Por Gabriel Jaime Pérez, S.J.
El Evangelio nos trae hoy el mandamiento que Jesús les dio a sus primeros discípulos durante la sobremesa de la cena en la cual instituyó la Eucaristía. Este mandamiento, que aparece tres veces indicado explícitamente en dicho el Evangelio de Juan (13, 34; 15, 12; 15, 17) constituye el núcleo de las enseñanzas de Jesucristo. Ahondemos en su significado, teniendo también en cuenta los demás lecturas de este domingo [Hechos de los Apóstoles 10, 25-26.34-35.44-48; Salmo 98 (97), 26b-28.30-32; 1ª Juan 4, 7-10].
1. “Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí”
El significado del mandamiento del amor -Ámense los unos a los otros como yo los he amado- nos remite ante todo a la vivencia de Dios como un Padre que nos ama infinitamente, y que a través de su Hijo nos comunica lo que es Él mismo en su propia esencia: “Dios es amor”, dice el apóstol y evangelista Juan en la segunda lectura, no dando una definición -porque el Infinito no puede ser definido-, sino intentando expresar así lo que en el lenguaje humano puede describir mejor el ser de Dios que se manifiesta en su acción salvadora.
Toda la vida terrena de Jesús fue una revelación de la acción salvadora de Dios como la de un Padre amoroso, misericordioso, compasivo, bondadoso, completamente distinto de la imagen lejana y regañona que suelen presentar quienes conciben la relación del Creador con sus criaturas como la de un amo que oprime a sus esclavos. Lo que Jesús les dice a sus discípulos al emplear la contraposición entre los siervos y los amigos, implica en este sentido una elección que es iniciativa suya y no nuestra: “Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los escogí a ustedes”. Es la misma idea expresada en la segunda lectura: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo…”.
2. “No los llamo siervos… Los llamo mis amigos”
En Jesús se manifiesta la cercanía de Dios como amigo, sin exclusiones ni discriminaciones, tal como nos lo muestra la primera lectura en el relato del bautismo del capitán romano Cornelio, quien siendo de una raza y nación distintas de la judía, fue recibido por Pedro, en nombre del mismo Jesús y del Espíritu Santo, en la primera comunidad cristiana.
Por otra parte la explicación que en el Evangelio les da Jesús a sus apóstoles de la forma de querer relacionarse con ellos, nos remite a la comunicación que se da entre los amigos: “El siervo no sabe lo que hace su amo. Yo los llamo mis amigos porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho”. En otras palabras: entre los verdaderos amigos no hay secretos, trastiendas, recovecos ni tapujos, sino una transparencia total que le permite a cada cual conocer y reconocer al otro como es. Así se nos manifiesta Dios en Jesucristo, y así espera Él que nosotros le correspondamos.
San Ignacio de Loyola escribió en sus Ejercicios Espirituales que “el amor consiste en la comunicación de las dos partes”, es decir, en dar y comunicar el uno al otro todo lo que tiene, sin reservarse nada, superando completamente cualquier forma de egoísmo. Por eso cuando Jesús llama “amigos” a sus primeros discípulos -y a través de ellos también lo hace con cada uno de nosotros-, nos está invitando a corresponder de esa manera a lo que Él nos ha entregado: ¡nada menos que su propia vida!
3. Mi mandamiento es este: que se amen unos a otros como yo los he amado…”
Nuestra respuesta al amor de Dios que se nos ha manifestado personalmente en Jesucristo, consiste en amarnos unos a otros. A primera vista esto no parece lógico. Uno supondría que la respuesta al amor de Dios es amarlo a Él sobre todas las cosas, y punto. Pero resulta que, aunque Él mismo se ha revelado en Jesucristo y está cerca y hasta dentro de nosotros por su Espíritu Santo, no lo vemos, y en cambio a nuestros prójimos los tenemos a la vista constantemente. Por otra parte, ¿qué mejor muestra de amor a un padre o a una madre que amar y respetar a sus hijos e hijas? Por eso es perfectamente lógico que el “mandamiento” de amarnos unos a otros como Dios mismo nos ha mostrado que nos ama en la persona de Jesús, sea la única forma válida de nuestra correspondencia al amor con que Dios nos ama.
En esta perspectiva se sitúa la primera Encíclica del Papa Benedicto XVI, publicada al terminar el año en el que fue elegido y consagrado como sumo pontífice de la Iglesia Católica. El título de esta comunicación papal a toda la Iglesia, dada a conocer el 25 de diciembre de 2005 es justamente Dios es amor.
“La fe cristiana -dice el Papa-, poniendo el amor en el centro, ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándole al mismo tiempo una nueva profundidad y amplitud. En efecto, el israelita creyente reza cada día con las palabras del Libro del Deuteronomio que, como bien sabe, compendian el núcleo de su existencia: ‘El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas’ (Dt 6, 4-5). Jesús, haciendo de ambos un único precepto, ha unido este mandamiento del amor a Dios con el del amor al prójimo, contenido en el Libro del Levítico: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’ (Lv 19, 18; cf. Mc 12, 29- 31). Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un ‘mandamiento’, sino la respuesta al don del amor…” (Encíclica Dios es Amor, No. 1).-
1. “Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí”
El significado del mandamiento del amor -Ámense los unos a los otros como yo los he amado- nos remite ante todo a la vivencia de Dios como un Padre que nos ama infinitamente, y que a través de su Hijo nos comunica lo que es Él mismo en su propia esencia: “Dios es amor”, dice el apóstol y evangelista Juan en la segunda lectura, no dando una definición -porque el Infinito no puede ser definido-, sino intentando expresar así lo que en el lenguaje humano puede describir mejor el ser de Dios que se manifiesta en su acción salvadora.
Toda la vida terrena de Jesús fue una revelación de la acción salvadora de Dios como la de un Padre amoroso, misericordioso, compasivo, bondadoso, completamente distinto de la imagen lejana y regañona que suelen presentar quienes conciben la relación del Creador con sus criaturas como la de un amo que oprime a sus esclavos. Lo que Jesús les dice a sus discípulos al emplear la contraposición entre los siervos y los amigos, implica en este sentido una elección que es iniciativa suya y no nuestra: “Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los escogí a ustedes”. Es la misma idea expresada en la segunda lectura: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo…”.
2. “No los llamo siervos… Los llamo mis amigos”
En Jesús se manifiesta la cercanía de Dios como amigo, sin exclusiones ni discriminaciones, tal como nos lo muestra la primera lectura en el relato del bautismo del capitán romano Cornelio, quien siendo de una raza y nación distintas de la judía, fue recibido por Pedro, en nombre del mismo Jesús y del Espíritu Santo, en la primera comunidad cristiana.
Por otra parte la explicación que en el Evangelio les da Jesús a sus apóstoles de la forma de querer relacionarse con ellos, nos remite a la comunicación que se da entre los amigos: “El siervo no sabe lo que hace su amo. Yo los llamo mis amigos porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho”. En otras palabras: entre los verdaderos amigos no hay secretos, trastiendas, recovecos ni tapujos, sino una transparencia total que le permite a cada cual conocer y reconocer al otro como es. Así se nos manifiesta Dios en Jesucristo, y así espera Él que nosotros le correspondamos.
San Ignacio de Loyola escribió en sus Ejercicios Espirituales que “el amor consiste en la comunicación de las dos partes”, es decir, en dar y comunicar el uno al otro todo lo que tiene, sin reservarse nada, superando completamente cualquier forma de egoísmo. Por eso cuando Jesús llama “amigos” a sus primeros discípulos -y a través de ellos también lo hace con cada uno de nosotros-, nos está invitando a corresponder de esa manera a lo que Él nos ha entregado: ¡nada menos que su propia vida!
3. Mi mandamiento es este: que se amen unos a otros como yo los he amado…”
Nuestra respuesta al amor de Dios que se nos ha manifestado personalmente en Jesucristo, consiste en amarnos unos a otros. A primera vista esto no parece lógico. Uno supondría que la respuesta al amor de Dios es amarlo a Él sobre todas las cosas, y punto. Pero resulta que, aunque Él mismo se ha revelado en Jesucristo y está cerca y hasta dentro de nosotros por su Espíritu Santo, no lo vemos, y en cambio a nuestros prójimos los tenemos a la vista constantemente. Por otra parte, ¿qué mejor muestra de amor a un padre o a una madre que amar y respetar a sus hijos e hijas? Por eso es perfectamente lógico que el “mandamiento” de amarnos unos a otros como Dios mismo nos ha mostrado que nos ama en la persona de Jesús, sea la única forma válida de nuestra correspondencia al amor con que Dios nos ama.
En esta perspectiva se sitúa la primera Encíclica del Papa Benedicto XVI, publicada al terminar el año en el que fue elegido y consagrado como sumo pontífice de la Iglesia Católica. El título de esta comunicación papal a toda la Iglesia, dada a conocer el 25 de diciembre de 2005 es justamente Dios es amor.
“La fe cristiana -dice el Papa-, poniendo el amor en el centro, ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándole al mismo tiempo una nueva profundidad y amplitud. En efecto, el israelita creyente reza cada día con las palabras del Libro del Deuteronomio que, como bien sabe, compendian el núcleo de su existencia: ‘El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas’ (Dt 6, 4-5). Jesús, haciendo de ambos un único precepto, ha unido este mandamiento del amor a Dios con el del amor al prójimo, contenido en el Libro del Levítico: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’ (Lv 19, 18; cf. Mc 12, 29- 31). Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un ‘mandamiento’, sino la respuesta al don del amor…” (Encíclica Dios es Amor, No. 1).-
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