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lunes, 6 de julio de 2009

Homilía y Recursos para la Homilía: XV Domingo del Tiempo Ordinario (San Marcos 6,7-13) - Ciclo B

"LA LLAMADA A EVANGELIZAR"
Publicado por Agustinos España

Con este relato de la misión de los Doce, el evangelio de hoy quiere confrontarnos con una de las notas distintivas de nuestra identidad cristiana; el discípulo de Jesús ha sido enviado al mundo a predicar el Reino de Dios; sólo así representa a su Señor, predicando su evangelio y actuando en su lugar y con su poder.

Con su envío, Jesús convirtió a sus discípulos en apóstoles, hizo de unos aprendices, mensajeros del evangelio.

El Señor tendría sus razones para no permitir que se quedaran todo el tiempo gozando de su presencia, de sus enseñanzas y de su poder. El Reino de Dios tenía que ser predicado, y entonces los envió al mundo como sus representantes personales.

Los cristianos hoy, por desgracia, nos estamos habituando a considerar nuestro mundo como algo ajeno a nuestra fe. Tal vez porque hemos sufrido la incomprensión de los no creyentes, estamos tratando de cultivar una relación más personal con Dios. Nos estamos retirando al mundo de nuestra conciencia.

Y con esa retirada, estamos haciendo más difícil la fe de los demás.

Con nuestra actitud, de silenciar a Dios, lo estamos escondiendo y cuando Dios está ausente del mundo, el mundo se hace cada vez más inhumano.

Por eso quienes, habiendo recibido el evangelio, preferimos el silencio a su proclamación; estamos negando al mundo el que Dios le hable. Dios se está retirando paulatina pero visiblemente, de nuestro mundo, porque lo estamos abandonando sus representantes.

Jesús no dejó el mundo abandonado a su suerte, nos envió a sus discípulos para ser en él sus lugartenientes, representarlo con su evangelio y con su poder de resistir al mal.

Por eso cuando nos refugiamos en nuestras casas, en nuestros corazones, para defender mejor nuestra fe, perdemos la fe y el mundo perderá a nuestro Dios.

Cuando consideremos nuestra sociedad, nuestro trabajo, nuestro hogar..., como lugares de misión, entonces nuestro Dios tendrá un puesto en ellos y nosotros seremos allí sus testigos.

La fe no se defiende conservándola para uso propio, viviéndola a solas, alimentándola en la intimidad, sino dándola a los demás y compartiéndola con quienes se convive a diario.

El Evangelio nos muestra que el discípulo de Jesús, ha sido llamado para que muestre al mundo su fe y la alegría que produce. Como testigos de Dios debemos llevar a los demás nuestra experiencia de fe.

Jesús prohibió a sus discípulos, cuando los mandó al mundo, llevar provisiones; debían dar a cuantos encontraban, lo que habían aprendido mientras convivieron con Jesús. Y así también hoy nos envía a cada uno de nosotros.

El discípulo de Jesús, no puede quedarse en casa, por más cómodo que sea vivir la fe en la intimidad y con los que ya la comparten. No olvidemos que la Iglesia, esta Iglesia que nacía hace ya casi dos mil años, surgió de una docena de apóstoles que fueron al mundo con el mandato de Jesús como único viático y con el poder de Jesús como única riqueza; quien de nosotros desee pertenecer a esta Iglesia deberá sentirse enviado de Jesús y comportarse en consecuencia; si no hablamos nunca de Dios, ni a nuestros amigos y familiares, ni siquiera en los momentos más penosos, ¿cómo nos van a creer que merece la pena ser creyentes?; si nuestros conocidos y vecinos, quienes más conviven con nosotros, no conocen nuestra fe, ¿cómo los vamos a convencer de que somos hombres dignos de fe?.

Todo lo que se tiene en el corazón, termina por estar en los labios; nadie puede ocultar por mucho tiempo sus auténticas convicciones ni sus sentimientos; si no hablamos de Dios ni con los cercanos, no tardará en morir en nosotros la fe, si es que la tuvimos un día.

Dejémonos hoy cuestionar por la Palabra de Dios, que quiere despertar en nosotros la conciencia de nuestra identidad de apóstoles: el mundo de hoy necesita de nuestra fe y de nuestro testimonio, aunque no lo diga..., precisamente porque no lo pide...; “necesita de creyentes”, “para poder creer”.

Quienes hemos experimentado la cercanía de Dios, no podemos silenciar nuestra experiencia; Jesús nos la concedió para poder concedérsela a otros muchos a través nuestro; si los discípulos de Jesús, que nos sabemos queridos por él y por él enviados, callamos, ¿quién va a convencer al mundo de que Dios lo ama?

Esa es nuestra tarea y nuestra responsabilidad.

Pidamos hoy a la Virgen que nos ayude a agradecer al Señor el llamado que hemos recibido y que nos ayude a cumplir con la misión de proclamar su Evangelio.



RECURSOS PARA LA HOMILÍA


Nexo entre las lecturas

El punto de encuentro de las lecturas es la misión. El Evangelio habla de la misión que Jesús da a los Doce: "Comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos". El profeta Amós, en la primera lectura, subraya que profetiza, no por voluntad o iniciativa personal, sino "porque el Señor le agarró y le hizo dejar el rebaño diciendo: ´Ve a profetizar a mi pueblo Israel´". El himno cristológico de la carta a los efesios (segunda lectura), canta los frutos de la misión en la conciencia de los cristianos: la bendición de Dios Padre, la elección en Cristo, la adopción filial, la redención y el perdón de los pecados, la revelación de los designios de Dios sobre la historia, el bautismo en el Espíritu Santo.


Mensaje doctrinal

1. La misión en la Iglesia-comunión, la concepción de la Iglesia-comunión; y esta concepción de la Iglesia se ha desarrollado notablemente en los siguientes decenios hasta nuestros días. La eclesiología de comunión entraña la eclesiología de misión. En las palabras y enseñanzas de Jesús encontramos ambas: "Padre, que todos sean uno..." (Jn 17, 21); "esto os mando que os améis unos a otros" (Jn 15,17), por una parte; y por otra, "Eligió a Doce para enviarlos a predicar" (Mc 3-14); "Comenzó a enviarlos de dos en dos" (Mc 6, 7); "Id y predicad" (Mt 28,19). La comunión entre las Iglesias reclama que las que tienen más evangelizadores, catequistas, consagrados, sacerdotes, los envíen a aquéllas que tienen menos o que están urgentemente necesitadas. En esto debe prevalecer el bien supremo de toda la Iglesia, sobre el bien particular de una Iglesia local. La comunión dentro de cada Iglesia local pide igualmente un marcado sentido de misión y un notable espíritu misionero para evangelizar y promover la evangelización de los fieles cristianos sobre una recta concepción de la Iglesia, como Iglesia-comunión, por encima de otras concepciones: Iglesia-institución benéfica, Iglesia-sociedad perfecta, Iglesia-poder, etc. ¡Urgente misión que realizar por parte de todos!

2. Misión de Jesús-Misión de la Iglesia. El evangelista Marcos pone de relieve que la misión de los Doce (de la Iglesia) es la misma misión de Jesús. En efecto, en Mc 6,13 nos dice que los Doce "predicaban la conversión, expulsaban demonios, curaban". Esto corresponde a la misión de Jesús: "Convertíos y creed en el evangelio" (Mc 1,15); "había curado a muchos, y cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarlo" (3, 10) y finalmente "se fue a predicar en sus sinagogas por toda Galilea, expulsando los demonios" (Mc 1, 39). De los Doce se añade que "ungían a los enfermos con aceite". Se trata quizás de una referencia a la costumbre entre los primeros cristianos de la "unción de los enfermos en nombre del Señor, por parte de los presbíteros de la Iglesia", como exhorta la carta de Santiago en 5,14. En Santiago, en lugar de los Doce están los presbíteros (continuadores de los Doce) y en lugar del envío directo de Jesús tenemos la unción en nombre del Señor, es decir, de Cristo glorioso en el cielo. Por medio de todas esas acciones Jesús primero, y luego los Doce, nos mostraron los signos reveladores de la presencia del Reino de Dios entre los hombres.

3. Características de la misión. No son pocas las que se indican en los textos litúrgicos de este domingo.

1) Podríamos decir que se pide a los Doce (y a todos los hombres con misión) la comunión (de dos en dos), la pobreza (no tomar nada para el camino, excepto un bastón), la coherencia en una conducta humilde (quedarse en la casa, sin buscar otra mejor...), en una conducta regida por la libertad de espíritu (si en algún sitio no os reciben, salid y sacudid el polvo...); en una conducta valiente e intrépida (Amós que profetiza, aun con peligro de su vida...).

2) Los Doce en la misión encontrarán las mismas dificultades que ha encontrado Jesús. Como no han acogido ni han escuchado a Jesús, así tampoco en ocasiones acogerán o escucharán a los Doce. Ocho siglos antes sucedió lo mismo al profeta Amós, cuyo mensaje de justicia social y de crítica al culto exterior fue también rechazado por el sacerdote de Betel, Amasías.

3) La misión se caracteriza por los frutos, por los resultados, mediante la creación de comunidades de fe, en las que se bendice a Dios Padre, porque nos ha elegido en Cristo, nos ha hecho hijos adoptivos, nos ha redimido en su Hijo, nos ha dado a conocer los misterios de su voluntad y nos ha sellado con el Espíritu mediante el bautismo (segunda lectura)


Sugerencias pastorales

1. "La misión de la Iglesia se halla todavía en sus comienzos" (Juan Pablo II, Redemptoris Missio 1). Estas palabras pueden ser pronunciadas en cada generación y en cada época histórica, porque es necesario estar siempre comenzando. En efecto, siendo el Evangelio para todos, cuando llegan nuevos hombres a nuestro planeta hay que comenzar con ellos la labor de evangelización. Por otra parte, constatamos que los creyentes en Cristo, después de dos mil años de cristianismo, son aproximadamente el 27% de la población global. Queda, por tanto, un 73% al cual hay que hacer llegar el Evangelio de Jesucristo. ¿No será nuestro siglo XXI la hora de Dios para todos esos pueblos, sobre todo asiáticos, que todavía no conocen a Cristo? Por lo dicho es evidente que todos los cristianos tenemos que vivir "en estado de misión". Los padres de familia son "misioneros" de sus hijos; los maestros de sus alumnos; los médicos y enfermeros de sus pacientes; los voluntarios de aquéllos a quienes asisten; los párrocos y sus colaboradores de los fieles de su parroquia... Lo único que en esta hora de Dios no podemos hacer es cruzarnos de brazos, estar sin hacer nada. ¡Sería una postura irresponsable e indigna de un buen cristiano!

2. Libres para la misión. Para ser "misioneros" se requiere ser libres. Libres para aceptar esta dimensión propia de la vocación cristiana; libres para responder a Dios con generosidad, sin ataduras de instintos y pasiones egoístas; libres para seguir dócilmente las luces y los movimientos del Espíritu Santo dentro de nosotros mismos. Se nos pide ser libres de todo apego a los bienes y medios materiales, para presentarnos con el Evangelio puro, sin glosa; libres de todo orgullo y ansia de poder, con la conciencia clara de que somos servidores del hombre. Se nos pide estar únicamente equipados con un gran amor a Jesucristo, nuestro modelo; equipados con el Evangelio hecho vida; equipados con la confianza en Dios y con la esperanza en la acción del Espíritu Santo en el corazón de los hombres.

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