El domingo pasado el evangelio nos hablaba de la Buena Noticia de Jesús. Ese mensaje va destinado a todos los hombres; el evangelio de hoy precisa cuáles son sus principales destinatarios.
Los enviados se congregaron donde estaba Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y todo lo que habían enseñado. El les dijo:
-Venid vosotros solos aparte, a un lugar despoblado y descansad un poco.
Haber sido llamado por Jesús y enviado por él a anunciar su mensaje, haber escuchado sus instrucciones y recibido la fuerza necesaria para la misión son condiciones imprescindibles para el mensajero, pero no le aseguran el acierto. Sigue siendo un ser limitado, que se equivoca, condicionado por su mentalidad y sus prejuicios. Por eso es necesario revisar con atención el trabajo realizado. Eso es lo que pretende hacer Jesús con sus discípulos.
Ellos se habían pasado, habían hecho algo para lo que todavía no estaban preparados y que Jesús no les había encomendado: enseñar, que, según el uso que hace de esta palabra el evangelio de Marcos, significa proponer el mensaje de Jesús tomando como punto de partida el Antiguo Testamento. Jesús lo hacía porque tenía bien claro qué contenidos de aquellos antiguos escritos seguían siendo válidos y cuáles no. Pero los discípulos, que todavía no habían comprendido la novedad radical de la Buena Noticia -seguirán durante mucho tiempo atados a sus tradiciones (véase, por ejemplo, Mc 6,48; 7,32; 8,22-26.27-38; 9,1 - 13.32.38; 10,35-45.46-52)- seguro que mezclaron lo que ya estaba a punto de cumplirse, perdiendo su vigencia, con lo que iba a ocupar su lugar, y llenaron, con el vino nuevo, los odres viejos (Mc 2,22).
Como «eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer», Jesús se los lleva «en la barca, aparte, a un lugar despoblado». Pero esta vez la gente no los va a dejar hacer la revisión de su actividad.
Los vieron marcharse, y muchos los reconocieron; entonces, desde todos los pueblos, fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, vio una gran multitud; se conmovió porque estaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles muchas cosas.
Marcos señala, al hilo de la narración, dos consecuencias de la predicación de los Doce: una parece negativa y otra positiva.
La gente ha escuchado a los Doce. Y reacciona buscándolos. Pero, y esto sería lo negativo, no busca a Jesús, sino a todo el grupo. Esto podría indicar que, en efecto, no han sido capaces de mostrar la radical novedad del mensaje de Jesús y lo han mezclado, confundiéndolo, con sus esperanzas y tradiciones, que, en su mayor parte, se verán modificadas o simplemente perderán su vigencia como consecuencia de la actividad y la predicación de Jesús. Dicho con otras palabras: se han predicado a sí mismos en lugar de anunciar la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios (Mc 1,1).
El aspecto positivo es, sin duda, que han conseguido despertar el interés de sus oyentes. Como son gente del pueblo, han atinado al tocar las fibras más sensibles de sus paisanos.
Y es vivo ese interés: los ven alejarse en barca, y a pie, bordeando el lago, se encaminan hacia el lugar al que se dirigen Jesús y los discípulos, corriendo tanto que llegan antes que ellos. De este modo, el interés despertado por los Doce será la causa de que muchos puedan escuchar directamente la enseñanza de Jesús.
Al llegar, Jesús ve que se les han adelantado, y en lugar de sentirse molesto porque no podrá hacer lo que pretendía, se siente solidario con ellos, abandona su plan y se pone «a enseñarles muchas cosas»; él conoce perfectamente la causa de su ansiedad, la circunstancia que ha favorecido el, llamémoslo así, éxito de los discípulos: están desorientados y, por eso, deseosos de encontrar alguien que les muestre la dirección adecuada en la que deben marchar para hacer más feliz su vida; Jesús lo ve y comprende que están extraviados, «como ovejas sin pastor».
Los antepasados más antiguos que Israel conoce eran pastores nómadas, que debían cuidar con mucha atención de sus rebaños para que no perecieran por falta de pastos o por el ataque de los animales salvajes. Esta imagen sirvió a los escritores del Antiguo Testamento para representar el cuidado de Dios por su pueblo (Gn 48,15; 49,24; Is 40,11; Jr 23,3; 31,10; Ez 34,11-22, Sal 23,1, 28,9, 74,1, 77,21, 78,52.72, 79,13, 80,2) y la tarea propia del rey y de los dirigentes políticos del país (2 Sm 5,2; 7,7; Is 56, 11; Jr 2,8; 3,15; 10,21; 22,22; 23,1-4, 50,6; Miq 5,4-5; Sal 78,70). Los profetas, cuando quieren denunciar la corrupción de los dirigentes, usan esta misma imagen del pastor, pero indicando que en lugar de cuidar de las ovejas las dispersan y extravían: «Mi pueblo era un rebaño perdido que los pastores extraviaban por los montes... » Jr 50,6; (véase la primera lectura de hoy; Is 56,9-12; Jr 10,21; 25,34-38; Ez 34).
Cuando el evangelio dice que Jesús «se conmovió porque estaban como ovejas sin pastor», está repitiendo la crítica hacia los dirigentes políticos de Israel. Lo que hará después mostrará que él va a realizar el anuncio de los profetas: él es el pastor que, según está anunciado, va a sustituir a aquellos corruptos (Ez 34,23s; cf. Jr 23,5; Sal 2,9). Cierto que su manera de ser pastor será muy distinta de la de los antiguos y los modernos pastores.
Sigue habiendo hoy muchas ovejas sin pastor, ya que sigue habiendo muchas ovejas desperdigadas, vagando sin rumbo, porque aún hay muchos pastores que se apacientan a sí mismos (véase Ez 34,6.8). Los cristianos debemos tener claras dos cosas: primera, que es misión nuestra denunciar la corrupción de esos pastores, y en segundo lugar, que los principales destinatarios del mensaje de Jesús son, también hoy, todos los que los pastores de este mundo han dejado «como ovejas sin pastor».
Los enviados se congregaron donde estaba Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y todo lo que habían enseñado. El les dijo:
-Venid vosotros solos aparte, a un lugar despoblado y descansad un poco.
Haber sido llamado por Jesús y enviado por él a anunciar su mensaje, haber escuchado sus instrucciones y recibido la fuerza necesaria para la misión son condiciones imprescindibles para el mensajero, pero no le aseguran el acierto. Sigue siendo un ser limitado, que se equivoca, condicionado por su mentalidad y sus prejuicios. Por eso es necesario revisar con atención el trabajo realizado. Eso es lo que pretende hacer Jesús con sus discípulos.
Ellos se habían pasado, habían hecho algo para lo que todavía no estaban preparados y que Jesús no les había encomendado: enseñar, que, según el uso que hace de esta palabra el evangelio de Marcos, significa proponer el mensaje de Jesús tomando como punto de partida el Antiguo Testamento. Jesús lo hacía porque tenía bien claro qué contenidos de aquellos antiguos escritos seguían siendo válidos y cuáles no. Pero los discípulos, que todavía no habían comprendido la novedad radical de la Buena Noticia -seguirán durante mucho tiempo atados a sus tradiciones (véase, por ejemplo, Mc 6,48; 7,32; 8,22-26.27-38; 9,1 - 13.32.38; 10,35-45.46-52)- seguro que mezclaron lo que ya estaba a punto de cumplirse, perdiendo su vigencia, con lo que iba a ocupar su lugar, y llenaron, con el vino nuevo, los odres viejos (Mc 2,22).
Como «eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer», Jesús se los lleva «en la barca, aparte, a un lugar despoblado». Pero esta vez la gente no los va a dejar hacer la revisión de su actividad.
COMO OVEJAS SIN PASTOR
Los vieron marcharse, y muchos los reconocieron; entonces, desde todos los pueblos, fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, vio una gran multitud; se conmovió porque estaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles muchas cosas.
Marcos señala, al hilo de la narración, dos consecuencias de la predicación de los Doce: una parece negativa y otra positiva.
La gente ha escuchado a los Doce. Y reacciona buscándolos. Pero, y esto sería lo negativo, no busca a Jesús, sino a todo el grupo. Esto podría indicar que, en efecto, no han sido capaces de mostrar la radical novedad del mensaje de Jesús y lo han mezclado, confundiéndolo, con sus esperanzas y tradiciones, que, en su mayor parte, se verán modificadas o simplemente perderán su vigencia como consecuencia de la actividad y la predicación de Jesús. Dicho con otras palabras: se han predicado a sí mismos en lugar de anunciar la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios (Mc 1,1).
El aspecto positivo es, sin duda, que han conseguido despertar el interés de sus oyentes. Como son gente del pueblo, han atinado al tocar las fibras más sensibles de sus paisanos.
Y es vivo ese interés: los ven alejarse en barca, y a pie, bordeando el lago, se encaminan hacia el lugar al que se dirigen Jesús y los discípulos, corriendo tanto que llegan antes que ellos. De este modo, el interés despertado por los Doce será la causa de que muchos puedan escuchar directamente la enseñanza de Jesús.
Al llegar, Jesús ve que se les han adelantado, y en lugar de sentirse molesto porque no podrá hacer lo que pretendía, se siente solidario con ellos, abandona su plan y se pone «a enseñarles muchas cosas»; él conoce perfectamente la causa de su ansiedad, la circunstancia que ha favorecido el, llamémoslo así, éxito de los discípulos: están desorientados y, por eso, deseosos de encontrar alguien que les muestre la dirección adecuada en la que deben marchar para hacer más feliz su vida; Jesús lo ve y comprende que están extraviados, «como ovejas sin pastor».
UNA CRITICA POLÍTICA
Los antepasados más antiguos que Israel conoce eran pastores nómadas, que debían cuidar con mucha atención de sus rebaños para que no perecieran por falta de pastos o por el ataque de los animales salvajes. Esta imagen sirvió a los escritores del Antiguo Testamento para representar el cuidado de Dios por su pueblo (Gn 48,15; 49,24; Is 40,11; Jr 23,3; 31,10; Ez 34,11-22, Sal 23,1, 28,9, 74,1, 77,21, 78,52.72, 79,13, 80,2) y la tarea propia del rey y de los dirigentes políticos del país (2 Sm 5,2; 7,7; Is 56, 11; Jr 2,8; 3,15; 10,21; 22,22; 23,1-4, 50,6; Miq 5,4-5; Sal 78,70). Los profetas, cuando quieren denunciar la corrupción de los dirigentes, usan esta misma imagen del pastor, pero indicando que en lugar de cuidar de las ovejas las dispersan y extravían: «Mi pueblo era un rebaño perdido que los pastores extraviaban por los montes... » Jr 50,6; (véase la primera lectura de hoy; Is 56,9-12; Jr 10,21; 25,34-38; Ez 34).
Cuando el evangelio dice que Jesús «se conmovió porque estaban como ovejas sin pastor», está repitiendo la crítica hacia los dirigentes políticos de Israel. Lo que hará después mostrará que él va a realizar el anuncio de los profetas: él es el pastor que, según está anunciado, va a sustituir a aquellos corruptos (Ez 34,23s; cf. Jr 23,5; Sal 2,9). Cierto que su manera de ser pastor será muy distinta de la de los antiguos y los modernos pastores.
Sigue habiendo hoy muchas ovejas sin pastor, ya que sigue habiendo muchas ovejas desperdigadas, vagando sin rumbo, porque aún hay muchos pastores que se apacientan a sí mismos (véase Ez 34,6.8). Los cristianos debemos tener claras dos cosas: primera, que es misión nuestra denunciar la corrupción de esos pastores, y en segundo lugar, que los principales destinatarios del mensaje de Jesús son, también hoy, todos los que los pastores de este mundo han dejado «como ovejas sin pastor».
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