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domingo, 1 de marzo de 2009

Marzo: RENACER


Publicado por Entra y Veras

Tras el frío invierno la naturaleza comienza a despertar de su letargo. De la misma manera nosotros tenemos que continuar buscando, y seguir viviendo, poniendo nuestras capacidades al servicio de los demás.

Alguien bien enterado y no menos divertido me contó que existía en Sevilla un dicho que sentenciaba: «Anda, que eres más feo que el tranvía de las herramientas». El tranvía de las herramientas era un taller ambulante de la compañía, un vagón sin ventanas, de tableros que alguna vez estuvieron pintados de gris y que se destinaba a la reparación de las líneas.

He aquí un criterio básico de estética general aplicada a las personas: la fealdad está en la anulación de las ventanas, en teñirnos de mustio por dentro y pintarnos la carrocería –modelo «chapa-sesión-continua»– de color ratón. Con estas tres acciones damos a parar en el mejor modo para transformar un coche ferroviario en un furgón funerario. O sea, la peor mutación posible. La más letal.

Si en alguna ocasión nos ha sucedido algo semejante, una privación de vida, una defunción de la vitalidad, el calendario sigue siendo generoso con todos: marzo –y, por él, con él y en él, el Dios-Amor– pone ante nosotros treintaiuna nuevas «ventanas», de veinticuatro horas cada una, para renacer, para volver a vivir. Con el fin de poder aprovechar a fondo una batería tan amplia de oportunidades, a las mencionadas tres labores de lo feo-mortuorio habrá que contraponer un trío de ases de la reanimación<. Son éstos: no aislarse, cultivar la pasión de vivir y latir a corazón abierto. 1) No aislarse: la soledad con forma de incomunicación y fondo de aislamiento es un agente enfermizo. El solitario es carne de cañón para la locura, para el desequilibrio psíquico, físico y espiritual. Romper los vínculos de unión con los demás es tanto como cavarnos la propia tumba y acostarnos en ella bajo una tonelada de tierra, quinientos kilos de grava de desamor y otros tantos de arena de suicidio por asfixia. Únicamente el amor crea, conserva y madura. Y el amor es relación, nunca un empujón hacia el autismo, siempre una llamada a vivir en plural para subirnos al tren de la con-cordia, de la sintonía de corazones, de la red de redes: la malla del cariño, el afecto y la amistad. 2) Cultivar la pasión de vivir: el gozo por lo sencillo, el gusto por lo bello, el sabor de lo profundo, la sensibilidad para percibir el correr de la savia por debajo de las cortezas y por dentro de las ramas. «Hacernos niños» –de ello hablaba Jesús– no es misión imposible ni tarea nostálgica, regresiva y menguante. La infancia no es cronología de marcha atrás para abrazarnos al infantilismo. Es, antes que nada, una fascinada pasión de vivir. Ser humanos es lo contrario a configurarnos como adoquines de 10 x 40. Ser cristianos consiste en movernos al ritmo apasionado que marca el Evangelio en su corazón de las Bienaventuranzas. Y, por si acaso se nos aparecen los fantasmas del miedo a sacar los pies de las alforjas, recordemos la tranquilizadora y estimulante máxima de Kierkegaard: «Quien se pierde por su pasión, pierde menos que si perdiera su pasión». 3) Latir a corazón abierto: respirar sólo con un pulmón, instalar candados en los ventrículos y aurículas del corazón, limitar el oxígeno de la sangre y aherrojar el bombeo de esperanzas es un delito de lesa humanidad. Si queremos presentar una definición verdadera y creíble de Dios, digamos que «Dios es aquel para quien todo está vivo». Dios ama la vida, ama todo cuanto existe. A corazón abierto, corazón de Padre-Madre. Con frecuencia, nosotros amamos poco porque amamos pocas cosas, y sobre todo porque odiamos algunas, despreciamos otras e ignoramos las más. El raquitismo amoroso no nos hace felices sino mediocres. Vivir a medias no es vivir en la luz. Amar a medias no es amar de verdad. El poeta Manuel Altolaguirre lo canta hermosamente: «Latir continuo de luces / es mi vida. Así es mi tiempo: / cielo interior en que guardo / astros de un mundo completo». Renacer no es un suceso de varita mágica con resultado de conejo o de paloma sacados de la manga o de la chistera. Renacer es un proceso. Como todo parto, requiere inicios de fecundación y desarrollos de gestación. Es el paso de la sombra a la luz. Marzo nos saluda y aguarda. «El que espera y olvida / siempre goza la luz / porque el olvido es blanco / y se pierde en el mar / y la esperanza es blanca / y se pierde en el cielo. / El que recuerda y teme / siempre vive en la noche / porque el recuerdo es negro / y se clava en la tierra, / porque el temor es negro / y se pierde en el bosque» (Manuel Altolaguirre).

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