Publicado por Entra y Verás
Celebramos hoy la fiesta de san Ezequiel Moreno, agustino recoleto. Ezequiel dedicó su vida al apostolado misionero en Filipinas y principalmente en Colombia donde fue obispo de Pasto. Murio en 1906 víctima de un terrible cáncer. Sus restos se conservan en Monteagudo, Navarra, España.
Ezequiel Moreno se presenta como abogado e intercesor de los enfermos de cáncer. Él experimentó en sus propias carnes la fuerza devoradora de esta enfermedad para la que aún no se ha logrado un remedio definitivo.
La enfermedad vivida en cristiano supone un acercarnos más al Padre. Sentir su mano en medio del dolor, como una luz que rompe la oscuridad de la desesperación y el sinsentido. Podemos, con razón, querer tirar la toalla y abandonarnos a nuestra suerte al ver que Dios, aparentemente, no hace nada por socorrernos. Sin embargo, la fe nos habla de una compañía y una ternura eternas. Por esta razón aún en medio de la desesperación, de la soledad, de la amargura por una enfermedad que avanza sin que podamos hacer nada, tenemos que seguir invocándolo como nos dice el maestro de yoga Paramahansa Yogananda:
Tanto si os responde como si no lo hace,
seguid invocándolo,
invocándolo sin cesar
bajo las bóvedas de la asidua oración.
Tanto si viene como si no,
confiad:
se acerca cada vez más a vosotros
en cuanto percibe un gesto amoroso del corazón.
Tanto si os habla como si no,
no os canséis de implorarlo.
Aunque no os dé la respuesta que esperáis,
no dudéis de que, de un modo u otro,
veladamente, se dirigirá a vosotros.
En la oscuridad
de vuestras oraciones más profundas,
sabed que juega al escondite con vosotros.
Y en medio de la danza de la vida,
de la enfermedad y de la muerte,
si seguís invocándolo,
sin caer en la desconfianza
por su aparente silencio,
obtendréis su respuesta.
Si quieres más información sobre San Ezequiel Moreno, pincha aquí
Ezequiel Moreno se presenta como abogado e intercesor de los enfermos de cáncer. Él experimentó en sus propias carnes la fuerza devoradora de esta enfermedad para la que aún no se ha logrado un remedio definitivo.
La enfermedad vivida en cristiano supone un acercarnos más al Padre. Sentir su mano en medio del dolor, como una luz que rompe la oscuridad de la desesperación y el sinsentido. Podemos, con razón, querer tirar la toalla y abandonarnos a nuestra suerte al ver que Dios, aparentemente, no hace nada por socorrernos. Sin embargo, la fe nos habla de una compañía y una ternura eternas. Por esta razón aún en medio de la desesperación, de la soledad, de la amargura por una enfermedad que avanza sin que podamos hacer nada, tenemos que seguir invocándolo como nos dice el maestro de yoga Paramahansa Yogananda:
Tanto si os responde como si no lo hace,
seguid invocándolo,
invocándolo sin cesar
bajo las bóvedas de la asidua oración.
Tanto si viene como si no,
confiad:
se acerca cada vez más a vosotros
en cuanto percibe un gesto amoroso del corazón.
Tanto si os habla como si no,
no os canséis de implorarlo.
Aunque no os dé la respuesta que esperáis,
no dudéis de que, de un modo u otro,
veladamente, se dirigirá a vosotros.
En la oscuridad
de vuestras oraciones más profundas,
sabed que juega al escondite con vosotros.
Y en medio de la danza de la vida,
de la enfermedad y de la muerte,
si seguís invocándolo,
sin caer en la desconfianza
por su aparente silencio,
obtendréis su respuesta.
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