de la penitencia del Jueves Santo.



3.- Priorizar los fines, valorar los medios


Se dice, con frecuencia, que lo característico de estas semanas es la limosna, la oración y el ayuno, practicados según enseñó Jesús (ver evangelio del Miércoles de Ceniza, Mateo 6,1-6.16-18). Y es verdad, pero no la verdad más honda. Porque limosna, oración y ayuno están en el nivel de los medios y, en la vida cristiana, lo más importante no son los medios sino los fines. Los medios deben ser camino hacia los fines; quedarse en ellos, contentarse con ellos, es un tentación.

Por eso, con razón la oración colecta del primer domingo cuaresmal nos señala el fin, el proyecto y desafío básico de estas semanas: avanzar. ¿Avanzar en qué? En inteligencia -en conocimiento hondo- y en vida. Como si fuéramos aquellos antiguos catecúmenos que se preparaban para recibir la gracia renovadora del bautismo, también nosotros debemos profundizar en lo que significa nuestro bautismo -nuestro estar sumergidos e injertados en la muerte y resurrección del Señor y sacar consecuencias para nuestra vida.

Dicho de otro modo: avanzar en nuestro conocimiento vivencial del Señor Jesús, avanzar en nuestro modo vivir su Evangelio cada día, sobre todo en nuestra relación con los demás (y, entre estos "demás", para el seguidor de Jesús siempre debe haber una especial preocupación por los más necesitados, los más débiles).

Al celebrar un año más la santa Cuaresma, concédenos, Padre, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud. (Según la oración colecta del primer domingo de Cuaresma)

Así, priorizando los fines, hallaremos el sentido de los medios. Por ejemplo:



1. La limosna

Es dar de lo nuestro a quien lo necesite. Dar dinero (a través de Cáritas, de organizaciones de ayuda al Tercer Mundo, etc.).

Dar tiempo (visitar enfermos, personas que viven en soledad, trabajar en servicios de voluntariado, de acción social o eclesial). Y, también, no en último lugar, preguntarnos si no deberíamos actuar solidariamente en alguna tarea que ayude a construir una sociedad mejor, más justa y fraternal (en una ONG, en actividades políticas, sindicales, vecinales, etc.).



2. La oración

Es vivir con más intensidad personal la relación con Dios. Es buscar momentos tranquilos para la oración (y, quizá, si en estos días los hallamos, luego continuaremos). Momentos cotidianos y también algún día de retiro, de abrir puertas al silencio, a la revisión, a la sosegada escucha de lo que Dios nos dice y pide. Y, siempre, no limitándonos a lo que nos sale de dentro, sino muy atentos a la Palabra de Dios, siguiendo la pauta que trazan las lecturas bíblicas de este tiempo.



3. El ayuno

Que significa adquirir libertad, no dejarnos atenazar por gustos y hábitos que quizá malos no sean pero tampoco son lo mejor (por ejemplo, saber prescindir de un programa de televisión por un rato de conversación -de saber escuchar- a la pareja, a los hijos o padres, a los abuelos).

Ayuno que es también ahorro para dar: ahorro en el comer según la universal práctica religiosa que aquí deberíamos redescubrir y así compartir con quienes ayunan a la fuerza; ahorro también de gastos evitables para dar a los necesitados, ahorro de tiempo para nosotros y así poder dedicarlo a los demás, o a la oración.
Desierto

Puede parecer sorprendente y fuera de la realidad, que en nuestra sociedad predominantemente urbana, en la que el casi obsesivo "mirar la televisión" -como si fuera el pan nuestro de cada día- nos abre a lo que sucede en todo el mundo pero invade también nuestra intimidad, en esta sociedad tan ruidosa y masificada, la Cuaresma nos invita a la experiencia del desierto.

¿Qué significa, qué aporta la experiencia del desierto? Las lecturas bíblicas nos hablan de lo importante que fue para el pueblo de Israel. Y, también, de la experiencia de Jesús en sus cuarenta días de desierto antes de iniciar el anuncio de la alegre y gran noticia de su Evangelio. Pero no es lo más importante recordar estas antiguas aventuras espirituales. Son ejemplos, referencias, para ayudarnos a buscar, ahora cada uno de nosotros, qué nos puede aportar una personal experiencia de desierto.

Es decir, de hallar espacio y tiempo de silencio, de soledad, de apertura a las grandes preguntas, a las grandes respuestas, que con frecuencia el ruido, la prisa, los afanes de cada día nos dificultan buscar y encontrar. Claro está que hoy, desierto, para la mayoría de nosotros es un símbolo más que una realidad asequible. Pero vale la pena buscar cómo cada uno puede realizar esta experiencia de desierto personal.

Para así escuchar mejor las preguntas y las respuestas que Dios, personalmente, nos hace y nos da.


4.- Eucaristía, Bautismo, Penitencia



Si el hecho de no valorar los medios "cuaresmales”, la limosna, la oración, el ayuno, no buscar el modo personal de adaptarlos a nuestras circunstancias, sería una tentación, también lo sería quedarse en ellos. Para no quedarse en ellos, para avanzar, lo decisivo es darnos cuenta que el protagonista en la Cuaresma no somos nosotros y nuestros esfuerzos. Sino Dios: la acción de Dios en nosotros, su Palabra que nos guía, su vida, su fuerza, su amor que se expresa y comunica en la Eucaristía y demás sacramentos.

Por ello, ya que la Cuaresma es acción de Dios, ya que es el camino que hace con nosotros Jesús, que inspira y promueve su Espíritu, estas semanas son también no sólo un reto individual sino comunitario. Es toda la Iglesia como comunión de los cristianos, es cada comunidad, la que está llamada a renovarse, convertirse, ponerse en camino.

Estas claves para entender la Cuaresma, tiempo de acción de Dios, tiempo de renovación comunitaria, explican que sea por ello un tiempo sacramental. Es decir, en que la celebración de la Eucaristía y la valoración de los sacramentos, sobre todo el bautismo y de la penitencia, debe adquirir una relevancia primordial.

Es verdad que también todo el tiempo de Pascua será máximamente sacramental, empezando por la Eucaristía de la Vigilia Pascual, la culminante de todo el año. Pero ello no debe oscurecer que también lo es la Cuaresma, aunque los matices, el talante, sea distinto en uno y otro tiempo.

En Pascua dominará la exultante proclamación de la nueva y definitiva realidad que surge de la Resurrección. Por ello, por ejemplo, cantaremos una y otra vez, con alegría, el Aleluya.

Ahora, en Cuaresma, dejamos aparcado el Aleluya, las flores, o el esplendor de la música instrumental, porque lo que domina es el talante de preparación, de esfuerzo renovador, de conversión.



1. La Eucaristía

Como siempre en la vida cristiana, el centro celebrativo es la Eucaristía, especialmente la del domingo, aunque bueno será procurar asistir a la diaria, y cuidar su celebración.

Quizá más que en ningún otro tiempo litúrgico, las lecturas bíblicas de los domingos adquieren una importancia luminosa para guiar nuestro reto de avanzar por el camino de iluminación y renovación que nos conduce a la Pascua del Señor y nuestra.

Son celebraciones con una cierta austeridad, en las que conviene subrayar el acto penitencial, la oración universal que incluya alguna petición por los pecadores necesitados de conversión (los pecadores que somos todos nosotros, sin excepciones). Y cuidar la proclamación de la plegaria eucarística, valorar la riqueza de prefacios cuaresmales, las plegarias eucarísticas de la Reconciliación apropiadas para estas semanas, etc. Si la Cruz preside siempre la Eucaristía, en este tiempo debe notarse más: la Cruz es el signo paradójico pero nuclear de la Buena Nueva de Jesús, un signo con frecuencia mal comprendido, como si fuera sólo dolor y muerte, cuando es también victoria, amor, solidaridad, como dice el evangelio de Juan: "habiendo amado, amó hasta al extremo". un extremo que es fuente de vida para todos.



2. El Bautismo

Si estas semanas eran tiempo de preparación para los adultos que celebrarían el bautismo en la Vigilia Pascual, ahora lo son para nosotros: para revivir el sentido y apuesta de nuestro bautismo. No como algo que sucedió en nuestra infancia, sino como realidad actual. Más que decir "fuimos bautizados", deberíamos afirmar "vivimos como bautizados". O sea, nuestro camino de mujeres y hombres seguidores de Jesús, se basa y se vivifica en el hecho de que estamos sumergidos e injertados en la vida de Dios, comunión de amor máximamente manifestada en la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios.

La Cuaresma es un tiempo privilegiado para vivir esta realidad y vocación bautismal. Para hacerla presente en nuestra cotidianidad, mayormente en nuestra relación con el Padre y con los demás. Y, así, tendrá sentido la renovación del compromiso bautismal en la noche santa de la Vigilia Pascual.



3. La Penitencia

Ese sacramento que hoy cuesta tanto de celebrar. Aunque sea tan evangélico, pocas cosas caracterizaron tanto a Jesús como su -en ocasiones escandalosa- acogida a los considerados pecadores, su generosidad en el perdón, desde la adúltera que condenaban los bienpensantes hasta el supuesto "buen" ladrón que fue sorprendentemente canonizado en la basílica del Calvario.

De ahí que nos convenga a todos redescubrir el sacramento de la penitencia, de la Reconciliación, como personal abrazo misericordioso del Padre. Que no se fija tanto en las culpas como quiere ayudarnos a cambiar y progresar, en camino hacia la gran fiesta de comunión que Él convoca. Recordemos la parábola mal llamada del hijo pródigo que más es del Padre de amor sin condiciones.

Desde el inicio de la Cuaresma, esta convocatoria a la reconciliación debe estar presente, también, como ya hemos dicho, en las Eucaristías dominicales. Pero específicamente en celebraciones penitenciales, tanto comunitarias como individuales. Y que cada cristiano, según su situación e historia, pueda escoger su tipo de celebración del sacramento. Que no es un "trágala" impuesto por la Iglesia sino un encuentro cordial con el Padre de bondad.


5.- Las etapas de la Cuaresma



Prólogo

El Miércoles de Ceniza y los tres días antes del primer domingo. Es un inicial ponernos en sintonía con la llamada a la conversión, a la mejora que significa el camino cuaresmal hacia la Pascua.


Primera etapa

El primer y segundo domingo, con sus dos semanas. Es el inicio de la subida del camino cuaresmal hacia la montaña, la culminación, de la Pascua.

Ya que la Cuaresma es larga, pastoralmente convendrá no gastar los cartuchos, no acelerar, en esta primera quincena, que viene definida por los temas evangélicos de sus domingos: en el 1º la narración de la lucha y oración de Jesús en el desierto, su Cuaresma, nos presenta el modelo, si él lo hizo, cómo no nosotros.

En el 2º la narración, también simbólica, de la Transfiguración. Es la meta hacia la que se dirige nuestro esfuerzo cuaresmal, la glorificación pascual, con la decisiva indicación del Padre: "Este es mi Hijo amado: escuchadle". ¿Sabemos, cada uno de nosotros, toda la Iglesia, escucharle?


Segunda etapa

Las restantes semanas, los domingos tercero, cuarto y quinto. La etapa decisiva para el camino hacia la comunión con Jesucristo en el misterio de su muerte y resurrección.

En estas semanas debe acentuarse el esfuerzo comunitario por vivir en tensión cuaresmal. Las propuestas pueden ser diversas, atentas a las distintas posibilidades y mentalidades (oración, vía crucis, etc). Pero confluyentes en el núcleo del plan de Dios que es el que nos presenta los tres evangelios de los domingos del ciclo A (los evangelios de la catequesis bautismal). Su centro es siempre Jesús, Dios con nosotros. Como respuesta a los más profundos anhelos humanos: él nos da el agua que nos fertiliza, la luz que rompe con nuestra tiniebla, la vida para ahora y para siempre.


Epílogo

O quizá mejor, llegada a la meta.

Ya dentro de lo que suele dominarse Semana Santa, desde el Domingo de Ramos hasta la mañana de Jueves Santo. En estos días ya domina la rememoración de la Pasión del Señor. Nosotros hemos procurado situarnos en sintonía de renovación con el Evangelio: ahora toca, sobre todo, abrirnos a la contemplación de cómo Jesús vivió, sufrió, amó en sus últimos días.
Alianza

Las primeras lecturas de los domingos de Cuaresma se refieren con frecuencia a la Alianza. Es decir, al mutuo compromiso y donación que teje la historia que nosotros denominamos el Antiguo Testamento.

La iniciativa es de Dios, que se da a conocer, propone, y asegura su fidelidad. La respuesta es de su pueblo que acepta, se compromete y sabe que debe ser fiel para dar fruto y que, cuando no lo es, también es capaz de arrepentirse y luchar para recuperar el buen camino.

Y, cada domingo, o cada día cuando llega el momento culminante de la Eucaristía, escuchamos como Jesús, en su despedida, en su testamento, en su Misa, asume y renueva y mejora esta historia de Alianza. Y asegura que el cáliz de su sangre, de su entrega total, es sangre de la alianza nueva y eterna por nosotros y por todos.

Las semanas de Cuaresma son invitación a sumergirnos y revivir esta oferta de Alianza, de comunión que Dios hizo, hace y seguirá haciendo.

La respuesta es apuntarse cada vez más, más de verdad y hondamente, a asumir nuestra parte en esta alianza, porque toda alianza siempre es cosa de dos.


6.- Las lecturas bíblicas de estos domingos

Son muy importantes para comprender qué es y cómo vivir la Cuaresma. Tienen una organización muy propia de este tiempo, enraizada en la antigua tradición litúrgica pero, al mismo tiempo, llena de mensaje actual.




Primera lectura

Del Antiguo Testamento, como es habitual en todos los domingos, menos el tiempo de Pascua. Pero ahora no como preparación del evangelio, sino con un itinerario independiente.

En estos cinco domingos se nos propone un repaso de los grandes momentos de la historia de la salvación. Es decir, de cómo Dios se hace presente y actúa en la prehistoria humana, y luego en el pueblo de Israel. Son historias antiguas pero que trazan un camino que nos revela el estilo de Dios que acompaña la búsqueda humana hacia la plenitud que se revela en Jesucristo.


Segunda lectura

Son fragmentos de las cartas de los apóstoles, principalmente de Pablo, que se relacionan con la primera ó la tercera lectura. Que ayudan a su concreción espiritual.


Evangelio

La lectura clave siempre y especialmente en este tiempo. Los dos primeros domingos presenta el inicio y la meta cuaresmal: la lucha de Jesús, en oración y ayuno, en el desierto antes de iniciar su anuncio de la Buena Nueva; su Transfiguración, como excepcional revelación de su ser divino y victorioso, lo que desembocará en la Resurrección.

Y, en los tres domingos siguientes, los clave de la Cuaresma, escuchamos evangelios que nos hablan de lo decisivo: lo que es Jesús para nosotros, lo que él injerta en nuestra vida. Sobre todo en los evangelios propios del ciclo A, que pueden leerse también en los otros dos ciclos, y que son los que presidían la última preparación de la catecúmenos en vísperas de su bautismo en la noche de la Vigilia Pascual. Son textos del evangelio de Juan que nos hablan de la conversación de Jesús con una mujer samaritana, de su encuentro salvador con un ciego, y con un difunto, su amigo Lázaro.

Y el mensaje de cada evangelio es transparente. Jesús, su Buena Nueva, es agua que da vida, es la luz que guía, es resurrección más allá de cualquier muerte.

En el ciclo B de lecturas, los evangelios, también de Juan, de estos tres últimos domingos, acentúan lo que los teólogos y liturgistas denominan "el misterio pascual de Jesús". Dicho más llanamente, la salvación/ vida que nos llega gracias al paso lleno de amor y entrega de Jesús por la cruz, la muerte... que desemboca en la resurrección.

Y, en el ciclo C, los evangelios dos son de Lucas y uno de Juan, todos coincidentes en una invitación a la conversión que no se basa tanto en nuestro empeño como en el amor misericordioso del Padre que es la gran revelación de Jesús.
El camino de Jesús

Los evangelios, especialmente los tres sinópticos, destacadamente el de Lucas, insisten en la importancia del camino, de la ascensión de Jesús hacia Jerusalén. En los últimos meses de su vida. Un camino que asume conscientemente, sabiendo qué sucederá.

Si su tierra, el lugar de sus amigos y de la mayoría de sus seguidores, había sido la medio pagana Galilea, al final decide subir a la ciudad santa, a Jerusalén. Aunque sepa que en ella dominan tos gerifaltes políticos y religiosos que más se oponen a su anuncio tan sencillo como revolucionario que apuesta por un Reino de Dios para todos y, muy especialmente, para los más pobres y menospreciados. Que, sorprendentemente, habla más a los considerados pecadores que a quienes se creen justos, buenos.

Fue el camino de Jesús hacia Jerusalén, hacia la revelación final de su amor de Hijo de Dios para con todos. Y es un camino que la Cuaresma nos ayuda a revivir. Como camino de Jesús, como camino nuestro.


7.- Resumen final

Hemos de redescubrir la Cuaresma. No como paréntesis sombrío sino como camino de renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la plenitud, es decir, hacia la Pascua, triunfo de toda vida sobre toda muerte.

Redescubrirla y ayudar a redescubrirla. No es fácil pero es un excelente servicio que todos quienes trabajamos en cada comunidad cristiana bueno será que asumamos con esperanza.

Quizá palpemos poco los resultados, pero la vocación cristiana no pide éxitos sino verdad y amor.

Ayudar al seguimiento de Jesús, ayudar a la comunión con su amor. Y no otra cosa es el mensaje de estas semanas de Cuaresma.

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