Generalmente, el nombre de una encíclica sólo permite saber cuáles son sus primeras palabras; en este caso es, además, su leitmotiv. Explica Benedicto XVI que, para construir un mundo más humano, la caridad necesita estar iluminada por la inteligencia y la inteligencia impulsada por el amor. Por eso sus continuas alusiones al amor inteligente.
El Papa coincide en que el amor es más importante: quien “está animado de una verdadera caridad es ingenioso para descubrir las causas de la miseria, para encontrar los medios de combatirla, para vencerla con intrepidez” (nº 30; cfr. PP 75). Así da un sentido más pleno al amor y al conocimiento. Se trata de la caridad cristiana y el conocimiento iluminado por Dios, por lo que “la cerrazón ideológica a Dios y el indiferentismo ateo (…) se presentan hoy como uno de los mayores obstáculos para el desarrollo. El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano” (nº 78).
Sin embargo, debemos matizar esa dura afirmación. Como es costumbre en las encíclicas sociales desde la Pacem in terris de Juan XXIII, Caritas in veritate no se dirige sólo a los creyentes, sino también “a todos los hombres de buena voluntad“, porque los no creyentes pueden guiarse por la ley natural, un conjunto de valores éticos que, siendo exigencias de la naturaleza humana, pueden conocer sin necesidad de la revelación. “La adhesión a esa ley escrita en los corazones -dice- es la base de toda colaboración social constructiva” (nº 59).
Igual que la luz blanca al atravesar un prisma se refracta en muchos colores, Caritas in veritate aborda un único tema pero refractado en muchos (¿demasiados?). Ese único tema es el desarrollo, pero entendido de modo integral, referido tanto a las dimensiones materiales como a las espirituales e incluyendo a todos los seres humanos. Por eso casi no hay problema que no aborde el Papa: la globalización y la crisis económica, la ecología y la bioética, el trabajo y el desempleo, el turismo, los medios de comunicación social… Eso ha obligado a tratar las cosas de modo tan comprimido que quizás sólo quienes estén familiarizados con la ética social llegarán a captar toda su riqueza (que es mucha).
Pondré un único ejemplo. Quienes no sepan que en el origen de la crisis económica actual están todos esos productos de ingeniería financiera (CDO, CDS, Synthetic CDO…) ideados por los banqueros norteamericanos para endosar a otros las hipotecas basura que habían concedido irresponsablemente, ¿entenderán la crítica del Papa a los “instrumentos sofisticados con los que se podría traicionar a los ahorradores” (nº 65)?
El Papa coincide en que el amor es más importante: quien “está animado de una verdadera caridad es ingenioso para descubrir las causas de la miseria, para encontrar los medios de combatirla, para vencerla con intrepidez” (nº 30; cfr. PP 75). Así da un sentido más pleno al amor y al conocimiento. Se trata de la caridad cristiana y el conocimiento iluminado por Dios, por lo que “la cerrazón ideológica a Dios y el indiferentismo ateo (…) se presentan hoy como uno de los mayores obstáculos para el desarrollo. El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano” (nº 78).
Sin embargo, debemos matizar esa dura afirmación. Como es costumbre en las encíclicas sociales desde la Pacem in terris de Juan XXIII, Caritas in veritate no se dirige sólo a los creyentes, sino también “a todos los hombres de buena voluntad“, porque los no creyentes pueden guiarse por la ley natural, un conjunto de valores éticos que, siendo exigencias de la naturaleza humana, pueden conocer sin necesidad de la revelación. “La adhesión a esa ley escrita en los corazones -dice- es la base de toda colaboración social constructiva” (nº 59).
Igual que la luz blanca al atravesar un prisma se refracta en muchos colores, Caritas in veritate aborda un único tema pero refractado en muchos (¿demasiados?). Ese único tema es el desarrollo, pero entendido de modo integral, referido tanto a las dimensiones materiales como a las espirituales e incluyendo a todos los seres humanos. Por eso casi no hay problema que no aborde el Papa: la globalización y la crisis económica, la ecología y la bioética, el trabajo y el desempleo, el turismo, los medios de comunicación social… Eso ha obligado a tratar las cosas de modo tan comprimido que quizás sólo quienes estén familiarizados con la ética social llegarán a captar toda su riqueza (que es mucha).
Pondré un único ejemplo. Quienes no sepan que en el origen de la crisis económica actual están todos esos productos de ingeniería financiera (CDO, CDS, Synthetic CDO…) ideados por los banqueros norteamericanos para endosar a otros las hipotecas basura que habían concedido irresponsablemente, ¿entenderán la crítica del Papa a los “instrumentos sofisticados con los que se podría traicionar a los ahorradores” (nº 65)?
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